By Arturo Chang
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
The classics of Marxism did not offer finished definitions of Social Class… perhaps intentionally
15/04/2016
Worse than the emergence of the nouveau rich, could be the disguised revivals of past ills. (Alfredo Martirena Hernandez / Cubahora)…
In the late 60s of last century –when everywhere in Cuba handbooks on Marxism-Leninism were studied– among the many topics discussed was the definition of Social Class.
We could not manage to agree, since each author gave an interpretation based on their own approach. When we read the original texts of Karl Marx and Frederick Engels, we found no conclusive or complete definition, so we returned to new rounds of discussions, brandishing current facts. It then seemed that the continuing validity of the ideas of the classics of Marxism was based precisely on their nature of work in permanent enrichment.
In the only issue where there was a more general coincidence was in the admission of the existence of the working class and the peasants. Hence, especially on May Day celebrations, slogans on the worker-peasant alliance were common. Everything else was said to be strata, sectors, groups … and some others, more daring, mentioned castes.
Times change. Or rather time goes by, and everything is transformed. So, in Cuba in the present, in addition to the workers and peasants, the non-state sector is increasingly visible, engrossed with non-agricultural cooperatives, tenants, the self-employed and also those that without being any of these –or being in any of the areas defined or to be defined– amass a fortune: the new rich, those that our colleague Nelson Garcia Santos identified with the following sentence: those who only care about making more money.
If there are new classes or people who form the social foundation for another project aimed at capitalism, these are matters well worth debating to clarify them at every historical moment. Particularly at this moment, when it is becoming increasingly clear that life is markedly different after the qualitative changes of the [19]90s as a result of the quantitative accumulation of events derived from the collapse of the socialist bloc in Eastern Europe and the disintegration of the Soviet Union.
In one of the recent chapters of the Cuban soap opera Latidos compartidos [Shared Heartbeats], Buey de Oro [one of the characters] declared: “Money changes people.” Therefore, regardless of any theoretical discussion of whether or not the new rich are a social class, there is no doubt that the character played by Jorge Martinez is absolutely right. Money is able to transform legitimate aspirations into fierce individualism by which individual interests collide with social interests, or uses these as a tool to meet selfish interests at the expense of other citizens.
Neighborly love and sacrifice for the sake of others and the future cannot be achieved by decree. What good is giving an order or a long-winded and excessive didactic harangue on the human values that must prevail, also in cases when life puts us in the position of having a lot of money? Or will it be necessary to prevent people from having such monetary sums to keep the beast within us from coming out?
These thoughts can make us look back at the Marxist texts referring to the accumulation of quantitative changes causing qualitative changes, i.e., that at some level, a phenomenon or a person becomes different. And speaking of a certain level or measure, there is a song by Alberto Cortez that says in one of its parts:
Man is not always satisfied
with what he has.
If there are many rights
There are also many duties.
Sometimes the most desired
is a rotten fruit.
Not too little, or too much;
It’s all a matter of the right measure.
Los clásicos del marxismo no dieron definiciones acabadas de Clase Social, quizás con toda intención…
por Arturo Chang
En los finales de la década de los 60 del siglo pasado, cuando por doquier se estudiaban en Cuba manuales relacionados con elmarxismo leninismo, entre los tantos temas a debate, estaba la definición de Clase social.
No lográbamos ponernos de acuerdo, pues cada autor daba una interpretación con enfoques propios, y cuando íbamos a textos originales de Carlos Marx y Federico Engels, no había ninguna definición concluyente ni completa, por lo que volvíamos a nuevas rondas de discusiones, esgrimiendo hechos de actualidad, y entonces tal parecía que la validez permanente de las ideas de los clásicos del marxismo estaba basada precisamente en su carácter de obra en permanente enriquecimiento.
En lo único que había más coincidencias era en admitir la existencia de la clase obrera y de la campesina. De ahí que, sobre todo en las celebraciones del Primero de Mayo, eran comunes las consignas sobre la alianza obrero- campesina. A todos los demás, se decía que eran estamentos, estratos, sectores, grupos… y algún que otro más atrevido, mencionaba a las castas.
Los tiempos cambian. O mejor, el tiempo transcurre, y todo va transformándose, por lo cual en el presente cubano, además de los trabajadores y campesinos, cada vez son más visibles los del sector no estatal, incrementado con cooperativistas no agropecuarios, arrendatarios, cuentapropistas y también los que sin estar, o estando en alguna de las áreas definidas o por definir, amasan una gran fortuna: los nuevos ricos, esos que el colega Nelson García Santos identificó con la siguiente frase: a esos lo único que les interesa es hacer más dinero.
Si hay nuevas clases sociales o personas que forman la base social de otro proyecto tendente al capitalismo, son asuntos que bien vale la pena debatir para esclarecerlos en cada momento histórico, particularmente en este en que está quedando cada vez más claro que la vida es marcadamente diferente después que en los años 90 ocurrieron cambios cualitativos a partir de la acumulación cuantitativa de hechos derivados del derrumbe del campo socialista de Europa del Este y la desintegración de la Unión Soviética.
En uno de los recientes capítulos de la telenovela cubana Latidos compartidos, Buey de Oro sentenciaba: “El dinero cambia a la gente”. Por tanto, al margen de cualquier discusión teórica de si los nuevos ricos son o no una clase social, no caben dudas de que el personaje encarnado por Jorge Martínez tiene toda la razón. El dinero es capaz de hacer que legítimas aspiraciones personales se tornen en un individualismo feroz en el cual los intereses del individuo chocan con los sociales, o usa estos como instrumento para satisfacer sus egoísmos en detrimento del resto de la ciudadanía.
El amor al prójimo y el sacrificio en aras de los demás y del futuro no se logran por decreto. ¿De qué vale dar una orden o una arenga cansona y con exceso de didactismo sobre los valores humanos que deben prevalecer también en los casos en que la vida nos ponga en la posición de tener mucho dinero? ¿O habrá que evitar que la gente tengo tales sumas monetarias para impedir que se nos salga esa bestia que llevamos dentro?
Estos pensamientos pueden hacernos volver la mirada hacia los textos marxistas referidos a que la acumulación de cambios cuantitativos causa cambios cualitativos, es decir, que en determinado nivel, un fenómeno o persona se torna en otra diferente. Y hablando de determinado nivel o medida, una melodía de Alberto Cortez dice en una de sus partes:
No siempre está satisfecho
el hombre con lo que tiene.
Si muchos son los derechos,
muchos también los deberes.
A veces lo más deseado
es una fruta podrida.
Ni poco ni demasiado,
todo es cuestión de medida.
En uno de los comentarios a Los nuevos ricos Mayra decía:
“La solución la veo en implementar impuestos, que devuelvan a la sociedad lo que les da en beneficio, pues siguen gozando de salud y educación gratuitas y otras oportunidades. Ellos quieren que las cosas cambien, pues creen que todo se compra con dinero. Por ejemplo, algunos dicen: “Ya la libreta de abastecimiento es algo anacrónico”, porque juzgan por sus bolsillos, pero a un trabajador aún lo beneficia recibir estos alimentos subsidiados. Mañana dirán: “Que se privatice la educación y la salud”. Esos que han acumulado riquezas dentro de la sociedad socialista, de la manera que sea, constituyen caldo de cultivo para el cambio que quieren Obama y EEUU.”
Entre los tantos comentarios interesantes en Lo particular, privado y la lluvia está el de Scorpio63: “Hoy no me preocupan los Nuevos Ricos, si se enriquecen con su trabajo honrado (y actúan fieles a valores éticos y morales), desde luego tenemos que vigilar; que en las formas de gestión no estatales no se permita la concentración de la propiedad en personas jurídicas o naturales. Me preocupa más y me ocupa cada día, el pensar que seguimos con un sector estatal muy ineficiente (y no toda la culpa se lo debemos echar al bloqueo) que no vemos los resultados, ni se muestra la mínima transformación para enfrentar y competir con la “oferta y demanda” que llegó para quedarse; y ese propio sector estatal la aplica para justificar sus incumplimientos y solución a los problemas de la sociedad. Es cierto que no debemos aceptar y sí rebatir con patriotismo lo que nos ofrece Obama, pero sí amigo Chang, es muy bueno reconocer que los pasos que damos van muy lentos, Saludos.”
¡Qué clase de problemas tan complicados se presentan! Sobre todo, el de las condiciones en que se desarrolla la lucha de clases.
By Agustín Lage Dávila
March 23, 2016
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
“Viva Cuba Libre” on a street in Havana, March 22, 2016.
I had the opportunity to participate in several meetings with the delegation that accompanied Obama and to listen to the President’s three speeches. Now I feel obliged to share with my colleagues what I understood of what was said and of what was not said, because in politics what is left unsaid is often as important as what is said.
There are two complementary ways of thinking to interpret this visit and the whole process of trying to normalize relations: to interpret what it means for an assessment of the past, and to interpret what it means for a projection into the future.
Looking to the past it is evident that the recently-begun process of normalization of relations between Cuba and the United States should be interpreted as a great victory of the Cuban revolutionary and socialist people, their convictions, their resilience and sacrifices, their culture, their ethical commitment to social justice; as well as a victory of Latin American solidarity with Cuba.
There are a few things that are so obvious to us Cubans that sometimes we forget to emphasize them:
I do not think there is anyone fairly lucid and well-informed in the world who can interpret this ongoing normalization process as anything other than a victory for Cuba in its historical dispute with the United States.
Looking to the past, that is the only possible interpretation.
But looking to the future, things are more complex; and there are at least two possible extreme interpretations, as well as intermediate variations:
On the streets of Cuba both are discussed today. I alert the reader at this point that, for now, I will not argue for or against one of these two hypotheses, or their various combinations. Future events will take care of it, and each person will draw “their own conclusions” in this “passage to the unknown” [a reference to the closing sentence of the host of Cuban TV show Pasaje a lo Desconocido or, Passage to the Unknown]
Those who adhere to the hypothesis of the evil conspiracy read the words of President Obama as a false promise or a subtle deception that follow a plan designed to open the doors to US capital and the influence of US media; to allow expansion in Cuba of an economically privileged sector, which eventually would evolve into the social foundation for capitalist restoration and the renouncing of our national sovereignty. These would be the first steps for a return to the Cuba of rich and poor, dictators and gangsters that we had in the ’50s.
Cubans who think like that are entitled to do so: there are many facts in the common history that justify this enormous distrust. These are known and I do not need to list them here.
Many people remember the famous phrase attributed to President Franklin D. Roosevelt when he said of Nicaraguan dictator Anastasio Somoza: “Somoza may be a son of a bitch, but he’s our son of a bitch“.
Certainly neither President Obama, nor the current generations of US Americans of good will (there are many) are to blame, as individuals, for the early stages of this historical trajectory. But it is also undeniable that the history is there, and it imposes constraints on what they can do, and on how we interpret what they do. Historical processes are much longer than a human life, and events that occurred many decades ago influence our choices today, because they condition collective attitudes that have an objective existence, relatively independent of the ideas and intentions of the leaders.
Even distancing President Obama from the aggressive and immoral policies of previous administrations, which organized invasions, sheltered terrorists, encouraged assassinations of Cuban leaders and implemented the attempt to starve the Cuban people; even establishing this distinction, we cannot forget that Obama alone is not the political class in the United States. There are many other components of power there. They have always been present: are present today, will be present when Obama’s term ends within a few months, and will be present in the foreseeable future. We are seeing them in the current election campaign.
To be honest with everyone who reads this note, I must admit that President Obama did not give the impression here of being the articulator of an evil conspiracy, but of being an intelligent and educated man who believes in what he says. What happens then is that the things he believes in (he has every right) are different from those we believe in (also with every right).
That is the second hypothesis: divergent conceptions about human society. These were very evident in every moment of President Obama and his delegation’s visit to Cuba, in all that was said, and in what was left unsaid.
It was very clear that the main direction of the US relationship with Cuba will be in the economic field and within this field the main strategy will be to relate to the non-state sector and support it.
It was very clear in the speech and symbolic messages, that they would distance themselves from the Cuban socialist state economy, as if “state property” meant property owned by an alien entity, not the property of all the people as it really is.
On the need for the existence of a non-state sector in the Cuban economy, we have no differences. In fact, the expansion of the space of the self-employed and the cooperatives is part of the implementation of the Guidelines of the 6th Party Congress. The divergence lies in the role that such non-state sector should have in our economy:
Taking the path of civilized coexistence “with our differences” means that all the Cuban people must know very well where these differences are to prevent –seemingly rational– ad hoc decisions for tactical economic problems lead to strategic errors; and worse, that others push us to these through the things that are said and left unsaid.
We knew how to avoid those mistakes in the beginning of the Special Period, after the disappearance of the European socialist bloc and the rise of the neoliberal ideological tide of the 90s. We will know how to do it now, even better.
Civilized coexistence certainly leads us away from the dangers and barbarities of war (military and economic), but does not spare us from the battle in the realm of ideas.
We need to win the battle of ideas to win the economic battle.
The economic battle of the Cuban 21st Century will occur in three main areas:
The battle of ideas means to consolidate thinking and consensus on where we want to go, and on the concrete ways to get there.
The waters of the Straits of Florida should not be a field of war, and it is very good for everyone that they are not so; but those waters will continue separating for a long time two different conceptions of human coexistence, of the organization of people for social life and work, as well as the distribution of its fruits. And it is also very good that this is so.
Our ideal of human society is rooted in our historical experience and the collective soul of Cubans, masterfully synthesized by the thought of José Martí. He studied and understood US society better than anyone else in his time and said: “Our life does not resemble theirs, nor should it resemble it in many ways.”
The basic belief of capitalism, even of those who so honestly believe in it, is the construction of material prosperity based on private property and competition. Ours is based on the creativity driven by the ideals of social equity and solidarity among people, including future generations. Our concept of society is the future, and although the future is delayed, stuck in the objectives of the present constraints, it remains being what we must fight for.
Private property and competition are the past; and although that past continues, of necessity, existing within the present, it remains being the past.
We must always see the concepts behind the spoken words, and the arguments behind the words unuttered.
The battle for our ideal of human coexistence will be in the hands of the present generation of young Cubans. In their times, they will face challenges different than those of the revolutionary generations of the twentieth century. But their challenges will be equally large and momentous, and also more complex.
In analyzing the complexity of their challenges I confess I would wish to join the Union of Young Communists again. Its card (Nº7784, 1963) I have on my desk right now. I’m still a communist, but I have to accept the fact that I can no longer be considered “young”. But I can share with young people the analysis of what is being said today, and the unveiling of what is not said. And I can build with them the intellectual tools we need for the battles to come.
José Martí wrote in April 1895: “Of thought is the greatest war that is being made against us: Let us win it by thought“
Viva Cuba Libre”, en en una calle de La Habana, este 22 de marzo de 2016. Foto: Desmond Boylan/ AP
Tuve la oportunidad de participar en varios encuentros con la delegación que acompañó al Presidente Obama y escucharlo en tres intervenciones; y siento ahora el deber de compartir con mis compañeros lo que interpreté de lo que se dijo, y también de lo que no se dijo, pues en política lo que se deja de decir suele ser tan importante como lo que se dice.
Hay dos direcciones complementarias de pensamiento para interpretar esta visita y todo el proceso de intento de normalización de las relaciones: interpretar lo que significa para una valoración del pasado, e interpretar lo que significa para una proyección hacia el futuro.
De cara al pasado es evidente que el proceso de normalización recién iniciado en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos hay que interpretarlo como una victoria mayúscula del pueblo revolucionario y socialista cubano, de sus convicciones, de su capacidad de resistencia y sacrificio, de su cultura, de su compromiso ético con la justicia social; así como también como una victoria de la solidaridad con Cuba de América Latina.
Hay cosas que nos resultan tan evidentes a los cubanos que a veces olvidamos subrayarlas.
No creo que haya nadie medianamente lúcido e informado en el mundo que pueda interpretar este proceso de normalización en curso como otra cosa que no sea una victoria de Cuba en su diferendo histórico con los Estados Unidos.
De cara al pasado es esa la única interpretación posible.
Ahora bien, de cara al futuro las cosas son más complejas, y hay al menos dos interpretaciones extremas posibles, y sus variantes intermedias:
En las calles de Cuba se discute hoy sobre ambas. Alerto al lector en este punto que no voy a argumentar por ahora a favor o en contra de una de estas dos hipótesis, o de las combinaciones diversas de ambas. Los acontecimientos futuros se encargarán de hacerlo, y cada cual sacará “sus propias conclusiones” en este “pasaje a lo desconocido”.
Quienes se adhieren a la hipótesis de la conspiración perversa ven las palabras del Presidente Obama como una falsa promesa o un sutil engaño que responde a un plan concebido para que abramos las puertas al capital norteamericano y a la influencia de sus medios de comunicación; para que permitamos la expansión en Cuba de un sector económicamente privilegiado, que con el tiempo se iría transformando en la base social de la restauración capitalista y el renunciamiento a la soberanía nacional. Serían los primeros pasos del camino de retorno hacia la Cuba de ricos y pobres, dictadores y mafiosos, que teníamos en los años 50.
Los cubanos que piensan así, tienen derecho a hacerlo: hay muchos hechos en la historia común que justifican esa enorme desconfianza. Son conocidos y no necesito enumerarlos aquí.
Mucha gente recuerda la famosa frase atribuida al Presidente Franklin D. Roosevelt cuando dijo del dictador nicaragüense Anastasio Somoza: “Tal vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
Ciertamente ni el Presidente Obama, ni las actuales generaciones de norteamericanos de buena voluntad (que hay muchos) tienen la culpa, como personas individuales, de las primeras etapas de esa trayectoria histórica. Pero también es innegable que esa historia está ahí, y que impone condicionamientos a lo que ellos pueden hacer, y a nuestra manera de interpretar lo que ellos hacen. Los procesos históricos son mucho más largos que una vida humana, y eventos ocurridos hace muchas décadas influyen en nuestras opciones de hoy, porque condicionan actitudes colectivas que tienen una existencia objetiva, relativamente independiente de las ideas y las intenciones de los líderes.
Aún distanciando al Presidente Obama de las políticas agresivas e inmorales de administraciones precedentes, que organizaron invasiones, cobijaron terroristas, estimularon asesinatos de líderes cubanos e implementaron el intento de rendir por hambre al Pueblo Cubano; aún estableciendo esa distinción, no se puede olvidar que Obama solo no es la clase política de los Estados Unidos. Hay muchos otros componentes del poder ahí, que siempre han estado presentes, lo están hoy, y lo estarán cuando termine el mandato de Obama dentro de algunos meses, y en el futuro previsible. Los estamos viendo en la campaña electoral en curso.
Para ser honesto con todo el que lea esta nota, debo reconocer que el Presidente Obama no dio aquí la impresión de ser el articulador de una conspiración perversa, sino la de ser un hombre inteligente y culto, que cree en lo que dice. Lo que sucede entonces es que las cosas en las que él cree (con todo su derecho) son diferentes a las que creemos nosotros (también con todo nuestro derecho).
Esa es la segunda hipótesis, la de las concepciones divergentes sobre la sociedad humana, las cuales fueron muy evidentes en todos los momentos de la visita a Cuba del Presidente Obama y su delegación, en todo lo que se dijo, y también en lo que se dejó de decir.
Fue muy claro que la dirección principal de la relación de los Estados Unidos con Cuba estará en el campo de la economía, y dentro de este, la estrategia principal será relacionarse con el sector no estatal y apoyarlo.
Fue muy claro, en el discurso y en los mensajes simbólicos, en tomar distancia de la economía estatal socialista cubana, como si la propiedad “estatal” significase propiedad de un ente extraño, y no propiedad de todo el pueblo como realmente es.
En la necesidad de que exista un sector no estatal en la economía cubana no tenemos divergencias. De hecho la expansión del espacio de los cuentapropistas y las cooperativas es parte de la implementación de los Lineamientos surgidos del 6º Congreso del Partido. Donde está la divergencia es en el rol que debe tener ese sector no estatal en nuestra economía:
Emprender el camino de la convivencia civilizada “con nuestras diferencias”, implica conocer bien a fondo y por todo el Pueblo Cubano, dónde es que están esas diferencias, para poder evitar que decisiones puntuales aparentemente racionales ante problemas económicos tácticos, nos puedan llevar a errores estratégicos; y peor aún, que otros nos empujen a ello, a través de las cosas que se dicen y las que no se dicen.
Supimos evitar esos errores en los inicios del periodo especial, ante la desaparición del campo socialista europeo y la marea ideológica neoliberal de los 90. Sabremos hacerlo mejor ahora.
La convivencia civilizada ciertamente nos aleja del riesgo y la barbarie de la guerra (militar y económica), pero no nos exonera de dar la batalla en el plano de las ideas.
Necesitamos vencer en esa batalla de ideas para poder vencer en la batalla económica.
La batalla económica del Siglo XXI cubano se dará en tres campos principales:
En esos campos se decidirá el Siglo XXI de los cubanos.
La batalla de ideas consiste en consolidar pensamiento y consenso sobre hacia donde queremos ir, y sobre los caminos concretos para llegar.
Las aguas del estrecho de La Florida no deben ser un campo de conflicto bélico, y es muy bueno para todos que así sea, pero esas aguas seguirán separando por mucho tiempo dos concepciones diferentes de la convivencia humana, de la organización de los hombres para la vida social y el trabajo, y de la distribución de sus frutos. Y también es muy bueno que así sea. Nuestro ideal de sociedad humana está enraizado en nuestra experiencia histórica y en el alma colectiva de los cubanos, sintetizada magistralmente por el pensamiento de José Martí. Él estudió y entendió mejor que nadie en su tiempo la sociedad norteamericana y dijo: “nuestra vida no se asemeja a la suya, ni debe en muchos puntos asemejarse”.
La creencia básica del capitalismo, incluso en los que así lo creen honestamente, es la construcción de prosperidad material basada en la propiedad privada y la competencia. La nuestra se basa en la creatividad movida por los ideales de equidad social y solidaridad entre las personas, incluidas las generaciones futuras. Nuestro concepto de sociedad es el futuro, y aunque el futuro se demore, atrapado en los condicionamientos objetivos del presente, sigue siendo el futuro por el que hay que luchar.
La propiedad privada y la competencia son el pasado, y aunque ese pasado siga existiendo necesariamente dentro del presente, pasado sigue siendo.
Hay que saber siempre ver los conceptos que están detrás de las palabras que se dicen, y las razones que están detrás de las palabras que no se dicen.
La batalla por nuestro ideal de convivencia humana estará en las manos de las actuales generaciones de jóvenes cubanos, que enfrentarán en su tiempo desafíos diferentes a los de las generaciones revolucionarias del Siglo XX, pero igualmente grandes y trascendentales, y también más complejos.
Al analizar la complejidad de sus desafíos les confieso que quisiera ingresar otra vez en la Unión de Jóvenes Comunistas, cuyo carnet (Nº7784, de 1963) tengo ahora mismo sobre mi mesa. Sigo siendo comunista, pero he de aceptar que ya no puedo seguir siendo “joven”. Pero si puedo compartir con los jóvenes el análisis de lo que hoy se dice, y la develación de lo que no se dice, y construir junto con ellos las herramientas intelectuales que necesitamos para las batallas que vienen.
José Martí escribió en abril de 1895: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: Ganémosla a pensamiento”.
Jack Shepherd, a steelworker who headed a committee of a coalition of 25 locals in Southern California that tried to get workers involved in antiwar demonstrations last April and November, said that the attitude of the average worker was that “Nixon will bring the war to an end.”
http://www.nytimes.com/1971/12/06/archives/antiwar-groups-to-protest-here-activists-reject-new-tactic-at.html
Photos by Walter Lippmann, c. 1995.
BORN: May 5, 1918
DIED: 1998
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