7 Days
[newspaper,
Dominican Republic]
|
||||
Un sistema de
tormentas Alfredo Prieto I Cantante, compositora, bailarina, actriz y diseñadora, Beyoncé Giselle Knowles, más conocida en todo el orbe por su primer nombre --y con mayúsculas, como aparece en su página web--, regresó a los Estados Unidos después de unos pocos días habaneros que, por razones distintas, hicieron justicia a una famosa frase de un crítico norteamericano a partir de su personalidad y su proyección escénica: “un sistema de tormentas disfrazado de cantante”. La primera tormenta ocurrió en las calles de La Habana. Juzgada por la manera como se presentó aquí, tal vez haya querido venir de incógnita a un paisaje flotando de espaldas al mar de las globalizaciones y pletórico de cosas viejas, desde los automóviles y los edificios hasta la gente misma. En vano. Por solo citar dos casos, le ocurrió exactamente lo mismo que a otras celebridades como Jack Nicholson y el colombiano Juanes cuando vino a negociar el Concierto por la Paz: fue reconocida de inmediato la primera noche en que salió del hotel donde se alojaba con su esposo, el rapero Jay-Z. Ocurrió en La Guarida, el restaurante privado que sirvió de locación a varias escenas de Fresa y Chocolate, por donde también se han movido figuras del jet set como Will Smith, el propio Nicholson, Kevin Spacey, Naomi Campbell, Jodie Foster y Danny Glover, además de los muy católicos reyes de España. Fue el principio de una breve jornada, caracterizada por el trato que reciben los norteamericanos en Cuba a pesar del conflicto bilateral. La falta de contacto sistemático suele desatar a veces del otro lado ciertas presunciones lógicas que también suelen desvanecerse como pompas de jabón cuando se pone el primer pie en la isla firme. Pero, en todo caso, la visita desató un interesante problema logístico: la necesidad de enrolar, primero a solicitud de los dueños del restaurante, y luego por su propia inercia, a la Policía para reforzar la seguridad de las mega-estrellas, no por actos de repudio ante el enemigo, sino por expresiones de empatía que los llevaron a asomarse varias veces al balcón del hotel Saratoga, a unos escasos metros del Capitolio habanero. Y ese entusiasmo, manifiesto en los abundantísimos aplausos de la vecinería, quedó ratificado durante toda su estancia, organizada no por el gobierno cubano, sino por Academic Arrangements Abroad, institución neoyorkina autorizada por el Departamento del Tesoro a traer norteamericanos a Cuba en viajes educacional-culturales. La pareja caminó por sitios emblemáticos de La Habana Vieja, visitó el Instituto Superior de Arte (ISA), las sedes de Danza Contemporánea y del grupo infantil La Colmenita, el Gato Tuerto --donde interactuó con Juana Bacallao-- y la Casa de la Música de Centro Habana, además de asistir a una presentación personal de la cantante Haila Mompié. La segunda reventó al otro lado del Estrecho. Como se sabe, la derecha congresional cubano-americana, visibilizada en Ileana Ros-Lethinen, Mario Díaz-Balart y Marco Rubio, junto a otros vasos comunicantes, obturaron sus correspondientes mecanismos de presión. Los dos primeros le enviaron una carta pública a Adam J. Szubin, director de la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro, cuestionando de hecho la legalidad/legitimidad del viaje y la política de Obama sobre los intercambios culturales. Pedir información de manera respetuosa no siempre constituye un acto virginal. Por su parte Rubio, el nuevo golden boy de los republicanos, volvió a la carga utilizando los mismos argumentos del verano de 2012, cuando le tiró con todo a la política de los contactos con el argumento de “las manzanas podridas” y se movió para golpearlos duro reciclando los mismos mantras de la administración Bush Jr. en 2004: “los programas pueblo a pueblo de la administración Obama de intercambio cultural”, declaró a la prensa, “han sido abusados por turistas que no tienen interés en las libertades del pueblo cubano”. Los medios norteamericanos y sus titulares estuvieron a la expectativa de lo que respondería la administración Obama: ¿Beyoncé y Jay-Z habían viajado a Cuba por debajo de la cuerda para celebrar su quinto aniversario de bodas, como sugerían esos peculiares cubano-americanos o, por el contrario, solicitado la correspondiente licencia? La posición inicial de la Casa Blanca fue abrir un compás de espera hasta el pronunciamiento del Departamento del Tesoro: no hacían comentarios sobre casos individuales. Sucede aquí como en el pentagrama. El silencio tiene valor expresivo. Pero la respuesta a la pregunta llegaría, finalmente, el miércoles 10 de abril. En una carta a los dos congresistas aludidos, Alastair Fitzpayne, secretario asistente del Departamento del Tesoro para Asuntos Legislativos, les hizo saber que el matrimonio había viajado a La Habana con una licencia educacional. Aclarando seguidamente: “aunque partes de la visita, durante la cual la pareja celebró su quinto aniversario, pueden haber parecido turismo (…) Jay-Z y Beyoncé cumplieron sus obligaciones reuniéndose con el grupo de teatro infantil La Colmenita y visitando a estudiantes y profesores del Instituto Superior de Arte”. Academic Arrangement Abroad, que hasta ese momento también había guardado silencio, lo reafirmó en una declaración pública: “el viaje fue organizado de acuerdo con los procedimientos federales establecidos para el otorgamiento de licencias para los viajes culturales pueblo-a-pueblo. La pareja no recibió tratamiento especial alguno”. Alguien de más arriba ironizó a costa de Rubio y compañía: “no nos metemos si se tomaron un mojito o dos”. Fue como un puntillazo, aunque la bola seguiría rodando por otros terrenos después de “Open Letter”, un rap compuesto por Jay-Z en Cuba respondiendo a los cuestionamientos/ataques de los políticos y dado a conocer apenas tocó suelo norteamericano. La cuestión sin embargo permanece: los Borbones ni olvidan ni aprenden. Y la polémica todavía sigue. II Jay- Z y el Che I can´t get with that. Jay-Z Nacido en un barrio pobre de Brooklyn, Nueva York, el 4 de diciembre de 1969, Shawn Corey Carter, conocido como Jay-Z, es uno de los raperos más sonados de la hora al cabo de una meteórica carrera musical todavía en pleno desarrollo, inaugurada con Reasonable Doubt (1996) y continuada con otros discos ya clásicos de la cultura hip-hop como The Blueprint (2001), clasificados entre los mejores de todos los tiempos. Nuestro hombre en La Habana tiene en su haber quince premios Grammy. En el año 2000 la revista Forbes lo tabuló como el rapero más rico del mundo, con un ingreso anual de unos 81 millones de dólares y una fortuna estimada en más de 990 millones, resultado no solo de su labor en estudios y conciertos, sino también de una persistente vocación por los negocios y las inversiones redituables, en los que se ha colado como por el ojo de una aguja. Jay-Z es también uno de los dueños del equipo de básquet los Brooklyn Nets, de la NBA, co-propietario del 40/40 Club y creador de la línea de ropa Rocawear. Y tiene mucho dinero invertido en Carol's Daughter, una línea de productos de belleza, prácticas todas por lo demás nada ajenas al universo de las celebridades. La revista Time lo acaba de designar una de las cien personalidades más influyentes del mundo, junto a Jennifer Lawrence, Justin Timberlake, Barack y Michelle Obama, Christina Aguilera y Beyoncé, con quien se casó en París en abril de 2008. Una verdadera encarnación del “sueño americano”. Según el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, Jay-Z “representa gran parte de lo que hace que Nueva York sea Nueva York. Un muchacho de un barrio marginal que crece en casas de protección oficial, que consigue superar las malas influencias de la calle, que nunca pierde de vista su sueño y que más tarde sigue adelante, persiguiendo nuevos proyectos gracias a su creatividad y ambición”. No son muchas las alusiones a Cuba en los etno-textos de Jay-Z. Antes de su viaje a la Isla había sonado por su conexión con el Che, pero no por obra y pensamiento, sino por acercarse a él con una perspectiva peculiar, por definición epidérmica y a tono con el proceso de comercialización del guerrillero en la cultura norteamericana (y global), que incluye cosas tales como un café en un campus universitario (Che Café, especializado en infusiones verdes y yerba mate), campañas de los tenis Converse utilizando la conocida foto de Korda, un perfume francés para “quienes quieren sentirse y oler como revolucionarios” y otros engendros del mercado. Y, desde luego, también los famosos helados “Cherry Guevara” de Ben and Jerry´s, firma fundada en Vermont por una pareja de hippies de la contracultura de los sesenta que por lo menos combina la producción de la mercancía con el activismo social, el ecologismo y otros temas característicos del panorama progresista y de la izquierda norteamericana. En efecto, hace unos años Jay-Z se retrató con una camiseta con la imagen del Che y con una cadena colgando en el cuello. Entonces declaró que se consideraba “un revolucionario porque se había hecho a sí mismo millonario en una sociedad racista”, lo cual equivaldría a conceder ese estatus, por extensión y solo por eso, a una rancia aristocracia adinerada de piel negra, integrada/asimilada al mainstream, y que a menudo suele hasta negar esa identidad afro-americana que sin embargo Jay-Z parece estimar tanto como el dinero y los negocios. Quiso elaborar al respecto: no era marxista como el Che --y uno siempre se pregunta qué entiende en todo caso por ello, más allá de lo que ya se sabe. Después, dijo, leería más sobre Guevara y descubriría varias similitudes con su propia vida. Estas se reducen a dos: el asma y los deportes, una manera bastante gráfica de reconocer que no ha entendido ni hostia. Es un hombre de cadena, una prenda por otra parte característica de la identidad hip-hop, pero en él magnificada en su casi obsesivo culto a la riqueza como sinónimo de poder: ostenta una de 5 kilos de peso fabricada por Rafaello & Co. y comprada con una tarjeta de crédito American Express color verde --según él, la primera de su tipo hecha con materia prima cubana. Eso es lo que significa la línea “green card for the Cuban linx” en “Suit and Tie”, un rap con Justin Timberlake perteneciente al disco The 20/20 Experience, de enero de este año. Y de eso también se trata en otro parlamento de “Public Service Anouncement”, de The Black Album (2004), en el que decía haber seducido a la chica más caliente gracias a su cadena (Got the hottest chick in the game wearing my chain) y se autoproclamaba como un Che Guevara del rap (I´m like Che Guevara with bling on), todo en un texto cuya acción se desarrolla en un mundo pletórico de lujos, joyas y un automóvil Lexus, una de las marcas más caras a las que rinde culto el jet set. Madonna, que no salió del ghetto, pero millonaria como él, fue un poco más allá cuando en la portada de su disco American Life (2003) colocó una foto de sí misma “como si fuera una Che Guevara del siglo XXI”. Considerado una de sus producciones más controversiales y de menos éxito comercial, el álbum contiene una crítica abierta al materialismo imperante en la sociedad norteamericana, una movida de péndulo respecto a sus inicios como aquella “chica material viviendo en un mundo material” de los años ochenta. “Mi musa para mi nuevo álbum ha sido el Che Guevara” --le dijo a Oprah la intérprete de Evita--, para después declarar que el Che representaba “un espíritu revolucionario”. Y aun cuando, como es natural, no estaba de acuerdo necesariamente con El Manifiesto Comunista, “había aspectos del socialismo que eran buenos” y simpatizaba con aquello por lo que el Che luchó, lo que no la convierte en una radical, pero al menos denota haber captado un mensaje más pegado a tierra. Al sociólogo Peter McLaren le asiste toda la razón a partir del examen de la evidencia histórica: “los Estados Unidos”, escribió, “tienen una manera seductiva de incorporar cualquier cosa que no puedan derrotar y de transformar la cosa en una débil versión de sí misma, algo muy parecido al proceso de diluir la fuerza y eficacia de un virus mediante la creación de una vacuna”. El patético caso de Jay-Z demuestra que en eso han sido verdaderos expertos. http://www.7dias.com.do/index.php/noticias/9146/57/Beyonce-un-sistema-de-tormentas#.UYJn2koeo4g |