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El éxito de Padura comenzó
mucho antes de que este siglo naciera. La
génesis del triunfo entre el público cubano
tiene un nombre que hoy es mito: Mario Conde. (Foto:
Liliana Batista Esquijarrosa) |
Por: Yoel Suárez Fernández
Él no me conocía más allá del
teléfono. Yo lo vi en persona por primera vez el día
anterior. Cuando la Sala Villena se abarrotó de
seguidores y curiosos que buscaban el último libro del
escritor cubano más leído en la Isla y el extranjero.
Puntuales nos encontramos a la
entrada de la UNEAC. Me adelanté a sus pasos. Los ojos
saltones del hombre buscaban al estudiante de periodismo
con el que había quedado aquella tarde serena.
Pronuncia mi nombre. Asiento.
Extiende el brazo. Saludos, presentaciones, ella es
Liliana, tomará fotografías. Mucho gusto. Síganme; vamos
a otro lugar; a casa de una amiga para conversar mejor.
Antes de alcanzar la calle llegaron nuevos saludos. ¡Padura!
¡Leonardo! ¡Compadre! El escritor da la vuelta. Estrecha
manos, corresponde atento a la charla, y finalmente se
escabulle para memoriaguiarnos al auto.
…Leonardo Padura Fuentes es el
novelista cubano más publicado en el exterior. También
el más vendido. En la Isla es el más buscado. Y fíjense
que digo buscado. Porque su obra reciente (quizá la más
atractiva) no cuenta con las tiradas amplísimas de otros
autores, a pesar del interés de un público lector que la
persigue a ultranza…
La casa de Vivian Lechuga, su
editora cubana y amiga de años, nos sirve de refugio
para grabar la entrevista. La mujer nos acoge sonriente,
y promete una colada de su mejor café. También nos
recibe Goya, un cocker spaniel sordo que acude a las
manos de Padura como si reconociera en ellas a un amigo.
Un apagón matutino dejó a media
luz la casa, y ahora la tarde avanzaba tragándose el
resto del sol. Vivian despeja la sala para que
conversemos, y sin decir palabra se mete en la cocina.
Leonardo se acomoda en un mueble en forma de L; Liliana
y yo lo imitamos.
…El éxito de Padura comenzó mucho
antes de que este siglo naciera. La génesis del triunfo
entre el público cubano tiene un nombre que hoy es mito:
Mario Conde. Un detective sui géneris que, paralelo a
sus casos, desnuda a la sociedad con una crítica audaz.
La serie de novelas con el investigador al centro fue un
homerun editorial para la Cuba de entonces.
Pero el volcán Padura haría erupción más adelante;
tiempo después de otros libros de entrevistas sobre
música y deporte. La auténtica polémica arribaría al
panorama literario con propuestas con La novela
de mi vida, y su trabajo periodístico en la
agencia IPS…
La barba nevada se adueña de un
breve mentón, de mejillas, hasta quedar conectada con la
blancura del pelo a ras del cráneo. Como un abanico se
abre una mancha oscura de vellos justo bajo la boca. El
rostro abultado tiene una expresión taciturna si
responde a una pregunta. Busca un punto invisible en el
piso hasta que ha terminado de hablar. En cambio, si
espera ser interrogado enfrenta a su interlocutor dos
ojos prominentes, y el amplio matiz expresivo que sus
cejas le permiten. A veces parece que busca en las
palabras algo agazapado, que tratara de ocultarse. Quizá
espera le pregunten lo mismo de todos los días; lo mismo
en las tres entrevistas que concede por semana.
La crítica que Leonardo hace de
circunstancias, pasajes e incluso la historia misma,
resulta deleitable. No es un ataque burdo a lo
sacralizado; ni una burla despiadada a las desgracias de
Cuba; tampoco es la detracción a la esencia de la
Patria. Padura juega con elementos prohibidos en el
borde de la hoguera. Mezcla su fino humor con la fórmula
de lo silenciado, lo vedado, lo provocativo… pero en la
exacta medida, para que la receta no se vuelva de veneno…
El caso es que este autor no es
del agrado de todos. La crítica duele a los responsables
del mal. Quienes conocen su obra figuran en Leonardo a
un polemista incansable. Me consta que inspira las más
violentas pasiones. Pero fuera de excepciones, millones
de lectores disfrutan y acosan la obra de Padura, que no
más publica un libro lo desaparecen del mapa (y saben a
qué me refiero).
…Leonardo ha sido (junto a Daniel
Chavarría) el novelista criollo más laureado fuera de
fronteras en las últimas dos décadas. Pocas veces el
nombre de Cuba se ha elevado a planos de tal prestigio
literario. En este sentido merece especial alusión su
última obra ficcional: El hombre que amaba a los
perros. Un volumen que tiene como eje sucesos
relacionados con la vida del asesino de Trotsky (un
extremista español que pasó sus últimos años en la mayor
de las Antillas). El texto ha encontrado la gracia de
expertos fuera y dentro del caimán. Ha recibido entre
otros lauros el; el Roger Caillois; y el Premio de la
Crítica 2011. No obstante, los medios de comunicación
tradicionales han permanecido inmutables ante tal
avalancha de galardones…
![](lpadura3.JPG) |
De tres mil ejemplares fue la
tirada que hizo Ediciones Unión de la más
reciente novela de Padura, El hombre que
amaba a los perros.
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“Mira –me alerta con voz gruesa.
Aproxima hasta mí tres cuartillas engrapadas, llenas de
datos impresos-, estas son la cantidad de referencias
que ha hecho la prensa francesa al éxito de El
hombre...
se
quita los espejuelos- y aquí, en mi país, las personas
se enteran de estos acontecimientos por publicaciones
extranjeras. “
…Leonardo no se confiesa amante de
los premios, al menos no de esos que tradicionalmente
nos indica la palabra. Prefiere los premios verdaderos,
como es, por ejemplo, la estima del lector. Un lauro más
permanente que el de las instituciones…
El propio pueblo cubano -con su
instinto fabulador- ha creado toda una mítica, entorno a
la novela. Se dice que en la última Feria del Libro
(2011) no se vendió la cantidad de ejemplares prometida,
y que un buen número de las copias de la Editorial Unión
siquiera llegó a las estanterías. Simplemente se
esfumaron. En medio de ese ambiente enrarecido se han
pronunciado los rumores más variados: recursos, política,
derechos de exclusividad…El inventario de causas
posibles es variopinto, pero el más mínimo soplo lo
cierra a la certeza, porque en verdad, hasta hoy, Padura
no ha hablado del tema.
Un nuevo caso para Mario
Conde
La tirada que Ediciones
Unión hizo de El hombre que amaba a los perros
ha gestado las más disímiles habladurías. Se ha
rumoreado que median motivos de carácter económico o
político. No hace mucho alguien me explicaba que un
sello español tiene derechos de exclusividad sobre la
reproducción de la obra… En fin, ¿quién tiene la razón?
Te cuento cómo es la historia.
Desde el año 1996 he hecho contrato para cada una de mis
novelas con una editorial de España: Tusques. Cuando en
ese año gané el premio Café Gijón, ellos
leyeron la novela Máscaras, les gustó,
y por eso sale publicada en 1997 por esta editorial.
Después de Máscaras
vino Paisaje de otoño,
recuperaron Pasado perfecto y
Vientos de Cuaresma (que ya estaban publicados
en Cuba y México), y luego fueron saliendo La
novela de mi vida, Adiós Hemingway,
La neblina del ayer. Y ahora han
publicado una edición de La cola de la serpiente
(aquel relato que venía con Adiós Hemingway
en la edición cubana), y, en 2009, El hombre que
amaba a los perros.
Desde que comenzó esta relación
editorial Tusques le da un permiso a Ediciones Unión
para que haga una tirada, que es vendida en moneda
nacional para los lectores cubanos. En ocasiones a
Tusques se le ha pedido permiso, incluso, para hacer una
reedición de algunas de mis novelas y siempre ha dicho
que sí. Al igual que ha dicho que sí a la cantidad de
ejemplares que la editorial cubana pida. Para la edición
de El hombre… Unión pidió tres
mil ejemplares porque era el papel que tenía para
publicar, y Tusques dio permiso para tres mil libros. Si
le hubieran pedido cuatro mil o cinco mil igualmente se
le hubiera dado. A pesar de que muchos de esos libros
impresos aquí salen del país por varias vías.
Existen comentarios de que
durante la Feria del Libro no se vendieron la cantidad
de ejemplares prometida, y que un buen número de copias
no llegó a las estanterías. Que simplemente
desaparecieron. Los más osados apuestan a que fueron
robados. ¿Está enterado de estos rumores? ¿Puede
sacarnos de este ambiente enrarecido?
Desconozco realmente qué cantidad
de ejemplares se vendieron, si en verdad hubo esos
cuatroscientos libros que se perdieron misteriosamente
del almacén. No sé nada.
Estoy al tanto de que han habido
ejemplares que vendidos a diez, quince, veinte CUC, por
vendedores de libros viejos, y gente que se dedican a
eso; que en Revolico. com ha estado el libro en venta…
¿¡En Revolico!?...
Pero los detalles de lo que
ocurrió, realmente, no los conozco, tampoco me he
preocupado demasiado por investigarlo, tengo que
investigar otras cosas que son mucho más interesantes
para mí, y esto…bueno, pasó, y no sé exactamente lo que
ocurrió.
Los cubanos que no
alcanzamos a comprar El hombre… en la
pasada Feria del Libro, ¿podemos guardar la esperanza de
una reimpresión?
Debe haber una reedición, porque
por lo general, los libros que ganan el Premio de la
Crítica son reeditados. Y espero que ya Ediciones Unión
le haya pedido permiso a Tusques, porque lo que supe es
que varios meses después de que se había hablado esa
posibilidad, aún no le había escrito a Tusques pidiendo
permiso.
En fin, todo depende de la
cantidad de material que Unión quiera poner para una
reedición.
LA HISTORIA PARA ENTENDER
EL HOY
Ya se adelantaba en algo
de lo que quería hablar, y es que este 2011 mereció el
Premio de la Crítica y su obra tuvo una acogida
extraordinaria en la Isla. Especialistas y lectores han
elogiado su estilo ¿Esperaba tal éxito?
Mira, lo de los premios es muy
aleatorio. Puede ser que un libro como La novela
de mi vida, la que yo considero mi
mejor novela -porque es donde hay un mayor equilibrio
entre la proposición literaria y lo que consigo
literariamente-, no haya tenido el mismo éxito. En
cambio, creo queEl hombre… ha
encontrado una comunicación especial no sólo con los
lectores de Cuba y fuera de Cuba, sino también con
determinadas instituciones.
El primero de los premios que ganó
fue el de los libreros independientes franceses. Después
ganó el Francesco Guelmi, que se le concede a
la mejor novela histórica publicada en Italia. El
Roger Callois,
y el Prix Calbert que se da para escritores
del Caribe; y además, fue seleccionada la mejor novela
histórica del año, en Francia.
La obra ha obtenido premios que me
satisfacen mucho y no los esperaba. Y que creo ayudan
mucho a la difusión de la novela y a una presencia mayor
del volumen no solamente en los medios, sino también en
las librerías. Porque, como se sabe, a la semana en
países de Europa y en Estados Unidos los libros
envejecen, todo muy de prisa, y este tipo de cosas
permiten que El hombre… permanezca
mucho más tiempo en circulación.
Como decía, en abril de
2011 El hombre… mereció el Premio
Francesco Guelmi di Caporiacco, adjudicándose el primer
escaño en Novela Histórica por encima de 32 obras en
competencia. Cuando escribía la obra, ¿hasta qué punto
pensaba darle un enfoque historicista?
No creo que tenga un enfoque
historicista. Es que no me interesa escribir novela
histórica para contar una época. Me interesa mirar la
historia para entender el presente. Por eso tanto en
La novela de mi vida, como en
El hombre que amaba a los perros, o enLa
neblina del ayer,las historias en el pasado
siempre tienen unas consecuencias en el presente. La
historia es una continuidad de acontecimientos con
causas y consecuencias, que van conformando un proceso
que en algún punto nos toca la espalda. Ese es el
presente. Y entenderlo me parece tan importante como
estudiar lo ya acontecido. Voy en busca de determinadas
claves del pasado para expresar un entendimiento del
presente. Por eso no creo que escriba novelas
propiamente históricas.
Hace poco una importante
intelectual cubana recordaba sabiamente que nuestro
Martí no había recibido más premio que una medallita
escolar por una buena composición. Teniendo en cuenta
esta gran ironía histórica, ¿cuánto cree que las
premiaciones legitiman a un escritor?
La capacidad de legitimización de
un premio, depende de su propio prestigio. Como se sabe,
hay galardones –en España pasa mucho- que entregan
sellos editoriales, premios millonarios, concedidos bajo
determinados condicionamientos. Generalmente se les dan
a autores de la casa editorial, a autores que quieren
sumar, o a un libro que prometa un buen negocio. Hay
otros premios que son menos jugosos económicamente, pero
tienen un prestigio mucho mayor. Ese es el caso del
Roger Caillois. Y eso se ve sólo con detenerse en
la lista de galardonados tan notorios: algunos de los
autores indiscutibles de la lengua.
El premio es uno de los mecanismos
para legitimar una obra; el mercado es otro recurso,
aunque no siempre dice la verdad.
Me contabas lo de la medallita de
Martí, y te puedo recordar que el pintor más cotizado en
el mercado en algunos momentos ha sido Van Gogh, y en
vida no vendió una sola pintura, y no por eso deja de
ser un maestro.
![](hombre-amaba-perros.jpg) |
De tres mil ejemplares fue la
tirada que hizo Ediciones Unión de la más
reciente novela de Padura, El hombre que
amaba a los perros.
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Es decir, a veces los
reconocimientos y el mercado no acompañan una buena
obra. También, qué ocurre: en los últimos treinta,
cuarenta años, el sistema de estímulos literarios ha
crecido muchísimo. Y al ocurrir esto, su carácter
legitimador se ha distendido. Afortunadamente algunos
premios todavía conservan la honestidad, como hay otros
que uno ya sabe quién lo va a ganar y las razones por
las cuáles lo gana.
ROGER CALLOIS, EL SILENCIO
Y EL PREMIO VERDADERO
Este noviembre asaltó a no
pocos medios internacionales con el titular de que por
primera vez un cubano se alzaba con el prestigioso
galardón literario Roger Caillois. ¿Qué significa para
usted incluirse en una lista donde ya leíamos nombres
como Carlos Fuentes, Adolfo Bioy Casares, entre otros
grandes de Latinoamérica?
Creo que lo más importante del
premio es eso. La dotación económica es simbólica. Es un
lauro que hacia el interior de Francia no es tan
importante como hacia el exterior (América Latina,
fundamentalmente). Y sobre todo es un premio que lo han
ganado algunos de los autores más grandes todavía vivos
y actuantes durante los últimos veinte años.
Nunca se le había conferido a un
cubano (a los que viven fuera o dentro de Cuba). Me lo
otorgan por el conjunto de mi obra, y muy impulsado por
lo que ha sucedido con El hombre que amaba a los
perros. Y resulta curioso que
la repercusión de este suceso haya sido mucho más
importante en otros países (como España, México,
Argentina, Chile) que en la misma Cuba. A veces me
pregunto qué razones deben existir para que no se valore
adecuadamente el hecho de que un escritor cubano –con
independencia que se llame Leonardo Padura- gane un
premio de este tipo.
Creo que para la cultura cubana es
un reconocimiento muy importante, después de varios años
en los que no ha aparecido ningún escritor del patio
entre los más promovidos de la lengua. Y sin embargo,
hacia el interior ha existido esta sequía de información
respecto al tema. Yo recuerdo, en otras ocasiones
(cuando trabajé como periodista en el Caimán Barbudo,
La Gaceta y Juventud Rebelde) que un
acontecimiento así, hubiera significado en La Gaceta,
por ejemplo, dedicar un dossier al autor, dedicar un
número de la revista Unión, no sé, algo que
desde las redacciones culturales diera a entender la
magnitud de este suceso para la literatura nacional.
No sé cuáles puedan ser las
razones. Pueden ser desde carácter político hasta de
carácter personal. Puede haber una gama muy variada de
motivaciones para que esto ocurra, incluida la
mezquindad. Pero el hecho es que ocurre, y me parece
lamentable, porque muchas veces se habla de la
insuficiente promoción de la literatura cubana, de la
dificultad de la literatura cubana de llenar espacios
editoriales fuera del país; y cuando esto se revierte,
pues no hay reconocimiento alguno.
Sin embargo, de pronto te enteras
que un músico hizo un concierto en la casa de cultura de
la tercera ciudad más importante de Dinamarca, y sale un
cuarto de página en el periódico, se comenta en la
televisión. Y eso crea una desproporción en cuanto a la
posibilidad de valoración real de determinados
acontecimientos artísticos que tienen mucho que ver con
lo que está ocurriendo en Cuba hoy en las diferentes
manifestaciones artísticas.
Creo que el pollo del arroz con
pollo está en lo siguiente: Mientras hay poco
reconocimiento institucional, yo me siento muy, pero muy
realizado con la relación que he desarrollado con los
lectores cubanos. Una novela con El hombre que
amaba a los perros fue muy difícil de escribir,
porque es una obra en la cual tuve que pensar en dos
lectores: uno cubano y uno no cubano. Esto, debido a la
capacidad de acceder a información que hemos tenido casi
todos en Cuba. No de que alguien la tengan (puede que
una persona u otra tenga información), sino a la
capacidad de acceder a información por parte de estos
dos lectores potenciales.
Por ejemplo, un lector extranjero
puede ponerse rápidamente al día en lo que fue la vida
de Trotsky, los Procesos de Moscú, los últimos textos
sobre la República Española y la presencia soviética en
la Guerra Civil. Pero un lector cubano, no. Por lo
tanto, mientras me llenaba de información para escribir,
y después, cuando escribía tuve muy en cuenta que debía
complacer y llenar las expectativas literarias de ambos
lectores; y que además, tenía que colmar las
expectativas informativas del cubano. Y eso es muy
complicado en la narrativa, porque la novela no está
para explicar. La narrativa muestra, sugiere, dibuja una
realidad; pero no es un ensayo para exponer un concepto,
por ejemplo.
La respuesta que he tenido del
lector nacional (desde mucho antes que fuera publicada
El hombre…) constituye el
reconocimiento más grande al que puede aspirar un
escritor…
…Padura coagula el
diálogo. Detiene las palabras como un tren poco a poco
la marcha. Levanta el rostro, y las manos reciben el
blanco pelaje de Goya. Vivian llega hasta nosotros
envuelta en el aroma del café recién colado. Dispone las
tazas en una mesita cercana. Te traje un poquito de
agua, Leonardo le dice que sí, que qué bien hizo en
traerle, porque como está hablando se le saca la
garganta. Vivian se retira sigilosa, no sin antes
preguntar si alguien más quiere agua. La tacita de
porcelana con detalles de Portocarrero se pierde en la
anchura de las manos del escritor. Bebe lentamente; y
cuando acaba el café llega el tiempo de fumar. Busca la
cajetilla en la camisa. Desenvaina un cigarro y expone
la punta al fuego. Todo en silencio, como si fuera un
ritual. Sale denso de su boca un buche de humo gris.
Mientras, el cigarro humea tristemente en una mano como
si hubiera perdido la vida con la última fumada. En
cuanto despide la primera bocanada retomamos la
entrevista…
…Te decía, que ese reconocimiento
tan importante (que ha sido patente y evidente) por
parte del público, es el que sustenta que pase algo como
lo de ayer. Cuando la presentación de un libro de
periodismo (La
memoria y el olvido, Editorial Caminos), se
convierte en un acontecimiento social más que cultural,
con más de doscientas personas que llegaron a la sala
Villena de la UNEAC aún cuando hubo una escasísima
divulgación (afortunadamente, porque si no hubiera sido
un gran problema para los organizadores).
Y esto es una muestra del
reconocimiento del lector, que para mí es mucho más
importante que el reconocimiento institucional. Entre
otras cosas porque las instituciones cambian, los
directivos también; los jefes de revistas entran y salen
(aunque en Cuba a veces la gente dura demasiado al
frente de un centro de cualquier tipo). Pero la gente
que vive en un país, si bien cambia, es mucho más
permanente que las personas al frente de determinadas
instituciones.
PRÓXIMAS HEREJÍAS
¿Se confiesa un amante de
los premios?
No, no. Soy un amante, sobre todo,
del oficio de escribir. Soy un escritor que trabaja
todos los días, aún en condiciones bastante complejas
(porque la vida cotidiana y la profesional a veces te
llenan las mañanas de complicaciones). Soy un hombre que
se levanta temprano y todos los días está en función de
la literatura. Cuando no es una novela escribo un
ensayo, hago periodismo, preparo un guión de cine, un
prólogo o una conferencia. Siempre estoy trabajando
porque no sé hacer otra cosa que trabajar.
He tenido una inmensa fortuna con
los premios y el mercado. Y es que mis libros se venden
en una cantidad suficiente que me permiten vivir de mi
literatura y sobre todo, vivir para mi literatura. Ahora
mismo estoy en medio de un proyecto de novela que hace
dos años comencé a trabajar (pocos meses después de
terminar El hombre…); y me va a llevar
un año más de trabajo. Requería una etapa de
investigación y búsqueda de información que debía hacer
básicamente en España y Holanda. Pude viajar a ambos
países (pagándolo de mi bolsillo). Y puedo hacerlo con
una relativa tranquilidad, porque los libros anteriores
me permiten dedicarme por entero a este nuevo libro, y
espero que cuando lo termine este libro, él también me
ayude a terminar el siguiente.
¿Sabes?, ese es un elemento del
que no se habla demasiado: la seguridad económica del
escritor. Creo que el artista contemporáneo –por las
condiciones del mundo en que vivimos- necesita cierta
seguridad económica. No estoy hablando de riquezas o
yates; sino de esa estabilidad que te permite escribir
con la tranquilidad de saber que la comida que va a
comer ese día, la gasolina que le pondrá al automóvil o
la electricidad que pagará para que la computadora
funcione no se le va a convertir en un problema. Y eso
ayuda muchísimo al artista. Le da seguridad y, más aún,
le garantiza independencia.
Me hablaba de una próxima
novela. ¿Tiene un título provisional? ¿Qué historia
cuenta esta vez?
Pensé que se iba a llamar
Los Herejes. Pero me di cuenta de que hay una
hilación fonética entre palabras; y entonces le voy a
poner simplemente Herejes.
Es una novela que cuenta cuatro
historias, que tienen conexiones y desconexiones entre
sí. Cronológicamente, aunque no es la inicial en el
libro, la primera es la de un judío sefardí que vive en
Holanda, en la época de Rembrandt, y quiere ser pintor.
Para los judíos estaba prohibida la representación de
figuras, pero este hombre se acerca al gran creador,
entra a su estudio y ahí se produce toda una reflexión
sobre la decisión de este hombre de violar una ley
Mosáica, y el conocimiento de la pintura a través de
Rembrandt, en un momento en que Holanda es el lugar más
rico y libre del mundo, y donde, sin embargo, hay
libertades que no son permitidas.
Este sefardí pinta un cuadro, y
esta pintura tendrá conexión con una historia que ocurre
en la Cuba de los años 40 y 50, con un judío asquenazi
(de Europa del Este) llegado a la Isla de niño. Sus
padres iban a venir a Cuba en un barco famoso por su
historia trágica (el San Luis) donde, además,
llegaría la pintura. Y aunque no los dejan desembarcar
en La Habana, con el tiempo aparecerá en Cuba aquel
misterioso cuadro.
En Herejestambién
trato la historia de este hombre que, renunciando
cultural y religiosamente a su condición judía, se
convierte en un cubano. Después este individuo se va a
Miami en el 58, por algo que ocurre en la Isla; y es
entonces que la historia se conecta con un personaje que
ayudará a la revelación de este misterio: Mario Conde.
Un hijo de ese judío asquenazi que
se fue a Miami, viene a Cuba para entender por qué su
padre se fue y por qué no llevó consigo el cuadro que
formaba parte del patrimonio familiar y busca la ayuda
del Conde.
Mientras, Conde está investigando
la desaparición de una muchacha emo, que
también optó por su libertad, se aportó de todos para
participar de una tribu, y desaparece en el momento en
que ha decidido dejar de ser emo.
Es una novela que tiene mucho que
ver con las decisiones de los individuos, con la
búsqueda de reafirmación, de una opción de libertad para
las personas, que casi y en algunos casos sin casi, pasa
la línea de lo herético.
Cubre un arco de trescientos años,
con personajes completamente diferentes, pero que en un
momento determinado toman la decisión de optar por su
libertad individual.
![](lpadura2.JPG) |
“Debe haber una reedición,
porque por lo general, los libros que ganan el
Premio de la Crítica son reeditados”, dice
Padura. (Foto: Liliana Batista Esquijarrosa) |
El trabajo investigativo
debe haber sido muy complejo…
La parte más compleja ha sido
entender la cultura y el pensamiento judíos, porque no
hemos vivido entre judíos. Nos es mucho más fácil
comprender una religión afrocubana, aunque no la
practiquemos, a entender el judaísmo que tiene más de
cuatro mil años, toda una historia riquísima, y un
pensamiento complejo.
También fue difícil aprender a
pintar como Rembrandt. Aunque soy incapaz de coger un
pincel y dar dos trazos, pero pude asimilar el concepto
renovador de la pintura de Rembrandt, que entregó las
artes plásticas barrocas a la modernidad de manera
asombrosa. Me ha obligado a estudiar muchísimo.
PERSONALÍSIMO
El año pasado nos llegaba
una buena noticia: Padura hará otra vez de guionista…
Cómo le fue con esos Siete días en La Habana.
En este caso no era propiamente un
largometraje, porque son siete pequeñas historias. Mi
esposa –Lucía López Coll- y yo, trabajamos escribiendo
una serie de argumentos para que los posibles directores
escogieran qué historia le interesaba.
Algunos escogieron de esos relatos,
y algunos nos pidieron que escribiéramos el guion. Lucia
y yo trabajamos en el guion de los cuentos que
dirigieron Benicio del Toro, Juan Carlos Tabío, Julio
Médem, y el argumento del cuento de Trapero, el
argentino. Los de Laurent Cantet, el francés, Solimán,
el palestino, y Gaspar Noé, son ideas independientes.
Fue una labor bastante grata.
Tenía experiencia en largometrajes, en cortos y
documentales. Pero creo que el trabajo en esta película
me reafirmó la idea que siempre he tenido: los
escritores no deben escribir cine, porque siempre se
queda uno con un sentido de insatisfacción, en la medida
que es un trabajo de servicio, en el cual escribes lo
que necesita un director, o un productor, o los dos a la
vez. No es un trabajo en el que tu creatividad es la que
decide qué cosa se escribe, sino lo que esperan el
director o el productor que tú escribas.
Prefiero no escribir cine, lo hice
en ese caso, porque recién había terminado El
hombre que amaba a los perrosy necesitaba
alejarme de esa novela. Apareció ese proyecto, era
económicamente rentable y artísticamente atractivo, y
por eso decidimos Lucía y yo meternos en él.
Ahora se está negociando la
posibilidad de hacer algunas películas con algunas de
mis novelas, -incluidoEl hombre que amaba a los
perros-, y yo no quiero trabajar en los guiones.
Sin embargo, sí voy a trabajar con Laurent Cantet, en un
guion a partir de una idea, un punto, de La
novela de mi vida, y aunque va hacer una
historia completamente aparte, el origen está ahí, en el
libro.
Y lo voy hacer porque realmente
creo que trabajar con un director del nivel de Laurent
Cantet es un privilegio que poquísimos escritores tienen.
Pienso que él es un hombre tocado por el cine y con
quien, a pesar de que nos comunicamos en inglés —él no
habla español, yo no hablo francés—, lo cual hace que
nos falte a los dos la sutileza, hemos logrado una
comunicación muy armónica en las cosas que hemos ido
trabajando y hablando. Y quiero hacer ese trabajo con
Cantet, posiblemente este verano.
Durante la reciente
presentación en la UNEAC de su libro La memoria
y el olvido, se refirió a los 80’ como una etapa
que desde su mirada actual le parece un período
artificial. ¿A qué se refería?
Sí. De pronto fue un período en el
que en Cuba había cosas, se vivía bastante bien, había
más guaguas que en otros años, había más comida que en
otros años, había más ropa, más café, más ron, más
cigarros. Había más de todo.
Pero cuando llegó el año 1990, la
caída del Muro de Berlín, el principio, y después en el
91, la desintegración de la Unión Soviética, nos dimos
cuenta de que todo ese estado de bienestar que se había
logrado en la Isla era absolutamente artificial. Se
debía a una inyección de capital soviético, y de los
países del Este, y que Cuba por sí sola era incapaz de
generar tal riqueza.
Todavía estamos pagando las
consecuencias de eso, y secuelas de cosas que ocurrieron
después incluso. Nos dimos cuenta por ejemplo, de que en
esos años se hubieran podido hacer cosas sustanciales en
Cuba a nivel industrial. Quizá la cosa más importante
que se puede hacer en nuestro país, algo que es
absolutamente imprescindible es una fábrica de
ventiladores, una buena fábrica de ventiladores. Aquí
hay dos cosas sin las cuales no se puede vivir: un
refrigerador y un ventilador. Sin el refrigerador no
puedes guardar comida -y en Cuba hay que guardar
comida-, y sin el ventilador no puedes dormir en verano
-y necesitamos dormir todos los días. Entonces, fuimos
un país que tuvo ese estado de bienestar absolutamente
artificial, pero que además ni siquiera lo aprovechó
para lograr un futuro menos artificial, un poco mejor.
¿Quiénes son Vivian
Lechuga y Ciro Bianchi?
Vivian es, primero que todo, mi
amiga, y es la persona -fuera de Lucia-, que más me
complementa y ayuda. Edita mis libros, los lee, me
resuelve problemas cotidianos, que a veces son
complicados para alguien que vive en Mantilla; y tenemos
una relación de amistad muy, muy estrecha.
Ciro fue uno de mis primeros
modelos de periodista. Él lo sabe. Su periodismo siempre
fue un punto de atracción, allá por los finales de los
70, cuando yo no pensaba ya ser periodista, -porque yo
hubiera querido estudiar periodismo, sobre todo para
escribir de deportivas-, y después deseché la idea
cuando matriculé en Filología.
Imagino, el periodismo que
ejerció desde medios como Juventud Rebelde ha favorecido
el olfato investigativo para crear y recrear historias
como la de El hombre…
Mira, yo no soy periodista de
profesión, soy filólogo, y desde que estaba en la
universidad comencé a colaborar con el El Caimán
Barbudo, escribiendo críticas literarias. Y tuve la
suerte de que, al graduarme, estaba por cubrir la plaza
de corrector de esa revista. En el 80 empecé a trabajar
como corrector, y a los cuatro meses ya me convertí en
redactor. Ahí trabajé hasta el 83, cuando que me
expulsaron por mis problemas ideológicos, y me
mandaron para Juventud Rebelde.
Ese primer periodo en el El
Caimán fue muy importante, porque me permitió
entrar en contacto, en un nivel de igualdad, con los
creadores cubanos más significativos de aquellos
momentos. El Caimán era la revista cultural más
importante de Cuba, en esa etapa, y eso me nutrió
muchísimo. Ese es el período en que escribo casi
completa mi primera novela Fiebre de caballo,
y casi completo mi primer libro de cuentos Según
pasan los años.
Pero cuando voy a Juventud
Rebelde, tengo que aprender a hacer periodismo -aunque
en el proceso de aprendizaje, realmente apliqué lo que
ya conocía de la creación narrativa en función del
ejercicio periodístico. Así, muy pronto empezó a surgir
una mezcla de periodismo y literatura poco concientizada,
no era un proyecto, no era una teoría que estaba
tratando de aplicar, sino era las soluciones que tenía.
Claro, por mi desconocimiento de
las técnicas periodísticas, y por la necesidad de hacer
un periodismo que comunicara información, tuve la suerte
de que muy pronto empecé a trabajar en un equipo
especial que hacía el diario de los domingos. Aquel
periódico que hacíamos en Juventud Rebelde se
convirtió en una referencia que creo ya es histórica, me
atrevo a decir que uno de los momentos más… brillantes
de la prensa plana nacional. Uno de los momentos más
creativos, irreverentes, de mayor calidad en cuanto a la
creación literaria en la prensa.
Pero en esos seis años que trabajé
en Juventud Rebelde yo no escribí
literatura. Uno o dos cuentos, y uno o dos ensayitos muy
breves sobre Carpentier, porque me dediqué por completo
al periodismo.
Cuando en el 89 salgo del
Juventud Rebelde tengo la posibilidad de trabajar
en La Gaceta -oficialmente en el 90 y ahí soy
el jefe de redacción, hasta el 95. Pero en ese momento,
en 1990, yo comienzo a escribir Pasado perfecto,
y escribo un cuento que se llama El cazador. Y
me doy cuenta de que se ha producido en mí una
apropiación de la capacidad narrativa de construir y
contar una historia que no tenía antes de esos seis años
en el periódico.
Creo que en el diario viví una
importante etapa de creación,así lo siento -porque lo
considero una etapa creativa, no lo considero para nada
un oficio con el cual me ganaba la vida. Por eso todavía
muchos de esos trabajos son tan vigentes como los
cuentos y las novelas que escribí en aquel momento.
Antes de Juventud Rebelde yo era un escritor
absolutamente amateur, cuando empiezo a
escribir después que salgo del diario, soy un escritor
profesional.
Y a partir de ahí he ido
aprendiendo, aclarando y enfrentando desconocimientos;
porque cada vez que uno (por lo menos me pasa a mí),
cada vez que uno empieza a escribir una novela, tiene
que aprender a escribir esa novela, por mucho que crea
que ya sabe escribir novelas. El acto de la escritura de
un nuevo libro te impone nuevos retos, nuevas
necesidades de encontrar la mejor expresión para la idea
que quieres transmitir.
Por lo tanto es un aprendizaje que
no termina nunca -yo no quiero que termine nunca- y por
eso cada vez que finalizo un libro que parece muy
complicado, me propongo a hacer otro que sea más
complejo. Porque me sería muy fácil poder escribir ahora
una novela como Pasado perfecto, o
Vientos de Cuaresma, desde el
conocimiento literario que tengo ahora. Y me resulta muy
difícil hacer una novela como Herejes
porque estoy aprendiendo a escribirla mientras la
escribo.
La Habana,1ro de Febrero de 2012 |