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Obama and gay
marriage
By
Lázaro Fariñas*
May 13, 2012
A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.
One of people’s worst qualities is their need to discriminate. Who you
are or how much you deny it makes no difference: deep down, to a greater
or lesser extent, all human beings are discriminators. We discriminate
against others for their sexual preference, race, ethnic group, body
weight, intellectual capacity, social status, age, school level, country
of origin, and so on and so forth. What I mean by this is that, if we
level with ourselves and do some introspection, we’ll find that at some
point we have discriminated against someone.
Maybe those that
the Catholic Church has beatified have never harbored any biased
thoughts about anyone, although I truly doubt it, unless these saints
never were human in the first place.
Going through
this worldly life without ever being prejudiced against any other person
is, at best, very difficult. I think that finding someone who has never
discriminated against someone else amounts, as the Bible says, to
finding a needle in a haystack.
I was born and
raised in a Cuban province where people could not be any more racist
than they were. Back in my day, everything in that region of Cuba was
the object of discrimination. Never mind that white and black people
alike went to the same public schools: we wouldn’t swim in the same
rivers, or dance in the same parties, or marry a girl of another
color. In my hometown, there was one club for black people and two for
us whites. I’ve known everything about racism and, therefore, I loathe
it.
Fate has made me
spend almost all my life in a society known to be highly discriminatory.
During President
Lyndon B. Johnson administration's in the 1960s, the Civil Rights Act
came into effect to give black people in this country a number of
rights, and I saw with my own eyes the ensuing outbreak of social
unrest. Driving from New York to Miami with several Cubans –one of them
black– we witnessed the uprisings in the southern states. The funny
thing was that my black fellow countryman had been until then a fervent
supporter of the system that prevailed in America then, until that
moment in our trip when the scourge put in an appearance and he came off
worst, for he saw racism in action.
I’ve brought all
of this up on account of President Barack Obama’s recent statements in
favor of gay marriage, which have triggered a huge fuss all over the
U.S. Why such a racket? Isn’t a person entitled to marry another of
their same sex? Marriage is just a legal union of two persons, whether
or not they are of the same sex, race, social standing, and cultural and
intellectual level.
No one should
poke their nose into a couple’s life as long as its members don’t commit
a crime against anyone else. How can making a relationship between two
human beings legal be a crime?
Gay marriage
should be no less of a right than that of a woman to have an abortion
within the reasonable length of time taken by the embryonic stage of her
pregnancy, and no law should prevent that woman from putting an end to
it if she’s unwilling to deliver a child. Why couldn’t she? Who are we
to stop her? Who can really have such a legal authority?
President Obama
has taken a courageous step in his political career. A year ago his
stance on the matter was completely different but, according to his own
words, his thoughts have evolved since and he has come to the conclusion
that banning two people who love each other and share a relationship
from making it official so as to enjoy the same legal rights as straight
couples was totally reprehensible. The political cost that Obama’s
decision can carry is anybody’s guess, but I’d dare say he will earn
more votes than he will lose. After all, the main detractors of the
President’s new turn are the ones who would never give him theirs.
We must bear in
mind that all the U.S. fascist right-wing die-hards want is to keep
lynching blacks, deporting immigrants and scorning homosexuals.
*
Lázaro Fariñas is a Cuban journalist who
lives in the United States.
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![](docs3415_files/image001.jpg)
Obama y los matrimonios homosexuales.
Por Lázaro
Fariñas*
Publicado por Virgilio
PONCE el mayo 13, 2012 a las 1:19am
Ver blog
![](docs3415_files/image002.jpg)
Por Lázaro Fariñas*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad.- Una
de las característica peores de los seres humanos es su necesidad de
discriminar. No importa quien seas, y no importa quien lo niegue, en el
fondo, todos los humanos, en una u otra medida, somos discriminadores.
Se discrimina por las preferencias sexuales, por la raza o la etnia,
también por el peso corporal de las personas, por la capacidad
intelectual, por su estatus social, por la edad, por la escolaridad, por
la región de donde provienen, etc. etc. Lo que quiero decir con esto es
que, si somos sinceros con nosotros mismos y miramos seriamente a lo más
profundo de nuestra personalidad, encontraremos que en alguna que otra
ocasión hemos discriminado a otra persona.
Quizás, los que la Iglesia Católica ha reconocido como santos, nunca
hayan tenido un pensamiento discriminatorio sobre nadie, pero en verdad
lo dudo, a no ser que esos santos no hayan sido seres humanos.
Es muy difícil pasar por esta vida terrenal y nunca haber pensado
discriminatoriamente sobre otro ser. Me parece que encontrar a una
persona que nunca ha discriminado a otra es como el pasaje bíblico aquel
que dice lo difícil que es encontrar una aguja en un pajar.
Nací y me crié en una provincia de Cuba que más racista no podía ser.
En mi época, en aquella región de Cuba, se discriminaba contra todo. A
pesar de que los negros y los blancos íbamos a las mismas escuelas
públicas, no nos bañábamos en los mismos ríos, ni bailábamos en las
mismas fiestas, ni nos casábamos con las personas de la otra raza. En el
caso de mi pueblo natal, había una sociedad para los negros y dos para
los blancos. Así es que conozco el racismo desde sus propias raíces, y
por lo tanto, lo desprecio.
El destino me llevó a vivir casi toda mi vida en una sociedad que se ha
caracterizado por la discriminación.
Durante la administración del presidente Lyndon B. Johnson, en los años
sesenta, se implantó la Ley de los derechos civiles, con la cual se les
dieron una serie de derechos a los negros de este país. Presencié, de
primera mano, las explosiones sociales que existieron a raíz de la
implantación de la misma. En un viaje en automóvil de New York a Miami,
junto con varios cubanos, uno de ellos negro, vi las revueltas que se
llevaron a cabo en los estados sureños. Lo curioso fue que el negro
cubano era el mayor defensor del sistema imperante en la sociedad
norteamericana de entonces, hasta que en carne propia vivimos el racismo
en aquel viaje, y nuestro compatriota negro fue el que llevó la peor
parte del racismo en acción.
He sacado todo lo anterior a colación, por las recientes declaraciones
del presidente Barack Obama sobre los matrimonios entre homosexuales. Un
verdadero escándalo se ha formado en los Estados Unidos por las
afirmaciones del presidente de que apoya los matrimonios de personas del
mismo sexo. ¿Por qué se ha formado tan tamaño escándalo? ¿No tiene
derecho una persona a casarse con otro de su mismo sexo? El matrimonio
no es más que la legalización de la unión entre dos personas, sean del
mismo sexo o no, de la misma raza o no, del mismo nivel social, cultural
o intelectual o no.
Nadie se debe de meter en la vida de dos personas, mientras estas no
cometan delito alguno contra otra persona. ¿Y qué delito es legalizar
una relación entre dos seres humanos?
El matrimonio homosexual debe de ser un derecho, igual al que deben
tener las mujeres de hacerse un aborto dentro del tiempo prudencial en
que el embrión no ha alcanzado su plena potencialidad. Si una mujer no
desea llevar a cabo un embarazo, no debe haber ninguna ley que le impida
terminarlo. ¿Por qué no va a poder hacerlo? ¿Quién es quién para poder
impedírselo? ¿Quien tiene verdaderamente esa potestad?
El presidente Obama ha dado un paso valiente en su carrera política. Hace
un año atrás, él tenía una posición completamente diferente sobre el
tema, pero según él mismo, su pensamiento ha estado evolucionando hasta
llegar a la conclusión de que era totalmente recriminatorio el no
permitirle a dos personas que se quieren y que tienen una relación poder
legalizarla para que ambos tuvieran el mismo derecho ante la ley que
gozan las parejas heterosexuales. Nadie sabe el costo político que le
puede acarrear al presidente haber hecho esa declaración, aunque me
atrevo a pensar que gana votos en vez de perderlos. En definitiva, los
mayores críticos de la nueva posición del Presidente son esos que nunca
votarían por él.
No hay que olvidar que la derecha y la ultraderecha reaccionaria y
fascista norteamericana, quiere seguir linchando negros, deportando
inmigrantes y odiando a los homosexuales.
*Lázaro Fariñas periodista cubano residente en EE.UU.
Fuente original: Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad
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