De eso sí se habla
Por Paquita Armas Fonseca
Ilustración:
ARES
Por
los días en los que se proyectaban los primeros
capítulos de La cara oculta de la luna, una
excelente doctora me estaba aplicando acupuntura.
Mientras ella y su auxiliar me ponían las agujitas,
entablaron una conversación acerca de la teleserie. “Yo
ya alquilé una telenovela mejicana para ponerla en ese
horario”, dijo la médico, y le pregunté: “¿No te gusta
lo que ves?”. Su respuesta no se hizo esperar: “Sí, pero
mi nieta de seis años no puede ver eso”. Confieso que
sólo dije: “En ese horario una niña de tal edad no tiene
por qué estar viendo la televisión”, y mientras sacaba
otra aguja del estuche para ponérmela, la especialista
dijo: “En Cuba todos los niños ven las telenovelas”. No
dije nada más, entre el miedo al pinchazo y lo absurdo
del diálogo quedé sin habla, porque se trata de una
profesional que lee buenos libros, va al cine, al
teatro, y si ese razonamiento partía de ella, ¿qué
esperar de otras personas con menor nivel de
instrucción?
Como la doctora hay miles de personas en Cuba, que
quieren realidad en la pequeña pantalla, pero no tanta.
Con espectadores a favor y en contra, la teleserie
despertó un altísimo índice de
audiencia, pero sobre todo suscitó la polémica
en todos los sectores sociales de este país.
Tanto es así que en periódicos y
páginas web
de las más diversas latitudes (España, Argentina,
Colombia, México y Estados Unidos) se publican reseñas,
en español o inglés, sobre la propuesta televisiva y
las reacciones de diversos públicos. En ese aluvión no
faltan notas y comentarios en libelos
contrarrevolucionarios, desde la mal llamada Radio Martí
hasta en weblogs
personales de enemigos jurados de la Revolución Cubana.
Le pregunté a Freddy Domínguez, guionista de la serie,
si estaba preparado para una respuesta de tales
dimensiones y dijo: “En la
radio es frecuente explorar problemáticas de todo tipo,
por eso creí que estaba preparado para enfrentar la
reacción de los televidentes ante la puesta de La
cara oculta…, pero me equivoqué, porque jamás pensé
que alcanzaría tal magnitud. Estoy muy satisfecho de que
así sea porque de la polémica, del diálogo y del debate,
se hace inevitable que surja también la reflexión
necesaria.”
Ganador de varios premios Caracol y del reconocimiento
popular por sus historias para la radio, en el caso de
La cara…, se vio precisado a una exhaustiva
investigación: “Un tema como el VIH/SIDA, requiere de
mucha responsabilidad y de investigaciones múltiples y
profundas; por eso cuando me enfrenté a ese asunto, no
sólo consulté a especialistas de instituciones como el
CENESEX, el Centro Nacional y también el Territorial de
Lucha contra las ITS/VIH/SIDA, sino que me
vi precisado a sostener
intercambios amplios y abiertos con personas que están
viviendo con el VIH, así como con jóvenes, adolescentes,
mujeres y hombres de diferentes edades que asumen
conductas sexuales de riesgo, en la mayoría de los casos
de manera irresponsable. Por eso puedo afirmar que hay
mucho de real en la serie, pero nunca tanto como en la
vida cotidiana, porque nosotros apenas recreamos la
realidad, la maquillamos y embellecemos un poco para que
sea capaz de llevar los mensajes que pretendemos
transmitir”.
Por la premura con la que se filma, concebida como una
serie de guión y actuación, La cara… se resiente
con una floja puesta en escena, una fotografía que no
ayuda y pobres aportes de la banda sonora, entre otros
señalamientos que la califican como un producto
audiovisual viejo, en comparación con lo bueno producido
en otros países y en Cuba. Sin embargo, la dimensión
social y ética que ha alcanzado obliga a detenerse en
las reacciones de los televidentes.
El caso de la doctora con la que inicio estas líneas,
desgraciadamente, no es excepcional. Que una niña viera
a Amanda y sus compañeros era terrible, pero no que se
intoxique con la bazofia de culebrones mejicanos, por lo
general de pésima calidad en la realización, con
historias enajenantes y llenas de un modo de vida que
nos es ajeno. A propósito, la Televisión Cubana no tenía
que cambiar el horario de La cara… por la
solicitud de decenas, tal vez centenares, de mojigatas y
mojigatos que llamaron horrorizados porque sus hijas e
hijos, o nietas y nietos, veían la teleserie. La
responsabilidad de que los menores vean o no
un programa
recae en los adultos con
quienes convive. A las ocho de la noche, según se
anuncia diariamente, acaban los programas para niños y
niñas. Esa advertencia ¿por qué no la tienen en cuenta
en casa? A veces esas mismas
personas que gritan por una novela cubana, son las que
dejan a sus hijos ver películas made in USA en
video, o jugar hasta cansarse en computadoras con
episodios donde violencia y sexo señorean.
Esta pieza es
una muestra para psicólogos, sociólogos y otros
investigadores de que la pacatería y la doble moral
están presentes en una buena parte de la sociedad cubana
de este siglo. Las miles de llamadas realizadas a la
televisión por parte de padres, abuelos y tíos,
indignados porque se mostrara a adolescentes
irresponsables ante el sexo, con padres como los de
Amanda, exigentes y poco comunicativos, son una señal de
que mal andamos si queremos caminar con los ojos tapados
ante un mundo que cambia.
Una de mis vecinas, Gladis Hernández, con una niña de
diez años, hace lo que la lógica indica: tomar a La
cara… como base material para un debate con su
pequeña. “Mi madre fue una
excelente mujer y gracias a ella aprendí miles de cosas
y a ella le debo el 99 por ciento de lo que hoy sé. Sin
embargo, había un uno por ciento de lo cual no se podía
hablar con mi madre. Y a veces ese por ciento es muy
importante en la vida de una mujer. Por eso me prometí
que a mi hija nunca le faltaría ese uno por ciento si yo
se lo podía de dar. Por eso celebro esta novela. Me
siento con mi hija, la veo y le explico. Hay cosas que
hasta una desconoce y eso hace que sea importante e
interesante”.
Cuba tiene la tasa más baja de incidencia del VIH en
América Latina, con un 0.07 por ciento en la población
entre 15 y 24 años, pero ¿acaso por ello hay que
olvidarse del peligro? Por
investigaciones realizadas se sabe que los adolescentes
inician sus relaciones sexuales sin la preparación
necesaria. Más del 50 por ciento de esa población tiene
una vida sexual activa sin que usen preservativos, por
no contar con suficiente percepción de riesgo con
respecto a las infecciones sexuales, incluida el SIDA.
Entonces la historia de Amanda, que abofeteó a padres y
madres despreocupados de lo que hacen sus vástagos
adolescentes era, no necesaria, sino imprescindible en
La cara oculta de la luna.
Cuando le pedí opinión sobre La cara…, el
compositor, escritor y cantante Amaury Pérez, con la
seria jocosidad que caracteriza a los cubanos, me
comentó: “...desgraciadamente, en estos meses la Luna me
ha mostrado la cara visible y no he podido ver la serie.
A veces paso frente al televisor y veo a
Tomey enyesado, queriendo
'jamarse' a otro muchacho. Lo increíble es que cuando le
pregunto a alguien qué pasa en esta novela, todos están
interesados en si Tomey se
lo 'jama’ o no. ¿Será que estamos transitando una fase
lunar de morbosidad gay?”
Algo hay de cierto en la inteligente pregunta de Amaury.
A la vez que no faltaron expresiones de repulsa hacia
Yassel y Mario (más hacia el
primero que el segundo), personajes principales de la
segunda historia, se quería saber cómo terminaba la
trama que desencadenó miles de anécdotas. En cafeterías,
centros de trabajo y ómnibus, la mayor parte de la
personas, con esa suerte de morbo que despierta lo
prohibido, supuestamente conocía a un bisexual que puede
ser buen padre, buen hijo, pero “tiene ese problema”.
Magda González, jefa de los programas dramatizados en la
televisión cubana, me comentó: “La segunda historia
incorporó un elemento novedoso en los dramatizados, que
es el tratamiento de los HSH en dos de sus variantes: el
homosexualismo y el bisexualismo.
La reacción del público está dividida. Unos están
indignados con que el tema esté en pantalla, otros
aplauden la iniciativa y otros piensan que de estos
temas hay que hablar, pero no en este espacio. En estos
días recibimos una carta de una madre cuyo hijo tiene
una historia semejante a la de
Yassel. Ella es de las que rechaza la telenovela
y le vamos a escribir para que entienda que esta
telenovela está en el aire, no sólo para hablar de
prevención de VIH-SIDA, sino
también para que mucha gente que juzga mal a su hijo,
comprendan que no se trata de un mal hombre ni de un
pervertido, y que la diversidad sexual es algo tan
natural como la misma vida”.
Estudios realizados sobre ese asunto y citados por
Celestino Vasallo Mantilla, Doctor en Ciencias Médicas,
Profesor Titular Consultante de Psiquiatría, indican que
“el porcentaje de bisexuales es mayor en el mundo que el
de homosexuales”.
Los “homosexuales puros” son de un 4 a 7 % de la
población, los bisexuales un 11 a 15 %, algunos dicen
que un 20. En nuestro país el 90 % de los cero positivos
al VIH son hombres que han tenido sexo con otros
hombres, HSH. De ahí la historia de
Yassel y Mario. Pero ese drama destapó las
críticas más punzantes, incluso entre los HSH. Algunos
de ellos sostienen que a base de imágenes y múltiples
escenas, la pareja Yassel-Belkis
fue mucho mejor presentada que la de
Yassel-Mario. Además de que
este último es pintado como un destructor de hogares.
Pienso que si los realizadores hubieran osado trasmitir
una imagen en la que Yassel
y Mario se tomaran ¡solamente las manos!, el
aluvión de cartas, llamadas
y ataques a la televisión hubiera sido apabullante. Y si
en vez de Mario fuera María ¿no sería también una
destructora de hogares?
Entre mis amigos gays, amantes del buen cine, el
teatro y la literatura, Guillermo Cordero, especialista
en farmacia, considera que el tema está muy bien tratado
y no siente para nada que haya sido
homofóbico, pero me hizo una pregunta: “¿no hay
negros o negras con VIH en Cuba?”. La respuesta a la
pregunta de este televidente abriría otro asunto (el no
reflejo adecuado en la TV del mosaico étnico que habita
Cuba), que en algún momento abordaré en estas páginas
Luis García, también gay, mi mensajero, me dijo:
“El valor esencial radica en tratar el tema de las
preferencias sexuales como algo que está presente en la
sociedad cubana de hoy, romper las barreras sociales, en
cuanto a tratar el tema en la pequeña pantalla”
Pienso que la insatisfacción de algunas personas con la
forma en que se abordó la segunda historia tiene que ver
con las deudas de la televisión con ese asunto. Si bien
el lesbianismo ha estado más o menos presente en dos
teleseries (La otra cara y El balcón de los
helechos), es la primera vez que el homosexualismo
protagoniza un drama trasmitido para millones de
personas. Sin dudas, hasta ahora esto ha sido una
carencia, pero no se puede olvidar que la televisión
forma parte de la sociedad cubana, que en cuestiones de
sexo puede ser muy libre para ejercerlo en el malecón,
pero que se sume en el puritanismo en cuanto lo ve en
imágenes fílmicas referidas, por supuesto, a la mayor de
Las Antillas, porque si es de otras latitudes no hay
problema alguno.
Cuando decidí escribir sobre La cara… envié
cincuenta e-mails a
igual cantidad de destinatarios, pidiéndoles opinión
sobre la teleserie. “Yo no veo novelas de
maricas…”, fue la respuesta
de uno, mientras otro afirmó estar cansado del tema; y
se trataba en ambos casos de hombres que difunden ideas…
¿Por qué esa repulsa tan fuerte? ¿Dónde tienen el
conocimiento real sobre el mundo que nos rodea?
Por suerte, la mayoría de los encuestados han visto o
ven la novela y son favorables a su transmisión por sus
valores didácticos. Algunos la consideran “cruda” y
otros piensan que usa un lenguaje viejo.
Si este Caimán se imprime en tiempo, circulará
cuando la tercera historia esté casi en sus finales. Es
la más floja, según opinan los hacedores de la
teleserie. Le seguirá una de marginalidad y otra de
alcoholismo. Todas, sin embargo, tienen un mismo fin:
alertar a las personas sobre el peligro real del VIH. Y
en ese sentido la teleserie ha sido efectiva: en las
diferentes dependencias de salud han aumentado las
consultas telefónicas o en persona, se han hecho más
pruebas del virus y en algunas farmacias, visitadas por
mí, aseguran que aumentó la
venta de preservativos.
Pienso que luego de La cara…, la televisión está
emplazada a tirarse a fondo con los múltiples problemas
de nuestra sociedad que se pretenden ocultar por
prohibidos o malsanos, porque, o de eso se habla, o se
imita al avestruz per
secula seculorum.
OPINIONES
“Te
confieso que no soy un asiduo espectador de
telenovelas, a pesar de ello opino que es un
medio muy eficaz para trasmitir ideas.
Sucede, en mi
caso, que en muchas de ellas veo fórmulas
demasiado manidas y escasez de ideas para
trasmitir. En ocasiones me siento frente al
televisor a divertirme contándole a los
demás lo que va a suceder, lo mismo que hago
con muchas películas
hollywoodenses. La novela
La cara oculta de la luna sin embargo ha
provocado mi interés. No voy a comentarte de
lo que creo son sus defectos, que los tiene,
sino de sus virtudes. Primero el tema que
aborda como eje central: el SIDA. Lo
considero oportuno, atrevido y necesario.
Mientras escribo estas líneas asisto al
desenlace de la historia de
Yassel.
Vi fragmentos de
la primera historia y percibí que movilizó a
las personas, y eso es muy importante pues
todo el mundo ve este problema del SIDA como
un asunto ajeno.
En la segunda se aborda el tema de la
bisexualidad, una arista ineludible cuando
se va a hablar de esa enfermedad. En una
sociedad bien machista como la nuestra esto
tiene que generar polémica, más cuando este
tema a mi juicio está presentado sin
caricaturizarlo, y cuando se nos presenta a
un típico “macho” con un conflicto
homosexual. Como psiquiatra te digo que, a
mi juicio, el aspecto afectivo y la
connotación social de los conflictos que se
han presentado están apoyados en información
seria, y es evidente que los realizadores
han tenido, no solo el interés, sino también
la oportunidad de encontrar un asesoramiento
válido para estructurar las historias; lo
que he visto hasta ahora me deja el sabor a
verdad. Los conflictos están despojados de
falsedades y las situaciones se nos tornan
crudas como suele ser la realidad en estos
casos. Ojalá la televisión cubana siga por
este camino y nos regale más telenovelas de
esta clase que no se escuden en
superficialidades, que se acerquen cada vez
más a los conflictos de nuestra realidad
actual y que hagan a la gente pensar”.
Arístides Hernández (Ares),
psiquiatra y caricaturista.
“Acabo de
ver el capítulo de hoy y te confieso que,
excepto la musiquita en onda jazz,
free, 'ay, que buena es la vida', sobre
los personajes homosexuales, que me parece
injusta, equivocada, intencionada y hasta
mal interpretada, lo demás es una novela
buena y admirable porque habla del ahora.
Las actuaciones me parecen fuera de liga,
por todo lo alto: (Rafael) Lahera está bien,
para mi gusto ha encontrado su medida;
Tahimí
(Alvariño), una reina; la madre del
muchacho, la vendedora, despunta muy bien,
me encantaría conocerla. A Néstor Jiménez lo
quiero aunque sea en un personaje pequeño de
mi próxima película, es un clásico, y Luisa
María aparece en su mejor momento… Algunos
planos malos resultan de la urgencia y las
necesidades con que se filman las
telenovelas en nuestro país. Celebro la
realización de esa telenovela como un
acercamiento, nada 'tecoso',
muy atrayente y con un tema de actualidad
que ha hecho a la gente
requeteinteresarse y no paran de
hablar de ella. Felicidades a sus creadores,
lamento no haberla visto antes. Ahora, con
todo el respeto que me merecen, puedo decir,
orgulloso, que me están enseñando la otra
cara de la luna”. Juan Carlos Cremata,
cineasta.
“Con
La cara oculta… vuelve a rondarnos un
viejo dilema. ¿Qué resulta preferible: que
sigan “ocultos” ciertos temas, o que se
traten, aunque se traten mal? Al menos yo no
tengo la respuesta demasiado clara. Sí
consigo darme cuenta de que esta telenovela
pretende la comprensión del enfermo pero
termina siendo excluyente y estigmatizadora
del diferente. Por un error fundamental: los
entornos dramáticos, los atributos y las
funciones que se le crearon a los
personajes-enfermos los
vectorizan como seres negativos,
perdedores, desestabilizadores, como agentes
agresivos o amenazas satánicas. Ya ni
siquiera es la postura de la conmiseración,
sino la actitud subconsciente del que
excluye y penaliza al diferente. El gay
de la segunda historia es una especie de
diablo que, a más de tener SIDA y devenir
pura caricatura, desestabiliza y frustra la
armonía heterosexual de la pareja-tipo y la
familia. La telenovela parece decir: no seas
gay, o no sucumbas ante el 'encanto
lateral' de los gays, y no te verás
envuelto en problemas. El chico de la
primera historia, el que transmitía la
enfermedad a la protagonista, era díscolo,
irresponsable, ladronzuelo, irreconocía la
autoridad. El camino que lleva hasta ahora
La cara oculta… es un sendero de
perdición: 'la satanización del Otro'. Se
lamenta también el desnivel entre la
filiación temática, que mira al serial, y el
tratamiento, que privilegia lo peor de la
telenovela: desborde de sensiblería, regodeo
melodramático carente de sentido, golpes
bajos para resolver las situaciones
emocionales delicadas, etc. A ello se agrega
la falta de rigor de la puesta en escena, de
la cual lo más visible resulta la
irregularidad de las interpretaciones. Yo
destacaría la graciosa distancia irónica con
que los actores que hacen los gays
quieren dejar claro que, cuidado, ellos no
lo son. Lo que evidencia que, intentando
frecuentar el desprejuicio, hay acá un
prejuicio en cada esquina. Una de las
causas del desvarío reside quizá en la
selección equivocada del staff.
Cierto que la televisión, más que una
industria, es una maquinaria de moler carne,
y la premura del aire puede justificar
muchas decisiones. Pero un proyecto así,
requerido de sutilezas conceptuales por
todos lados, no debió encargarse sólo al
oficio y la prontitud de las respuestas de
producción. El resultado no puede ser otro:
más polémica por mala que por sus temas”.
Rufo Caballero,
crítico e investigador.
“Si la
telenovela producida por Televisión Cubana
sirviera para llevar al seno de la familia
cubana —ya sabemos que todos somos
'noveleros'— las discusiones en torno a los
problemas más urgentes de nuestra sociedad,
ya habría razones más que suficientes para
aplaudirla todos: especialistas, críticos,
funcionarios y público. El poder
comunicativo de un género que llega a ser en
otros países algo tan inocuo, convertido en
herramienta de provocación social, podría
ser un verdadero logro del audiovisual
cubano. Ya Rudy Mora lo había logrado y, más
allá de las quejas de los puritanos que
milagrosamente sobreviven a los avatares del
período especial (así, sin mayúsculas), y de
las novedosas formas narrativas empleadas,
demostró su poder de impacto en la opinión
pública nacional.
“La cara
oculta de nuestra sociedad empieza a
ser revelada, ha sido puesta en sobremesa,
guste a quien guste y pese a quien pese
—como una terapia de choque— y eso merece
una medalla de oro para la TV, la Redacción
de Programas Dramáticos y sus
realizadores. Como dice el viejo refrán 'no
hay peor ciego que quien no quiere ver', y
por diversas razones estamos rodeados de
ciegos que se niegan a ser atendidos en la
operación milagro. Hay muchos que prefieren
ignorar lo que sucede en su entorno, antes
que asumirlo y defender lo salvable que hay
en él. Si no asumimos los problemas, los
problemas nos devorarán, como el cáncer que
no se descubre a tiempo.
“Hay un
enorme porcentaje de cubanos jugando el
séptimo sello con el VIH; hay una juventud
que asume irresponsablemente las relaciones
sexuales a temprana edad; hay un por ciento
galopante de hombres jóvenes que hacen
carrera de gimnasio para ejercerla en la
prostitución masculina, sin distinción de
edad, sexo, raza, filiación política ni
nacionalidad: eso que suavemente se llama
HSH.
“La
novela no es perfecta, podríamos criticar un
guión a veces lento, y hasta didáctico en
exceso, podríamos criticar no haber
profundizado mucho más en el tema gay,
podríamos señalar las manchas negras del
Sol, pero prefiero dejarme deslumbrar con su
luz. Critico, eso si, la insensatez de
retransmitirla
en el horario diurno de fin de semana
atendiendo a 'las numerosas cartas
recibidas' porque sobre las solicitudes de
televidentes irresponsables, debe estar el
rigor profesional de quienes manejan un
medio de difusión comprometido, en primer
lugar, con las futuras generaciones de
cubanos, con los niños y niñas que no están
maduros para traer a sus mentes el tema del
sexo, el condón o la homosexualidad.
“Que
venga otra novela, mejor que esta, que nos
lleve a reflexionar públicamente en el tema
del matrimonio con extranjeros por
conveniencia, de la obsesión migratoria de
algunos jóvenes, de la prostitución de ambos
sexos, de la corrupción, de la doble moral,
de las consecuencias de la familia dividida,
de las adicciones, de la falta de
motivaciones de muchos. Bienvenida la cara
revelada de la luna, y hagamos cruces con
los dedos para alejar de nuestras pantallas,
para siempre, las infelices historias vacías
sin ubicación de tiempo ni espacio, los
bocadillos de amor millones de veces
escuchados y las frivolidades a destiempo
del mundo sórdido de una salida de noche”. Vicente
González Castro,
realizador e investigador.
“Si, veo
La cara oculta…, y la veo sobre todo
porque no me aburre. Comprendo que el tema
es polémico, pero también lo es el racismo,
y contra todos esos prejuicios tenemos el
deber de luchar. El tema del
homosexualismo, lo mismo en hombres que en
mujeres, ya se ha tratado en varias
de nuestras novelas, pero es la primera vez
que asume el rol protagónico, y esto es algo
muy importante en cuanto a romper tabúes.
La subtrama de los amores de la mujer
adulta con el jovencito también está muy
bien lograda, y ambas se entrelazan
perfectamente, porque por encima de estos
dos conflictos hay un tema principal, que es
el machismo, causante de grandes males
sociales, con VIH o sin él. Maité
Vera, dramaturga y guionista.
“Obviamente, es muy positivo la manera de
mostrar una cara oculta de la luna de la
sociedad cubana que, entre otros beneficios,
pone tabúes
sobre la mesa que, ocultos, guardados en la
hipocresía, la represión y los prejuicios, a
la postre, se reproducen más. Respetar los
derechos del otro es tan bueno como defender
los de uno, los propios. Felicitaciones a
nuestra televisión por ir a esa 'cara
oculta' con excelentes actuaciones, buen
guión e igual puesta televisiva. Félix
Contreras, poeta y periodista.
Era
necesaria una producción dramática de esta
naturaleza, que se metiera a fondo en
algunos problemas de nuestra
contemporaneidad. Creo que el guión es muy
cuidadoso en no herir susceptibilidades,
incluso llega a ser pacato y peca de cierto
afán de hacer evidente las lecciones
preventivas. El punto flaco para mí está en
la estructura dramática fragmentada, en la
segmentación de las historias, que impiden
que el cuerpo social sobre el que se
recortan los conflictos quede restringido.
Pedro de la Hoz, crítico.
MÁS
OPINIONES
Me
parece muy bueno que hayamos tratado, en un
medio como la televisión y en un espacio de
tanta aceptación como la telenovela,
temáticas sobre las que conversamos en
diferentes ámbitos, que forman parte de
nuestra cotidianeidad, pero que están
ausentes, poco tratadas, o vistas con mucho
tabú en algunos de nuestros medios de
difusión, o por lo menos en los grandes
medios. Esta serie ha despertado muchas
discrepancias, opiniones controvertidas: a
favor y en contra, y en eso creo que radica
uno de sus principales méritos. Ha movido a
la reflexión a muchísimas personas y también
a la acción, de alguna manera. Queda todavía
por ver, pero las actuaciones y el elenco
son de primera. En lo personal, sabes que no
soy de las que sólo tolera, sino que acepta,
entiende y apoya a personas bisexuales,
homosexuales, enfermas de SIDA o
seropositivas. Así que no me molesta nada de
lo que a muchas personas disgusta o
preocupa. Es la única novela que veo de las
que está transmitiendo actualmente nuestra
televisión. Nos hacía falta quitarnos la
venda y hablar con claridad de lo que forma
parte de nuestra realidad y no por existir
la hace menos linda, al contrario, la
enriquece y la hace creíble. Diana Lio,
pedagoga y periodista.
Pues
sí veo La cara…, y la sigo con mucho
interés por una suerte de dicotomía que, por
una parte, me impele a verla, no tanto por
el papel que correspondería jugar a los
medios en la lucha contra el VIH sino, sobre
todo, aplaudiendo el pretexto del guionista
para poner sobre el tapete algunas aristas
del comportamiento erótico sexual de los
cubanos, sólo que yo pertenezco al bando de
los que buscan recreación, por no decir
entretenimiento, en ciertas propuestas de
los MDM como las telenovelas y otros
espacios dramatizados y, por ello, rechazo
todo lo amargo y traumático que emana de
La cara…, además de su pobreza
dramatúrgica y técnico-artística, que es lo
que más me molesta. Carmen Gonce,
investigadora.
No
clasifico entre los entusiastas de las
telenovelas. Es más, mi poca cultura sobre
el tema se asienta más en un interés
profesional que en el placer de
disfrutarlas. Es en ese sentido
estrictamente personal en el que apunto la
primera virtud que para mí tiene La
cara...: Ha logrado sentarme frente al
televisor durante varios capítulos. Y es que
me ha llamado la atención la honestidad en
el tratamiento de realidad y personajes, lo
consecuente que la propuesta audiovisual ha
sido con el mensaje que se quiere trasmitir.
Pero hay para mí otro valor implícito que no
figura todavía en la polémica que la
telenovela suscita en prácticamente todos
los sectores de la sociedad cubana: La
cara… ha confirmado que se puede abordar
cualquier tema de nuestra realidad —por muy
complejo y peliagudo que sea— a partir de un
enfoque responsable y fundamentado. Creo
pues que el mayor mérito del seriado —además
del más expedito de contribuir a la lucha
contra el SIDA—está en favorecer esa
conciencia de no temer a la exposición y al
debate de fenómenos, tendencias y
aberraciones, que hoy hacen de la nuestra
una sociedad todavía imperfecta. Omar
George, periodista.
No
sigo mucho la novela, pero sí la veo de vez
en cuando. Te puedo decir que la
realización se me hace vieja, es decir, en
sus movimientos de cámara,
su fotografía. También la edición, que es
lenta. Las luces están planas. En cuanto a
los actores, creo que lo están haciendo
bien, han logrado que sus personajes
lleguen. Tal vez la historia que están
haciendo a la gente le interesa y las
personas siguen la novela. La primera
historia me pareció tonta, en el sentido de
que a estas alturas ¿existen muchachas así?
¿Existen madres así? Quizás en otro tiempo a
lo mejor, pero ¿ahora? En cuanto a
la segunda historia, la situación es más
dura. Hoy por hoy, un romance es más rápido
que un pestañar de ojos. Esa es mi modesta
opinión, aunque independientemente de estos
detalles, me gustaría mucho que hubiera más
seriales así, porque a los jóvenes y a los
menos jóvenes hay que darles historias de
ese tipo. Y si se relacionan con la realidad
en que viven, mucho más. Sabemos de la
censura; después todo el mundo comenta: eso
no así, es de esta forma. Hay que salir a la
calle para conocer otras cosas de los
jóvenes, como dice la novela La cara
oculta…, pero hay muchas más caras para
reflexionar...Ana Rabasa, directora de
TV.
A mi
juicio, el principal acierto de la serie es
el enfoque del tema y el medio empleado para
ello. En nuestros medios de comunicación
“llueven” los mensajes sobre el SIDA y el
sexo seguro, y como ocurre con casi todas
las campañas —lamentablemente— llega un
momento que se le “pierden” un poco al
receptor. El lenguaje de la serie
dramatizada y la telenovela ha sido
utilizado siempre por guionistas
inteligentes para llevar ciertos mensajes en
forma concreta y, a la vez, que interesen al
público. No en vano hubo recientemente todo
un congreso para analizar el empleo de este
género para ayudar a la educación social.
Por eso saludo la iniciativa del ICRT de
abordar el tema en esta forma. Las historias
presentadas hasta el momento tienen pegada,
le llegan al televidente porque reflejan su
propia realidad o la de sus conocidos o
allegados. Y lo que es más importante: cada
cual puede sacar sus propias conclusiones.
No se trata de sermonear, sino de mostrar
para alertar. Alicia Centelles,
periodista.
Me
parece interesante y polémico, porque es
primera vez que se aborda este tema desde el
punto de vista humano y emocional, aunque he
podido apreciar que provoca ataques homofóbicos
en personas de ambos sexos. La serie ha
logrado que la gente que tiene otras
opciones, de video o cable, se preocupe del
horario para cambiar a Cubavisión. No
obstante, considero que hay demasiado
regodeo en la relación entre los dos
hombres, aunque mantiene un ritmo adecuado,
además de que Tomey está en su mejor momento
como actor masculino. Muy bien la muchacha
humorista que se destapa como actriz
dramática. Buena la relación en un elenco
que comparte responsabilidades entre muy
jóvenes y otros con más experiencia
profesional. Siempre mantengo el criterio de
que debe haber más de una novela cubana en
el aire. Teresa Valdés, periodista.
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CAIMÁN BARBUDO 2006 |