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The price of “errors”
Some who have fallen into disgrace have ended up shot, others in prison, and the rest live poorly, isolated from power.
By M.L. DE GUEREÑO/ Havana
March 8, 2009
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
Carlos Lage and Felipe Pérez Roque have had to pay for their “errors” by being forced to resign from all their positions, and from the privileges that go with them. They are the latest, and highest ranking of the functionaries who have been purged for similar motives in the course of the history of the revolution.
Unless their removal from power leads to a criminal trial, both will be able to return to the working world in posts related to their training. Lage is a pediatrician and his natural destiny would be a hospital. Pérez Roque’s would involve chemical engineering related to agronomy. Another option would be for them to spend a period of time in the “pajama plan,” as it is known in Cuba when someone remains home without any specific assignment.
That would not be so bad either considering that some of their predecessors ended up in front of a firing squad, like General Arnaldo Ochoa, a soldier honored as a “hero of Cuba” who was a member of the Central Committee of the Communist Party (PCC). His participation in missions in Nicaragua, Angola, and Ethiopia did not save him from being tried for drug trafficking and finally executed on July 13, 1989, when he was 59 years old.
Linked to the “Ochoa case,” General José Abrantes also fell. Abrantes had been for thirty years chief of Fidel Castro’s escort, minister of the Interior, and member of the Political Bureau of the PCC. He was dismissed for laxity, abuse of power, negligence in service, and wrongful use of resources. He was sentenced to 20 years, but died in prison of a heart attack in 1991 at age 55.
Torralba and Aldana
In 1989, Diocles Torralba, vice-president of the Council of Ministers and in charge of Transportation, was sentenced to 20 years for embezzlement, abuse of authority and wrongful use of resources. He was released before completing his whole sentence and lives in the Cuban capital. The fall of the all-powerful Carlos Aldana was also much discussed. At 50 years of age he was the head of International Relations for the PCC, one of the revolution’s ideologues, and was considered the number three man in Cuba. He was accused of “deficiencies and grave errors” in 1992, and since then he has resided on the island completely removed from power.
Roberto “little Robbie” Robaina, saw his shining carrier cut short, a carrier that overnight catapulted him from leader of the Communist youth to Foreign Minister in 1993. Six years later he was removed from that post for “disloyalty to Fidel Castro.” He spent some years as head of Almendares Park and recently found a better means of living in painting. Another who was shown the door was Luis Ignacio Gómez, member of the Central Committee of the PCC and in charge of Education. In April 2008 he was removed from that post. In one of his “reflections,” Fidel asserted that it was for having lost “revolutionary energy and consciousness” and for having traveled abroad “more than seventy time” in ten years.
The fall of Carlos Valenciaga, the Comandante’s personal secretary until just a few months ago, was more circumspect. It has not been announced in the media, but he no longer has use of an official car, he travels by “guagua” (bus) and has a new job in the archives of the National Library.
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Carlos Lage y Felipe Pérez Roque han tenido que pagar con la forzada renuncia a todos sus cargos, y los privilegios que estos implicaban, por sus ‘errores’. Son los últimos, y de más alta jerarquía, en la relación de funcionarios que a lo largo de la historia de la revolución han sido purgados por motivos similares.
Salvo que su alejamiento del poder derive en un proceso penal, ambos podrían ser reincorporados a la vida laboral en puestos relacionados con su formación. Lage es pediatra y su destino natural sería un hospital. El de Pérez Roque se acercaría a la ingeniería química en su apartado agronómico. Otra opción es que pasen una temporada dentro del ‘plan pijama’, como se conoce en Cuba a quedarse en casa sin cometido específico.
Tampoco estaría tan mal, considerando que algunos de sus predecesores acabaron en el paredón, como el general Arnaldo Ochoa, militar distinguido como ‘héroe de Cuba’ y que pertenecía al Comité Central del Partido Comunista (PCC). Su participación en misiones en Nicaragua, Angola y Etiopía no impidió que fuera juzgado por narcotráfico y finalmente fusilado el 13 de julio de 1989, cuando contaba 59 años.
Vinculado al ‘caso Ochoa’ también cayó el general José Abrantes, que durante treinta años fue jefe de la escolta de Fidel Castro, ministro de Interior y miembro del Buró Político del PCC. Lo destituyeron por tolerancia, abuso de poder, negligencia en el servicio y uso indebido de recursos. La pena fue de veinte años, pero murió en prisión de un infarto en 1991, a los 55.
Torralba y Aldana
En 1989, Diocles Torralba, vicepresidente del Consejo de Ministros y titular de Transporte, era condenado a veinte años por malversación, abuso de autoridad y uso indebido de recursos. Fue excarcelado antes de cumplir la totalidad de la condena y vive en la capital cubana. Muy sonada fue también la caída del todopoderoso Carlos Aldana. Con 50 años era el jefe de Relaciones Internacionales del PCC, uno de los ideólogos de la revolución y se le consideraba el tercer hombre en Cuba. Acusado de «deficiencias y graves errores» en 1992 reside desde entonces en la isla completamente ajeno al poder.
Roberto Robaina, ‘Robertico’, vio truncada su fulgurante carrera que le catapultó de la noche a la mañana de dirigente de la juventud comunista a ministro de Exteriores en 1993. Seis años después fue separado del cargo por «deslealtad a Fidel Castro». Pasó varios años dirigiendo el parque Almendares y recientemente encontró en la pintura un mejor medio para vivir. Otro defenestrado fue Luis Ignacio Gómez, miembro del Comité Central del PCC y titular de Educación. En abril de 2008 era separado del cargo. Una ‘reflexión’ de Fidel aseguró que fue por perder «energía y conciencia revolucionaria» y haber viajado al exterior «más de setenta veces» en diez años.
Más discreta fue la caída de Carlos Valenciaga, secretario personal del Comandante hasta hace apenas unos meses. No ha sido anunciada en los medios, pero ya no dispone de coche oficial, viaja en ‘guagua’ (autobús) y tiene un nuevo trabajo en el archivo de la Biblioteca Nacional.