|
|
![](http://www.cubadebate.cu/wp-content/themes/cubadebate/images/logo.gif)
De la Ciberguerra a la Ciberdefensa activa
![evento-redes-sociales-logo evento-redes-sociales-logo](http://www.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2011/11/evento-redes-sociales-logo-580x422.jpg)
En
la tarde de este 29 de noviembre, el taller “Los
medios alternativos y las redes sociales, nuevos escenarios de la
comunicación política en el ámbito digital”, que sesiona en la
capital cubana, acogió el panel “Ciberguerra: principales
manifestaciones y ejemplos de agresión” que tuvo como ponentes a Rosa
Miriam Elizalde (editora de
Cubadebate), y José Manzaneda (coordinador
de
Cubainformación) y fue moderado por el editor de
La pupila insomne, Iroel Sánchez. Previo al
panel, Ysmel Serrano, jefe de la sala
situacional @chavezcandanga
había realizado una documentada exposición sobre la experiencia de
trabajo en la red social Twitter del presidente venezolano Hugo
Chávez.
A continuación las
palabras de la editora de
Cubadebate:
I
La palabra ha terminado
siendo un comodín que sirve para todo, incluso para distraernos entre
fuegos fatuos, o peor, paralizarnos. Pero “ciberguerra” no es cualquier
cosa, sino una guerra en el más clásico sentido de la palabra, en la que
intervienen Estados, ejércitos y servicios secretos en una nueva
ecología, la de las redes digitales, que mediatiza los conflictos y ha
aportado sus propios instrumentos, pero no ha modificado sustancialmente
la conciencia del hombre. Y nadie duda de que esta guerra real, durísima,
mata cada día a cientos de personas en Afganistán, Iraq, Paquistán,
Libia, Yemen, la frontera mexicana y dondequiera que utilizan los
drones, esos robots asesinos de la CIA dirigidos por jugadores de
nintendo, que se cargan con un clic a seres de carne y hueso a cientos
de kilómetros de los dedos que aprietan el gatillo.
Sin embargo, los halcones
del Pentágono y Hollywood intentan todos los días alucinarnos con los
artefactos de guerra y alimentan la idea de los peligros y los monstruos
cibernéticos que reptan por la red. Para protegernos de los
ciberterroristas siempre tienen a la mano versiones mejoradas de RoboCop
y Terminator, que justifican presupuestos mil millonarios y generan
alarma y competencia en todo el mundo.
El libro más vendido sobre
la ciberguerra -Cyber War, de Richard Clarke- predice un ataque
catastrófico contra la “infraestructura crítica” de Estados Unidos, que
no duraría más de 15 minutos. Los virus informáticos harán caer los
sistemas militares, explotarán las refinerías de petróleo y los
oleoductos; colapsarán los sistemas de control del tráfico aéreo; se
descarrilarán los trenes; se mezclarán todos los datos financieros;
caerá la red eléctrica y se descontrolará la órbita de los satélites.
Clarke, zar antiterrorista de Clinton y de Bush, es ahora el consultor
principal de una firma de seguridad informática, contratista del
gobierno de EEUU, que como otras muchas están haciendo su agosto con
campañas de miedo que generan un incremento del gasto estatal en
blindaje de redes.
Bajo el paraguas de la
ciberguerra se incluyen experiencias que no tienen que ver
necesariamente con agresiones militares y que han existido siempre, como
el espionaje, la delincuencia, la subversión, la propaganda sucia y el
control social. La Internet -columna vertebral del ciberespacio- es
solo una extensión simbólica de la realidad. Por tanto, ante los hechos
que allí se expresan hay que aprender a lidiar primero con los
fenómenos del mundo físico para entender las sombras que este proyecta,
o de lo contrario podríamos terminar creyéndonos que es legítimo
dispararle un misil al ladrón de una caja registradora.
II
No parece desinteresada esta
alteración del concepto “ciberguerra”. Las predicciones apocalípticas
en relación con el ciberterrorismo realizadas por las agencias de
seguridad estadounidenses se inscriben dentro de una campaña que tiene
como objetivo limitar la privacidad de los ciudadanos y ampliar los
poderes de esos organismos para espiar e intervenir las comunicaciones
de personas consideradas sospechosas, en cualquier lugar del planeta.
Estas estrategias nos
recuerdan la Guerra de las Galaxias de Reagan, que desgastó la economía
soviética en una competencia tecnológica irracional con EEUU, disparó la
paranoia y alejó a la URSS no solo de las necesidades de su propia
sociedad, sino de los procesos de innovación del mundo. La Guerra de las
Galaxias no llegó a ser nunca militar, porque se concibió como una
guerra sicológica, tecnológica y económica. Y ya sabemos quién ganó este
juego.
Por otro lado, la realidad
está aportando ahora mismo evidencias de que los ciberguerreros de
Estados Unidos no son invulnerables. A cada rato vemos en las redes
sociales imágenes captadas por los drones, que han sido interceptadas
desde una laptop, y nos llega la noticia de un virus informático que
caotiza los aviones no tripulados, vedette tecnológica de las guerras de
Obama. Peor aún, en el mismo momento en que se anunciaba la entrada a
plena capacidad operativa del Cibercomando de los Estados Unidos, con
sus 90 000 efectivos -cifra oficial que ninguna institución
independiente ha confirmado-, Wikileaks filtraba los cables del
Pentágono y del Departamento de Estado, una cascada de documentos
confidenciales que apuntaban al corazón de las operaciones militares y
de la política exterior de Estados Unidos.
No estoy minimizando el
peligro de los instrumentos represivos del poder transnacional, que son
tan poderosos como reales. Intento llamar la atención sobre la necesidad
de asumir críticamente la revolución tecnológica que vivimos y las
instituciones e instrumentos que van apareciendo en su entorno, para no
perder la oportunidad de comprender mejor la dimensión social de este
proceso y cómo nos afecta, y para asegurarnos de no reforzar las
estructuras de dominación. La información necesaria para poder tomar la
decisión de confiar en alguien o algo, depende de que sepamos qué es lo
que sucede ahí afuera.
El ciberespacio es
inevitable y, como han comprendido muy bien los halcones de la guerra,
un territorio ocupado por miles de millones de personas debe ser
controlado y militarizado con suma urgencia, y por eso están replicando
las estructuras del mundo físico en el universo digital. Pero el deseo
no es necesariamente la realidad. El espacio físico compuesto por átomos
y moléculas se puede encerrar en alguna parte -una botella, un planeta,
una galaxia-, pero el espacio virtual de los bits y los bytes es
conocimiento, inteligencia y sentimientos. La única manera de enjaular
esos elementos de la conciencia es despojándola de la ética.
III
Mientras las transnacionales
de las telecomunicaciones aumentan su poderío económico vendiendo todo
tipo de artefactos y haciendo negocios con la ciberseguridad, en la
lógica social crece la capacidad de interacción civil, cierta
independencia de los medios tradicionales y un renovado poder
contracultural.
El acceso tiende a
resolverse con celulares y computadoras cada vez más baratos. Hoy la
penetración de la Internet y del celular en África sobrepasa el 2 000 %
comparado con los datos de hace una década. El celular, un artículo de
lujo hace poco más de una década, es de uso común, al punto de que,
según datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, sólo el
10 por ciento de la población mundial no usa teléfono móvil
Si ya somos 2 mil 200
millones de personas interconectadas en el mundo, en menos de cinco años
ese número lejos de estancarse habrá aumentado exponencialmente,
incluyendo la producción de servicios y la interacción de gente que no
provendrá precisamente de Europa y América del Norte, sino de China,
India y América Latina, consumidores potenciales de productos y símbolos
de la cultura dominante que a la vez suelen ser convertidos en
instrumentos de rebeldía.
De hecho, países que hace 20
años integraban un bloque perfectamente definido como Tercer Mundo, hoy
tienen más internautas que América del Norte y Europa, las regiones que
marcaron el crecimiento de la Red de Redes en los primeros 10 años del
boom de la web. Estados Unidos y Europa, por ejemplo, tienen 721
millones de conectados, mientras China, India y América Latina juntos
poseen 792 millones.
Esta interacción social está
generando su propio espacio político. “No es lo mismo el tipo de
oposición física que se le presentaba al capitalismo industrial, que el
tipo de oposición intelectual que se le presenta al capitalismo actual.
Antes los obreros se resistían a la explotación, ahora -sobre todo los
jóvenes- se preservan de la alienación”,
escribía recientemente Fernando Peirone, pedagogo e investigador
argentino, y añadía:
Ocupa Wall Street, el
15-M de España y las rebeliones en los países árabes forman parte de
esta lucha, y aunque estos movimientos no logran componer una
alternativa, porque en la actualidad tienen más poder desestabilizador
que instituyente, manifiestan un descontento estructural que más
temprano que tarde habrá de representar una alternativa efectiva.
Cualquier aproximación seria
a las estadísticas actuales de penetración de Internet y telefonía
digital, nos lleva a la conclusión de que brecha digital no es igual a
brecha económica. La brecha digital depende del acceso al capital
cultural. Depende del conocimiento y los valores culturales de los
individuos, y si bien la conectividad puede servir para expresar cierto
estándar de vida, no es una variable que obligatoriamente establece
niveles de inclusión, como mismo no define la pertenencia a una
determinada clase social poseer un aparato de radio o de televisión en
nuestros días.
IV
A la ciberguerra -en el
sentido militar o social del término, si lo prefieren- solo se le puede
oponer la ciberdefensa activa, un concepto que tenemos que acabar de
articular sin retóricas y sin ingenuidades, con la certeza de que no se
podrá superar el modelo imperial en estas nuevas circunstancias desde la
ignorancia o el prejuicio.
Solo el conocimiento nos
dará las alternativas y los instrumentos liberadores en escenarios que
hay que estudiar para poder comprenderlos, en los que tenemos que estar
para llegar a saber cómo funcionan y para transformarlos. Es en ese
espacio y no en otro donde debemos elaborar un pensamiento
revolucionario que refuerce los lazos de interacción y colaboración con
los que ya están ahí y se oponen por distintas vías a la locura
posmoderna de la conciencia teledirigida y a la evangelización digital,
que pretende hacernos creer que un software es una red social, que una
cosa es un ser humano.
Nuestras luchas necesitan
análisis de los muchos factores y dinámicas que transforman la red
permanentemente. Necesitamos identificar con agilidad las acciones del
enemigo, modelar las alternativas y dotar a nuestros movimientos de un
instrumental científico que nos permita pasar a la ofensiva. Ese
esfuerzo tiene también que dar garantías de seguridad a nuestros
movimientos en la red y establecer sinergias con los expertos
informáticos, cada vez más criminalizados y obligados a formar parte del
gobierno mundial y de sus sistemas de vigilancia y control.
Para lograrlo hay que
proponérselo de veras, empezando quizás en este mismo foro por hacernos
unas cuantas preguntas:
¿Dónde está nuestro
observatorio o red que reúna, comparta y estudie las experiencias de
resistencia en Internet?
¿Por qué todavía no existe
un equivalente de TeleSur para la Red de Redes?
¿Que estrategias de
visibilidad, cooperación y alianzas existen en nuestros medios?
¿Sabemos qué hacer en caso
de agresión o censura contra un blog, una web o una cuenta en una red
social? ¿Cómo nos defendemos?
¿Por qué el ALBA no se ha
propuesto levantar su propio backbone o sistema troncal de Internet que
ofrecería mayor seguridad y privacidad a los países que lo integran,
cada vez más interconectados y dependientes de operadores que gestionan
la conexión y que suelen plegarse a las decisiones imperiales?
¿Tenemos servicios de
seguridad informática propios, verdaderamente confiables?
¿Existe conciencia de que la
dependencia tecnológica de sistemas propietarios es una de las mayores
vulnerabilidades para los movimientos progresistas? ¿Qué experiencias
podemos compartir al respecto?
¿Dónde está el debate para
modificar regulaciones vigentes que extienden extraterritorialmente las
normativas del gobierno y las empresas norteamericanas?
¿Qué resguardos legales
existen para proteger nuestras acciones en la Red?
¿Qué sabemos del empleo de
los sistemas criptográficos e incluso de los elementos básicos de
protección de nuestros medios tecnológicos?
¿Y los centros de datos
seguros? ¿Destinamos recursos para ello?
De lo que se trata es de
poner el concepto de Ciberguerra en su justo lugar, y a la Ciberdefensa
activa entre nuestra prioridades, metiéndonos de cabeza,
responsablemente, en ese mundo que llegó para quedarse, que no podemos
eludir y que en definitiva cada vez es más nuestro.
Y no olvidemos, por favor,
esa certeza que ha movido a los revolucionarios de todas las épocas y
recordaba
en un texto memorable José Saramago:
Es cierto que existe una
terrible desigualdad entre las fuerzas materiales que proclaman la
necesidad de la guerra y las fuerzas morales que defienden el derecho a
la paz, pero también es cierto que, a lo largo de la Historia, sólo con
la voluntad de los hombres la voluntad de otros hombres ha podido ser
vencida.
(Palabras en el
Taller Internacional “Los medios alternativos y las redes sociales,
nuevos escenarios de comunicación política en el ámbito digital”, La
Habana, 29 de noviembre de 2011)
Inauguran Taller "Los medios alternativos y las redes sociales"
|
|
|