By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
“Now the poor, the excluded, the landless and the homeless, who had hoped to reach happiness, will have to seek other party associations –or forge new political tools– based on ethics, the elimination of the causes of social inequalities and the search for another possible Brazil”.
Such is the forecast of Frei Betto, the militant journalist, writer, religious revolutionary of the Dominican Order and Theology of the Revolution –former advisor to the President of the Republic of Brazil when Luis Ignacio Lula da Silva held that position– given the serious crisis in that country after the parliamentary and media coup d’etat against the constitutional order in his country.
The first three governments of the Brazilian Workers Party (PT) –two with Lula and one with Dilma Rousseff– represent the best in the republican history of the South American giant.
“45 million Brazilians were rescued from misery; social programs –from the Bolsa Familia to More Doctors– which spread a safety net under the poorest social sectors of the nation. Access to college became popular. The International Monetary Fund stopped bothering our accounts and Latin America gained greater unity. And Cuba was taken out of limbo,” wrote the prestigious religious revolutionary.
“Too bad the PT did not dare implement structural reforms in politics, taxes and land. It allowed its Zero Hunger emancipation program be replaced by the compensation program Bolsa Familia.”
“As if rhetoric were enough to cover unfortunate inequalities, the PT tried in vain to be the father of the poor and the mother of the rich. To renew Congress it did not trust the political potential of the leaders of social movements. It preferred to form promiscuous political alliances whose opportunistic virus eventually contaminated some of its leaders.”
Thanks to easy credit, inflation control, and a real increase in the minimum wage above inflation, the population had greater access to personal goods. In its 13 years of government, the PT did not insist on the political literacy of the nation or the democratization of the media.
Thanks to tax exemptions, the entire line of electrical appliances, as well as computers and cell phones, are present in almost all the slums of the favelas…“and who knows if, even in the foothills of the mountains, and any other car can be bought on installments “.
“However, you also find the hut occupied by a family without housing, with no security, no health, no education, no quality public transportation. The priority should have been for access to social welfare. Failing this, a nation of consumers was formed, not of citizens; a nation of voters who vote as if they were obeying a religious precept or repaying a personal favor.”
According to Betto, “between advances and setbacks, the PT leaves as its legacy social programs that deserved to be defined as state guarantees and not just as government policies. But, will the party have the audacity to reinvent itself?” wonders the revolutionary intellectual.
PT governments inherited the country from neo-liberal Fernando Enrique Cardoso who left Brazil to Lula in deep economic crisis, with skyrocketing inflation, astronomical public debt, breaking of the social fabric, disarticulation of the state and a deepening of the abysmal inequalities and injustices Brazil has suffered for centuries. Among these were the unjust distribution of land. Another was an electoral law that prevents popular participation. For both, the union leader [Lula] and Dilma, governing has been very difficult.
To advance their social agenda they had to maintain alliances of convenience and agreements with bourgeois sectors and parties. They to faced a fierce onslaught byldd the right and the great oligarchic media in a country where 90% of the media is in hands of seven wealthy families who control the audiovisual spectrum.
Despite these factors, the PT management has been revalidated by voters in three consecutive presidential elections, including the much-harassed re-election of Dilma in 2014, with a smaller margin than earlier, but still with the very respectable figure of 54 million votes, more than three million more than her rival Aécio Neves.
Dilma Rousseff’s impeachment has been a dirty blow by oligarchic groups of the resentful Brazilian right that has been inserted into the large projects of the imperialist extreme right. They are interested in removing from their way a nation that somehow holds the ideals of Latin Americans and has become a standard bearer of its resolute struggle for independence and social progress.
No doubt there will be a struggle. It only remains to be seen in what arena. The coup leaders lack consensus except within the elite and the fascist sector of the middle class.
June 17, 2016.
Por Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
“Ahora los pobres, los excluidos, los sintierra y los sintecho, que tenían la esperanza de llegar a ser felices, tendrán que buscar otras asociaciones partidarias o forjar nuevas herramientas de hacer política, fundadas en la ética, la supresión de las causas de las desigualdades sociales y en la búsqueda de otro Brasil posible”. Tal es el pronóstico que formula, ante la grave crisis por la que atraviesa tras el golpe de estado parlamentario y mediático contra el orden constitucional en su país, el periodista, escritor, religioso de la orden de los dominicos y militante de la Teología de la Revolución, Frei Betto, quien fuera asesor del Presidente de la República de Brasil cuando Luis Ignacio Lula da Silva ocupaba este cargo. Los tres primeros gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) – dos de Dilma Rousseff y uno de Lula- representan lo mejor que ha habido en la historia republicana del gigante suramericano. “Salieron de la miseria 45 millones de brasileños; los programas sociales -desde el Bolsa Familia al Más Médicos- le extendieron una red de protección social a la parcela más pobre de la nación; el acceso a la universidad se popularizó; el Fondo Monetario Internacional dejó de meterse en nuestras cuentas y América Latina ganó más unidad. Y Cuba fue sacada del limbo”, escribe el prestigioso religioso revolucionario Frei Betto.
“Lástima que el PT no se atrevió a implementar reformas de estructuras, como la política, la tributaria y la agraria. Permitió que el programa de emancipación Hambre Cero fuera sustituido por el compensatorio Bolsa Familia.
“Como si la retórica fuera suficiente para encubrir lamentables desigualdades, el PT trató en vano de ser el padre de los pobres y la madre de los ricos. Para renovar el Congreso no confió en el potencial político de los líderes de los movimientos sociales. Prefirió concertar alianzas promiscuas cuyos virus oportunistas acabaron por contaminar a algunos de sus dirigentes”.
Si bien gracias al crédito fácil, al control de la inflación y al aumento real del salario mínimo por encima de la inflación, la población tuvo mayor acceso a bienes personales en sus 13 años de gobierno, el PT no se empeñó en la alfabetización política de la nación ni en la democratización de los medios. Favorecidos por la exoneración de impuestos, en casi todos los tugurios de las favelas está presente toda la línea de aparatos electrodomésticos así como computadoras y celulares… “y, quién sabe si, en las faldas de la cuesta, incluso algún auto comprado a plazos”.
“Sin embargo, se da también la choza ocupada por una familia sin vivienda, ni seguridad, ni salud, ni educación, ni transporte colectivo de calidad. La prioridad debió haber sido para el acceso a los bienes sociales. Se originó por ello una nación de consumidores, no de ciudadanos, una nación de electores que votan como quien cumple un precepto religioso o retribuye un favor de compadrazgo”.
Entre avances y retrocesos, el PT deja como legado, según Betto, programas sociales que merecerían figurar como políticas de Estado y no solo de gobierno. ¿Pero tendrá el partido la osadía de reinventarse?”, se pregunta el intelectual revolucionario.
Los gobiernos del PT recibieron el país del neoliberal Fernando Enrique Cardoso que lo dejó a Lula en honda crisis económica, inflación desbocada, astronómica deuda pública, desgarramiento del tejido social, desarticulación del Estado y profundización de las desigualdades e injusticias abismales que padece Brasil hace siglos; una de ellas, la injusta distribución de la tierra. Otra, una ley electoral que impide la participación popular. Tanto al sindicalista como a Dilma les ha sido muy difícil gobernar.
Para hacer avanzar su agenda social han debido mantener alianzas y conciliaciones con sectores y partidos burgueses y de conveniencia para estar en condiciones de enfrentar una embestida feroz de la derecha y la gran prensa oligárquica en un país donde el 90 % de los medios están en manos de siete adineradas familias que controlan el espectro audiovisual. No obstante estos factores, la gestión del PT ha sido revalidada por los electores en tres comicios presidenciales consecutivos, incluyendo la muy acosada reelección de Dilma en 2014, con un margen más ajustado que los anteriores pero ascendente a la muy respetable cifra de 54 millones de votos, más de tres millones sobre su rival Aécio Neves.
El juicio político (impeachment) contra Dilma Rousseff ha sido un sucio golpe de los resentidos grupos oligárquicos de la derecha brasileña que se ha venido a insertar en los grandes proyectos de la extrema derecha imperialista interesada en quitarse del camino a una nación que, de alguna manera, concierta los idearios de los
latinoamericanos y ha devenido abanderada de su indetenible lucha por la independencia y el progreso social.
No hay dudas de que habrá pelea. Sólo queda por ver en qué terreno. Los golpistas carecen de consenso salvo en la élite y el sector fascista de la clase media.
Junio 17 de 2016.
By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
The capitalist socio-economic order is synonymous with freedom … provided you agree that the first of the freedoms is enjoyed by capital and that money can be free to buy everything.
When the ability of money is restricted to acquiring the goods that sustain life in society, or these are prevented from becoming a commodity that can be bought and sold, capitalism is constrained.
That is why it is so important for capitalism to manipulate popular awareness to instill the idea that capitalism is equal to democracy, and that any attack on the freedom of money to buy any of the earthly and moral goods of human beings is an attack on democracy.
Unfortunately, the social system the world lives under today is capitalism; and in very few countries have their peoples have achieved –or are still fighting to do so– a situation in which the moneyed classes do not hold political power. These few countries have undertaken, with enormous difficulties, routes other than the capitalist economic, political and social order.
For that reason, all –or almost all– the rules governing international relations on the planet –in the form of laws, social practices and traditions– have a foundation convenient to the bourgeois order.
There are times when the global capitalist dictatorship is exercised with more violence than at others; but there is always a struggle between the empowered rich and the poor who suffer the consequences of such alien power.
When conditions dictate, oligarchs are bound to make concessions to their “subjects” in order to prevent them from being encouraged to use their numerical advantage and get organized for a confrontation that would somehow disturb the established order.
But with equal or greater speed the wealthy classes react when their hegemony is in danger. They then support each other in defense of their spurious exploitative interests.
The privileged wonder: how would a country be where doctors, educators, courts of law, governments, the information, production and services media, the cultural expressions, and even the conditions to make love were to serve all equally in a society in which money could not determine differences in the quality and quantity of the benefits?
They consider that something like this would distort the current precarious and asymetric balance of power in nearly all national societies. Capitalism requires that such ideas continue beyond the citizens’ aspirations.
Why accept that in case of illness, a person with economic resources is doomed to the same quality of care, equal treatment conditions and possibilities of healing as a person who lacks such resources?
Is it logical that the offspring of wealthy people should share the same classrooms and quality of education with the sons and daughters of poor families?
Is it rational that, when they commit crimes, the rich and poor are judged by the same standards, or that cultured corrupt millionaires share prison food with rough and hungry common criminals?
Why should candidates for government positions in their election campaigns have to do without donations from the richest, more influential and responsible members of society so that, in their future roles as leaders, they feel obliged as a priority to protect the security of corporate capital and the most important and powerful segment of the nation?
For international capitalism, the press is only considered democratic in a country where private capital is allowed to buy radio and television stations, newspapers, magazines, news agencies and other media so they can see to it that what is published serves its interests. These interests are the determining factors in the whole society.
The bourgeois order also sees restricting the enjoyment of the best of national and international art and culture to the educated elite of society as legitimate. They are able to pay, through advertising, the price of their expensive productions, or to pay obscenely expensive admission tickets to the shows.
Is it not considered natural and logical that everything in society is structured so that the main attraction for gender relations is money and economic level, and that competition and the struggle for profit is the engine of progress at any level?
History records the existence of a supposed democracy with slaves in Greece, and today the capitalists have tried to appropriate the term as if it were unique to their socio-economic system. This is despite the fact that the word “capitalism” is almost the opposite of “democracy”, a term etymologically claimable only by “socialism”.
June 14, 2016.
Por Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
El orden socioeconómico capitalista es sinónimo de libertad… siempre que usted acepte que la primera de las libertades la disfrute el capital, y que el dinero pueda ser libre para comprarlo todo. Cuando se restringe la capacidad del dinero para adquirir los bienes que sustentan la vida en sociedad o se impide que éstos se comporten a la manera de una mercancía más, susceptible de ser comprados y vendidos, se restringe al capitalismo.
Por eso es tan importante para el capitalismo que la conciencia ciudadana sea manipulada para fijar la idea de que capitalismo es igual a democracia y que cualquier atentado contra la libertad del dinero para adquirir cualquiera de los bienes terrenales y morales del hombre es una agresión contra la democracia.
Lamentablemente, la organización social en que vive el mundo es el capitalismo y son pocos los países cuyos pueblos han logrado- o luchan aun por hacerlo- que no sean las clases adineradas las que detenten el poder político y hayan emprendido, con dificultades enormes, rutas distintas a ese orden económico, político y social.
Por ese motivo, las reglas de juego que rigen las relaciones internacionales en el planeta en forma de leyes, prácticas sociales y tradiciones, tienen todas -o casi todas- una fundamentación conveniente al orden burgués.
Hay veces que la dictadura global capitalista se ejerce con mayor violencia que otras, pero siempre subyace una lucha entre los ricos empoderados y los pobres que sufren las consecuencias de tal prerrogativa ajena.
Cuando las condiciones lo permiten, las oligarquías se obligan a hacer concesiones a sus “sometidos” en aras de evitar que éstos se vean estimulados a recurrir a su ventaja numérica y se organicen para un enfrentamiento que perturbe de alguna manera su orden.
Pero, con igual o mayor prontitud, suelen reaccionar las clases adineradas cuando su hegemonía se encuentra en peligro y acuden al recurso de apoyarse recíprocamente en defensa de sus espurios intereses explotadores.
Los privilegiados se preguntan cómo sería un país donde los médicos, los educadores, los tribunales, los gobiernos, los medios de producción y de servicios, los medios de información, las expresiones culturales y hasta las condiciones para hacer el amor estuvieran al servicio de todos por igual en una sociedad en la que el dinero no pueda determinar diferencias en la calidad y urgencia de las prestaciones.
Algo así, consideran, distorsionaría el precario y asimétrico equilibrio actual de casi todas las sociedades nacionales; el capitalismo precisa que tales ideas continúen al margen de las aspiraciones ciudadanas.
¿Por qué aceptar que, en caso de enfermedad, una persona con recursos económicos se vea condenada a la misma calidad de atención e iguales condiciones de tratamiento y posibilidades de curación que los que carecen de ellos?
¿Es lógico que los descendientes de personas adineradas deban compartir las mismas aulas y calidad de educación con los hijos e hijas de las familias pobres?
¿Es racional que pobres y ricos sean juzgados, si delinquen, con el mismo rasero, o que compartan galeras en prisión cultos millonarios corruptos con rústicos y hambrientos delincuentes comunes?
¿Por qué candidatos a cargos de gobierno, en sus campañas electorales, han de prescindir de las donaciones que les hagan las personas más ricas, influyentes y responsables de la sociedad, a fin de que, en su futuro desempeño como dirigentes, se consideren obligados a proteger prioritariamente la seguridad de los capitales de las corporaciones y los del segmento más importante y poderoso de la nación?
Para el capitalismo internacional, la prensa sólo se considera democrática en un país donde esté permitido al capital privado comprar emisoras de radio y de televisión, periódicos, revistas, agencias de noticias o cualquier otro medio para así cuidar que lo que se publique sirva a sus intereses, que son los determinantes en el conjunto de la sociedad.
El orden burgués valora también como lícito que el disfrute de lo mejor del arte y la cultura nacional e internacional esté limitado a la élite culta de la sociedad que es capaz de sufragar, mediante la publicidad, el precio de sus costosas realizaciones, o de pagar onerosos billetes de entrada a los espectáculos.
¿Acaso no considera natural y lógico que todo en la sociedad esté estructurado de modo que el atractivo principal para la relación de géneros sea el dinero y la posición económica, y que la competitividad y la lucha por la ganancia sean los motores del progreso en cualquier nivel?
La historia registra la existencia de una supuesta democracia esclavista en Grecia y los capitalistas han pretendido apropiarse del término cual si fuera privativo de su ordenamiento socioeconómico, pese a ser el vocablo “capitalismo” casi antónimo de “democracia”, un término sólo reclamable etimológicamente por el “socialismo”. Junio 14 de 2016.
El orden socioeconómico capitalista es sinónimo de libertad… siempre que usted acepte que la primera de las libertades la disfrute el capital, y que el dinero pueda ser libre para comprarlo todo. Cuando se restringe la capacidad del dinero para adquirir los bienes que sustentan la vida en sociedad o se impide que éstos se comporten a la manera de una mercancía más, susceptible de ser comprados y vendidos, se restringe al capitalismo.
Por eso es tan importante para el capitalismo que la conciencia ciudadana sea manipulada para fijar la idea de que capitalismo es igual a democracia y que cualquier atentado contra la libertad del dinero para adquirir cualquiera de los bienes terrenales y morales del hombre es una agresión contra la democracia.
Lamentablemente, la organización social en que vive el mundo es el capitalismo y son pocos los países cuyos pueblos han logrado- o luchan aun por hacerlo- que no sean las clases adineradas las que detenten el poder político y hayan emprendido, con dificultades enormes, rutas distintas a ese orden económico, político y social.
Por ese motivo, las reglas de juego que rigen las relaciones internacionales en el planeta en forma de leyes, prácticas sociales y tradiciones, tienen todas -o casi todas- una fundamentación conveniente al orden burgués.
Hay veces que la dictadura global capitalista se ejerce con mayor violencia que otras, pero siempre subyace una lucha entre los ricos empoderados y los pobres que sufren las consecuencias de tal prerrogativa ajena.
Cuando las condiciones lo permiten, las oligarquías se obligan a hacer concesiones a sus “sometidos” en aras de evitar que éstos se vean estimulados a recurrir a su ventaja numérica y se organicen para un enfrentamiento que perturbe de alguna manera su orden.
Pero, con igual o mayor prontitud, suelen reaccionar las clases adineradas cuando su hegemonía se encuentra en peligro y acuden al recurso de apoyarse recíprocamente en defensa de sus espurios intereses explotadores.
Los privilegiados se preguntan cómo sería un país donde los médicos, los educadores, los tribunales, los gobiernos, los medios de producción y de servicios, los medios de información, las expresiones culturales y hasta las condiciones para hacer el amor estuvieran al servicio de todos por igual en una sociedad en la que el dinero no pueda determinar diferencias en la calidad y urgencia de las prestaciones.
Algo así, consideran, distorsionaría el precario y asimétrico equilibrio actual de casi todas las sociedades nacionales; el capitalismo precisa que tales ideas continúen al margen de las aspiraciones ciudadanas.
¿Por qué aceptar que, en caso de enfermedad, una persona con recursos económicos se vea condenada a la misma calidad de atención e iguales condiciones de tratamiento y posibilidades de curación que los que carecen de ellos?
¿Es lógico que los descendientes de personas adineradas deban compartir las mismas aulas y calidad de educación con los hijos e hijas de las familias pobres?
¿Es racional que pobres y ricos sean juzgados, si delinquen, con el mismo rasero, o que compartan galeras en prisión cultos millonarios corruptos con rústicos y hambrientos delincuentes comunes?
¿Por qué candidatos a cargos de gobierno, en sus campañas electorales, han de prescindir de las donaciones que les hagan las personas más ricas, influyentes y responsables de la sociedad, a fin de que, en su futuro desempeño como dirigentes, se consideren obligados a proteger prioritariamente la seguridad de los capitales de las corporaciones y los del segmento más importante y poderoso de la nación?
Para el capitalismo internacional, la prensa sólo se considera democrática en un país donde esté permitido al capital privado comprar emisoras de radio y de televisión, periódicos, revistas, agencias de noticias o cualquier otro medio para así cuidar que lo que se publique sirva a sus intereses, que son los determinantes en el conjunto de la sociedad.
El orden burgués valora también como lícito que el disfrute de lo mejor del arte y la cultura nacional e internacional esté limitado a la élite culta de la sociedad que es capaz de sufragar, mediante la publicidad, el precio de sus costosas realizaciones, o de pagar onerosos billetes de entrada a los espectáculos.
¿Acaso no considera natural y lógico que todo en la sociedad esté estructurado de modo que el atractivo principal para la relación de géneros sea el dinero y la posición económica, y que la competitividad y la lucha por la ganancia sean los motores del progreso en cualquier nivel?
La historia registra la existencia de una supuesta democracia esclavista en Grecia y los capitalistas han pretendido apropiarse del término cual si fuera privativo de su ordenamiento socioeconómico, pese a ser el vocablo “capitalismo” casi antónimo de “democracia”, un término sólo reclamable etimológicamente por el “socialismo”. Junio 14 de 2016.
El orden socioeconómico capitalista es sinónimo de libertad… siempre que usted acepte que la primera de las libertades la disfrute el capital, y que el dinero pueda ser libre para comprarlo todo. Cuando se restringe la capacidad del dinero para adquirir los bienes que sustentan la vida en sociedad o se impide que éstos se comporten a la manera de una mercancía más, susceptible de ser comprados y vendidos, se restringe al capitalismo.
Por eso es tan importante para el capitalismo que la conciencia ciudadana sea manipulada para fijar la idea de que capitalismo es igual a democracia y que cualquier atentado contra la libertad del dinero para adquirir cualquiera de los bienes terrenales y morales del hombre es una agresión contra la democracia.
Lamentablemente, la organización social en que vive el mundo es el capitalismo y son pocos los países cuyos pueblos han logrado- o luchan aun por hacerlo- que no sean las clases adineradas las que detenten el poder político y hayan emprendido, con dificultades enormes, rutas distintas a ese orden económico, político y social.
Por ese motivo, las reglas de juego que rigen las relaciones internacionales en el planeta en forma de leyes, prácticas sociales y tradiciones, tienen todas -o casi todas- una fundamentación conveniente al orden burgués.
Hay veces que la dictadura global capitalista se ejerce con mayor violencia que otras, pero siempre subyace una lucha entre los ricos empoderados y los pobres que sufren las consecuencias de tal prerrogativa ajena.
Cuando las condiciones lo permiten, las oligarquías se obligan a hacer concesiones a sus “sometidos” en aras de evitar que éstos se vean estimulados a recurrir a su ventaja numérica y se organicen para un enfrentamiento que perturbe de alguna manera su orden.
Pero, con igual o mayor prontitud, suelen reaccionar las clases adineradas cuando su hegemonía se encuentra en peligro y acuden al recurso de apoyarse recíprocamente en defensa de sus espurios intereses explotadores.
Los privilegiados se preguntan cómo sería un país donde los médicos, los educadores, los tribunales, los gobiernos, los medios de producción y de servicios, los medios de información, las expresiones culturales y hasta las condiciones para hacer el amor estuvieran al servicio de todos por igual en una sociedad en la que el dinero no pueda determinar diferencias en la calidad y urgencia de las prestaciones.
Algo así, consideran, distorsionaría el precario y asimétrico equilibrio actual de casi todas las sociedades nacionales; el capitalismo precisa que tales ideas continúen al margen de las aspiraciones ciudadanas.
¿Por qué aceptar que, en caso de enfermedad, una persona con recursos económicos se vea condenada a la misma calidad de atención e iguales condiciones de tratamiento y posibilidades de curación que los que carecen de ellos?
¿Es lógico que los descendientes de personas adineradas deban compartir las mismas aulas y calidad de educación con los hijos e hijas de las familias pobres?
¿Es racional que pobres y ricos sean juzgados, si delinquen, con el mismo rasero, o que compartan galeras en prisión cultos millonarios corruptos con rústicos y hambrientos delincuentes comunes?
¿Por qué candidatos a cargos de gobierno, en sus campañas electorales, han de prescindir de las donaciones que les hagan las personas más ricas, influyentes y responsables de la sociedad, a fin de que, en su futuro desempeño como dirigentes, se consideren obligados a proteger prioritariamente la seguridad de los capitales de las corporaciones y los del segmento más importante y poderoso de la nación?
Para el capitalismo internacional, la prensa sólo se considera democrática en un país donde esté permitido al capital privado comprar emisoras de radio y de televisión, periódicos, revistas, agencias de noticias o cualquier otro medio para así cuidar que lo que se publique sirva a sus intereses, que son los determinantes en el conjunto de la sociedad.
El orden burgués valora también como lícito que el disfrute de lo mejor del arte y la cultura nacional e internacional esté limitado a la élite culta de la sociedad que es capaz de sufragar, mediante la publicidad, el precio de sus costosas realizaciones, o de pagar onerosos billetes de entrada a los espectáculos.
¿Acaso no considera natural y lógico que todo en la sociedad esté estructurado de modo que el atractivo principal para la relación de géneros sea el dinero y la posición económica, y que la competitividad y la lucha por la ganancia sean los motores del progreso en cualquier nivel?
La historia registra la existencia de una supuesta democracia esclavista en Grecia y los capitalistas han pretendido apropiarse del término cual si fuera privativo de su ordenamiento socioeconómico, pese a ser el vocablo “capitalismo” casi antónimo de “democracia”, un término sólo reclamable etimológicamente por el “socialismo”. Junio 14 de 2016.
El orden socioeconómico capitalista es sinónimo de libertad… siempre que usted acepte que la primera de las libertades la disfrute el capital, y que el dinero pueda ser libre para comprarlo todo. Cuando se restringe la capacidad del dinero para adquirir los bienes que sustentan la vida en sociedad o se impide que éstos se comporten a la manera de una mercancía más, susceptible de ser comprados y vendidos, se restringe al capitalismo.
Por eso es tan importante para el capitalismo que la conciencia ciudadana sea manipulada para fijar la idea de que capitalismo es igual a democracia y que cualquier atentado contra la libertad del dinero para adquirir cualquiera de los bienes terrenales y morales del hombre es una agresión contra la democracia.
Lamentablemente, la organización social en que vive el mundo es el capitalismo y son pocos los países cuyos pueblos han logrado- o luchan aun por hacerlo- que no sean las clases adineradas las que detenten el poder político y hayan emprendido, con dificultades enormes, rutas distintas a ese orden económico, político y social.
Por ese motivo, las reglas de juego que rigen las relaciones internacionales en el planeta en forma de leyes, prácticas sociales y tradiciones, tienen todas -o casi todas- una fundamentación conveniente al orden burgués.
Hay veces que la dictadura global capitalista se ejerce con mayor violencia que otras, pero siempre subyace una lucha entre los ricos empoderados y los pobres que sufren las consecuencias de tal prerrogativa ajena.
Cuando las condiciones lo permiten, las oligarquías se obligan a hacer concesiones a sus “sometidos” en aras de evitar que éstos se vean estimulados a recurrir a su ventaja numérica y se organicen para un enfrentamiento que perturbe de alguna manera su orden.
Pero, con igual o mayor prontitud, suelen reaccionar las clases adineradas cuando su hegemonía se encuentra en peligro y acuden al recurso de apoyarse recíprocamente en defensa de sus espurios intereses explotadores.
Los privilegiados se preguntan cómo sería un país donde los médicos, los educadores, los tribunales, los gobiernos, los medios de producción y de servicios, los medios de información, las expresiones culturales y hasta las condiciones para hacer el amor estuvieran al servicio de todos por igual en una sociedad en la que el dinero no pueda determinar diferencias en la calidad y urgencia de las prestaciones.
Algo así, consideran, distorsionaría el precario y asimétrico equilibrio actual de casi todas las sociedades nacionales; el capitalismo precisa que tales ideas continúen al margen de las aspiraciones ciudadanas.
¿Por qué aceptar que, en caso de enfermedad, una persona con recursos económicos se vea condenada a la misma calidad de atención e iguales condiciones de tratamiento y posibilidades de curación que los que carecen de ellos?
¿Es lógico que los descendientes de personas adineradas deban compartir las mismas aulas y calidad de educación con los hijos e hijas de las familias pobres?
¿Es racional que pobres y ricos sean juzgados, si delinquen, con el mismo rasero, o que compartan galeras en prisión cultos millonarios corruptos con rústicos y hambrientos delincuentes comunes?
¿Por qué candidatos a cargos de gobierno, en sus campañas electorales, han de prescindir de las donaciones que les hagan las personas más ricas, influyentes y responsables de la sociedad, a fin de que, en su futuro desempeño como dirigentes, se consideren obligados a proteger prioritariamente la seguridad de los capitales de las corporaciones y los del segmento más importante y poderoso de la nación?
Para el capitalismo internacional, la prensa sólo se considera democrática en un país donde esté permitido al capital privado comprar emisoras de radio y de televisión, periódicos, revistas, agencias de noticias o cualquier otro medio para así cuidar que lo que se publique sirva a sus intereses, que son los determinantes en el conjunto de la sociedad.
El orden burgués valora también como lícito que el disfrute de lo mejor del arte y la cultura nacional e internacional esté limitado a la élite culta de la sociedad que es capaz de sufragar, mediante la publicidad, el precio de sus costosas realizaciones, o de pagar onerosos billetes de entrada a los espectáculos.
¿Acaso no considera natural y lógico que todo en la sociedad esté estructurado de modo que el atractivo principal para la relación de géneros sea el dinero y la posición económica, y que la competitividad y la lucha por la ganancia sean los motores del progreso en cualquier nivel?
La historia registra la existencia de una supuesta democracia esclavista en Grecia y los capitalistas han pretendido apropiarse del término cual si fuera privativo de su ordenamiento socioeconómico, pese a ser el vocablo “capitalismo” casi antónimo de “democracia”, un término sólo reclamable etimológicamente por el “socialismo”. Junio 14 de 2016.
El orden socioeconómico capitalista es sinónimo de libertad… siempre que usted acepte que la primera de las libertades la disfrute el capital, y que el dinero pueda ser libre para comprarlo todo. Cuando se restringe la capacidad del dinero para adquirir los bienes que sustentan la vida en sociedad o se impide que éstos se comporten a la manera de una mercancía más, susceptible de ser comprados y vendidos, se restringe al capitalismo.
Por eso es tan importante para el capitalismo que la conciencia ciudadana sea manipulada para fijar la idea de que capitalismo es igual a democracia y que cualquier atentado contra la libertad del dinero para adquirir cualquiera de los bienes terrenales y morales del hombre es una agresión contra la democracia.
Lamentablemente, la organización social en que vive el mundo es el capitalismo y son pocos los países cuyos pueblos han logrado- o luchan aun por hacerlo- que no sean las clases adineradas las que detenten el poder político y hayan emprendido, con dificultades enormes, rutas distintas a ese orden económico, político y social.
Por ese motivo, las reglas de juego que rigen las relaciones internacionales en el planeta en forma de leyes, prácticas sociales y tradiciones, tienen todas -o casi todas- una fundamentación conveniente al orden burgués.
Hay veces que la dictadura global capitalista se ejerce con mayor violencia que otras, pero siempre subyace una lucha entre los ricos empoderados y los pobres que sufren las consecuencias de tal prerrogativa ajena.
Cuando las condiciones lo permiten, las oligarquías se obligan a hacer concesiones a sus “sometidos” en aras de evitar que éstos se vean estimulados a recurrir a su ventaja numérica y se organicen para un enfrentamiento que perturbe de alguna manera su orden.
Pero, con igual o mayor prontitud, suelen reaccionar las clases adineradas cuando su hegemonía se encuentra en peligro y acuden al recurso de apoyarse recíprocamente en defensa de sus espurios intereses explotadores.
Los privilegiados se preguntan cómo sería un país donde los médicos, los educadores, los tribunales, los gobiernos, los medios de producción y de servicios, los medios de información, las expresiones culturales y hasta las condiciones para hacer el amor estuvieran al servicio de todos por igual en una sociedad en la que el dinero no pueda determinar diferencias en la calidad y urgencia de las prestaciones.
Algo así, consideran, distorsionaría el precario y asimétrico equilibrio actual de casi todas las sociedades nacionales; el capitalismo precisa que tales ideas continúen al margen de las aspiraciones ciudadanas.
¿Por qué aceptar que, en caso de enfermedad, una persona con recursos económicos se vea condenada a la misma calidad de atención e iguales condiciones de tratamiento y posibilidades de curación que los que carecen de ellos?
¿Es lógico que los descendientes de personas adineradas deban compartir las mismas aulas y calidad de educación con los hijos e hijas de las familias pobres?
¿Es racional que pobres y ricos sean juzgados, si delinquen, con el mismo rasero, o que compartan galeras en prisión cultos millonarios corruptos con rústicos y hambrientos delincuentes comunes?
¿Por qué candidatos a cargos de gobierno, en sus campañas electorales, han de prescindir de las donaciones que les hagan las personas más ricas, influyentes y responsables de la sociedad, a fin de que, en su futuro desempeño como dirigentes, se consideren obligados a proteger prioritariamente la seguridad de los capitales de las corporaciones y los del segmento más importante y poderoso de la nación?
Para el capitalismo internacional, la prensa sólo se considera democrática en un país donde esté permitido al capital privado comprar emisoras de radio y de televisión, periódicos, revistas, agencias de noticias o cualquier otro medio para así cuidar que lo que se publique sirva a sus intereses, que son los determinantes en el conjunto de la sociedad.
El orden burgués valora también como lícito que el disfrute de lo mejor del arte y la cultura nacional e internacional esté limitado a la élite culta de la sociedad que es capaz de sufragar, mediante la publicidad, el precio de sus costosas realizaciones, o de pagar onerosos billetes de entrada a los espectáculos.
¿Acaso no considera natural y lógico que todo en la sociedad esté estructurado de modo que el atractivo principal para la relación de géneros sea el dinero y la posición económica, y que la competitividad y la lucha por la ganancia sean los motores del progreso en cualquier nivel?
La historia registra la existencia de una supuesta democracia esclavista en Grecia y los capitalistas han pretendido apropiarse del término cual si fuera privativo de su ordenamiento socioeconómico, pese a ser el vocablo “capitalismo” casi antónimo de “democracia”, un término sólo reclamable etimológicamente por el “socialismo”. Junio 14 de 2016.
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