Insurgente [1] Literally, “ball”, in reference to the way an unfounded assertion is set in motion and snowballs by the hour, spreading like wildfire through the grapevine. (T.N.) [2] Named after a torture method consisting of a ladder to which the slaves were tied and whipped until they confessed or died. (T.N.)
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Para
mi maestro: el gran Walterio. Tomás Fernández Robaina Lcdo. Tomás Fernández Robaina Deseo comenzar mi alegría de escribir sobre mi maestro, refiriéndome a la creencia popular que toma como una señal de salud, de larga vida, cuando se sueña con la muerte de una persona o circula dicha noticia. También se dice que se ha efectuado un ebbó de lengua, con la misma significación. Walterio Carbonell no ha muerto, gracias a dios. ¡Ojalá que viva muchos más! ¡Qué la vida de Walterio sea un elemento más que sostenga dicha creencia! La bola, como decimos en buen cubano a la noticia manipulada, infundada, cuya veracidad no se ha corroborado, me llegó el domingo muy tarde en la noche, mediante una llamada telefónica a mi casa. Me sorprendí enormemente, pues el sábado había hablado con algunos amigos comunes y con colegas de la biblioteca, a quienes les había preguntado por Walterio y nadie me habló de Walterio muerto sino vivo. No obstante, llamé a su casa inútilmente. Me comuniqué entonces de inmediato con otras personas, sin que pudiera obtener una respuesta aclaratoria; pero algo me decía que era una bola. De ser cierto, su familia, al no contactarme personalmente, me habría dejado un recado en la mensajera telefónica. El lunes por la mañana otra llamada confirmó mi intuición: Walterio acababa de hacer entrada en la Biblioteca Nacional. De eso hace hoy justamente más de una semana y me veo en la necesidad de redactar estas líneas, porque ayer dos personas me preguntaron sobre la muerte de Walterio; se alegraron mucho cuando les dije: nuestro amigo está vivo. Obviamente la noticia de su fallecimiento, surgida no sé de dónde, provocó que Juan Goytisolo, un viejo amigo de Walterio, escribiera un artículo, en el que, sin haber corroborado su veracidad, lo daba por muerto y emitía criterios a partir de puntos de vistas muy personales, que no tenían en cuenta los cambios habidos en nuestro país desde su última visita en 1961. Todo proceso revolucionario, al menos así lo demuestra la historia, pasa por diferentes etapas de intolerancias, incomprensiones, en que a veces se cometen errores e injusticias, al tomarse como enemigos, a los que apoyan y buscan mejorar el sistema con propuestas diferentes a las asumidas oficialmente, metiéndolos en el mismo saco con los que sí buscan destruir dicho proceso. Recuérdese la cinta Fresa y Chocolate, en la cual un homosexual se ve forzado a irse de nuestro país por manifestar sus criterios estéticos contrarios a los prevalecientes entonces. Lo anterior refleja un fenómeno que no puede pasarse por alto en el estudio de cualquier proceso revolucionario: etapas más o menos extensas de intolerancias. El escrito de Goytisolo ha posibilitado que, amigos o no de Walterio, expresen también su "dolor", y "pesar"; algunos no tanto por su deceso, sino que ese supuesto hecho, les ha permitido exteriorizar criticas sobre las incomprensiones y dogmatismo predominantes en los primeros años del Triunfo de la Revolución, por las razones ya anteriormente expuestas. Como resultado del artículo, nada objetivo de Goytisolo por muchas razones, el siempre marxista y revolucionario Walterio Carbonell, es objeto de interés de todos los que quieren ganarse un destaque atacando o defendiendo la Revolución Cubana. Para mí lo importante es que en virtud de ese lamentable equívoco no pocos han reflexionado sobre la importancia de la figura de Walterio, conocida por los que nos consideramos sus alumnos, y por los que han estudiado seriamente los orígenes de nuestra cultura e identidad nacional, como bien se evidencia por la amplia referencia a Walterio y en particular a su libro: Crítica: Como surgió la cultura nacional. No cuesta trabajo inferir la conveniencia de que las nuevas generaciones conozcan la obra de este hombre, quien a pesar de los problemas a los que tuvo que enfrentar, siempre fue fiel a sus ideas, a la Revolución cubana y a la amistad que desde su posición siempre le ha profesado a Fidel y a Raúl Castro. Razones decisivas para su bregar revolucionario por lo que él ha considerado un aspecto de vital importancia para el desarrollo más pleno de la sociedad cubana: la representatividad de los negros de forma equitativa en nuestra sociedad, como demandó nuestro comandante en Jefe en la clausura del Tercer Congreso del Partido, no limitándose sólo a la étnica sino también a la femenina y a la juvenil en los diferentes niveles del estado, de la administración pública y del Partido. Pero ¿quién es este Walterio Carbonell que tiene ahora ochenticuatro años, que ha generado todos estos artículos? Oí hablar de Walterio como el autor del libro Cómo surgió la cultura nacional, que dictó, más que escribió a una secretaria. Fue una especie de ensayo río, escrito de un tirón, a pura memoria. Él militó en la Juventud Socialista hasta que fue expulsado por haberle enviado un telegrama al entonces joven revolucionario Fidel Castro cuando supo que había salido con vida del Asalto al Cuartel Moncada. Posterior a esta fecha, marchó a París como consecuencia de la represión política que había en la Isla. Allí participó junto con otros jóvenes cubanos, en el despliegue de la bandera del 26 de julio en la torre Eiffel y en otras actividades contra el batistato. Al regresar de Francia es nombrado embajador de Cuba en Tunez donde reside poco tiempo. De vuelta a la Isla se dedica a escribir artículos sobre la situación política, en general, de ese continente y también se desempeña como profesor de filosofía marxista leninista. Fue un vertical opositor al manualismo soviético con el cual se comenzó a difundir el marxismo y el leninismo en Cuba, causa esta por la que no pudo seguir como profesor de esa disciplina. Las anécdotas que cuenta de su amistad personal con el máximo líder evidencian la admiración por su genio político y la familiaridad de esa relación. Todo lo expresado ha sido un peso determinante en su fidelidad hacia el líder de la Revolución Cubana. A pesar de todos los contratiempos a los cuales tuvo que hacer frente por sus ideas, jamás pensó en emigrar, y no consideró ni ha considerado otra opción para nuestros problemas sociales y económicos que no sea la solución socialista. En ese sentido comenzó a llamar la atención sobre la importancia de la representatividad racial del negro cubano en los diferentes niveles del estado, como ya se expresó en párrafos anteriores. Pero también habló de la belleza de la mujer negra, de la conveniencia de que el negro expresara artísticamente sus sentimientos, para reforzar y subrayar nuestra identidad nacional. Trató de que en la Conferencia Tricontinental (enero de 1966) hubiera un panel sobre la identidad negra y los problemas sociales, económicos y culturales inherentes a ella. Obviamente esa actitud no fue considerada la más acertada en aquel momento, ya que sobre Cuba, la Revolución, estaba latente la política abierta del gobierno estadounidense para destruirla, de dividir a los cubanos, para que la contrarrevolución triunfara. Tiempo después de abandonar la granja donde estuvo alrededor de un año, Walterio decidió vincularse laboralmente, pero tropezó con reiterados escollos burocráticos que le impidieron materializar ese deseo hasta que le hizo llegar una carta a Fidel Castro contándole su situación. Poco tiempo después el director de la biblioteca Nacional de ese momento, el Dr. Julio Le Riverend, le concedió un puesto como auxiliar de bibliotecas, en los almacenes, ofrecimiento que Walterio rechazó; por lo que al encontrase en una ocasión con el Dr. Armando Hart, ya Ministro de Cultura, y felicitarlo éste porque estaba trabajando, Walterio le respondió que lo estaban engañando y le narró lo sucedido. En menos de una semana Walterio ocupó una plaza como investigador en la Biblioteca Nacional y aún permanece en dicha institución. Por supuesto, sus preocupaciones intelectuales e investigativas se relacionaron con el período de la esclavitud, en particular sobre la Conspiración de la Escalera. Él llegó a conclusiones controversiales que discrepan con no pocos historiadores en torno a la existencia de una pequeña burguesía negra. Carbonell alegó que reunido todo el dinero de los negros de dicha clase, el mismo no llegaba ni a la tercera parte del capital del esclavista Aldama. Su interés por la situación contemporánea del negro cubano no se manifestó en artículos ni en conferencias, sino en escribir cartas al Dr. Fidel Castro donde le planteaba sus criterios acerca de la importancia que tenía para la Revolución Cubana la representatividad de los negros. De la veracidad de esas acciones se tiene al menos un testigo que leyó una de las enviadas. Dicho testimoniante recuerda la alegría que sintió cuando oyó al primer Secretario del Partido Comunista de Cuba en la clausura del ya mencionado tercer congreso del Partido. Pensó que Walterio estaría muy contento de estar escuchando ese discurso o cuando lo leyera. El profesor guadalupano, Dr. Alain Yacou, tiene traducido al francés, al menos parcialmente, Como surgió la cultura nacional. Algunos fragmentos de ese título serán publicados en un libro que circulará próximamente en Point-á-Pitre. No es difícil comprender la urgencia y conveniencia de reeditar dicho título, pero con un esmerado trabajo de edición que relacione bibliográficamente las fuentes citadas y mencionadas. Ya se encuentra avanzada la compilación de sus artículos y ensayos, dispersos en el Diario Revolución, y en revistas como Nuevos Rumbos(1943-1948), Bohemia, entre otras. Conocí personalmente a Walterio Carbonell en la Biblioteca Nacional, cuando lo identifiqué por haber visto su foto en la cubierta de una entrega de Nuevos Rumbos. Ya conocía algunas anécdotas sobre él, transmitidas por Clara Moreira, artista plástica, madre de su único hijo varón cubano, Kimane, creador también en la esfera artística, quien lo visitó no hace mucho tiempo. Más recientemente una de sus dos hijas francesas, Dora Carbonell, cantante profesional, viajó a Cuba con el propósito de conocerlo, pues el contacto que hasta entonces habían tenido era epistolar. Recuerdo con la alegría que Walterio, algunos años atrás, me enseñó sus fotos. Tengo muy presente algunas de nuestras primeras conversaciones, y otras posteriores. Por ejemplo, cuando le pregunté si Carlos Moore era el seudónimo que él había utilizado para escribir un muy polémico artículo en Presence Africaine. Se sonrió y me dijo que él no era de esos de no firmar con su nombre lo que escribía; que Carlos Moore era un negro real, de carne y hueso. Lo conoció cuando Moore residió en Cuba muy al principio de la Revolución y que desde esa época no tuvo comunicación directa con él hasta que comenzó a venir a la Isla, en los años finales de los noventa, por razones familiares y docentes con estudiantes de la West Indies University. Yo agradezco a Walterio el haberme hecho comprender más profundamente, con toda su complejidad, nuestro proceso revolucionario; me transmitió de manera sencilla desde nuestros primeros diálogos, el convencimiento de que la solución a las problemáticas de la desigualdad social, económica y racial imperante en el mundo es la vía del socialismo, pero de un socialismo real, democrático, participativo, alejado de todo dogmatismo e intolerancia. Y por lo tanto, como bien nos ha enseñado nuestro Comandante en Jefe, los reveses hay que convertirlos en victorias, sirva pues la falsa noticia de la muerte de Walterio Carbonell, no para que resucite entre los muertos, obviamente, pero sí para que sea conocido por los jóvenes de hoy y del futuro, de los que ya no lo son y no han tenido la posibilidad de conocer su pensamiento. Por lo tanto, que corra la noticia, Walterio no murió, sigue fiel a sus ideas revolucionarias, como los griots africanos, a las historias de sus pueblos, que narran y transmiten para que no nos olvidemos de donde venimos y hacia donde vamos. La Habana 19 de abril 2005 trob@cubarte.cult.cu
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