
Dios
está con Cuba y con Fidel
Ousmanne Muhammed Touré
Mientras
volaba recientemente a mi país (Malí),
conversé con un político africano que decía
sentir “piedad” por Fidel Castro y los
cubanos, porque eran los únicos que
enfrentaban sin miramientos al poder
hegemónico de Washington. Aquel 18 de
diciembre compartimos el vuelo París-Bamako,
y cuando supo que yo estudiaba en La Habana
me confesó su misericordioso parecer. Yo,
como estudiante extranjero integrado al
proceso revolucionario cubano, decidí
aclararle a mi ilustre compañero de viaje
ciertos aspectos de la realidad de la Isla y
durante casi una hora le argumenté mi
incondicional apoyo a Fidel y la causa de su
pueblo, mientras mi interlocutor escuchaba
en silencio.
Al rato me dijo, como corroborando lo que ya
sabía: “Así que tú también eres
revolucionario... Pues te admiro, porque lo
que hacen los cubanos no podemos hacerlo
nosotros en África”. Aquello me indignó
terriblemente: oír a un respetado político
del continente negro resignándose al
inmovilismo mientras millones de sus
compatriotas viven en la pobreza. Él notó mi
indignación y se escudó en lo divino: “En
todo caso, Dios está con Cuba y con Fidel,
pues Dios siempre está con la verdad”.
Después escuché a mi distinguido compañero
citar por Radio Francia Internacional (RFI)
el ejemplo de la Mayor de las Antillas en el
contexto mundial como modelo para solucionar
gran parte de los problemas del orbe.
Aquello me inspiró a continuar divulgando la
obra de la Revolución en esta nación tan
pequeña y famosa a la vez...
A veces siento la necesidad de desahogarme
con el papel y escribir sin parar sobre
hechos cotidianos para quien nació en este
país de rica cultura y sincera alegría, pero
asombrosos para quienes arribamos a él
habituados a otras concepciones de lo humano,
afines con sistemas lacayos, depredadores o,
peor aún, indiferentes.
Lo cubano rebasa los límites territoriales y
llega a rincones tan insólitos como el
desierto africano, ya sea a través de
médicos, preparadores deportivos, maestros o
en notas musicales que surcan tierras
extrañas como por su casa. Además, las
imperfecciones de Cuba afianzan su carácter
humano, pues dichos errores suelen ser
opacados por la confianza que destilan los
cubanos, su simpatía natural y sus
indiscutibles logros sociales.
Por eso la actitud de cierta élite de poder
(cuyos integrantes no nombro aquí, so pena
de escapárseme un calificativo impublicable)
despierta el repudio de los pobres y los
justos. Más allá de altruismos y limosnas ¿quién
se acuerda de los olvidados y no nos trata
como a seres dignos de pena, sino como a
seres humanos? Solo los cubanos, entre otras
cosas, porque son tan humildes como nosotros...
Con cuánto orgullo regresan a su país los
graduados en Cuba, para perder sus nombres y
ser llamados “los fidelitos” o “los locos”.
Las mayorías siempre califican de “locos” a
quienes piensan y actúan diferente. Su
“demencia” radica en servir al prójimo en
lugar de tragárselo, como inculca la
sociedad de consumo. ¡Bendita “locura”, digo
yo! De tal guisa, quien agrede a Cuba agrede
a quien quiere el bien mundial. Los
musulmanes son claros en esto: “si haces un
átomo de bien, Dios te lo pagará; si haces
un átomo de mal, te lo pagará también”. Vaya
recompensa la que recibirá el presidente
estadounidense George W. Bush cuando Dios le
pase factura al mal engendrado durante su
mandato.
Por cierto, Bush asegura que habla con el
Señor y que Él lo ayuda a tomar sus
decisiones. ¿Dios vivirá en Miami o será un
empresario petrolero? Como sé que no es ni
lo uno ni lo otro, solo una cosa me queda
clara: Bush hablará con Dios, pero Dios está
con Cuba y con los cubanos.
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