The Last Flag
Ricardo Alarcón de Quesada
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
The flag-raising ceremony at the United States embassy in Havana was the news of the day worldwide on August14th. This was logical because it was perhaps the most visible shift in US policy after the decision to restore diplomatic relations announced simultaneously by Presidents Raul Castro and Barack Obama on December 17th, 2014. It was, as John Kerry the first Secretary of State to visit Cuba in seventy years, said, “A historic day”.
The fact that it was Kerry who presided over such act was in some sense a manifestation of historical justice. Since as a young man, returning decorated from the war, when he became head of the veterans who sought to end the aggression against the Vietnamese people through his long career as a senator from Massachusetts, Kerry followed a consistent path defined in his country as “liberalism”. His role had been decisive in establishing relations with Vietnam within the Senate where he was one of the harshest critics of the blockade against Cuba and the use of federal funds to “promote democracy” in Cuba.
Fifty-four years ago, when they closed their embassy in Havana, Washington believed that the days of the Cuban Revolution were numbered. When that decision was made, in January 1961, they were advancing their plans for the mercenary invasion that Cuba defeated in April in less than 72 hours at Playa Giron. After the failure of that plan, they intensified their efforts to choke the island while crafting even more aggressive projects including the use of their own armed forces.
The US got all the governments of Latin America, except Mexico, to break off diplomatic relations and close their missions in Havana. The [1964] coup that overthrew President Joao Goulart in Brazil was a decisive element in the anti-Cuban plan, and opened the way for the long night of military dictatorships with their terrible toll of blood, mourning and pain. The Latin American democracies and their peoples were direct victims of the Yankee demands against Cuba. Since the sixties of last century, Cuba’s right to independence and the defense of democracy on the continent, have been inseparable parts of the same struggle.
Even if they were made with a different purpose, the references to democracy which the Secretary of State repeated in his speech were relevant. To isolate Cuba, Washington imposed the worst tyrannies for half a century. Now they were forced to recognize Cuba, because everyone else had already done so.
The rupture of relations in the past marked the beginning of a dark era. The restoration of relations with Cuba is now primarily their admission of defeat and their need to seek new methods. By raising their flag, the United States is not telling anyone what to do. It’s the other way around. They are joining the others. The Stars and Stripes was the only flag missing and now, finally, it joins the democratic will of the continent.
Much has changed in this part of the world since the days when US hegemony was obeyed without question.
For years now, Havana has been one of the few capital cities in the world where all other independent countries in the Western Hemisphere are present, with their diplomatic missions and their flags, including every one of the Caribbean island states. Furthermore, only here is there a [diplomatic] representation of the people of Puerto Rico, whose diplomatic mission operates under the responsibility of the patriotic movement and is a frequent meeting point for many Puerto Ricans visitors of all political persuasions.
Much remains on the road to the “normalization” of relations. Such a thing is inconceivable as long as the economic blockade is maintained; the usurpation of Cuban territory in Guantanamo continues; and the United States maintains its interventionist policy. Nor is it conceivable in a context in which Washington seeks to subvert popular and progressive governments in Latin America.
Let’s hope Washington can learn the lessons of history. Its teachings are very clear for anyone who wants to see them. After all, very few times has the sun shone so brightly in Havana as in the morning of August 14.
La última bandera
In Politics Relaciones Cuba EEUU on August 20, 2015 at 4:42 pm
Ricardo Alarcón de Quesada
La ceremonia para levantar en su Embajada en La Habana la bandera de los Estados Unidos fue la noticia del día en todo el mundo el pasado 14 de agosto. Era lógico que así fuese pues era quizás la expresión más visible del giro en la política norteamericana después de la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas anunciada simultáneamente por los Presidentes Raúl Castro y Barak Obama el 17 de diciembre de 2014. Fue, como dijo John Kerry, el primer Secretario de Estado que visitaba Cuba en setenta años, un día histórico.
Que correspondiese a Kerry presidir tal acto era en cierto sentido también una manifestación de la justicia histórica. Desde sus años juveniles cuando al regresar de la guerra condecorado se puso a la cabeza de los veteranos que buscaron poner fin a la agresión contra el pueblo vietnamita hasta su larga carrera como Senador por Massachusetts, Kerry siguió una trayectoria coherente con lo que en su país se define como “liberalismo”. Su papel había sido determinante en el establecimiento de relaciones con Viet Nam y fue en el Senado una de las voces más críticas del bloqueo a Cuba y del uso de los fondos federales para “promover la democracia” en la isla.
Cincuenta y cuatro años atrás al cerrar su Embajada Washington creía que los días de la Revolución cubana estaban contados. Cuando tomó esa decisión, en enero de 1961, avanzaban sus planes para la invasión mercenaria que Cuba derrotaría en abril en menos de 72 horas en Playa Girón. Fracasado aquel plan intensificó sus acciones para asfixiar a la isla mientras elaboraba proyectos aun más agresivos que incluirían incluso el empleo de sus propias fuerzas armadas.
Consiguió que todos los gobiernos de América Latina, excepto México, rompieran también sus relaciones diplomáticas y cerraran sus misiones en la capital cubana. El golpe de estado que derrocó al Presidente Joao Goulart en Brasil fue elemento decisivo en el plan anticubano y dio paso a la larga noche de las dictaduras militares con su carga terrible de sangre, luto y dolor. Los pueblos latinoamericanos y sus democracias fueron víctimas directas de la pretensión yanqui contra la isla. Desde los años sesenta del pasado Siglo el derecho de Cuba a su independencia y la defensa de la democracia en el Continente han sido partes inseparables de una misma lucha.
Aunque fuera otra su intención tenían sentido las referencias a la democracia que repitió en su discurso el Secretario de Estado. Para aislar a Cuba Washington impuso hace medio siglo las peores tiranías. Ahora se vió obligado a reconocer a Cuba porque todos los demás ya lo habían hecho. La ruptura en el pasado marcó el inicio de una etapa sombría. El restablecimiento de las relaciones con Cuba ahora es ante todo la admisión de la derrota y la necesidad de buscar nuevos caminos. Al izar su bandera Estados Unidos no está indicando a nadie lo que debe hacer. Es al revés. Se está sumando a todos los demás. La enseña de las barras y las estrellas era la única bandera que faltaba y ahora, finalmente, se suma a la voluntad democrática del Continente.
Mucho ha cambiado esta parte del mundo desde aquellos tiempos en que la hegemonía norteamericana era acatada sin chistar.
Hace años ya que La Habana es una de las pocas capitales del planeta donde están presentes, con sus misiones diplomáticas y sus banderas, todos los demás países independientes del Hemisferio Occidental incluyendo todos y cada uno de los estados insulares caribeños. Más aun, sólo aquí hay una representación del pueblo de Puerto Rico cuya Misión Diplomática aunque opera bajo la responsabilidad de su movimiento patriótico es punto de encuentro frecuente de los visitantes puertorriqueños que son muchos y de todas las tendencias políticas sin excepción.
Queda mucho por andar en la senda de la “normalización” de las relaciones. Tal cosa es inconcebible mientras exista el bloqueo económico, continúe la usurpación de territorio cubano en Guantánamo y Estados Unidos mantenga su política injerencista. Tampoco resulta concebible en un contexto en que Washington pretende subvertir a gobiernos populares y progresistas en América Latina.
Ojalá Washington pueda aprender las lecciones de la Historia. Sus enseñanzas son muy claras para quien quiera verlas. Después de todo pocas veces brilló tanto el sol en La Habana como en la mañana del 14 de ag
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