Un nuevo muro en Berlín
A
25 años del derribo de aquella barrera, una pared invisible
parece dividir los ánimos nacionales en la principal potencia
europea
Enrique Milanés León
digital@juventudrebelde.cu
10 de Enero del 2015 20:22:58 CDT
No se precisaba una bola de cristal, al menos no una de «alta
resolución», para saber que tras el abominable atentado en
Francia a la revista satírica Charlie Hebdo los mastines de la
violencia, que practican en el mundo el mismo «rezo», irían tras
los pasos del Islam. En ese París romántico, que sí cree en
lágrimas, se produjeron ataques a centros de confesión musulmana
—justamente condenados por el Gobierno— y en casi toda Europa
los grupos de extrema derecha han cargado esa áspera mano en sus
discursos.
Sean quienes sean los que están tras el velo del crimen, lo que
no hace falta averiguar es que la acción en la revista gala
beneficia sobremanera a la muy antiárabe derecha europea.
Fuerzas que se alimentan del miedo al inmigrante como el Frente
Nacional, de Marine Le Pen, en Francia; la Liga Norte italiana y
la alemana Pegida aprovechan sin rubor los amargos frutos de la
violencia.
Luego del atentado, el movimiento Pegida (Patriotas Europeos
contra la Islamización de Occidente) proclamó a los cuatro
vientos que la acción había confirmado su tesis de que los
islamistas son incompatibles con la democracia y, de paso, «repartió
papeletas» para su duodécima concentración, la de mañana.
El DNI de la intolerancia
¿Qué
es Pegida? Quizá la palabra más inquietante que hoy tiene
Alemania. Asentado en Dresde, la capital del estado oriental de
Sajonia, el grupo comenzó a protestar el 13 de octubre con un
centenar de personas —«otro puñado de xenófobos», creyó la
Policía— y, de lunes en lunes, subió sus cifras a 10 000, 15
000, 17 500 y 18 000 asistentes, estadísticas que no son meros
alardes propios sino cuentas claras de las autoridades.
Dicho claramente: desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial
no se veían en Alemania protestas antiislamistas, xenófobas y
neonazis de tal dimensión.
Pegida no se anda con medias tintas. Ha retomado el concepto de
movilización de los alemanes orientales que en el segundo
semestre de 1989 marcharon los lunes para ayudar a echar abajo
un muro que desde mucho antes estaba carcomido. Y la frase de
aquellos —«nosotros somos el pueblo»— es la misma que estos
utilizan ahora para levantar otra tapia, migratoria e
institucional ella, que impida la entrada a los extraños.
Lo más peligroso es que se disfraza de movimiento cívico, lo
cual les permite atraer, junto a su núcleo reaccionario, a
ciudadanos de disímil condición agobiados por problemas
económicos. De tal suerte, no escasean en sus marchas personas
del mundo profesional y académico, estudiantes, gente del fútbol,
jubilados…
Todos ellos han unido su camino a personajes tenebrosos como
Lutz Bachmann, una de las figuras de cabecera del movimiento que
en su «currículo» tiene condenas por proxenetismo, venta de
cocaína, agresiones físicas y otras «perlas» similares.
Los «rieles» y el destino
Las controversias son fuertes, a tal punto, que pareciera que la
locomotora alemana no tuviera claro actualmente hacia cuál
estación marchar: si a la del odio o a la de la concordia.
Werner Schiffauer, presidente del Consejo para la Migración, ha
descrito el dilema: «Hay un desgarro en la sociedad. La mitad de
los ciudadanos defiende la diversidad, pero un tercio reclama un
sentimiento nacional más fuerte, del que excluye a los
inmigrantes. Necesitamos un modelo de integración que incluya a
toda la sociedad».
Las campañas llevadas a cabo para responder las nutridas
protestas de Pegida son una evidencia de tal desgarro. Altos
funcionarios del Gobierno han criticado sin adornos verbales la
proyección del movimiento y en Berlín, Colonia, Sttugart y el
propio Dresde —nido de Pegida— se han llevado a cabo
contramarchas, pero hay un detalle importante: nunca han podido
acercarse a los 18 000 manifestantes que la organización
reaccionaria reunió en unas horas.
En la disputa, la oscuridad puede ser un arma. Los
socialdemócratas lanzaron la campaña «apaguemos la luz a Pegida»,
con la que hicieron que, en los momentos de manifestación de los
ultraderechistas, símbolos nacionales como la Puerta de
Brandeburgo, la Catedral de Colonia, la Ópera de Dresde y hasta
la planta de la automotriz Volkswagen quedaran a oscuras en
señal de rechazo.
![http://www.juventudrebelde.cu/file/img/fotografia/2015/01/43593-fotografia-g.jpg](docs4241_files/image002.jpg)
En su mensaje de año nuevo, Angela Merkel desenmascaró a los
guías de Pegida.
La mismísima canciller federal Angela Merkel, dijo en su mensaje
de año nuevo que los líderes de Pegida tienen «prejuicio,
frialdad e incluso odio en sus corazones», pero también algunos
miembros de su partido parecen entender las razones de la
formación antiislámica.
El odio en cifras
Las encuestas pueden ser el mapa de operaciones de esta batalla.
Una de ellas, llevada a cabo por la revista Stern, reveló que
uno de cada ocho alemanes participaría en marchas antiislámicas
si se organizaran cerca de su casa. Reportes de la Fundación
Bertelsmann y de la revista Die Zeit señalan que el 57 por
ciento de los alemanes ven al Islam como amenaza, y la segunda
agrega que para el 40 por ciento de los germanos los musulmanes
son la causa de que se sientan «como extranjeros en su propio
país».
También la Universidad de Leipzig ha estudiado el asunto y
establecido que el 24 por ciento de sus coterráneos quiere que
los inmigrantes vuelvan a sus países de origen.
¿Qué
hay con Pegida? Pues la televisora MDR hizo su encuesta y
anunció que el 92 por ciento de la muestra niega que este
movimiento daña la imagen de Dresde, a pesar de su declarada
intención de restringir la presencia musulmana mediante la
expulsión de personas «inadaptadas» y disminuir el otorgamiento
de refugio y asilo.
![http://www.juventudrebelde.cu/file/img/fotografia/2015/01/43592-fotografia-g.jpg](docs4241_files/image004.jpg)
Manifestación en Hamburgo en rechazo al racismo y al movimiento
Pegida.
El ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, piensa
distinto: «Pegida no solo perjudica a nuestro país, también
proyecta una mala imagen de Alemania. Tenemos que dejar muy
claro que los que salen a la calle son una pequeña minoría que
hace mucho ruido».
Para uno de los países de mayor tradición matemática en el mundo,
la idea de minoría del Ministro es, cuando menos, controversial.
Carteles son carteles
Los líderes de Pegida son lacónicos y no ocultan su desprecio
por la prensa, pero en sus protestas los carteles hablan por
ellos: «Despierta, Alemania: el islamismo nos amenaza», «No
queremos que nuestros hijos hablen árabe», «Aquí no cabe tanto
extranjero», y otros mensajes similares, hacen prescindible
cualquier entrevista.
No es de extrañar que allí, en la nación desde la cual otro
fanatismo desencadenó el Holocausto, Josef Schuster, presidente
del Consejo Central de los Judíos de Alemania, afirmara que este
movimiento «altamente peligroso, que pretende reinyectar el odio
racial», manipula a su favor el miedo que el terrorismo
supuestamente islámico provoca en las sociedades occidentales.
Hasta Hans-Georg Maassen, jefe de los servicios secretos
alemanes, comentó a DPA el «fortalecimiento inquietante de las
actividades xenófobas» en el país. Para calzar sus palabras
sobran hechos: de enero a septiembre de 2014 se registraron 86
ataques a centros de refugiados y uno de ellos, en Nuremberg,
terminó en la quema de un albergue, con la «firma» de cruces
gamadas.
En Alemania viven más de diez millones de inmigrantes musulmanes.
Solo en 2012, ese país recibió a cerca de 400 000, a lo que debe
sumarse el pedido anual de 200 000 asilos. El presidente de la
Federación de la Industria Alemana, Ulrich Grillo, ha dicho que
el suyo ha sido «un país de inmigrantes desde hace mucho y
debemos seguir siéndolo», pero lo último que hay al respecto es
consenso nacional.
Ahora mismo Pegida está fertilizando, con los 12 muertos
franceses, el torcido tronco del odio. Cuando el mundo ha
llorado parejo la noticia de las víctimas de la revista Charlie
Hebdo, tiene que leer también que, mientras nos disponemos a
celebrar los 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, la
intolerancia yergue en disímiles sitios los muros que parecen
convocar una tercera.
http://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2015-01-10/un-nuevo-muro-en-berlin/
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