By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
A US State Department spokesperson repeatedly refused to comment on the momentous political crisis in Brazil during his June 3 press briefing. He gave evidence of the sharp contrast between his long and loquacious criticisms of neighboring Venezuela and Washington’s complicit tolerance of the parliamentary coup in Brazil.
This was reported on the alternative website AlterNet by journalist Zaid Jilani, who actively participated as a reporter in the press conference given on June 3rd by US State Department official spokesperson Mark Toner.
In a dispatch by Jilani, published by digital website The Intercept and other alternative media, it was reported that, when questioned about this sharp contrast, Toner, visibly excited, said: “I don’t have anything to comment about the ongoing political dimensions of the crisis in Brazil.”
The US “hard” foreign policy intends to apply to Venezuela the Inter-American Democratic Charter of the Organization of American States (OAS) imposed by the Washington on the continent following September 11, 2001. It’s goal was to strengthen United States domination in the context of the New York terrorist events used as a pretext for President George W. Bush President George W. Bush ‘s declaration of the “war on terrorism”.
In the case of Brazil, the United States tries to justify the “soft” parliamentary, judicial and media coup d’état against President Dilma Rousseff’s government. Her impeachment’s legitimacy has been rejected by most experts and observers who are not subject to the networks of international corporate media controlled by Washington.
The State Department has been extremely repetitive in its criticism of Venezuela’s progressive government. It accuses that government of applying popular policies contrary to the hegemonic interests of the global corporations. By contrast, it has been silent about the takeover of the government in Brazil by a staunchly right-wing, pro-business government that is making the privatization of state industry a priority.
The debate with Toner at the press conference began when The Intercept journalist (Zaid Jilani) asked Toner why the U.S. has been joining in regional criticisms of Venezuela’s government for its alleged democratic backsliding, but has ignored Brazil’s political crisis, where right-wing lawmakers voted on May 12 to suspend the democratically-elected President from government and to open impeachment proceedings against the head of state.
It was then that veteran Associated Press State Department reporter Matt Lee jumped into the fray, asking if the impeachment of former President Dilma Rousseff was itself “valid.”
Toner continued to dodge, declaring U.S. confidence in Brazilian institutions. “But we’re very concerned about the current development of political events in Venezuela…” he said.
“And why aren’t you very concerned about a similar situation in Brazil?” Lee probed.
“Again — well, look, I’ve said my piece. I mean, I don’t have anything to add,” Toner concluded.
When Pam Dawkins of Voice of America asked about Venezuela and “the state of democracy there” in light of the delay of a proposed recall referendum put forth by the country’s opposition, Toner’s tone changed dramatically. In a response that went on for two full minutes, Toner waxed moralistic, asking Venezuela to respect democratic norms.
“We call on Venezuela’s authorities to allow this referendum to move forward and thus ensure that Venezuelans can exercise their right to participate in this process in keeping with Venezuela’s democratic institutions, practices, and principles consistent with the Inter-American Democratic Charter.”
Lee felt obliged to note again the contrast between Toner’s long critical response about the situation in Venezuela and the two phrases about Brazil “which is a much bigger country and with which you have enjoyed better relations.”
Then another reporter jumped into the fracas, asking Toner if the composition of the new Brazilian cabinet –composed entirely of men, many of them tied to large industries in the country– that replaces the cabinet led by the first female head of state in Brazil’s history raised any concerns.
“Look, guys, I will see if we have anything more to say about the situation in Brazil,” Toner concluded, to get rid of the embarrassing situation in which he had been placed because of the ambivalence of the “two-faced” imperialist foreign policy.
June 11, 2016.
Por Manuel E. Yepe
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Un portavoz del Departamento de Estado estadounidense se negó reiteradamente a comentar la actual crisis política en Brasil y estableció un inconsecuente contraste entre su larga y mordaz crítica contra el gobierno de Venezuela y la cómplice tolerancia de cara a los “golpistas parlamentarios” en Brasilia.
Así lo reportó en la red alternativa AlterNet el periodista Zaid Jilani, quien participó activamente como reportero en la conferencia de prensa que ofreció el 3 de junio, Mark Toner, funcionario de la cancillería estadounidense y su portavoz oficial.
En un de despacho de Jilani aparecido en la publicación digital The Intercept y otros medios alternativos se cuenta que, cuestionado acerca del agudo contraste en que incurrió, Toner respondió visiblemente excitado: “no tengo nada que comentar sobre las actuales dimensiones políticas de la crisis en Brasil.”
La política exterior “dura” estadounidense pretende aplicar a Venezuela la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA) impuesta por Estados Unidos al continente aquel nefasto 11 de septiembre de 2001, para fortalecer la dominación de Estados Unidos en el contexto de los acontecimientos terroristas en Nueva York que sirvieron de pretexto para la declaración por el presidente George W. Bush de la guerra contra el terrorismo.
En el caso de Brasil, Estados Unidos intenta justificar el golpe “blando” de estado parlamentario, judicial y mediático contra el gobierno de Rousseff, juicio político cuya legitimidad ha sido rechazada por la mayoría de los expertos y observadores no sometida a las redes de la prensa corporativa internacional que controla Washington.
El Departamento de Estado ha sido sumamente reiterativo en sus críticas al gobierno progresista venezolano, al que reprocha aplicar políticas populares contrarias a los intereses hegemónicos de las corporaciones globales, y sin embargo guarda sigilo respecto a la toma del gobierno en Brasil por un régimen pro empresarial, de derecha, incondicional partidario de la privatización de las industrias del estado como una prioridad de gobierno.
El debate con Toner durante la conferencia de prensa comenzó cuando el periodista de Intercept (Zaid Jilani) preguntó a Toner por qué Estados Unidos se había unido a las críticas y amenazas al gobierno de Venezuela por supuestos retrocesos democráticos, en tanto ignora la crisis política de Brasil, donde legisladores de la derecha votaron el 12 de mayo por la separación del gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff e iniciaron un proceso de impeachment contra la democráticamente electa Jefa de Estado.
Fue entonces cuando se incorporó a la discusión el veterano reportero de la Associated Press en el Departamento de Estado, Matt Lee, preguntando si la destitución de la ex Presidenta Dilma Rousseff había sido legalmente “válida”.
Toner, desviando el sentido de lo que se debatía, se limitó a reafirmar la confianza de Estados Unidos en las instituciones brasileñas. “Pero estamos muy preocupados por el desarrollo de los acontecimientos políticos en Venezuela…”, dijo..
“¿Y por qué no les preocupa una situación similar en Brasil?”, preguntó Lee. “Bueno, miren, yo he dicho lo mío y no tengo nada más que añadir”, selló Toner. Cuando Pam Dawkins, corresponsal de la Voz de las Américas, preguntó sobre el estado de la democracia en Venezuela “a la luz de la demora en la aprobación de la propuesta del referéndum revocatorio que ha presentado la oposición”, Toner resurgió con una extensa respuesta de corte moralista enfatizando en que Venezuela debía respetar las normas democráticas.
“Hacemos un llamado a las autoridades de Venezuela para que permitan este referéndum y así aseguren que los venezolanos puedan ejercer su derecho a participar en este proceso en consonancia con las instituciones democráticas, las prácticas y los principios conformes con la Carta Democrática Interamericana.”
Lee se sintió obligado a observar una nueva vez el contraste entre la extensa respuesta crítica acerca de la situación en Venezuela y las apenas dos frases sobre Brasil, “que es un país mucho más grande y con el que hemos tenido más amplias relaciones.”
Cuando otro reportero se incluyó en el debate, preguntando a Toner si para él era motivo de preocupación la composición del nuevo gabinete brasileño – integrado enteramente por hombres, muchos de ellos estrechamente vinculados a grandes negocios del país, en reemplazo del gabinete liderado por la primera mujer Jefa de Estado en la historia de Brasil.
“Miren, chicos, tendré que ver si tenemos algo más que decir acerca de la situación en Brasil”, concluyó Toner para liberarse de la embarazosa situación en que se hallaba colocado a causa de la ambivalencia de la política exterior imperialista “a dos velocidades”.
Junio 11 de 2016.
By Manuel E. Yepe
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A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
Another novelty introduced by the campaign of Democratic Party presidential candidate Bernie Sanders in his bid to win voters for his candidacy is the complaint made about the sad role of candidates and the media interested in sharpening antagonisms between candidates based on purely personal or trivial matters instead of focusing on the real issues of the country.
In a speech he gave in Santa Barbara, California recently, Sanders called on the media to be objective when reporting on his campaign.
“I have a problem with the New York Times, because, from the first day, it has been trying to ignore my campaign and has been very negative toward it.”
“Our campaign is aimed at defeating Secretary Clinton regarding real problems. I want to break up the big banks, she does not. I want to raise the minimum wage to $15 an hour; she wants $12 an hour. I voted against the war in Iraq, she voted for the war in Iraq. I think we should ban fracking, she does not.”
“I think we should establish a tax on coal and aggressively address the problems of climate change, which is not her position. Those are some of the issues for which I am campaigning …”
“The New York Times interviewed a handful of people, made a report and published it on the front page. These are problems to the New York Times but not my campaign.”
Sanders has argued that for the Democrats to win against Trump in November, “they would have to meet the needs of workers, confront Wall Street, confront greedy US corporations, and then also face the communications media.”
Pressed by a reporter for an opinion on the FBI investigation of Hillary Clinton’s email practices when she was Secretary of State, Sanders said that Americans are tired of such issues in the political debate.
“I think the media and candidates need to talk about the reasons that cause the decline of the middle class, and about why we have such high levels of income and wealth inequality.”
Certainly, in California, Sanders addressed very tangible issues such as the rights of agricultural workers, of President Obama’s deportation policy which divides immigrant families, the drought that has lasted for years, and other local issues such as the poisoned groundwater that causes asthma and birth malformations.
As reported by CNN, Sanders was introduced to a crowd in Bakersfield by the son of the popular Chicano farmworkers labor leader Cesar Chavez, who said that, if his father were alive, he would be a follower of Sanders. Right away, other supposed or real relatives of Cesar Chavez appeared to deny this, but Sanders’ campaign did not pay attention to this kind of problem.
Sanders told his supporters in the Central Valley community that there was still much to be done to help agricultural migrant workers. He said he had “no doubt that, just as here in the valley, agricultural workers are exploited throughout the country”.
He asserted that when they are paid very low wages, when they are exposed to pesticides, and when the tap water they get is not drinkable, responsibility lies with the corporations which own the farms and the corporations that buy the products of these farms.
Jeff Weaver, Sanders’ campaign manager, told The [UK] Guardian, one day before the California primary, that he was convinced that the possibilities for the Vermont senator were remarkable, because he had demonstrated his capacity to mobilize the masses in these big events just by his presence, as he did with his surprising victory in the Michigan primary when the polls had placed him ten points behind.
What everyone overlooks is that, although Secretary Clinton obviously has accumulated a substantial advantage, there is an incredible source of support for the senator which has not yet come to light in the process. Senator Sanders’ type of intensive campaign has actually moved many voters, said Weaver.
Even if it does not achieve the ultimate goal of winning the Democratic nomination to the White House for Sanders, his successful and surprising campaign has cast doubt on many myths and taboos about the political thinking of ordinary Americans. In reality, they are products of circumstantial situations that have opened spaces to fascism in the United States and have left deplorable footprints in the history of that great nation.
June 7, 2016.
Por Manuel E. Yepe
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Otra novedad introducida por la campaña del precandidato presidencial del partido demócrata Bernie Sanders en su puja por ganar votantes para su candidatura es la denuncia que ha hecho acerca del triste papel de los aspirantes y medios más interesados en agudizar los antagonismos entre candidatos en aspectos puramente personales o triviales en vez de centrarse en los problemas reales de la nación. En un discurso que formuló en Santa Barbara, California, Sanders llamó a los medios de prensa a ser objetivos al reportar sobre su campaña. “Tengo un problema con el New York Times, porque desde el primer día ha estado tratando de desentenderse de mi campaña y ha sido muy negativo respecto a ella”.
“Nuestra campaña está dirigida a derrotar a la secretaria Clinton respecto a los problemas reales. Yo quiero destrozar los grandes bancos, ella no. Quiero aumentar el salario mínimo a $15 la hora, ella quiere $12 la hora. He votado contra la guerra en Irak, ella votó por la guerra en Irak. Creo que deberíamos prohibir el fracking, ella no. Pienso que debemos fijar un impuesto sobre la hulla y tratar agresivamente los problemas del cambio climático, lo que no es la posición de ella. Ésos son algunos de los temas por los que estoy haciendo campaña…
El New York Times entrevista a un puñado de personas, hace un reportaje y lo publica en primera plana; esos son problemas para el New York Times pero no los de mi campaña.” Sanders ha sostenido que para que los demócratas puedan ganar contra Trump en noviembre, “tendrían que atender a las necesidades de los trabajadores, enfrentar a Wall Street, enfrentar la codicia de las corporaciones estadounidenses, y luego enfrentar incluso a los medios de comunicación.”
Presionado por un periodista para que opinara sobre la investigación del FBI acerca de las prácticas de correo electrónico de Hilary Clinton cuando era Secretaria de Estado, Sanders opinó que los estadounidenses están cansados de ese tipo de elementos en el debate político. “Creo que los medios de comunicación y los candidatos tienen que hablar sobre las razones que provocan que esté en decadencia la clase media y acerca de por qué tenemos tan grandes niveles de desigualdad del ingreso y la riqueza”.
Ciertamente, en California Sanders ha abordado cuestiones muy tangibles de los derechos de los trabajadores agrícolas, de la política de deportación del Presidente Obama que divide las familias inmigrantes, de la sequía que se sufre hace años y temas locales como los de aguas subterráneas envenenadas que provocan asma y defectos congénitos.
Según informó la CNN, Sanders fue presentado a una multitud en Bakersfield por el yerno del popular líder de los trabajadores agrícolas chicanos Cesar Chávez, quién manifestó que si éste siguiera vivo, sería un seguidor de Sanders. Enseguida aparecieron otros supuestos o verdaderos parientes de Cesar Chávez a negar que tal habría sido la actuación del citado fallecido dirigente de los trabajadores agrícolas, pero la campaña de Sanders no prestó oídos a este tipo de problema.
Sanders dijo a sus partidarios en la comunidad de Valle Central que todavía había mucho por hacer para ayudar a los trabajadores agrícolas migrantes. Manifestó que “no tenía duda alguna de que al igual que aquí en el valle, son explotados los trabajadores agrícolas en todo el país”.
Aseveró que cuando se les pagan salarios muy bajos, cuando son expuestos a pesticidas y el agua que sale de sus llaves no es potable, la responsabilidad recae en las corporaciones que son dueñas de las granjas y las corporaciones que les compran sus productos a esas granjas.
Jeff Weaver, Director de la campaña de Sanders, dijo al diario The Guardian un día antes de las primarias de California que estaba convencido de que las posibilidades que aún tenía el senador de Vermont eran notables, porque él había demostrado capacidad de movilizar a las masas en esos grandes eventos tan solo con su presencia, como lo hizo con su sorpresiva victoria en las primarias de Michigan cuando las encuestas lo situaban detrás por diez puntos. “Lo qué todo el mundo pasa por alto es que, aunque la Secretaria Clinton obviamente ha acumulado una sustancial ventaja, hay una increíble fuente de apoyo para el senador que aún no ha salido a relucir en el proceso. Un tipo de campaña intensiva como la del Senador Sanders realmente mueve muchos votantes, subrayó Weaver.
Aunque no alcanzara el objetivo supremo de llevar a Sanders a la candidatura demócrata para la Casa Blanca, su tan exitosa como sorprendente campaña ha logrado poner en duda muchos mitos y tabúes acerca del pensamiento político del estadounidense común que son en realidad productos de coyunturas circunstanciales que abrieron espacios al fascismo en Estados Unidos y han dejado lamentables huellas en la historia de esa gran nación.
Junio 7 de 2016.
By Manuel E. Yepe
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A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
When they talk to Cubans today about the benefits of capitalism and plans are drawn to aid them in the transition to that socio-economic order, they are assuming Cuban citizens suffer from a historical amnesia against which they are vaccinated.
At the birth of the twentieth century, Cuba began a direct transition from its colonial condition to a neo-colonial situation in which all consciousness-forming factors –including education, the media and entertainment– pointed to the model of a capitalist nation with the US consumer society as a paradigm.
Deeply divided internally –on the basis of race, gender, income, political parties and other factors– everything took shape according to the dominating interests of the powerful neighbor.
Governments were elected following nominations by political parties representing different sectors of the bourgeoisie, almost all depending on their ties with the United States.
Cuba’s elections were tragi-comic spectacles, initiated with promises and advertisements escalating to blackmail, bribery, scams, fraud and embezzlement. These were occasionally interrupted by cycles of violence that could include US interventions, coups d’état and repression with torture and murders. There would be the corresponding responses of rebellion; until the start of a new cycle… similar to the one before.
The recent restoration of diplomatic relations between the United States and Cuba ended a fierce asymmetric war between two neighboring countries, with a clear victory by resistance of the Caribbean nation. Cuba had endured the violent hostility of the only global superpower for over half a century: the richest and technologically most developed country of the present. The US was determined to reverse the course of Cuba’s history of revolutionary struggles for national independence which had begun in 1868 and peaked in 1959.
Cuban historian and sociologist Fernando Martinez Heredia, in a recent work on the 55th anniversary of the proclamation of the socialist character of the Cuban Revolution, explained:
“At the onset of the second great revolutionary wave of the twentieth century –whose center was in the Third World but which included a cycle of large protests in many countries of the so-called developed world– Capitalism, to go on the offensive and reverse the situation, appealed to such manipulations as weakening the institutions and coordination initiatives that could serve the Third World. It waged “low intensity wars”; increasing conservative practices and political rhetoric, waving flags such as that of human rights, and launching campaigns such as the supposed struggle against drug trafficking and corruption … “.
The powerful US media machine has tried to hijack such words as “democracy” and “freedom“, which expressed the objectives of their struggles, from the peoples fighting for their second and true independence in Latin America. The US media put these words precisely into service to interests more in conflict with the semantic and true value of these terms.
“Cuba is entering a stage in which the great dilemma is to develop socialism or return to capitalism,” says Martinez Heredia. “What is being waged is not a cultural struggle between neo-liberalism and state economy. It is between a socialism, that will have to transform itself and become even more socialist or perish, and a capitalism that has opted to accumulate more and more social force by conquering society through make-believe and by getting Cubans get used to capitalist deeds, relationships and social consciousness.”
“Capitalism continues to exist, and not passively. It is always attacking –sharply or chronically. It will attack mainly by entering, returning, reliving, soaking, infecting the institutions, groups and individuals who want the new and socialist.”
In the battle between these two ways of living, that of capitalism has been receiving many reinforcements in recent times. Its main battlefield is in everyday life: social relationships, the growth and expansion of private businesses and their constellations of economic and social relations, ideas and feelings.
“The current US strategy toward Cuba will deploy a good number of soft and intelligent resources as modern “fool-catchers” in the 21st Century war. They will attempt to erase all of Cuba’s greatness and reduce the country to the nostalgia for “the good old days” before the rule of rabble and the Castros.”‘
“This is the enemy that Cubans now have to fight. An enemy that is trying to seduce Cuba to regain the control it had on the island. It will attempt to do this by means of a cultural war after the resounding failure of the genocidal blockade it still clings to,” says Fernando Martinez Heredia.
June 3, 2016.
Por Manuel E. Yepe
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Cuando a los cubanos se les habla hoy de las bondades del capitalismo y se les trazan planes de ayuda para la transición a ese orden socio-económico, se está suponiendo en sus ciudadanos una amnesia histórica contra la cual están vacunados.
Con el nacimiento del siglo XX, Cuba inició el tránsito directo de una condición colonial a una situación neocolonial en la que todos los factores formadores de conciencia, incluyendo la enseñanza, la prensa y los entretenimientos, enfilaban hacia un modelo de nación capitalista, con la sociedad de consumo estadounidense como paradigma. Profundamente dividida en lo interno por razones de raza, género, ingreso económico, partidos políticos y demás factores, todo se conformaba con los intereses de dominación del poderoso vecino.
Los gobiernos eran electos según propuestas de candidaturas de los diferentes partidos políticos representantes de sectores de la burguesía dependientes casi todos de sus vínculos con Estados Unidos. Los comicios eran espectáculos tragicómicos iniciados con etapas de promesas, pasquines, chantajes, sobornos, estafas, fraudes y malversaciones, interrumpidos en ocasiones por ciclos de violencia que podían incluir intervenciones estadounidenses, golpes de estado y represión con asesinatos y torturas… y sus respuestas correspondientes de rebeldía, hasta llegar al inicio de un nuevo ciclo parecido al anterior.
El restablecimiento reciente de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba puso fin a una feroz guerra asimétrica entre dos países vecinos, con una clara victoria por resistencia de la nación caribeña, que soportó durante más de medio siglo la violenta hostilidad de la única superpotencia global -el país más rico y desarrollado
tecnológicamente de la época actual-, empeñado en invertir el curso de su historia de luchas revolucionarias por la independencia nacional iniciada en 1868 y culminada en 1959.
Como explicara el historiador y sociólogo cubano Fernando Martínez Heredia, en un reciente panel por el 55º aniversario de la
proclamación del carácter socialista de la revolución cubana: “Al inicio de la segunda gran ola revolucionaria del siglo XX – que tuvo su centro en el llamado Tercer Mundo pero incluyó un ciclo de grandes protestas en muchos países de los llamados desarrollados- el capitalismo apeló, para pasar a la ofensiva y revertir la situación, a manipulaciones tales como: debilitar las instituciones y
coordinaciones que pudieran servir al Tercer Mundo; librar guerras “de baja intensidad”; conservatizar en alto grado las prácticas y el lenguaje políticos; apoderarse de banderas tales como la de los derechos humanos y lanzar campañas como las supuestas luchas contra el narcotráfico y la corrupción…”.
La poderosa maquinaria mediática de Estados Unidos logró escamotear a los pueblos en lucha por su segunda y verdadera independencia en Latinoamérica vocablos tan expresivos de sus objetivos de combate como “democracia” y “libertad” para ponerlos en uso al servicio
precisamente de los intereses más encontrados con el valor semántico y efectivo de esos términos.
“Cuba está entrando en una etapa en la que el gran dilema es desarrollar el socialismo o volver al capitalismo”, advierte Martínez Heredia. “No es una pugna cultural entre el neoliberalismo y la economía estatal lo que se está librando: es entre un socialismo que tendrá que transformarse y ser cada vez más socialista o perecerá, y un capitalismo que ha apostado a acumular cada vez más fuerza social, ir conquistando a la sociedad con sus ilusiones y hacer que se vayan acostumbrando los cubanos a sus hechos, sus relaciones y su conciencia social”.
“El capitalismo sigue existiendo, y no de modo inerte, sino atacando siempre, de manera aguda o crónica, pero también y sobre todo ingresando, retornando, reviviendo, empapando, contagiando las instituciones y las actitudes individuales y de grupos de la sociedad que la quieren nueva y socialista”.
En la batalla entre esas dos maneras de vivir, la del capitalismo ha estado recibiendo muchos refuerzos en la época reciente… Su campo de batalla principal está en la vida cotidiana, las relaciones sociales, el aumento y la expansión de los negocios privados y sus
constelaciones de relaciones económicas y sociales, las ideas y los sentimientos que se consumen.
“La estrategia actual de Estados Unidos contra Cuba deparará un buen número de recursos suaves e inteligentes, cual modernos cazabobos de la guerra del siglo XXI. Pretenden borrar toda la grandeza cubana y reducir al país a la nostalgia de “los buenos tiempos”, antes de que imperaran la chusma y los castristas”.
Es este el enemigo que ahora toca a los cubanos rechazar, el que intenta seducir a Cuba para recuperar el dominio que tuvo sobre la isla por medio de una guerra cultural tras el rotundo fracaso del bloqueo genocida al que aún se aferra, advierte Fernando Martínez Heredia.
Junio 3 de 2016.
By Manuel E. Yepe
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A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
“America is a weapons factory, the White House a war room, and the president the manager of the neoliberal conspiracy to re-colonize the planet. It exports war and mass poverty. On the economic front: usurious neo-liberalism; on the military front: illegal wars. These are the trenches of America’s battle for world domination in the 21st century. If not stopped, it will be a short century.”
The above was written by film critic and Edinboro University Pennsylvania professor Luciana Bohne in a documented essay on the aggressiveness deployed by the US to assert its global hegemony.
In the 19th century, the United States posed as the nation chosen by God though Manifest Destiny to expand its domination throughout the world for the good of humanity. It decided to exterminate the internal “red menace” writing and shredding treaties, stealing lands, massacring, and herding indigenous populations into concentration camps (known as “Indian reservations”), in the name of civilizing the “savages.”
In 1890, with the massacre of Lakota at Wounded Knee, the frontier land grab completed Washington’s internal imperialist aspirations. But there remained a world to conquer, and the US trained its exceptionally covetous eye on Cuba and the Philippines, then part of Spain’s decadent colonial system. US external imperialism was born, wrote Bohne.
“Then, in 1917, something happened: a successful socialist revolution in Russia, the second major attempt, after the French Revolution of 1789, to try to redistribute the wealth of the few to the advantage of the many. The rulers of the world –the US, Britain, France and sundry acolytes– put aside their differences and united to stem the awful threat of popular democracy rising and spreading. They invaded Russia, fomented a civil war, funded and armed the counter-revolutionary forces, failed, and tried again in 1939,” wrote Bohne.
“But Hitler’s war of extermination against the USSR ended in a spectacular victory for Moscow.
For a while, after 1945, the US had to behave as a civilized country, formally. It claimed that the USSR had a barbarian, all-conquering ideology, rooted in terror, disappearances, murder, and torture. By contrast, the US was the shining city on the hill, the beacon of hope for “the free world.” Its shrine was the United Nations; its holy writ was international law; its first principle was the inviolability of the sovereignty of nations.
All this was rubbish, of course. It was an apartheid society. It nuked Japan not once but twice, deliberately selecting civilian targets. It shielded from justice top Nazi war criminals from justice in order to absorb them as partners in its intelligence structures. It conducted virtual “show trials” against dissidents during the hysteria of the McCarthy congressional hearings, seeding the country with a harvest of fear.
It waged a genocidal war on Vietnam to prevent that country’s independence and unification. It assassinated African independence leaders and bestowed fascist dictators on Latin America. It softly occupied Western Europe, tied it to itself through military “cooperation” through NATO, and continued its ruthless effort to take out the Soviet Union and crush self-determination in the colonial world.
The Soviet Union dissolved in 1991, and the US went berserk with triumphalism. The conquest of the world, interrupted in 1917, could resume.
The benign mask dropped. “History had ended, ideologies had died, and the messianic mission of the US to become the steward of God’s property on earth could be fulfilled.”
An ambitious neo-conservative conspiracy drafted “The Plan for a New American Century” (PNAC). It envisaged the 21st century as a unilateralist drive to entrench American values globally through pre-emptive wars and regime change.
This frenzied delirium of US military domination turned into official foreign policy with the Bush Doctrine after the terrorist acts on 9/11 in New York. But it would be the Clinton administration’s Doctrine of Humanitarian Warfare –combining the liberal principles of “democracy and freedom” with policies of human rights– that induced the liberal left to embrace war and imperialism as the method of defending human rights.
“Since 1945”, wrote Bohne,” America’s Manifest Destiny, posing as the Free World’s Crusader, has claimed 20 to 30 million lives worldwide and bombed one-third of the earth’s people.”
May 30, 2016.
Por Manuel E. Yepe
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“Estados Unidos es una fábrica de armas que exporta guerra y pobreza a las masas, la Casa Blanca es un cuartel y el presidente de la nación es el jefe de la conspiración neoliberal para recolonizar el planeta. En el frente económico, Washington es el prestamista del
neoliberalismo; en el frente militar, promotor de guerras ilegales. Estas son las trincheras de su batalla por la dominación del mundo en el siglo XXI. Si no se le detiene, será un siglo corto.”
Esto dice y pronostica Luciana Bohne, crítica de cine y profesora de la Universidad de Edinboro, en Pensilvania, en un documentado ensayo acerca de la agresividad que despliega Estados Unidos en función de afirmar su hegemonía global.
En el siglo XIX, Estados Unidos, presentándose como la nación escogida de Dios por destino manifiesto para expandirse por el mundo y dominarlo para bien de la humanidad, decidió exterminar la “amenaza roja” interna. Forzó inicuos tratados y destrozó otros que no eran de su conveniencia, robó tierras, masacró poblaciones nativas, convirtió fincas de pastoreo en campos de concentración (reservas indias), todo en nombre del propósito de civilizar salvajes.
En 1890, con la matanza de Wounded Knee, su vocación imperialista completó la fijación de la frontera nacional que en lo interno llenaba sus aspiraciones. Pero quedaba un mundo por conquistar y el naciente imperialismo global estrenó su codicia con la conquista de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que eran parte del decadente sistema colonial de España. Nació el imperialismo externo norteamericano, escribe Bohne.
En 1917, dice la autora, “ocurrió una revolución social en Rusia, la segunda tras la francesa de 1789 que se proponía redistribuir la riqueza de los pocos para beneficio de los muchos. Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y otros acólitos, dejaron a un lado sus diferencias y se unieron para detener la terrible amenaza que planteaba la democracia popular y su difusión. Invadieron Rusia, fomentaron una guerra civil, financiaron y armaron a las fuerzas de la contrarrevolución. Cuando fracasaron, lo intentaron de nuevo en 1939. Pero la guerra de Hitler por el exterminio en la URSS terminó con espectacular victoria de Moscú”.
Por un tiempo, después de 1945, Estados Unidos tuvo que comportarse formalmente como un país civilizado. No obstante, desarrolló una campaña contra la URSS alegando que tenía una ideología de exterminio, terror, asesinatos y torturas. Estados Unidos, por el contrario, era un faro de esperanza para el “mundo libre”. Su Santuario estaba en las Naciones Unidas; su Sagrada Escritura en el derecho internacional, y era su principio básico la inviolabilidad de la soberanía de las naciones.
Todo esto, aclara Bohne, era pura falacia. Estados Unidos era una sociedad de apartheid que había sido capaz de llevar a cabo bombardeos nucleares -dos veces-, sobre objetivos civiles de Japón cruelmente seleccionados. Evitó que se hiciera justicia a los criminales nazis al finalizar la guerra para absorberlos como socios en las estructuras de su inteligencia militar. Llevó a cabo juicios mediatizados contra disidentes durante la histérica era macartista, sembrando al país para una cosecha de miedo. Libró una guerra genocida contra Vietnam para evitar su independencia y unificación. Asesinó a líderes
independentistas africanos y promovió dictadores fascistas en América Latina. Ató a Europa occidental mediante acuerdos de “cooperación” militar en la OTAN y libró un esfuerzo implacable por debilitar a la Unión Soviética y aplastar la autodeterminación en el mundo colonial. La Unión Soviética se disolvió en 1991 y Estados Unidos lo celebró con triunfalismo. La conquista del mundo, interrumpida en 1917, podría reanudarse.
Cayó la máscara benigna. “La historia había terminado, las ideologías habían muerto y podría cumplirse la misión mesiánica de Estados Unidos, convertido en el administrador de la propiedad de Dios en la tierra”.
Una ambiciosa conspiración neoconservadora bosquejó el “Proyecto para un nuevo siglo americano (PNAC)”, que pronosticó que el siglo XXI sería el del afianzamiento mundial de los valores estadounidenses mediante guerras preventivas y cambios de los regímenes que no fueran afectos a ellos.
Este frenético delirio de dominación militar de Estados Unidos se convirtió en política oficial con la doctrina de Bush después de los actos terroristas del 11 de septiembre en Nueva York, aunque antes tomó cuerpo en la doctrina de la guerra humanitaria aplicada por Clinton que mezcló los principios liberales de “democracia y libertad” con las políticas sobre derechos humanos para inducir a la izquierda liberal a abrazar la guerra y al imperialismo como medios de defensa de los derechos humanos.
Desde 1945, dice la autora del artículo, el destino manifiesto proclamado por Estados Unidos como cruzada del mundo libre, ha cobrado las vidas de entre 20 a 30 millones de personas y ha bombardeado a un tercio de los habitantes del planeta.
Mayo 30 de 2016.
By Manuel E. Yepe
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A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
On May 23, 41 years after the defeat of the US in its war against Vietnam, President Barack Obama began an official visit to the Southeast Asian nation that gave the American superpower that humiliating defeat.
Upon arrival, Obama thanked the Vietnamese Government for its assistance provided to the United States to locate the remains of their soldiers that had disappeared during the war. He promised to help in the work for the removal of the unexploded landmines and munitions left during the conflict.
Before the dishonorable capitulation of Washington in its asymmetric Vietnam war, the French colonialists had experienced the Vietnamese determination for independence.
At the end of World War II, France was able to restore its colonial rule in what was then known as Indochina. In 1946, the “Viet Minh”, an independence movement led by Communist leader Ho Chi Minh, fought against the French troops for control of North Vietnam using guerrilla tactics that were disconcerting for the French colonialists.
By the end of 1953, when both parties were preparing to start peace talks, the French military commanders chose Dien Bien Phu, a village in northwestern Vietnam near the borders with Laos and China, as the ground to engage in the defining battle of the war against the Viet Minh.
Hoping to force the guerrillas of Ho Chi Minh into conventional battle, the French began installing a garrison in Dien Bien Phu. Most French troops and the supplies
arrived by air, landing on the fort’s runway or dropped by parachute.
The French assumed that any assault against their very fortified positions would fail, crushed by their artillery.
By March 1954, the size of the French garrison at Dien Bien Phu had grown to about 16,000 soldiers. 70 percent of that force was composed of members of the Foreign Legion –soldiers of the French colonies in North Africa– and Vietnamese loyal to
the colonialists.
The artillery positions surrounding Dien Bien Phu were controlled by the French a few days before the initial attack. But the main part of the garrison was under intense
and effective artillery fire from the surrounding hills.
In an impressive logistical feat, the Viet Minh had dragged uphill numerous pieces of artillery going through thick forests that the French had considered impassable.
The commander of the French artillery, unable to return fire from the well-defended and well-camouflaged batteries of the Viet Minh, went to his shelter and, in desperation, committed suicide.
The intense shelling of the Viet Minh also rendered the Dien Bien Phu runway useless. French attempts to resupply and reinforce the garrison via parachute were frustrated as a result of the patriot’s anti-aircraft attacks.
It was during these resupply attempts that two civilian pilots became the first Americans killed in combat in Vietnam.
Meanwhile, the Viet Minh was steadily reducing the area controlled by the French, applying what its commander, General Vo Nguyen Giap, described as “a combined tactic of gradual wear and large-scale attacks”.
Dien Bien Phu fell to the Viet Minh on May 7. At least 2,200 troops of the French forces died during the siege, and thousands more were taken prisoner. Among the 50,000 Vietnamese patriots who besieged the garrison there were some 23,000 casualties, of which about 8,000 were fatal.
The fall of Dien Bien Phu shocked France and marked the end of French Indochina.
After the French withdrawal, Vietnam was officially divided into a communist North and a non-communist South, the theatre for the US intervention that would follow.
In 1963, while Washington was increasingly committing its forces in Vietnam, then-Soviet Premier Nikita Khrushchev offered a wasted piece of advice to a US official. “If you want to do so, go and fight in the jungles of Vietnam. The French fought there for seven years and eventually had to leave. Perhaps Americans can endure a little longer, but eventually will also have to go.”
The end of the US superpower’s aggression against Vietnam is remembered with filmed and photographic images of hundreds of Yankee officials fleeing the then-poor and backward Vietnamese nation, ridiculously hanging from their helicopters.
May 24, 2016.
Por Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
OBAMA EN VIETNAM A 41 AÑOS DE LA DEBACLE
A 41 años de la derrota de Estados Unidos en su guerra contra Vietnam, el Presidente Barack Obama inició el 23 de mayo una visita oficial a la nación del sudeste asiático que le propinó a la superpotencia americana aquel humillante descalabro.
A su arribo, Obama agradeció al Gobierno vietnamita la asistencia brindada a Estados Unidos para localizar los restos de sus soldados desaparecidos durante la guerra. Prometió ayudar en los trabajos por el retiro de minas terrestres y municiones no estalladas en el conflicto.
Antes de la deshonrosa capitulación de Washington en su asimétrica guerra contra Vietnam, los colonialistas franceses conocieron de la decisión independentista de los vietnamitas.
Al término de la segunda guerra mundial, Francia pudo restablecer su dominio colonial en lo que entonces se conocía como Indochina. En 1946, el “Viet Minh”, un movimiento independentista encabezado por el líder comunista Ho Chi Minh, combatía contra las tropas francesas por el control del norte de Vietnam usando tácticas guerrilleras desconcertantes para los colonialistas franceses.
Hacia fines de 1953, cuando ambas partes se aprestaban a iniciar conversaciones de paz, los comandantes militares franceses escogieron Dien Bien Fu, una aldea del noroeste de Vietnam cerca de las fronteras de Laos y China, como escenario para entablar la batalla definitoria de la guerra contra el Viet Minh.
Con la esperanza de obligar a los guerrilleros de Ho Chi Minh a una batalla convencional, los franceses comenzaron a instalar una guarnición en Dien Bien Fu. La mayoría de las tropas francesas y los pertrechos les llegaron por aire, aterrizando en la pista del fuerte o arrojados en paracaídas.
Los franceses suponían que cualquier asalto contra sus muy fortificadas posiciones fracasaría, desbaratado por su artillería. Para marzo de 1954, el tamaño de la guarnición francesa en Dien Bien Phu había crecido hasta unos 16.000 soldados. Un 70 por ciento de esa fuerza estaba compuesto por miembros de la Legión Extranjera -soldados de las colonias francesas en el norte de Africa- y vietnamitas leales a los colonialistas.
Las posiciones de artillería que rodeaban Dien Bien Fu fueron controladas por los franceses pocos días antes del ataque inicial. Pero la parte principal de la guarnición se vio sometida a un intenso y efectivo fuego de artillería desde las colinas que la rodeaban. En una impresionante hazaña logística, el Viet Minh había arrastrado numerosas piezas de artillería colina arriba por entre espesos bosques que los franceses habían considerado infranqueables.
El comandante de la artillería francesa, desesperado al no poder responder el fuego de las bien defendidas y bien camufladas baterías del Viet Minh, fue a su refugio y se suicidó.
El intenso cañoneo del Viet Minh también anuló la pista de aterrizaje de Dien Bien Fu. Los intentos de los franceses de reabastecer y reforzar la guarnición mediante paracaídas se vieron frustrados por efecto de las ráfagas de las baterías antiaéreas de los patriotas. Fue durante ese intento de reabastecimiento dos pilotos civiles se convirtieron en los primeros estadounidenses muertos en combate en Vietnam.
Entretanto, el Viet Minh iba reduciendo sostenidamente el área controlada por los franceses, aplicando lo que su comandante, el general Vo Nguyen Giap, describió como “una táctica combinada de desgaste paulatino y ataques en gran escala”.
Dien Bien Fu cayó en manos del Viet Minh el 7 de mayo. Por lo menos 2.200 efectivos de las fuerzas francesas murieron durante el asedio, y otros miles fueron hechos prisioneros. Entre los 50.000 patriotas vietnamitas que sitiaron la guarnición hubo unos 23.000 bajas, unos 8.000 fueron bajas mortales.
La caída de Dien Bien Phu estremeció a Francia y selló el fin de la Indochina francesa.
Tras la retirada francesa, Vietnam quedó oficialmente dividido entre un Norte comunista y un Sur no comunista, escenario para la intervención norteamericana que seguiría.
En 1963, mientras Washington se comprometía cada vez más en Vietnam, el entonces primer ministro soviético Nikita Jruschov le ofreció un desperdiciado consejo a un funcionario norteamericano. “Si quieren, vayan y peleen en las selvas de Vietnam. Los franceses lucharon allí siete años y al final tuvieron que irse. Tal vez los norteamericanos puedan aguantar un poco más, pero al final tendrán que irse también”. El final de la agresión de la superpotencia estadounidense a Vietnam se recuerda con las imágenes filmadas y fotográficas de cientos de oficiales yanquis huyendo de la entonces pobre y retrasada nación vietnamita, ridículamente guindados de helicópteros agresores.
Mayo 24 de 2016.
By Manuel E. Yepe
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A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
“The presence, and even omnipresence, of Donald Trump and Bernie Sanders at this stage of the US electoral race would have been difficult to predict only a year ago.
The participation of Trump, a populist and politically unwise businessman, would have been unthinkable a few years ago; just as that of a Vermont socialist who focuses on fighting inequalities, injustices and great fortunes. Even if –ultimately– neither had a real chance of occupying the White House in 2017, both allow us to understand the changes that are taking place in US society which eventually could come to change its very nature.”
These are views expressed by journalists Arnaud Blin and François Soulard in an essay published on April 27 by the Alainet network.
“Donald Trump is a typical all-American champion: White, Protestant and rural, whose unstable identity is viscerally linked to atavistic ideas such as the right to own a gun –long promoted by Hollywood and present in the dreams of several generations, but which today seems to be totally overcome by events.”
Bernie Sanders, in a way, is the perfect opposite of Trump and both embody the exhaustion of the American people.
Sanders –a politician with vast experience, the son of Polish Jewish immigrants, an atheist native of Brooklyn and a socialist– is the antithesis of White, Protestant, neo-liberal America. He is also the embodiment of the cosmopolitan urban movement that has become aware of the serious deficiencies of the neoliberal model.
It is true that Sanders will not be able to defeat Hillary Clinton, but the support he has managed to get shows how mentalities have changed. This also means that Hillary Clinton will have to take into account these new trends to govern effectively.
For anyone who lived in the US during the Cold War, the idea of a politician presenting himself as a socialist without landing somewhere other than a courtroom is almost
unthinkable, Blin and Soulard say.
The outdated battle for the “America of the old days” that Trump is carrying forward is also bringing about the implosion of the neo-liberal Republican Party, and the emergence of a Hispanic “majority minority”. That these are transforming the US political and cultural landscape, and bringing about the re-emergence of a public opinion favorable to social rights are signs that the United States is entering a new phase of its history.
The need to adapt to this phase demands even more –write Arnaud Blin and François Soulard– the knowledge of the inner reality of the US and the perception of its uncertain evolution.
At the level of its internal policies, the US is today being overtaken today by several decades of irresponsibility and denial. While in 1945, Americans had half a century of progress ahead in relation to the rest of the world, today they are falling behind in many areas: education, justice, social security, infrastructure, etc. …, that is, the fields that define how a superpower is able to lead in the direction of History, for better or worse.
While the United States continues to lead in terms of economic dynamism and military power, that dynamism is suffering great imbalances and US power is inadequate for current requirements in terms of foreign policy and the use of force.
The United States has not known how to adapt to a globalization of which it has been the prime instigator and the strongest motor force. Hence, in the short and medium term, the US will face an important choice: to continue business as usual, with the possible risk of the progressive erosion –already visible—of its power, prestige and influence.
Or to make a strategic retreat that would allow it to invest its energies in a profound renewal of society and the regaining of its lost prestige. For this, it will have to reduce substantially its external activities and military apparatus. It would have to articulate its priorities better.
Faced with this dilemma, Blin and Soulard wonder if Hillary Clinton will be the Wonder Woman capable of carrying out the necessary change; or will she be content to navigate murky waters making small symbolic but insufficient changes?
“The combined clash of Trump and Sanders will, perhaps, serve as an electroshock to a political class that –as confirmed by most US Americans– refuses to look reality in the face. After declaring repeatedly and for so long “we are the best”, it will be indeed difficult to accept that “we are not even very good”. This is Blin and Soulard’s conclusion.
April 30, 2016.
Por Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
“La presencia, y hasta la omnipresencia, de Donald Trump y de Bernie Sanders en esta etapa de las elecciones estadounidenses hubieran sido difíciles de prever hace solamente un año. La sola participación de Trump, hombre de negocios, populista y políticamente desatinado, hubiera sido impensable hace unos años, tanto como la de un socialista de Vermont abocado a combatir las desigualdades, las injusticias y las grandes fortunas. Aun, cuando ninguno de los dos, en última instancia, tenga posibilidad real de ocupar la Casa Blanca en 2017, ambos nos permiten comprender los cambios que aparecen en la sociedad norteamericana que pueden llegar a modificar su naturaleza.” Así lo consideran los periodistas Arnaud Blin y François Soulard en un ensayo que publicó el 27 de abril la red Alainet. “Donald Trump es el campeón “americano” de siempre: blanco, protestante, rural, cuya identidad precaria está visceralmente aferrada a atavismos tales como el derecho a poseer un arma, de los que se vanaglorió Hollywood durante mucho tiempo, que hicieron soñar a varias generaciones pero que, hoy en día, parecen totalmente superados por los acontecimientos”.
Bernie Sanders, en cierto modo, es la oposición perfecta de Trump porque ambos encarnan la saturación del pueblo norteamericano. Político con vasta experiencia, hijo de inmigrantes judíos polacos y ateo, originario de Brooklyn, socialista, es la antítesis de una Norteamérica blanca, protestante, neoliberal. Es también la
encarnación de ese movimiento urbano cosmopolita que ha tomado conciencia de las profundas deficiencias del modelo neoliberal. Es cierto que Sanders no estará en condiciones de preocupar a Hillary Clinton pero el apoyo que logró obtener muestra hasta qué punto las mentalidades han cambiado y que Hillary Clinton, para gobernar con eficacia, tendrá que tomar en cuenta esas nuevas tendencias. Para cualquiera que haya vivido en Estados Unidos durante la guerra fría, la idea de que un político se presente como socialista sin aterrizar en algún lugar que no sea delante de un tribunal es casi impensable, opinan los autores.
El combate desfasado de la Norteamérica de los viejos tiempos que lleva adelante Trump y que acompaña a la implosión del partido republicano neoliberal, el surgimiento de una “minoría mayoritaria” hispana que transforma el paisaje político y cultural de los Estados Unidos y el re-surgimiento de una opinión pública favorable a los derechos sociales constituyen signos de que los Estados Unidos están entrando en una nueva fase de su historia.
La necesidad de adaptarse a ella remite más aun – escriben Arnaud Blin y François Soulard – al conocimiento de la realidad interior de Estados Unidos y a la percepción de su evolución incierta. A nivel de sus políticas internas, EEUU se ve alcanzado hoy por varias décadas de irresponsabilidad y de negación. Mientras que en 1945 los norteamericanos tenían medio siglo de adelanto en relación al resto del mundo, hoy en día se están atrasando en muchas esferas: educación, justicia, seguridad social, infraestructuras, etc.…, vale decir, ámbitos que definen en aquello que una superpotencia es capaz de liderar en la dirección de la Historia, para bien o para mal. Aun cuando Estados Unidos sigue a la cabeza en materia de dinamismo económico o potencia militar, ese dinamismo sufre grandes desequilibrios y la potencia estadounidense es inadecuada para las exigencias actuales en términos de política extranjera y uso de la fuerza.
Estados Unidos no ha sabido adaptarse a la globalización de la que, sin embargo, ha sido el primer instigador y el más contundente motor. De ahí que
a corto y mediano plazo, EEUU se enfrentará a una elección importante: seguir como si nada, con el probable riesgo de una erosión progresiva – ya visible- de su potencia, de su prestigio y de su influencia. O hacer una retirada estratégica que le permita invertir sus energías en una renovación profunda de su sociedad, capaz de hacerlos recobrar el prestigio perdido. Pero para ello tendrá que reducir sensiblemente sus actividades exteriores y su aparato militar, y articular mejor sus prioridades.
Ante tal disyuntiva, Blin y Soulard preguntan si Hillary Clinton será la mujer providencial capaz de llevar adelante el cambio necesario ¿O se contentará con navegar en aguas turbias haciendo pequeños cambios simbólicos pero insuficientes?
“El choque combinado de Trump y Sanders quizás sirva de electroshock a una clase política que, tal como lo constató la mayoría de los norteamericanos, se niega a mirar la realidad de frente. A fuerza de declamar que “somos los mejores” será efectivamente difícil aceptar que ya no somos siquiera muy buenos”, es la respuesta de los autores.
Abril 30 de 2016.
http://www.cubadebate.cu/?p=736673#.VydGe3rOH_8
By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
“The first US cruise liner to visit Cuba in about four decades arrived in Havana on Monday, May 2nd without a single tourist on board.”
This was published by the Cuban newspaper Granma. The article explained that the 700 tourist capacity of flagship Adonia of the Phantom line belonging to Carnival Company was filled with travelers in the US “People-to-People” for Cuba exchange program , 50 journalists, and senior management of the operating company of the ship,
headquartered in Doral, Florida.
The Cuban newspaper said that Carnival is one of the major cruise ship operators in the world and, although the laws of the US blockade against Cuba remain in force, the company decided, for this voyage, to take advantage of the recent executive measures by President Barack Obama’s administration that opened new doors for maritime transportation between the two countries.
In prior coordination with their Cuban counterparts, they designed a week-long itinerary with cultural activities not described as tourism, and within the twelve categories authorized by Washington. This was the content of the voyage of the ship that touched Havana, Cienfuegos and Santiago de Cuba.
The restoration of diplomatic relations, which culminated in the official reopening of the US Embassy in Havana, has been one of the catalysts for the accelerated increase in visitor arrivals in the Caribbean country.
It is known that, before that historic moment, several thousand US citizens had travelled to the island despite the fact that the blockade’s measures did not allow them to do so as real tourists. Washington does not authorize them to visit beaches and other recreational centers so that they do not “bring their money to Castro.”
Many risked travelling to Cuba despite the prohibition, and the Cuban border authorities acted in complicity with such a “crime” by not stamping their passports. Thus, there would be no evidence of their entrance and departure from the island.
The rapprochement between the two nations has increased world interest in Cuba which, in turn, has developed various strategies to strengthen its tourism industry and expand its hotel capacity. It also works on several fronts to improve the quality of services to visitors.
The avalanche of US citizens who have been coming to Cuba since mid-December 2014 reaches figures that far exceed the number of US visitors to the island at any stage before the triumph of the Revolution and the breakdown of diplomatic relations decreed by Washington and the ban on travel of their citizens to Cuba.
In one way or another, the US corporate media wrote, “Tourists flock to Cuba before the Americans come.” “This phenomenon is nothing but a sign that the aim is to see Cuba now, before –as many predict– the US mega-corporations are set in the island.”
The US government’s ban on travel to Cuba by US citizens, has been in place for more than half a century, as part of the blockade. This unjustifiable hostility against Cuba has been in place since the triumph of its popular revolution against the Batista dictatorship. Now you can see it is being turned against the enemies of the Cuban government like a boomerang.
But what worries many US Americans who admire the great popular conquests achieved by Cuba since1959 to the present is that these may be affected by the temptations of capitalism, in the new conditions of non-hostile relations between the island and the world’s only superpower.
Obviously, they think that some main features of capitalist relations, such as the fracturing of society, selfishness, consumerism and corruption, could make a dent in the order of priorities that has led the country from 1959 to the present.
It is understandable that the US public –that has been for more than half a century subject to the slanderous media campaign against the political, social and economic situation of the Cuban revolution– has a distorted image of the reality on the island. This is the case, even among those who see Cuba’s unique achievements sympathetically.
Cuba has been isolated from the US capitalist system but has continued to co-exist with capitalism in the rest of the world. This has not eroded Cubans’ will to build a socialist future infinitely more democratic than that offered by capitalism, a system which Cubans already know and from which they have suffered.
May 6, 2016.
Por Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
“Sin un solo turista a bordo llegó a La Habana el lunes 2 de mayo el primer crucero estadounidense que visita la isla en cerca de cuatro décadas”.
Así lo publicó el periódico cubano Granma, y explicó que las 700 capacidades para turistas del buque insignia Adonia, de la línea Phantom de Carnival, fueron ocupadas por viajeros del programa estadounidense de intercambio con Cuba “pueblo a pueblo”, unos 50 periodistas y altos directivos de la compañía operadora del navío, cuya sede está en Doral, Florida.
Expuso el diario cubano que Carnival es uno de los operadores de cruceros más importantes del mundo y, aunque las leyes del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba siguen vigentes, la com-pañía decidió aprovechar las recientes medidas ejecutivas de la administración del Presidente Barack Obama que abrieron nuevas puertas para la
transportación marítima entre los dos países, para realizar este viaje.
Previa coordinación con las contrapartes cubanas, diseñaron un itinerario de una semana con actividades culturales no catalogadas como turísticas e insertadas entre las doce categorías autorizadas por Washington como contenido del periplo del buque por La Habana, Cienfuegos y Santiago de Cuba.
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas –que culminó con la reapertura oficial de la Embajada de Estados Unidos en La Habana- ha sido uno de los catalizadores para el acelerado creci-miento del arribo de visitantes al país caribeño.
Es sabido que antes de ese momento histórico, varios miles de norteamericanos viajaban a la Isla, aunque las medidas del bloqueo no les permitían hacerlo como verdaderos turistas ya que Washing-ton no les autoriza a visitar playas ni otros centros de diversión y esparcimiento “para no aportarle dinero a Castro”.
Muchos se arriesgaban a viajar a Cuba no obstante la prohibi-ción y las autoridades cubanas de fronteras se hacían cómplices en cierto sentido de tales “delitos” al no acuñarles sus pasaportes a fin de impedir que existieran pruebas de sus entradas y salidas en la isla. El acercamiento entre ambas naciones ha incrementado el in-terés mundial por Cuba que, por su parte, desarrolla diversas estra-tegias para fortalecer la industria turística, ampliar su capacidad hotelera y trabaja multifactorialmente por la mejoría de la calidad de los servicios a los visitantes.
La avalancha de estadounidenses que ha estado llegando a Cuba desde mediados del mes de diciembre de 2014 alcanza cifras que superan, con mucho, las de los turistas de ese origen en la Isla en cualquier etapa anterior al triunfo de la revolución, previa la ruptura de las relaciones diplomáticas decretada por Washington y la prohibición de los viajes de sus ciudadanos a Cuba.
“Los turistas acuden a Cuba antes de que vengan los america-nos”, escribieron de una u otra forma los medios corporativos de Es-tados Unidos. “Este fenómeno no es más que una señal de que la efervescencia es por ver a Cuba ahora, antes de que, como muchos pronostican, las megacorporaciones estadounidenses se instalen en la isla”.
Si se tiene en cuenta la prohibición de viajar a Cuba que pesa sobre los ciudadanos estadounidenses como parte de las medidas del bloqueo que el gobierno norteamericano practica contra la Isla desde hace más de medio siglo, se concluye que la injustificable hostilidad que ha caracterizado la política de Estados Unidos contra Cuba desde el triunfo de la revolución popular contra la tiranía de Batista, se está revirtiendo contra los enemigos del gobierno cubano como un bumerán. Pero lo que preocupa a muchos de los estadounidenses que admiran las grandes conquistas populares alcanzadas por Cuba desde 1959 hasta la hoy, es que éstas puedan verse afectadas por las tentaciones del capitalismo, en las nuevas condiciones de unas relaciones no hostiles entre la Isla y la superpotencia única mundial.
Obviamente, piensan que algunos rasgos destacados de las re-laciones capitalistas como la fracturación de la sociedad, el egoísmo, el consumismo y la corrupción, podrían hacer mella en el orden de prioridades que ha guiado al país desde 1959 hasta hoy.
Es comprensible que el público estadounidense, que padece hace más de medio siglo una campaña mediática calumniadora del acaecer político, económico y social de la revolución cubana, tenga una imagen distorsionada de la realidad en la Isla, incluso entre quienes ven con simpatía sus singulares logros.
Cuba ha estado aislada del sistema capitalista de Estados Uni-dos, pero ha seguido coexistiendo con el capitalismo en el resto del mundo sin que ello haya mellado la voluntad de los cubanos por construirse un futuro socialista, infinitamente más democrático que el que oferta el capitalismo, ya conocido y sufrido por los cubanos.
Mayo 6 de 2016.
By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
The US power elite is involved in many ways in the dispute over global domination, its exercise and defense.
The precarious balance of forces in the bipolar world in which we lived after World War II prevented US imperialism from imposing its absolute hegemony world-wide. That was based on the nuclear blackmail it threatened after its genocidal bombing of Hiroshima and Nagasaki.
Later, a tense arms race would arrive, promoted by the so-called “balance of terror”. According to this notion, which the forerunner power in the production of weapons would cause an imbalance in the international arena. The one with the most and deadliest weapons would be able to destroy the other.
Losing all hope that the end of the Cold War would open the way to a world without wars, an unstoppable arms race along the roads of neoliberal globalization has arrived. It has shaped imperialism into the dark reality it is today: the most powerful, brutal and ruthless hegemonic superpower in the history of humanity, bearing the greatest dangers to the survival of our species.
Today, we live in a uni-polar world, with one single superpower imposing its selfish interests on the rest of the world. This shows that it is the predatory nature of the prevailing capitalist order that causes most evils. There is a vital need to replace it with a new, just, and humane order.
In the struggle for global domination, the US government, far from taking the limited opportunities open through disarmament and peaceful coexistence, has based the pillars of its economy on a growing dependence on war situations.
It is in this context that Think Tanks (TTs) become important in the United States. These are public or private academic and study institutions staffed by personalities fully identified with the US capitalist system. They produce political and ideological documents intended to provide US governments with weapons for their confrontation with the world they seek to dominate.
They are part of a system that produces ideological content for the defense of imperialist interests. Their mission includes propagating ideas useful to the US capitalist system by spreading its doctrines in books, magazines, and other media. To do this they have billion-dollar budgets.
The Council on Foreign Relations (CFR) founded in 1921 by the Rockefeller economic group, is considered to be the first existing think tank. It had the task of providing the governing authorities (of either of the two parties in the US political scheme) with new ideas in foreign policy and the training of specialists and leaders.
Nearly 4,000 citizens work at the CFR, some with much more objective perspectives than the usual extreme right. Among them there are names as notorious as George Soros, the billionaire magnate of global financial speculation.
Its main publication is the journal Foreign Affairs which publishes academic papers containing their views on foreign policy.
According to surveys of academics and experts carried out annually for the Think Tanks Index in 2015, the Brookings Institution ranked as the most important TT in the world for eight consecutive years. The list also included the CFR, the Carnegie Endowment for International Peace, the RAND Corporation, the Heritage Foundation, the Woodrow Wilson International Center for Scholars, and the Center for Strategic and International Studies.
In the United States of America there are 11 think tanks specialized in political and economic matters; forty-nine in foreign affairs and international security; sixteen on the environment, science and technology; and twelve on the arts and humanities.
Most of them are registered as “non-profit” entities, but some are funded by the government or by legal or business organizations; others obtain funds from their research work on specific projects. In countries other than the United States, the TT Index registers Chatham House and the International Institute for Strategic Studies in the United Kingdom, and the Bruegel in Belgium.
Like their namesakes in war, think tanks are intended to demolish their opponents through a display of apparent superiority of resources that does not always correspond to reality.
May 10, 2016.
Por Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
La élite del poder estadounidense participa de muchas formas en la disputa por el dominio global, su ejercicio y su defensa.
El precario balance de fuerzas del mundo bipolar en que vivimos tras la segunda guerra mundial evitó que el imperialismo estadounidense impusiera su hegemonía absoluta por todo el mundo a partir del chantaje nuclear que planteara Estados Unidos con los bombardeos genocidas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Vendría después una tensa carrera armamentística promovida por el llamado “equilibro de terror”, según el cual, la potencia que se colocase al frente en la producción de armas provocaría un
desequilibrio en el escenario internacional. La que tuviera mayor número y más mortíferas armas, sería capaz de destruir a la otra. Perdida ya toda esperanza de que el fin de la guerra fría abriera el camino a un mundo sin guerras, una galopante carrera por los caminos de la globalización neoliberal ha llegado a configurar al imperialismo en esa tenebrosa realidad que es hoy: la superpotencia hegemónica más poderosa, brutal y despiadada de la historia de la humanidad, portadora de los más grandes peligros para la supervivencia de nuestra especie.
El mundo unipolar del presente, con una única superpotencia que impone sus egoístas intereses al resto del planeta, demuestra que es la naturaleza depredadora del orden capitalista imperante la causante de los males y lo que aconseja la necesidad vital de su reemplazo por un nuevo orden justo y humano.
En la lucha por la dominación global, el gobierno de Estados Unidos, lejos de aprovechar las escasas oportunidades que se abren para el desarme y la coexistencia pacífica, ha conformado los pilares de su economía a una dependencia cada vez mayor en las situaciones de guerra.
Es en ese contexto en el que cobran importancia en Estados Unidos los denominados tanques pensantes (en inglés Think Tanks -TT) que son iinstituciones públicas académicas y de estudios, integradas por personalidades plenamente identificadas con el sistema capitalista estadounidense que elaboran documentos de carácter político e ideológico destinados a suministrar a los gobiernos de Estados Unidos las armas para su enfrentamiento con el mundo que pretenden dominar. Son parte de un sistema que elabora contenidos ideológicos destinados a la defensa de los intereses imperialistas. Su misión incluye propagar ideas convenientes al sistema capitalista norteamericano mediante la difusión de sus doctrinas en libros, revistas, y otros medios, y para ello cuentan con presupuestos de miles de millones de dólares.
Se atribuye al Council on Foreign Relations (CFR) o Consejo de Relaciones Exteriores, fundado en 1921 por el grupo económico Rockefeller, la condición de primer tanque pensante existente, con la tarea de suministrar nuevas ideas a las Administraciones gobernantes (de cualquiera de los dos partidos del esquema político
estadounidense) en materia de política exterior y para la formación de especialistas y dirigentes.
Laboran en el CFR casi 4 mil ciudadanos, algunos con visiones mucho más objetivas que las habituales de la extrema derecha. Entre ellos hay también otros tan connotados como George Soros, el multimillonario magnate de la especulación financiera global.
Su publicación fundamental es la revista Foreign Affaires, que publica ensayos académicos contentivos de sus líneas de política exterior. Según las encuestas a académicos y expertos que anualmente se realizan para el Think Tanks Index, la Institución Brookings clasificó, por octavo año consecutivo en 2015, como el TT más importante del mundo en una relación en la que también entraron el CFR, la Fundación Carnagie para la Paz Internacional, la Corporación Rand, la Fundación Heritage, el Centro Internacional Woodrow Wilson para Académicos y el Centro Internacional de Estudios Estratégicos e Internacionales.
Hay en Estados Unidos 11 tanques pensantes especializados en asuntos políticos y de la economía; cuarenta y nueve en temas sobre relaciones internacionales y seguridad; dieciséis sobre medio ambiente, ciencias y tecnología y doce sobre artes y humanidades.
La mayor parte de ellos están registrados como “entidades sin fines de lucro” (en inglés “non-profit”), pero hay algunos financiados por el gobierno, organizaciones jurídicas, empresariales o que obtienen ganancias derivadas de trabajos investigativos acerca de proyectos específicos. De países distintos a Estados Unidos, aparecen
clasificados en el TT Index, Chatham House y el Instituto
Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés), del Reino Unido, así como el Bruegel, de Bélgica.
Al igual que sus homólogos de guerra, los tanques pensantes tienen como fin demoler al contrario mediante un alarde de evidente superioridad de recursos que no siempre corresponde a la realidad.
Mayo 10 de 2016.
By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
Louis A. Pérez Jr., historian and professor from the University of North Carolina in Chapel Hill, the United States, is the author of a number of important books about Cuban national identity. He has published an interesting essay that delves into the meaning of the present links between Cuba and the United States. The title may confuse many about its content: Visit Cuba before it changes!
“There has been something of an implacable tenacity with which the United States has pursued change in Cuba, a single-minded resolve over the course of 55 years: one armed invasion, scores of assassination plots, years of covert operations, and decades of punitive economic sanctions. An embargo –“harsher than toward any other country in the world,” as Assistant Secretary of State Roberta Jacobson acknowledged in 2015– designed with malice aforethought: to inflict adversity upon the Cuban people, to deepen Cuban discontent through economic privation, in the hope that such hardship would act to bestir the Cuban people to rise up and, in one fell swoop, bring about the overthrow of the Cuban government.”
This is how Professor Perez summarizes the tragic history of aggression and humiliation endured by the Cuban people because of their firm decision to carry out their project of independence and socialist change.
When the Cuban revolution had barely begun (although it had already produced impressive and universally-applauded popular benefits such as land reform and literacy throughout its people), Washington declared that tourism to Cuba was contrary to the foreign policy and national interests of the United States. Travel to Cuba was thus forbidden by law for all US citizens as part of a cruel policy of hostility.
It is known –because surveys indicate is– that most US citizens wanted and still want friendly relations with Cuba despite the poison that the US mass media has been injecting for more than half a century.
Regrettably, not all Americans base their thinking on the fact that these policies violate basic principles of international law and basic norms of human coexistence. There are
many people who only see the issue from the point of view of what befits the corporations that, as a result of many years of media manipulation, are considered the reason and symbol of the US nation.
The merit of the Obama administration has been in recognizing the failure of the policy pursued by their country for more than half a century. The United States had insisted on political change in Cuba as a precondition for the establishment of normal diplomatic relations.
Near the end of his term, Obama turned this policy on its head, proposed normal diplomatic relations as an initial step; revitalized the system of selective authorization for “people-to-people” travel; modified regulations; softened controls and relaxed restrictions in order to expand the categories of authorized travel to Cuba. He declared himself powerless against the blockade, but urged Congress to lift it.
“Through engagement we have a better chance of bringing about change than we would have otherwise,” said President Obama to justify the modification of his policy towards Cuba. “US presence in Cuba would serve to spread among the Cuban people the values of the United States.”
Cuba accepted the challenge posed by Washington’s “people-to-people” policy because, despite its stated intention that the visitors would promote “democracy” (the term Washington uses to mean the capitalist system) among Cubans, the Cubans took that purpose as an opportunity to show visitors that the defamatory campaign, that US corporate media have been waging at global scale against Cuba for more than half a century, was false.
The distance between the manipulations of the campaign and the truth is so great that from the first minute of contact with Cuban reality, US visitors –as a rule– are open to understanding the reasons that led to the historic popular achievement that is the Cuban revolution. At the same time, they see the senselessness of U.S. government’s policy of hostility of the against the small island nation.
Lies crashing against evidence eventually awakened a strong current of attraction to the Cuban revolution’s process of independence and social justice.
It seems that the new US policy against Cuba is to increase contacts with the Cuban people, support what Washington means by civil society in Cuba, and so to disrupt the interaction between Cubans and their local authorities. All this is based on obvious neo-liberal goals of dividing the people from the state and encouraging the development of a capitalist class on the island.
Cuba, meanwhile, will continue in its revolutionary determination to change what needs to be changed, seizing opportunities, but avoiding traps. Revolution is the mother of change!
May 14, 2016.
Por Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
Louis A. Pérez Jr, sociólogo y profesor de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, Estados Unidos, y autor de importantes libros acerca de la identidad nacional cubana, ha publicado un interesante ensayo en el que hurga en el significado de momento actual de los vínculos entre Cuba y Estados Unidos. El título puede confundir a muchos acerca del contenido: “¡Visite Cuba antes de que cambie! “
Con implacable tenacidad Estados Unidos se ha propuesto conseguir el cambio en Cuba. Ha sido una determinación con carácter de fijación en el transcurso de cincuenta y cinco años: una invasión armada, veintenas de complots de asesinato, años de operaciones encubiertas y decenios de sanciones económicas punitivas. Un embargo más duro que el impuesto a cualquier otro país del mundo, según lo admitiera la secretaria de Estado adjunta Roberta Jacobson en 2015. Todo diseñado para infligirle adversidad al pueblo cubano y profundizar el descontento mediante la privación económica, con la esperanza de que las penalidades obren en el sentido de incitar al pueblo cubano a rebelarse para que, en una arremetida, precipite el derrocamiento del gobierno cubano.”
Así resume el profesor Pérez la trágica historia de agresiones y vejaciones que ha soportado el pueblo cubano por su firme decisión de llevar a cabo su proyecto de cambio independentista y socialista. Cuando la revolución cubana apenas se iniciaba (aunque ya había producido impresionantes conquistas populares aplaudidas
universalmente, como la reforma agraria y la alfabetización de todo el pueblo), Washington declaró que el turismo a Cuba era contrario a la política exterior y los intereses nacionales de Estados Unidos. Los viajes a Cuba quedaron así vedados por ley para todos los
estadounidenses como parte de una cruel política de hostilidad. Se conoce, porque las encuestas así lo indican, que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses deseaban y siguen queriendo relaciones de amistad con Cuba no obstante el veneno que durante mas de medio siglo les han estado inyectando los medios masivos.
Lo lamentable es que no todos los norteamericanos basan sus criterios en el hecho de que esas políticas violan principios básicos del derecho internacional y normas elementales de convivencia humana. Son muchos los que sólo ven el asunto desde el punto de vista de lo que conviene a las corporaciones que, por efecto de muchos años de manipulación mediática, son consideradas la razón y el símbolo de la nación estadounidense.
El mérito del gobierno de Barack Obama ha estado en haber reconocido el fracaso de la política seguida por su país durante más de medio siglo. Estados Unidos había insistido en el cambio político en Cuba como precondición al establecimiento de relaciones diplomáticas normales. Próximo el final de su mandato, Obama viró esa política de cabeza, propuso relaciones diplomáticas normales como paso inicial; reanimó el sistema de autorizaciones selectivas “pueblo a pueblo”; modificó regulaciones; suavizó controles y relajó restricciones para ampliar los viajes autorizados a Cuba. Se declaró impotente contra el bloqueo, pero exhortó al Congreso a levantarlo.
“Mediante el compromiso, tenemos una mayor oportunidad de inducir cambios que por otros medios” declaró el Presidente para justificar el reajuste de su política hacia Cuba. “La presencia estadounidense en Cuba serviría para difundir en el pueblo cubano los valores de Estados Unidos”.
Cuba había aceptado el reto que suponía la política “pueblo a pueblo” de Washington porque, no obstante su declarada intención de que los visitantes promovieran entre los cubanos la “democracia” (término con que Washington designa al sistema capitalista), los cubanos apreciaban tal propósito como oportunidad para demostrar a los visitantes las falsedades de la campaña difamatoria que desde hacía más de medio siglo libraban a escala global los medios corporativos de Estados Unidos contra Cuba.
La distancia que media entre las manipulaciones de esa campaña y la verdad es tan grande que desde el primer minuto de contacto con la realidad, los visitantes –como regla– se abren al entendimiento de las razones que dieron lugar a la histórica hazaña popular que es la revolución cubana y la sinrazón de la política de hostilidad de su gobierno contra el pequeño país insular.
Las mentiras, al chocar contra las evidencias, acabaron por despertar una fuerte corriente de atracción hacia el proceso independentista y de justicia social que es la revolución cubana.
Todo parece indicar que la nueva política estadounidense contra Cuba consiste en incrementar los contactos con el pueblo cubano, apoyar lo que ellos entienden por sociedad civil en Cuba y romper la interacción entre los cubanos y sus autoridades populares. Todo ello partiendo de claros fines neoliberales de separar al pueblo del Estado y fomentar el desarrollo de una clase capitalista en la isla.
Cuba, por su parte, seguirá en su empeño revolucionario de cambiar lo que tenga que cambiarse, aprovechando oportunidades, pero evitando trampas. ¡La revolución es la madre de los cambios!
Mayo 14 de 2016.
By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
A very recent survey by the elite and prestigious, Harvard University in Massachusetts, indicates that most young Americans reject the basic principles of the US economy and do not support capitalism.
This is a fact of major political importance, considering that, since the end of the Cold War, all US internal and external propaganda has had as its primary objective the formation of a free market-oriented consciousness and the protection of corporations and private capital in general, dismissing the social purposes of the state.
In fact, in its foreign policy, Washington conflates the terms “capitalism” and “democracy”, to the extent that it almost never uses the first term. Its capitalist allies in are called “democracies” and those who do not accept its global hegemony are not. It’s as simple as that.
The Harvard University survey, which polled young adults between ages 18 and 29, found that 51 percent of respondents do not support capitalism. Just 42 percent said they support it.
According to the pollsters, most respondents who said they don’t support capitalism said they were concerned about the unpredictability of the free-market system.
“Capitalism can mean different things to different people, and the newest generation of voters is frustrated with the status quo, broadly speaking.” Zach Lustbader, a senior at Harvard involved in conducting the poll, argues that “the word ‘capitalism’ doesn’t mean what it used to in the US. For those who grew up during the Cold War, capitalism meant freedom from the Soviet Union and other totalitarian regimes. For those who grew up more recently, capitalism has meant a financial crisis from which the global economy still hasn’t completely recovered.”
Although the information on the results of the survey, provided by Amy Cavenaile in The Washington Post on April 24, 2016, does not clarify what alternative socio-economic systems the young people in the poll would prefer, it indicated that 33% percent said they supported socialism. The survey had a margin of error of 2.4 percentage points.
A subsequent survey that included people of all ages found that somewhat older Americans also are skeptical of capitalism. Only among respondents at least 50 years old was the majority in favor of capitalism.
Although the results are startling, Harvard’s questions are in accord with other recent research on how Americans think about capitalism and socialism. In 2011, for example, the Pew Research Center found that people ages 18 to 29 were frustrated with the free-market system.
In that survey, 46 percent had positive views of capitalism, and 47 percent had negative views. As to socialism, by contrast, 49 percent of the young people in Pew’s poll had positive views, and just 43 percent had negative views.
On specific questions about how best to organize the economy, the Harvard poll found a greater influence of capitalist ideas among young people. Just 27 percent believe government should play a large role in regulating the economy, and just 30 percent think the government should play a large role in reducing income inequality. Only 26 percent said government spending is an effective way to increase economic growth.
Yet 48 percent agreed that “basic health insurance is a right for all people.” And 47 percent agreed with the statement that “basic necessities, such as food and shelter, are a right that the government should provide [it] to those unable to afford them.”
It has been considered that Bernie Sanders’ campaign for the Democratic Party nomination for the Presidential election has been a significant factor in the changes detected now. The fact that so many young people feel moved by the word of a candidate of such an advanced age was a great surprise.
What the polls are now showing about US youth is rather significant. It could be the prelude to major changes within and beyond the borders of the American superpower.
May 3, 2016.
Por Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
Una muy reciente encuesta realizada por la elitista, aunque prestigiosa, Universidad de Harvard, en Massachussets, indica que la mayoría de los jóvenes estadounidenses rechaza los principios básicos de la economía de Estados Unidos y que no se consideran a sí mismos compatibles con el capitalismo.
Es este un dato de la mayor importancia política, razonando que desde el fin de la guerra fría toda la propaganda interna y hacia el exterior de Estados Unidos ha tenido como objetivo fundamental la formación de una conciencia orientada al libre mercado y a la protección de las corporaciones y el capital privado en general, con desdeño de los fines sociales del Estado.
De hecho, en su política exterior, Washington confunde los términos “capitalismo” y “democracia” a tal extremo que casi nunca utilizan el primero. Sus aliados en el capitalismo son “democracias” y los que no aceptan su hegemonía global no lo son, así de sencillo.
La pesquisa de la Universidad de Harvard, que encuestó a jóvenes estadounidenses de entre 18 y 29 años de edad, reveló que el 51% de ellos no apoya al capitalismo contra el 42 % que si es partidario de este sistema.
Según los encuestadores, la mayoría de los encuestados que dijo no sentirse compatibles con el capitalismo atribuyen sus discrepancias a los vaivenes del libre mercado.
“El capitalismo puede significar diferentes cosas para diferentes personas, y la generación más nueva de votantes está frustrada con el status quo, en términos generales”. Zach Lustbader, uno de los expertos de Harvard que condujo la encuesta, argumenta que el término “capitalismo” no tiene hoy en Estados Unidos el mismo significado que antes. A los que crecieron durante la Guerra Fría, les inculcaron la idea de que el capitalismo era un arma para liberar a la Unión Soviética y a otros regímenes totalitarios. Pero para otras
generaciones mas recientes el capitalismo ha significado una crisis financiera constante de la que la economía global aún no se ha recuperado.
Aunque la información sobre los resultados de la encuesta que brinda Amy Cavenaile en The Washington Post el 24 de abril de 2016, no aclara cuales otros sistemas socio-económicos preferirían los jóvenes como alternativa, se indica que el 33 % de ellos elegiría el socialismo. La encuesta tiene un margen de error de 2,4 puntos porcentuales. Un posterior estudio que incluyó a personas de todas las edades reveló que entre estadounidenses algo mayores también existe escepticismo acerca del capitalismo. Sólo entre encuestados que sobrepasan los 50 años de edad hubo una mayoría a favor del capitalismo.
Aunque estos resultados son sorprendentes, Harvard los compara con otros estudios recientes acerca de lo que piensan los estadounidenses sobre el capitalismo y el socialismo. En 2011, por ejemplo, el centro de Investigación Pew encontró que en personas de 18 a 29 años de edad existía mucha frustración con el sistema de libre mercado.
En ese sondeo se constató que el 46% de la ciudadanía tenía puntos de vistas positivos acerca del capitalismo, y 47 % tenía opiniones negativas. En relación con el socialismo, por el contrario, 49 % de los jóvenes en la encuesta de Pew tenían opiniones positivas, y sólo el 43 % tenían opiniones negativas.
La encuesta Harvard halló una mayor influencia de las ideas capitalistas en los jóvenes estadounidenses ante preguntas específicas sobre la mejor manera de organizar la economía. Sólo el 27 % cree que el gobierno debe jugar un papel importante en la regulación de la economía, únicamente el 30 % cree que el gobierno debe desempeñar un papel substancial para reducir la desigualdad de los ingresos y apenas el 26 % dijo que el aporte gubernamental era una manera eficaz para impulsar el crecimiento económico.
Pero el 48 por ciento aceptó que “tener seguro de salud es un derecho para todas las personas”. Y un 47 % estuvo de acuerdo con la declaración de que “las necesidades básicas, como alimento y vivienda, son derechos que el gobierno debe proporcionar a quienes que no pueden pagarlos”.
Se ha considerado que la campaña de Bernie Sanders por la candidatura presidencial del partido demócrata ha constituido un factor significativo en los cambios que ahora se constatan. El hecho de que tanta gente joven se sintiera movilizada por el verbo de un aspirante de tan avanzada edad sorprendió grandemente.
Lo que ahora las encuestas están demostrando en la juventud estadounidense no es algo de poca monta. Podría ser el preludio de grandes cambios en y más allá de las fronteras de la superpotencia americana.
Mayo 3 de 2016.
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