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“La generación saltada”
Autor desconocido,
abril 24, 2014
Economía,
Otros Artículos sobre Cuba,
Política,
Sociales
Foto Raquel Pérez
Tomado de
Por Esto! por autor desconocido
Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en
1979 ó 1980 ya tenemos más de 50 años. En más de treinta años de trabajo
hemos pasado por dos rectificaciones de errores, un perfeccionamiento
empresarial y ahora por el reordenamiento laboral.
Las cubanas y los cubanos que comenzamos a trabajar en 1980, aún
compartimos la vivienda con nuestros padres, incluso con nuestros
hermanos y sus hijos, o con mucha suerte tenemos un apartamento que
compartimos con nuestros hijos y sus esposas y los hijos de nuestros
hijos.
Las cubanas y los cubanos que nos convertimos en trabajadores en
1980, somos ahora destacados científicos, prestigiosos profesores,
experimentados obreros, condecorados militares, campeones olímpicos,
artistas de fama mundial, veteranos de guerras a miles de kilómetros de
nuestras costas, pero no desembarcamos en el Granma ni estuvimos en La
Sierra. Con esa carencia, nuestro papel ha estado bien claro: trabajar
duro, demostrar lo aprendido y agradecer a la Revolución y a sus
dirigentes.
Las cubanas y los cubanos que comenzamos la vida laboral en 1980,
crecimos y envejecimos, guiados por la misma generación, una generación
que enfrentó responsabilidades y retos que van más allá de nuestra
imaginación con menos edad que la que ahora tenemos nosotros, y que
aprendió y ganó experiencia ensayando en nuestro pellejo por el método
de prueba y error.
En 1980, había pasado Playa Girón, la lucha contra bandidos, la ofensiva
revolucionaria, la zafra de los diez millones, la ayuda a los
movimientos guerrilleros en América Latina y la guerra de Vietnam.
Las cubanas y los cubanos que en 1980 nos estrenábamos como trabajadores,
nos habíamos espantado con la explosión de La Coubre, habíamos cantado ¿Pionero
soy? y el himno de la URSS, en ruso, en el patio de la escuela.
Habíamos llenado bolsitas de tierra en el Cordón de La Habana,
protestado frente a la embajada de Suiza por el secuestro de los 11
pescadores, cortado caña en las frías llanuras de Camagüey y tratado de
convertir, más de una vez, el revés en victoria. Pero éramos demasiado
jóvenes, nos tocaba trabajar duro, demostrar lo aprendido y agradecer a
la Revolución y a sus dirigentes. Nosotros no habíamos desembarcado en
el Granma ni estuvimos en La Sierra Maestra.
Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980,
alguna vez fuimos niños que comimos fritas en el puesto de Pancho,
tomamos batidos en el quiosquito de Manolín o llevamos a arreglar
nuestros ¿colegiales? al viejo remendón de la esquina, con sus
espejuelos sujetos con un cordón de zapatos, su busto de Martí en la
repisa y su buen trato y mejor servicio. Fuimos alguna vez, niños que
llamamos señorita a la maestra, señor al vecino de enfrente y señora a
la mamá de nuestro mejor amiguito, pero ello no nos contaminó con las
pestilentes miasmas imperialistas, ni nos salieron pústulas en la piel.
Las cubanas y los cubanos que integramos las plantillas en 1980,
cantamos Somos comunistas palante y palante contagiados con la euforia
de los mayores. Asistimos a la inauguración de Coppelia, vimos el Salón
de Mayo en La Rampa, escuchamos por primera vez al Grupo de
experimentación sonora del ICAIC, no entendimos nada de la Primavera de
Praga, ni nos grabamos con letras de fuego Hasta la victoria siempre.
Aunque, no habíamos desembarcado en el Granma ni estado en La Sierra.
Las cubanas y los cubanos que empezamos a trabajar en el 80, teníamos 30
años cuando Carlos Varela proponía probar habilidad con la ballesta y
estuvimos de acuerdo, pero una edición dominical de Juventud Rebelde nos
recordó que los niños hablan cuando la gallina mea. Se nos olvidaba que
no desembarcamos en el Granma ni estuvimos en La Sierra, lo que teníamos
que hacer era trabajar duro, demostrar lo aprendido y agradecer a la
Revolución y a sus dirigentes. Cuando al campo socialista europeo le
sucedió lo único que le podía suceder al campo socialista europeo, las
cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980
teníamos más de 30 años o casi y estábamos listos para reaccionar, y
sabíamos que la única salida no era la ¿opción cero? pero no estábamos
políticamente maduros, nos faltaba la experiencia del Granma y de La
Sierra. Nuestra misión seguía siendo trabajar duro, demostrar lo
aprendido y agradecer a la Revolución y a sus dirigentes.
Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980 (o
cerca) ya tenemos 50 años y más de 50 también, y hemos vivido lo
suficiente para ver al administrador estatal del ¿quiosquito? que fue de
Manolín, hacerse indecentemente rico, como nunca hubiera podido ser
Manolín. Hemos visto llenarse los campos de marabú mientras los
noticieros nos enseñan postales idílicas de la abundancia. Hemos
obtenido una amplia cultura de las desgracias del universo, sin podernos
enterar de lo que pasa en nuestro propio municipio. Hemos visto a Hanoi
levantarse de las las cenizas de la guerra mientras La Habana se cae a
pedazos sin necesidad de un bombardeo masivo.
Hemos visto cómo se convierte el guajiro en una especie en peligro de
extinción como las vacas o la caña de azúcar, y cómo el cine convierte a
nuestro padre en el personaje ridículo del filme, con su vieja boina
verde olivo y sus consignas machaconas en el raído pullover. Los nietos
de las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en
1980, tienen ahora maestros que escriben Habana sin H y campiña con n y
que declaran sin pudor no saber dónde nació Antonio Maceo, porque eso no
es materia de su grado.
Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980,
hemos visto proliferar pícaros y farsantes de toda laya en todos los
niveles y hacer de la consigna un método y de la apariencia un culto:
tenemos la mayor micropresa del mundo. Por eso las cubanas y los cubanos
que tenemos 50 años, recibimos regaños en la televisión a través de un
anónimo calvito que nos sermonea con fondo musical de La Guantanamera.
Cargamos con el Sambenito de las malas decisiones, los caprichos y la
megalomanía, y la prensa nos pide ser austeros, comprensivos y desde
luego, seguir trabajando duro, demostrar lo aprendido y agradecer a la
Revolución y a sus dirigentes.
A las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980,
nos toca desde luego, rescatar los albañiles perdidos, los maestros
perdidos, la eficiencia perdida, el quiosquito perdido, incluso el
respeto al prójimo también perdido cuando la palabra compañero igualó al
trabajador y al vago, al adulto y al niño, al genio y al bruto, y sembró
en la mente de mucha gente la cómoda fórmula de que todos merecemos lo
mismo y no que todos tenemos iguales oportunidades. Y otra vez se nos
recuerda que nos toca seguir trabajando duro, demostrar lo aprendido y
confiar en la Revolución y en sus dirigentes, porque nosotros no
desembarcamos en el Granma ni estuvimos en La Sierra.
Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980,
ahora somos viejos pero somos de mala raza porque no hemos sabido
asimilar las enseñanzas recibidas, hemos engavetado los buenos consejos
y no hemos dado un solo líder, además de la propensión que tenemos todos
a la corrupción y al delito. El país necesita de los jóvenes menores de
40 se requiere, al menos en teoría, de la sangre fresca, pero a nuestra
generación, con sesenta años y un poco más y con unos cuantos años de
trabajo todavía por delante, nos tocará seguir trabajando duro,
demostrar lo aprendido y agradecer a la Revolución y a sus dirigentes.
Las cubanas y los cubanos que comenzamos nuestra vida laboral en 1980
somos ahora niños viejos, que necesitan una vez más ser regañados y
aleccionados por las mismas personas que desde hace más de medio siglo
nos regañan y aleccionan, porque hay que tener en cuenta que nosotros no
desembarcamos en el Granma ni estuvimos en La Sierra Maestra.
http://cartasdesdecuba.com/la-generacion-saltada/
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