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When Normalizing Relations Becomes Difficult
By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
Quite a task is facing the US and Cuban leaders and officials who must try to reach agreements on the way to the normalization of relations between two neighbor countries that have so many differences.
In the first place, this is because normalization cannot be reduced to reproducing a past model; and because relations between Cuba and the United States have always been iniquitous.
The disagreements between the US and Cuba that cause the current tensions stem from conflicting policies of both states. These derive from the contradiction between the independent vocation of the Cubans, and the efforts of a certain elite of imperialist orientation which has little to do with the best interests of the US citizens.
In the early twentieth century, the United States imposed on Cuba a type of relationship
–a novelty at the time– which today is recognized as neocolonialist. The US had opportunistically intervened in the war of independence Cuba was waging against Spain. The US craved and finally obtained Spain’s colonial system.
Thus Washington managed to turn Cuba into a country dependent on the United States without conquering it in the traditional way. In fact, the term “sphere of influence” became, since then, an international euphemism for neo-colonialism.
Subsequently, the US intervened militarily in Cuba in 1906, 1909 and 1912. Since 1925 the US interests in Cuba were protected by a cruel dictator who was overthrown in 1933
by a popular uprising.
Washington sent to Cuba a special ambassador in charge of preventing the emergence of a left-leaning government after the powerful revolutionary movement that had developed on the Island to overthrow the tyrant.
President Franklin D. Roosevelt, driven by strategic interests derived from the world war that would ensue, launched what he called “Good Neighbor Policy” and opposed
armed interventions in Latin America. This reduced tensions in the region.
Regarding Cuba, during this period the Platt Amendment was revoked, but the military base in Guantanamo Bay was kept, and a new sugar agreement was signed that reinforced Cuban dependence on the US.
After two decades of “representative democracy” supervised by Washington, in March 1952 the “strong man” of the United States in Cuba, Fulgencio Batista, carried out a coup d’état to prevent the rise of a government that seemed unusually honest and
enjoyed great popularity, but was not Washington’s favorite.
The armed struggle against the tyranny was the Cuban’s reaction. Batista received broad American support. There were US military advisors for all armed forces and the police. The US military base at Guantanamo supplied fuel and ammunition for the dictator’s aircraft that indiscriminately bombed rural areas and defenseless villages.
After the revolutionary triumph of January 1959, the US regime headed by Dwight D. Eisenhower initiated a period of hostile actions against Cuba. This was continued by successive administrations to the present, always with the CIA as a main instrument.
The United States cut the sugar quota allocated to Cuba and the Cuban government responded by nationalizing the US-owned sugar mills. The US Joint Chiefs of Staff immediately recommended to the President a total invasion of the Island.
A force of 1,500 mercenaries, trained, armed and directed by the CIA, landed at the Bay of Pigs on Cuba’s south coast. The invasion –defeated in only 72 hours– proved a humiliating failure for the United States.
Ten successive US administrations have tried to strangle the Cuban revolution with all the means at their disposal, except for an open and total war. US-sponsored terrorist activities have killed about 3,500 Cubans; while more than two thousand persons have been maimed by such actions. Sabotage of economic targets, biological warfare actions, and repeated attempts on the life of Fidel Castro and other leaders have been but some manifestations of this unequal confrontation.
In 23 consecutive annual gatherings, the economic blockade decreed by the US has been rejected by an overwhelming majority of member states of the United Nations General Assembly. However, Washington has not responded to this almost unanimous outcry from the international community.
Therefore, in the absence of fairer terms, for Cubans the normalization of relations with the United States can only mean a move towards more respectful and just links.
That’s what should be in Obama’s portfolio in his coming historic visit to Cuba.
February 18, 2016.
CUANDO NORMALIZAR SE TORNA DIFÍCIL
Por Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
Menuda tarea la encargada a los dirigentes y funcionarios de Estados Unidos y Cuba que deben ponerse de acuerdo para hallar el camino hacia la normalización en las relaciones entre dos países tan vecinos como diferentes.
Ante todo porque la normalización no puede reducirse a reproducir una situación pretérita, porque las relaciones entre Cuba y Estados Unidos siempre ha sido afrentosas.
Las desavenencias entre Estados Unidos y Cuba que originan las presentes tensiones provienen de políticas contrapuestas de uno y otro Estado que derivan de la contradicción entre la vocación
independentista de los cubanos y los afanes de una cúpula de orientación imperialista que poco tiene que ver con los mejores intereses de los ciudadanos de la nación estadounidense.
En los albores del siglo XX, Estados Unidos impuso a Cuba un tipo de relación -por entonces novedosa-, que hoy se reconoce como
neocolonialista. Estados Unidos había intervenido de manera
oportunista en la guerra de independencia que Cuba libraba contra España, cuyo sistema colonial apetecía y finalmente obtuvo.
Washington logró así convertir a Cuba en un país dependiente de Estados Unidos sin conquistarlo a la usanza tradicional. De hecho, el término “esfera de influencia” se convirtió, desde entonces, en un eufemismo internacional para el neocolonialismo.
Posteriormente, Estados Unidos intervino militarmente en Cuba en 1906, 1909 y en 1912. Desde 1925 los intereses de Estados Unidos en Cuba estuvieron protegidos por un cruel dictador que fue derrocado en 1933 por una insurrección popular.
Washington envió a Cuba un embajador especial encargado de prevenir el surgimiento de un gobierno de tendencia izquierdista tras el poderoso movimiento revolucionario que se había desarrollado en la Isla para derrocar al tirano.
El Presidente Franklin D. Roosevelt, movido por estratégicos intereses derivados de la guerra mundial que sobrevendría, declaró lo que denominó “Política del Buen Vecino” y se manifestó contrario a las intervenciones armadas en América Latina, lo que redujo las tensiones en la región.
Respecto a Cuba, se revocó en este período la enmienda Platt pero se mantuvo la base militar de Guantánamo y se firmó un nuevo acuerdo azucarero que reforzó la dependencia cubana de EEUU.
Tras dos décadas de “democracia representativa” supervisada por Washington, en marzo de 1952 el “hombre fuerte” de Estados Unidos en Cuba, Fulgencio Batista, produjo un golpe de estado llamado a impedir el ascenso de un gobierno que se anunciaba inusualmente honesto y por ello disfrutaba de mucha popularidad, pero no era el favorito de Washington.
La lucha armada contra la tiranía fue la réplica de los cubanos. Batista recibió amplio apoyo norteamericano. Había consejeros militares estadounidenses en cada arma y en la policía. La base militar de Guantánamo suministró combustible y municiones para los aviones del dictador que bombardeaban indiscriminadamente áreas rurales y poblados indefensos.
Luego del triunfo revolucionario de enero de 1959, el régimen estadounidense encabezado por Dwight Eisenhower inició un período de acciones hostiles contra Cuba continuado por las sucesivas
administraciones hasta la actual, siempre con la CIA como instrumento principal.
Estados Unidos cortó la cuota azucarera asignada a Cuba y el gobierno cubano respondió nacionalizando los centrales azucareros de propiedad norteamericana. Inmediatamente, el Estado Mayor Conjunto las Fuerzas Armadas de EEUU recomendó al Presidente que autorizara una invasión total a la Isla.
Una fuerza de 1 500 mercenarios, entrenados, armados y dirigidos por la CIA, desembarcó en la bahía de Cochinos, en la costa Sur cubana. La invasión resultó un humillante fracaso para Estados Unidos al ser derrotada en solo 72 horas.
Diez sucesivos gobiernos de los Estados Unidos han intentado estrangular a la revolución cubana con todos los medios a su disposición, a excepción de la guerra abierta y total. Las actividades terroristas promovidas por Estados Unidos han provocado la muerte de unos tres mil quinientos cubanos, en tanto que más de dos mil personas han quedado mutiladas por tales acciones. Sabotajes en objetivos económicos, acciones de guerra bacteriológica y repetidos atentados contra la vida de Fidel Castro y otros dirigentes ha sido algunas de las manifestaciones del desigual enfrentamiento.
En 23 votaciones anuales consecutivas, el bloqueo económico decretado por Estados Unidos, fue rechazado por una abrumadora mayoría de los Estados miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas, sin que Washington respondiera a tal clamor casi unánime de la comunidad internacional.
Por tanto, ante la inexistencia de referentes más justos, la normalización de las relaciones con Estados Unidos solo puede significar para los cubanos el avance hacia unos vínculos más respetuosos y más equitativos. Es eso lo que debía estar en la cartera de Obama en su próxima histórica visita a Cuba.
Febrero 18 de 2016.
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