boletín
solidario de información
Correspondencia de Prensa
31 de mayo de 2013
Colectivo Militante - Agenda Radical
Montevideo - Uruguay
Redacción y suscripciones:
germain5@chasque.net
Perú
Hugo Blanco, el
legendario
Por la tierra, por la Tierra
Con casi 80 años a cuestas, el
peruano Hugo Blanco, ex líder
campesino, ex sindicalista, ex
guerrillero, continúa peleando por
la tierra. �Ya no es sólo por la
reforma agraria, también por la
defensa del planeta. Ser de
izquierda hoy, ser revolucionario,
es defender el ambiente, el acceso
al agua, luchar contra la gran
minería, las hidroeléctricas que
inundan, contra las causas del
cambio climático�, dice. Y sigue
soñando.
Sengo Pérez, desde Lima
Brecha, Montevideo, 31-5-2013
No sabía ni imaginaba el hacendado
Bartolomé Paz, que nada de pacífico
tenía, que cuando marcó a fuego sus
iniciales en la nalga de un humilde peón
llamado Francisco Zamata marcaría
también la vida del niño Hugo Blanco,
contribuyendo a crear al más importante
líder campesino de la historia de Perú.
Desde entonces el hombre nacido blanco,
doblemente, por piel y por apellido,
eligió el cobrizo camino del indio como
ruta de vida.
�En Cusco impactó mucho la revolución
mexicana con su carga de indigenismo,
muchos músicos fueron tocados por eso y
empezaron a componer denunciando la
situación; pintores como Sabogal también
se ocuparon del tema, profesores que nos
hacían cantar canciones que hablaban del
llanto del indio, mi hermano que me daba
literatura social, Jorge Icaza, Ciro
Alegría, Rómulo Gallegos, la tristeza
del indio en la guitarra de mi padre,
todo eso me fue educando�, recuerda
Blanco en diálogo con Brecha.
�Yo estudiaba en el Colegio de Ciencias.
Hubo un dictador, Manuel Odría (que
daría un golpe de Estado en 1948), que
puso a pequeños dictadores como
directores de los colegios nacionales,
un abusivo a quien le hicimos una huelga
y logramos sacarlo. Yo era de base, ahí
aprendí algo importante: a manejar el
mimeógrafo.�
A los 20 años, Blanco emigraría hacia
Argentina, con las orejas bien abiertas
por las ganas de saber. �Terminé el
liceo y me fui a La Plata, a estudiar
agronomía. Allí estaba mi hermano Óscar,
que era secretario general de la célula
local del apra. Ahí siguió mi formación,
escuchando a gente como Armando
Villanueva, Carlos Enrique Melgar,
leyendo a José Carlos Mariátegui, a
Manuel González Prada, a Haya de la
Torre. Ahí me enteré de que había habido
una revolución en Bolivia en 1952.�
CON OVEROL. Blanco cambió el aula por la
fábrica. �El aprismo se estaba
derechizando y del Partido Comunista mi
hermano me hablaba muy mal. En mi
búsqueda, que incluía a disidentes del
apra, me quedé con el Partido Obrero
Revolucionario. Después supe que era
trotskista. Al tiempo se preparaba un
golpe en Argentina y la clase media
estaba a favor, incluyendo al
estudiantado. La atmósfera de la
universidad era irrespirable, entonces
me metí de obrero, ahí me sentía bien.�
La idea era juntar plata para regresar a
Lima, y eso hizo. Fue obrero textil, de
la construcción, metalúrgico, hasta que
encontró una fábrica grande y con
sindicato. Pero llegaba a Perú el
vicepresidente de Estados Unidos Richard
Nixon, y los pequeños grupos de
izquierda se unieron para repudiarlo:
�Fue tremendo, mucho más grande de lo
que habíamos imaginado�. La imagen de
aquel muchacho macetón e indomable
empezó a hacerse conocida, y esta
exposición pública motivó que por
razones de seguridad el partido
decidiera mandarlo a su Cusco natal.
Y allá fue, como siempre buscando algún
sindicato. Por intermedio de su hermana,
que trabajaba en un diario, empezó a
organizar a los canillitas, niños de 12
o 13 años. Lo primero fue juntar dinero
para hacer algo tan básico como carnés
de trabajo, para evitar la persecución
de la policía. �Un niño descalzo y en la
calle era un delincuente. El dueño del
periódico me hizo meter preso, pero los
niños hicieron huelga y conseguimos
cosas que no pensábamos.�
En la cárcel conoció a tres campesinos
de la zona de La Convención, que le
contaron la situación que padecían. �El
feudalismo implantado por los españoles
ahora se llamaba hacienda, y el
hacendado era Dios, la autoridad, el
juez. Castigaba, violaba, humillaba,
cedía una pequeña porción de tierra al
campesino que a cambio debía servir en
sus tierras. Obligada estaba su familia,
incluidos los niños, a trabajar en la
cosecha, a veces las mujeres en la casa.
Ellos, los hacendados, decidían cuántos
días debían trabajar. Amo absoluto, si
alguno faltaba mandaba al capataz a
sacar prendas de la casa del campesino
para pagar la falta. Podían ser ropas o
herramientas. Este sistema se trasladó a
La Convención, zona de selva.�
Ya no había más tierra en la sierra, y
con el argumento de la colonización el
gobierno comenzó a ofrecerla a precios
irrisorios, formándose enormes
latifundios; pero hacer de la selva
terreno cultivable era un trabajo duro.
�Los selváticos no entendían eso de
trabajar para otros y se perdieron en la
espesura del monte. Hubo que llevar
gente de la sierra, pero no era su
clima, no conocían las enfermedades ni
las plantas que las curaban. La
mortandad fue tremenda.�
Las primeras organizaciones sindicales
surgieron para rebajar la cantidad de
días que trabajaban para el patrón, que
oscilaban entre 12 y 20 al mes. Los
hacendados �considerados� negociaban con
los campesinos a través de abogados. Los
�duros� no conversaban, y menos
negociaban. �A quién se le ocurre que
voy a discutir con mis indios la forma
en que tienen que servirme; mando presos
a los cabecillas y asunto arreglado�,
pensaban y decían.
�Eran tres de esos cabecillas los que
conocí en la cárcel�, recuerda Hugo.
EL bautismo. Inicialmente resistido en
la Confederación Campesina de Cusco por
su filiación trotskista, acusado
ridículamente de imperialista y �pro
gamonal� (pro patronal) por quienes no
pudieron arrimarlo a su rebaño, Hugo se
ganó el derecho a ser en abiertas
batallas callejeras contra la policía,
resistiéndose a ser arrestado, arrestado
al fin, haciendo huelgas de hambre.
Finalmente fue reconocido por la
Confederación, y el �agitador� del que
hasta entonces se desmarcaban algunos
dirigentes fue enviado a organizar
sindicatos por todas partes.
Y comenzaron las huelgas. �No me daba
cuenta entonces, pero era el inicio de
la reforma agraria, los hacendados
comenzaron a desesperarse. Andaban
armados, sembrando miedo, amenazando. Si
el campesino recurría a la policía la
respuesta era peor: �indios
sinvergüenzas, todavía quieren quejarse,
el patrón tiene derecho a matarlos como
perros�, decían. Ante esto se estimó
necesaria la formación de grupos de
autodefensa, y me encargaron la tarea.�
El no deseado bautismo de sangre era
inevitable. El hacendado Pillco y un
guardia civil habían ido tras el
sindicalista Tiburcio Bolaños, y al no
encontrarlo le dispararon a un
sollozante niño de 11 años que
simplemente no sabía el paradero de su
padrino.
El sindicato decidió pedirle cuentas al
hacendado. Y allá fue la comisión
sindical, dirigida por Blanco.
Pobremente armados sortearon el primer
control policial, pero en el segundo los
guardias estaban alertados. �Entramos al
puesto, le relatamos al policía por qué
estábamos ahí, le pedí rendición y quiso
sacar el revólver. Disparé primero.
Después me enteré de que ese policía era
quien le había dado el arma al hacendado
para dispararle al niño.�
Dos policías más murieron en
enfrentamientos posteriores. Meses
después Blanco fue ubicado. Y asumió
como jefe del grupo la responsabilidad
por las muertes. Vendrían tres años de
detención. Lo llevaron ante un tribunal
militar en Tacna. Lejos de Cusco, y con
todas las irregularidades posibles, la
ilegalidad fue la ley.
�¡Tierra o muerte!�, gritó al entrar al
juzgado, y en voz bajita le respondieron
�¡Venceremos!�. También sus compañeros,
que se habían negado a declarase
analfabetos y engañados por el
�comunista� Blanco, como les sugirieron,
esperaban la condena. Pidieron entre 25
años de prisión y la condena a muerte.
Le ofrecieron deportarlo. �De haber
aceptado hubiera perdido la posibilidad
de denunciar el sistema del gamonalismo
y el rol de la policía. Eso no se
conocía, y la audiencia era pública.
Además, hubiera sido traicionar a mis
compañeros, que seguirían presos.�
Una campaña mundial con firmas de
infaltables notables, como Jean-Paul
Sartre y Simone de Beauvoir, entre
otros, evitó la condena a muerte: le
dieron 25 años de prisión.
Velasco
El ejemplo de Cusco cundió por el resto
de Perú. Las tomas de tierras eran
respondidas a balazos por el gobierno.
Fue en ese contexto que se produjo el
golpe de Estado nacionalista conducido
por el general Juan Velasco Alvarado,
que llevó la reforma agraria a todo el
país. En 1970 se le presentó a Blanco la
posibilidad de ser liberado. Pero
chúcaro y orejano, el hombre que fue un
dolor de cabeza para los gobernantes de
derecha, para los comunistas, para los
apristas, no haría excepción con
Velasco. �Depende de ti que salgas
mañana, me dijo una emisaria. ¿Cómo?,
pregunté. Si te comprometes a trabajar
por la reforma agraria con el gobierno.
No, gracias, ya me acostumbré a estar
preso, le dije. Una cosa es ser
diputado, regidor de un consejo menor
donde uno es elegido y puede decir lo
que piensa, y otra es ser funcionario
público. Pero como otros presos
políticos sí aceptaron la oferta, la
amnistía fue general y salí.�
Ya en libertad, sus compañeros insistían
en que debía colaborar con el gobierno.
��No puedes quedarte al margen de la
historia�, me decían, y tanto insistían
que dije: �Bien, sí voy a trabajar, pero
con una condición, que no se haga la
reforma agraria que yo quiero pero
tampoco la que quiere el gobierno, que
se pregunte a cada sector campesino si
ellos quieren parcelas, comunidades o
cooperativas�.�
Antes de que alborotara el avispero le
prohibieron salir de Lima, y al poco
tiempo el eterno inconformista fue
deportado.
De todas maneras reconoce como positivas
las medidas del general Velasco.
�Destrozó el latifundio, el semifeudal
de la sierra y el industrial de la
costa. Pero no fue un proceso
democrático, muchas cooperativas fueron
hundidas por la burocracia. Eso sí,
nacionalizó el petróleo, las minas, la
banca.�
Prisión y exilio
Tras un corto tiempo en México, Blanco
regresó a Argentina. Era 1971, gobernaba
el general Agustín Lanusse, la última
dictadura que precedería al retorno de
Juan Perón. Al mes ya estaba
encarcelado. Primero lo encerraron con
los presos comunes, luego en Villa
Devoto, y después en la cárcel donde
estaban los militantes del Ejército
Revolucionario del Pueblo (erp, de
pasado trotskista como el suyo), en
condiciones durísimas. �Otra vez la
presión internacional se hizo presente y
me fui al único país donde me podían
recibir bien: el Chile de Salvador
Allende".
Pero la tranquilidad le era esquiva a
este hombre porfiadamente andino. El
golpe de Augusto Pinochet lo lanzó otra
vez a la clandestinidad. Una vez más
tuvo suerte, que se le presentó con
nombre y cargo: Harald Edestam,
embajador de Suecia. �Me hizo afeitar,
me puso el traje de su hermano, corbata
negra, lentes, me sacó una foto y me dio
un carné. Me transformé en Hans Blum,
consejero de la embajada sueca.� Y pudo
zafar.
�Me instalé en Suecia y recorrí Europa
denunciando la dictadura de Pinochet.
Después fui a Canadá y entré a Estados
Unidos, donde hice una gira denunciando
la violación de los derechos humanos en
Latinoamérica y la participación de los
gobiernos estadounidenses.� Era 1977, y
en Perú una huelga general hacía
tambalear el gobierno de Francisco
Morales Bermúdez, quien había derrocado,
con otro golpe, a Velasco Alvarado.
Volvieron los exiliados, y volvió él
como candidato a la Asamblea
Constituyente por el Frente Obrero,
Campesino, Estudiantil y Popular
(focep). �Los candidatos teníamos un
espacio gratuito en la televisión para
exponer nuestros proyectos, y a mí me
tocó justamente después de un paquetazo
feroz de medidas de ajuste. En lugar de
hablar de mi proyecto llamé a la gente a
plegarse al paro convocado por la
central sindical cgtp. A las cinco horas
ya estaba preso. También agarraron a
Javier Diez Canseco, a Genaro Ledesma, y
nos mandaron a Jujuy�, en el marco del
Plan Cóndor de cooperación entre las
dictaduras de la región.
Lo que Morales Bermúdez no se animaba a
hacer quería que lo hiciera la dictadura
argentina de Jorge Rafael Videla:
asesinar a Blanco. �Por suerte un
periodista fotografió cuando nos bajaban
del avión. Eso nos salvó la vida.
Terminé en un calabozo de Buenos Aires,
y otra vez a Suecia.�
En Perú, mientras tanto, fue presentado
como candidato. Fue el más votado de la
izquierda, y en 1980 asumió como
diputado.
En las elecciones del 85 el dirigente
trotskista no participó, volviendo a lo
que mejor hacía: el trabajo de campo,
literalmente. �Como dirigente de la
Confederación Campesina del Perú (ccp)
pedí que me mandaran a Puno. Las �súper
cooperativas�, uno de los errores de la
reforma agraria de Velasco, estaban en
manos de los burócratas, y las
comunidades reclamaban esas tierras.
Corrían rumores de tomas y allá fui. Se
recuperaron 1.250.000 hectáreas.�
En 1989 el gobierno de Alan García lo
quiso desaparecer. �La gente de la zona
de Pucallpa reclamaba un dinero que el
Estado le debía por la venta de maíz. A
fuerza de bloqueos de carreteras y ríos
se logró no mucho, pero lo celebramos
con un mitin. Estábamos cantando el
himno cuando la policía disparó.
Murieron 23 campesinos y 28
desaparecieron. Yo me refugié en una
habitación de la Confederación y ahí me
detuvieron. Me pegaron y me cubrieron la
cabeza. Por suerte un campesino vio
cuando me cargaban en un auto y llamó a
la ccp, y de la ccp a Amnistía
Internacional. Antes de tres horas de mi
detención ya se reclamaba mi liberación
en todo el mundo.�
El hombre que debería estar muerto, al
año siguiente fue senador por Izquierda
Unida hasta el golpe de Alberto Fujimori
en el 92. Fue objetivo de los servicios
de inteligencia y de Sendero Luminoso. Y
otra vez optó por un exilio voluntario.
�Me fui a México, y me tocó la suerte de
vivir la época del levantamiento
zapatista.�
La Tierra, con mayúscula
A los 78 años, Blanco sigue viviendo
nuevos capítulos. La tierra y sus
avatares, dice, no le permiten
descansar.
Hoy la razón de su lucha es otra. Si
años atrás era la posesión de lo que el
diccionario de lengua española define
como �terreno dedicado a cultivo o
propio para ello�, ahora es la defensa
del �tercer planeta del sistema solar,
habitado por personas�. Pero las
definiciones se entreveran y tanto la
primera como la segunda son una sola en
lengua quechua: la Pachamama, la madre
tierra.
�Las razones ahora son otras, pero de
todas maneras involucran a la tierra y
al hombre: calentamiento global, minas a
cielo abierto, agroindustria que
envenena, hidroeléctricas que inundan�,
dice.
Y con su radicalismo de siempre combate
en paz dirigiendo un periódico, Lucha
Indígena, con el mismo entusiasmo de
cuando imprimía los volantes en aquel
mimeógrafo hace más de sesenta años en
Cusco.
�¿Usted está en contra de toda
la minería?
�De toda, sí. La minería responsable es
un cuento chino. Antes, en la época de
los incas, había vetas. De las vetas se
sacaba el oro, se fundía y no
perjudicaba a nadie. Ahora ya no hay
vetas, entonces se tienen que volar
cuatro toneladas de roca para sacar un
gramo de oro. Eso es destructivo en
cualquier lugar del mundo.
�¿Qué es ser de izquierda hoy en
Perú, Hugo?
�Para mí la vanguardia política hoy acá
es el movimiento anti Congi, el de
Cañaris, Celendín (todos movimientos de
oposición a proyectos mineros). Hoy de
izquierda es aquel que está en donde
está la lucha, y la lucha ahora en Perú,
fundamentalmente, no únicamente, es en
defensa del ambiente. Pero a la que hoy
se dice izquierda, allí no la veo.
No hay una organización nacional, son
todas regionales. Yo espero que se
conozcan entre sí y hagan una sola. Ese
es nuestro rol, hacer que se enlacen, y
eso es lo que intento hacer.
�Cuando tenía 30 años esperaba
que este presente fuera otro, ¿cierto?
�Sí, yo tenía esperanzas en la
revolución. Ahora estoy más asustado que
antes, ahora no se trata de lograr una
sociedad más justa sino de la
supervivencia de la especie humana.
Igual hay cosas que me ponen optimista:
el despertar de la gente contra el
sistema en Grecia, en España, hasta en
Estados Unidos. Pero no sé si tenemos
tiempo. Fijesé (se señala el short que
viste, la mañana es calurosa): ¿por qué
ando así si no es verano?
¿Hugo Blanco vive todavía?, me
preguntaron en Montevideo en enero.
Yo lo había visto un tiempo atrás en una
marcha por el agua y contra la minería.
�Creo que sí�, dije entonces.
Sí vive, digo ahora, y más que muchos. Y
aunque algo encorvado, sigue caminando.
A favor del agua, a favor de la tierra,
y a favor del hombre, aunque tenga el
viento en contra, o al propio hombre.
El día que Diez
Canseco se sentó sobre Hugo Blanco
Manuel Martínez *
[Hay] un hecho puntual que pinta a
Javier Diez Canseco de cuerpo entero: en
1989, cuando una insurrección campesina
en Pucallpa enfrentó la política de Alan
García, hubo una feroz represión, con un
saldo de ocho muertos, dos decenas de
desaparecidos y numerosos heridos. El
todavía joven Alan responsabilizó al
histórico dirigente campesino Hugo
Blanco por los hechos: fue secuestrado,
torturado y trasladado a Lima. Allí se
dieron cuenta de que las actuaciones
judiciales eran un mamarracho
insostenible y decidieron devolver al
prisionero a Pucallpa.
Blanco se resistió enfrentándose a
golpes con los policías, y apareció el
diputado Diez Canseco: se sentó sobre él
para evitar que se lo llevaran. Los
esbirros vencieron la resistencia de
ambos y arrastraron a Blanco a un móvil
para subirlo de todas maneras a un
avión. Pero el avión no salía. ¿Qué
había pasado? Javier estaba abrazado a
una de las ruedas de la aeronave,
venciendo su discapacidad física,
poniendo a prueba su coraje.
Parlamentarios de izquierda hubo muchos
en Perú, como Javier Diez Canseco tal
vez pocos. Por algo fue reconocido en su
funeral como el referente de una
izquierda que busca reconstruirse. n
* Ex dirigente del Partido Socialista de
los Trabajadores de Perú y miembro del
Frente Obrero Campesino Estudiantil y
Popular. Brecha reproduce extractos de
esta columna.
Javier Diez
Canseco (1948-2013)
El rostro de la
izquierda
Fue uno de esos personajes fuertes,
implacables, persistentes y con un agudo
sentido de la justicia con los que Perú,
país de injusticias históricas, favorece
cada tanto a su sufrida población.
Javier Diez Canseco nació en la sociedad
limeña más favorecida, pero escogió el
lado de los más pobres y discriminados.
Muy joven eligió irse a vivir en una
comuna religiosa que en el humilde
distrito de San Martín de Porres
practicaba la pobreza y la solidaridad,
de acuerdo a las enseñanzas de Jesús.
Desde esos comienzos unidos al
cristianismo rápidamente saltó a la
acción universitaria, a la izquierda
política, donde fue militante, gestor y
fundador, y en la que se mantuvo cuando
los grupos y partidos más relevantes
parecieron difuminarse entre los fuegos
cruzados y demenciales del fujimorismo
por un lado y el senderismo por otro.
Diez Canseco continuó denunciando,
investigando, propiciando alternativas
que parecían utopías, bajo los mandatos
de Morales Bermúdez, Belaúnde Terry, el
primer Alan García, Alberto Fujimori,
Alejandro Toledo, el segundo Alan
García, Ollanta Humala
Morales Bermúdez lo desterró, junto a
otros opositores, a la Argentina de
Videla, lo que haría a Diez Canseco
afirmar que el régimen peruano no fue
ajeno al Plan Cóndor. Al retornar fue
elegido para integrar la Asamblea
Constituyente de 1979, logrando incluir
en la nueva Constitución el voto para
los analfabetos. Fue uno de los
principales militantes de Vanguardia
Revolucionaria, más adelante fundó el
Partido Unificado Mariateguista, que
integró la Izquierda Unida que llegó a
ganar la alcaldía de Lima en los
ochenta. En 2006 funda el Partido
Socialista, con el cual apoyaría con
otros grupos de izquierda la candidatura
de Ollanta Humala en las elecciones de
2011. Parlamentario durante treinta
años, propulsó desde su investidura
leyes contra distintas formas de
discriminación �minorías sexuales,
minusválidos� y sobre todo se dedicó a
investigar y denunciar la corrupción, y
durante el fujimorismo, la complicidad
con el narcotráfico y las actividades
criminales de los grupos paramilitares
digitados por Vladimiro Montesinos. Su
trabajo al frente de la comisión contra
ilícitos económicos llevó a la cárcel a
varios ex ministros y connotadas figuras
del poder político y económico. Le
colocaron bombas en su casa, recibió �él
y su familia� amenazas de muerte, hasta
el delicado presente de un arreglo
funerario con su nombre y una
inscripción firmada por la �Comunidad
Colina� (Colina se denominaba el grupo
criminal paramilitar �de elite� durante
el período de Fujimori). Como una
venganza rastrera, el perseguidor más
ensañado del delito de cuello blanco fue
suspendido, en 2012, del Congreso
durante 90 días por �faltar a la ética�
(se alegó que familiares suyos se
beneficiarían por una ley, supuesto que
fue desmentido a nivel judicial, donde
Diez Canseco hizo la denuncia
correspondiente).
Hiperactivo y vehemente, podía llegar a
la intransigencia cuando entendía que
estaban en juego sus principios, lo que
lo enfrentó a Alfonso Barrantes en la iu
y a Humala recientemente, denunciando el
apartamiento del presidente de sus
promesas electorales. Él mismo atribuía
su carácter empecinado a lo que le costó
aprender a caminar, correr, nadar, por
la poliomielitis que padeció en su
primer año de vida. El 4 de mayo Javier
Diez Canseco murió a consecuencia de un
cáncer. Su amigo y colaborador en la
comisión contra ilícitos económicos, el
economista Óscar Ugarteche, definió el
alcance político de esa muerte: �La
izquierda peruana se queda sin voz
pública y sin articulador, y la derecha
sin adversario visible�.
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