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Neo-McCarthyism and the New Cold War
By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
Exclusive for the daily POR ESTO! of Merida, Mexico
Translated and edited by Walter Lippmann.
Every American not anesthetized by anti-Russian hysteria should read Robert Parry’s essay “The Rise of the New McCarthyism” that highlights the similarities between the current overheated political pranks of Trumpism and the earlier manifestation of the shameful phenomenon in US history that is identified with the name of Senator Joseph McCarthy.
Parry recalls in that, during and after the First World War, the Bolshevik revolution terrorized the American ruling class. It, in turn, reacted with its first “red scare,” an orgy of patriotism induced by war and fear, infused by frantic means inflamed by the mythical red barbarism that led to a feast of deportations and mass arrests.
The victory of the Soviet Union, the expansion of socialism, the intensification of struggles for national liberation and a challenge to the hegemony of the two parties stimulated the occurrence of a second “red scare” in the US ruling class.
With such a base of support, a critical mass of consensus was achieved that persisted throughout the cold war. It was driven by the Republicans and the right against a large part of the left and other sectors and individuals (democrats, liberals and progressives) attacked by Senator McCarthy as “anti-American” or “fellow travelers” of the communists.
The true beneficiaries of the new McCarthyism today seem to be the neocons. They take advantage of Trump’s rejection of liberals and democrats to attract a part of the left to the hysteria unleashed by the controversy over the supposed “political interference” by Russia in the US presidential election.
The neocons and their allies have already exploited the frenzy against Russia to extract tens of millions of additional dollars from taxpayers for programs to “combat Russian propaganda,” that is, to fund non-governmental organizations and dissident US “scholars” for this new cold war.
The Washington Post (WP), which for years has served as the flagship of neocon propaganda, is charting the new political course of the United States. It had done the same to build the public support for the invasion of Iraq in 2003 and to promote support for Washington’s pressure to achieve “regime change” in Syria and Iran.
US taxpayers are bearing the cost of wars or military actions in the Middle East, South America, Africa, the Caribbean and Asia. Any country that does not show obedience to the global leadership of the United States becomes the target of In its attacks. the WP is leading a global campaign aimed at blaming Russia for everything that displeases Washington.
Putin has become the great black beast for the neocons, because he has frustrated Washington by a large variety of schemes. He helped to avoid a major US military attack against Syria in 2013; helped President Obama achieve the nuclear agreement with Iran in 2014-15; opposed the frustrated neocon support for the coup in Ukraine in 2014; and the support of the Russian air force that ultimately decided the recent defeat of the “rebels” supported by the US in Syria, at the hands of the local army, in 2017.
In an article, the WP reminds its readers that Moscow, historically, has relied on social inequalities in the United States to attack Washington, “which,” says Parry, “brings us back to the comparisons between old and new McCarthyism” .
Yes, it is true that the Soviet Union denounced the racial segregation of the United States. They cited that ugly characteristic of American society when expressing solidarity with the American civil rights movement and the national liberation struggles in Africa. It is also true that the communists of the United States collaborated with the national civil rights movement to promote racial integration, Parry explains.
That was a key reason why J. Edgar Hoover FBI had Dr. Martin Luther King, Jr. watched and persecuted Dr. Martin Luther King, Jr. and other African-American leaders, because of his association with people known or suspected of being communists. Ronald Reagan’s administration, in the same way, was reluctant to support the global campaign for the release of Nelson Mandela because his party African National Congress accepted communist support for its struggle against the regime of white supremacy (apartheid) in South Africa.
Robert Parry warns that perhaps “new McCarthyism” is not the appropriate way to describe the situation that seems to be approaching in the United States, but that it should be a “new cold war.”
November 7, 2017.
Spanish
By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
Todo estadounidense no anestesiado por la histeria anti rusa debería leer el libro de Robert Parry “Auge del nuevo macartismo” que destaca las similitudes entre las recalentadas travesuras políticas actuales del trumpismo y la anterior manifestación del tan vergonzoso fenómeno en la historia de Estados Unidos que se identifica con el nombre del senador Joseph McCarthy.
Parry recuerda en su libro que, durante y luego de la Primera Guerra Mundial, la revolución bolchevique aterrorizó a la clase gobernante estadounidense que, a su vez, reaccionó con su primer “susto rojo”, orgía de patriotismo inducida por la guerra y el miedo infundido por frenéticos medios enardecidos por la mítica barbarie roja que llevó a un festín de deportaciones y detenciones en masa.
La victoria de la Unión Soviética, la expansión del socialismo, la intensificación de las luchas por la liberación nacional y un desafío a la hegemonía de los dos partidos estimularon la ocurrencia de un segundo “susto rojo” en la clase dominante estadounidense.
Con tal base de sustentación, se logró una masa crítica de consenso que persistió a todo lo largo de la guerra fría, impulsada por los republicanos y la derecha contra gran parte de la izquierda y otros sectores e individuos (demócratas, liberales y progresistas) afrentados por el senador McCarthy como “antiamericanos” o “fellow travelers” (compañeros de viaje) de los comunistas.
Los verdaderos beneficiarios del nuevo macartismo actual parecen ser los neoconservadores (neocon), que aprovechan el rechazo a Trump de liberales y demócratas para atraer a una parte de la izquierda a la histeria desatada por la polémica sobre la supuesta “intromisión política” rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses.
Ya los neocon y sus aliados han explotado el frenesí contra Rusia para extraer decenas de millones de dólares adicionales de los contribuyentes para los programas de “combate a la propaganda rusa,” es decir, a financiar organizaciones no gubernamentales y “eruditos” disidentes estadounidenses para esta nueva guerra fría.
El periódico Washington Post (WP), que por años ha servido como buque insignia de la propaganda neocon, está trazando el nuevo curso político de Estados Unidos, como lo hizo en los mítines de respaldo público a la invasión de Iraq en 2003 y para promover apoyo a las presiones de Washington por lograr el “cambio de régimen” en Siria y en Irán.
Mientras a costa de los contribuyentes Estados Unidos lleva a cabo guerras o acciones de guerra en el Medio Oriente, América del Sur, África, el Caribe y Asia, y cualquier país que no demuestre aceptar el liderazgo global de Estados Unidos se convierte en blanco de sus agresiones, el WP encabeza una campaña mundial encaminada a culpar a Rusia por cuanta cosa desagrade al público de EEUU.
Putin se ha convertido en la gran bestia negra para los neocon, porque les ha frustrado una gran variedad de esquemas. Ayudó a evitar un gran ataque militar de Estados Unidos contra Siria en 2013; ayudó al Presidente Obama a lograr el acuerdo nuclear con Irán en 2014-15; se opuso al frustrado apoyo neocon al golpe de estado en Ucrania en 2014; y el apoyo de la fuerza aérea rusa que en última instancia fue lo que decidió la reciente derrota de los “rebeldes” apoyados por EEUU en Siria, a manos del ejército local en 2017.
En un artículo, el WP recuerda a sus lectores que Moscú, históricamente, se ha basado en las desigualdades sociales en Estados Unidos para atacar a Washington, “lo que –dice Parry- nos retrotrae a las comparaciones entre el macartismo viejo y el nuevo”.
Sí, es cierto que la Unión Soviética denunció la segregación racial de Estados Unidos y citó esa fea característica de la sociedad norteamericana al expresar su solidaridad con el movimiento de los derechos civiles estadounidense y las luchas de liberación nacional en África. También es cierto que los comunistas de Estados Unidos colaboraron con el movimiento de derechos civiles nacional para promover la integración racial, admite Parry.
Fue esa una razón clave por la que el FBI de J. Edgar Hoover había vigilado y perseguido a Martin Luther King Jr. y otros líderes afroamericanos debido a su asociación con personas conocidas o sospechosas de ser comunistas, del mismo modo que el gobierno de Ronald Reagan se resistió a apoyar la campaña mundial por la liberación de Nelson Mandela porque su partido Congreso Nacional Africano aceptaba el apoyo comunista a su lucha contra el régimen de supremacía blanca (apartheid) en Sudáfrica.
Robert Parry advierte que quizás “nuevo macartismo” no sea la forma apropiada para calificar la situación que parece avecinarse en Estados Unidos sino que debía hablarse de una “nueva guerra fría”.
Noviembre 7 de 2017.
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