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01/26/10 - Cuba-L
Analysis (Albuquerque) -
Cuba: cincuenta años después: continuidad y
cambio político
[Revista Temas]*
Carlos Alzugaray Treto Profesor. Universidad de la Habana.
- Debe hacerse en cada momento lo que en cada momento es
necesario. José Martí
- Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo
lo que debe ser cambiado. Fidel Castro
Cuando Fidel Castro cedió transitoriamente el poder a Raúl
Castro el 31 de julio de 2006, Cuba inició un proceso de cambio
político que se ha convertido en una decisiva encrucijada. Casi
diecinueve meses después, el 24 de febrero de 2008, la VII
Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP)
designó un nuevo gobierno, encabezado por el hasta entonces
Presidente interino.
Se ha abierto una etapa ignota en la historia cubana reciente,
en la que Fidel Castro ha dejado de ser el jefe del Estado y/o
del gobierno por primera vez desde febrero de 1959 -cuando
asumió las funciones de Primer ministro-, para convertirse en
«el compañero Fidel». No puede negarse que en el momento
histórico
que viven los cubanos se abren perspectivas de cambios
inevitables, con el consiguiente efecto de incertidumbre que los
acompaña.
La encrucijada: continuidad y cambio
El presente ensayo es un intento de meditar acerca de la
continuidad y el cambio político y su significado. No se
pretende sentar cátedra ni indicar caminos inevitables. Tampoco
se aspira a proponer alternativas terminadas; el tema, por sí
mismo, obliga a consideraciones abiertas al diálogo, al debate y
a la deliberación. Como ha escrito Julio Carranza: «Existe una
responsabilidad de servicio público en el científico y en las
instituciones científicas, que consiste en la comunicación
directa a la sociedad de información y análisis especializados;
no como propuesta política, sino como interpretaciones
fundamentadas que contribuyen a elevar la cultura y el
conocimiento general sobre diferentes temas».[1]
La hipótesis de partida es que ha comenzado un previsible
proceso de evolución hacia nuevas formas de dirigir la sociedad
cubana. No se trata de lo que la ciencia política al uso ha
llamado «transición» y dado pie a toda una escuela de «transitología»,2
aunque la necesidad de ajustes, transformaciones y cambios
dentro de la continuidad pudiera corresponderse al sentido lato
de dicha noción. Sin embargo, este concepto está en la
actualidad demasiado «cargado», y presupone un «cambio de
régimen» y, sobre todo, la entronización de sistemas políticos
de lo que Atilio Borón ha llamado «capitalismo democrático» en
sociedades previamente gobernadas por regímenes calificados de «autoritarios»
o «totalitarios».3 Cuba no es de este tipo, pues en su caso no
coinciden ni el mismo punto de partida ni el mismo de llegada de
las «transiciones» más estudiadas.
De lo que se trata es de que, por razones evidentes, Fidel
Castro ha dirigido a Cuba de una forma irrepetible. Algunos
sectores del liderazgo han insistido, en más de una ocasión, que
su ausencia no va a cambiar nada, llegando incluso, en 2002, a
incorporar a la Constitución, a tono con ese razonamiento, la
idea de la irrevocabilidad del socialismo. Esta es una reacción
explicable por la necesidad de enfatizar la continuidad del
proyecto como contrapartida a los intentos de revertirlo desde
afuera por parte, sobre todo, de los Estados Unidos.
Lamentablemente, también puede usarse para legitimar el
inmovilismo y oponerse a toda reforma. No obstante, como ha
argumentado recientemente Atilio Borón,
"El absurdo de anatemizar cualquier reforma como una herejía o
una traición al socialismo -entendido este como un dogma
inalterable no solo en el plano de los principios, lo que está
bien, sino también en el de los proyectos históricos, lo que
está mal- salta a la vista, porque significaría la consagración
de un suicida inmovilismo, la negación de la capacidad de
autocorrección de los errores y una renuncia al aprendizaje
colectivo, condiciones estas imprescindibles para el permanente
perfeccionamiento del socialismo." [4]
A partir de esta prevención, resulta obvio que habrá que
introducir cambios en la forma de hacer política, en la manera
de gobernar, aun cuando estos cambios obedezcan a una dinámica
interna y no a las demandas procedentes del exterior. Como bien
ha dicho Raúl Castro, «jamás adoptaremos una decisión, ¡ni la
más mínima!, como resultado de la presión o el chantaje, venga
de donde venga, de un poderoso país o de un continente entero».[5]
Estos cambios se están produciendo en medio de la continuidad y
de la forma que siempre se ha hecho en Cuba, rompiendo esquemas,
lo que abre interrogantes acerca de cuál será el probable
devenir de la nación cubana en las novísimas circunstancias.
Sobre todo fuera de la Isla, se hacen numerosas elucubraciones y
conjeturas partiendo de procesos ya conocidos, históricamente
cercanos, en apariencia similares. Incluso en la izquierda
surgen todo tipo de conjeturas. Pero los cubanos, de nuevo,
darán soluciones propias a los desafíos existentes.
Fidel Castro, la Revolución y su lugar histórico
La Revolución cubana, generadora del régimen político que
actualmente preside los destinos del país, ha sido un proceso a
la vez necesario y original. Su necesidad, en términos
históricos, nace de lo que puede definirse como las cuatro
grandes aspiraciones nacionales frustradas desde el siglo xix:
soberanía nacional, justicia social, desarrollo económico
sustentable y gobierno democrático propio. El triunfo de la
Revolución en 1959 fue el resultado de circunstancias
específicas internas y no de imposiciones foráneas, como sucedió
con el socialismo en Europa oriental, con excepción de la URSS.
El sobresaliente éxito político de Fidel Castro, en sus cuarenta
y siete años de gobierno, ha sido precisamente su capacidad de
conducir a la nación cubana hacia la consecución de estas cuatro
aspiraciones históricas, a pesar de insuficiencias y retrocesos.
No todas estas demandas se han alcanzado en la forma y magnitud
necesarias, pero la situación de Cuba hoy representa un cambio
radical a la existente en 1958, transformación producida en la
dirección aspirada por el pueblo y sus vanguardias políticas, a
pesar de los obstáculos puestos en su camino, especialmente la
permanente hostilidad de los Estados Unidos, un poderoso vecino.
Para ilustrar este punto, vale citar in extenso al profesor
Jorge i. Domínguez, de la Universidad de Harvard, difícilmente
calificable de partidario del socialismo o del modelo imperante
en Cuba:
"Honrar honra: frase noble de José Martí que ingresó al
vocabulario cultural cubano hace más de un siglo. Honremos, pues,
a Fidel Castro mientras observamos el sol poniente de su vida,
no solo quienes lo apoyaron, sino también quienes, como yo, no
lo hicimos. Él fue el transformador de un pueblo en una nación;
quien modernizó decisivamente esa sociedad; quien mejor entendió
que los cubanos querían «ser gente», no solo apéndices de los
Estados Unidos. Fue él quien comprendió que ese pueblo
hipocondríaco requería más médicos y enfermeros por centímetro
cuadrado que cualquier otro en la faz de la tierra. Fue él el
arquitecto de una política de inversión en capital humano, que
convierte a los niños cubanos en los campeones olímpicos de la
educación latinoamericana y que, por tanto, permite vislumbrar
un mejor futuro para Cuba. Fue el diseñador de una política que
permite a los cubanos de todas las características raciales
tener acceso a la salud pública, a la educación, a la dignidad
que le corresponde a todo ser humano, al derecho a pensar que yo,
mis hijos y mis nietos, cualquiera que sea el color de la tez,
merecemos el respeto y las mismas oportunidades que los demás.
No fue él quien inventó que las mujeres tenían derechos
igualitarios en la sociedad, pero sí un promotor de la igualdad
de género en el desempeño ciudadano."
Fue el responsable de un gesto que la humanidad agradece: poner
en riesgo la sangre de sus soldados por la causa noble de
contribuir poderosamente a impedir que el régimen racista del
apartheid sudafricano se expandiera sobre Angola. Fue él,
igualmente, quien se merece el reconocimiento por contribuir al
fin del apartheid en Sudáfrica, a la independencia de Namibia y
a defender la independencia de Angola. El día que Fidel muera,
las banderas de esos países africanos deberán reflejar duelo
nacional." [6]
"Son altamente improbables, si no inverosímiles, las
posibilidades de que tanto el pueblo como el liderazgo cubano
renuncien, voluntaria y conscientemente, a los logros de estos
cincuenta años. No obstante, los sucesores de Fidel Castro en la
dirección de la nación enfrentan serios desafíos para lograr la
reproducción del sistema sin su presencia esencial. La
reversibilidad del proceso revolucionario cubano como resultado
de errores internos y no de la presión externa fue
dramáticamente expuesta por el propio Fidel Castro en la
Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005." [7]
Entre las fortalezas del régimen político cubano en su actual
estructura está, en primer lugar, su grado de legitimidad
interna y externa. La externa viene dada por el conocido
activismo internacional cubano y una amplia red de relaciones
exteriores que le ha permitido al país encabezar dos veces el
Movimiento de Países No Alineados y tejer una cadena de éxitos
en la Asamblea General de Naciones Unidas alrededor de una
resolución que condena y reclama el fin del bloqueo de los
Estados Unidos contra Cuba. Haber neutralizado la política de
aislamiento internacional y diplomático de Cuba ha sido uno de
los triunfos más importantes de la diplomacia cubana.
La interna, además del reconocimiento mayoritario acerca de lo
que se ha dado en llamar «las conquistas de la Revolución», está
dada por un entramado institucional que se sustenta en dos
puntales básicos: el Partido Comunista de Cuba (PCC) y las
Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Resulta un error muy
común fuera de Cuba suponer que el PCC está calcado de
experiencias similares en los antiguos países socialistas
europeos. A pesar de que la dirección del Partido ha cometido
errores reconocidos y/o rectificados y de que persisten todavía
métodos y estilos de trabajo que tienen la impronta de sus
orígenes en el modelo político soviético -como el exceso de
centralismo, por ejemplo-, en realidad el liderazgo cubano se ha
preocupado por dos aspectos centrales: el carácter de vanguardia
de sus militantes que deben ser los primeros en cualquier
iniciativa político social, y la lucha contra fenómenos de
corrupción en sus filas. La honestidad, la sencillez y el
sacrificio propugnados por el pensamiento del Che Guevara han
sido, por lo general, paradigmas de comportamiento del comunista
cubano y no los privilegios y prebendas de una nomenclatura,
como sucedió en el socialismo realmente existente.
Los liderazgos provinciales y municipales del Partido
constituyen el más importante eslabón de gobierno en los niveles
local y provincial, en estrecha coordinación con los órganos del
Poder Popular (Asambleas provinciales y municipales). Aunque, en
general, este sistema funciona satisfactoriamente, la
contradicción en las provincias y municipios está mucho más
presente que en el nivel central, donde el papel hegemónico del
PCC se ejerce sin que medie una diferencia entre lo político y
lo administrativo. En esos niveles a ningún ciudadano le cabe
duda de que el Primer secretario del correspondiente Comité del
Partido es la máxima figura administrativa del territorio;
incluso ejerce formalmente la presidencia del Consejo de Defensa,
máximo órgano de gobierno en caso de desastres naturales o de
guerra. A nivel del país, sin embargo, debido a la coincidencia
entre los cargos de Presidente/ Vicepresidente con la de Primero/Segundo
Secretario del Partido, resulta mucho más claro.
No obstante, y este es un desafío significativo, todavía se está
lejos de alcanzar una cultura realmente democrática. Como ha
señalado Aurelio Alonso:
"La propuesta leninista de «centralismo democrático», como
fórmula de poder proletario, ha terminado por consagrar la
vertiente centralista para decidir, y la democrática para apoyar,
cuando su mérito consistiría en que toda acción centralizada
esté sujeta a lo que democráticamente se decida." [8]
En demasiados dirigentes parece predominar la idea de que el
único objetivo de un debate es convencer a los ciudadanos, sea
cual sea su posición, de que el curso de acción trazado por las
instancias superiores, en un determinado momento, es el
verdaderamente revolucionario y que toda crítica o disidencia
surge de la confusión ideológica o, peor, de actitudes
antirevolucionarias. «Los intentos temerarios de análisis al
margen del discurso oficial son estigmatizados como inmaduros,
ingenuos, incautos o simplemente provocadores».[9] Según el
discurso político de muchos cuadros de dirección, en la mayoría
de las ocasiones los que se atreven a hacerlo «no están
suficientemente informados», pero esa información tampoco está
disponible porque «divulgarla puede ser de utilidad para el
enemigo». También a veces prevalece el paternalista reproche de
que aquel o aquella que discrepa o disiente, cae en errores de «ingenuidad».
Por otra parte, en Cuba ha estado ausente una real cultura del
debate, del diálogo y la deliberación y ello es particularmente
sensible para las jóvenes generaciones, más educadas y cultas.
Así lo ha señalado Jesús Arencibia Lorenzo en un artículo
aparecido en Alma Mater, órgano de la Federación Estudiantil
Universitaria (FEU), al referirse a «siete ladrillos» que
entorpecen el camino hacia una deliberación realmente productiva,
en función del proyecto nacional: el miedo al riesgo, el
síndrome de plaza sitiada, el monopolio de la información, las
ambigüedades babélicas, el puritanismo a ultranza, la
planificación total y el lenguaje de las tareas. [10]
Finalmente, la necesidad de defender las conquistas de la
Revolución de la creciente agresividad del imperialismo y las
prácticas de estatalización de la propiedad y centralización del
proceso de toma de decisiones llevadas a cabo a lo largo de
estos años condujeron a lo que Mayra Espina ha llamado la «hiperestatalización»
de la sociedad.
"Todo ello se expresa en hiperestatalización de las relaciones
sociales, centralización y verticalismo,
paternalismo-autoritarismo, homogenismo distributivo con
insuficiente sensibilidad para atender la diversidad de
necesidades e intereses heterogéneos (de grupos, territorios,
localidades, etc.) y suponen procesos de enajenación por déficit
de participación real en la toma de decisiones."[11]
A menudo se percibe una malformación de la relación entre los
ciudadanos en general y aquellos funcionarios, igualmente
ciudadanos, que ocupan alguna responsabilidad en el aparato del
Estado. Estos burócratas se comportan más bien como jefes dando
orientaciones sobre lo que se puede o no hacer, y disfrutando de
esas prerrogativas, que como personas al servicio del pueblo y
subordinadas a este. Ya en 1963 Raúl Roa definió el burocratismo
como «una de las peores rémoras del socialismo».[12]
Necesidad del cambio económico y político
En ausencia del poder de convocatoria y de construir consensos
de Fidel Castro, crecerá la necesidad de una mentalidad de
respeto por el diálogo, el debate y la deliberación, que
implique el fortalecimiento de una verdadera y real
participación colectiva y deliberativa.
Resulta imposible en este ensayo debatir el tema de los modelos
democráticos alternativos. A la tradicional noción de «democracia
representativa» típica del capitalismo y de sus instituciones
políticas, asociada estrechamente a la idea de «democracia
procesal», la mayor parte de la izquierda ha contrapuesto el
concepto o noción de «democracia participativa». Añadirle a esta
la idea de la deliberación sirve para precisar, todavía más, la
norma de que los ciudadanos no solo deben participar en la toma
o ejecución de las decisiones políticas, sino contribuir a su
elaboración mediante un diálogo racional e informado de las
posibles opciones.
El concepto de democracia deliberativa ha sido propuesto en la
ciencia política contemporánea como una vía de solución al
déficit que existe en sociedades capitalistas desarrolladas. Los
promotores de esta idea han subrayado que significa, en esencia,
"la necesidad de justificar las decisiones tomadas por los
ciudadanos y sus representantes. Se espera que ambos justifiquen
las leyes que se impondrían. En una democracia los dirigentes
deberían por tanto explicar las razones de sus decisiones, y
responder a las razones que los ciudadanos expongan como réplica.
Pero no todas las cuestiones requieren de la deliberación todo
el tiempo. La democracia deliberativa abre espacio para otras
formas de toma de decisiones (incluyendo negociaciones y
acuerdos entre grupos, y operaciones secretas ordenadas por
ejecutivos), siempre y cuando estas formas, en sí mismas, estén
justificadas en algún momento por un proceso deliberativo. Su
característica primera y más importante, por tanto, es el
requisito de que se den razones."[13]
Respecto al otro pilar institucional del sistema, las FAR, junto
con su importante institución hermana, el Ministerio del
Interior -integrado en sus orígenes al Ejército Rebelde,
antecesor de las FAR-, constituyen la más eficaz y prestigiosa
de las instituciones creadas por el liderazgo histórico del país.
Su origen popular, su constante vínculo con los problemas de la
población, su histórica contribución a la defensa del país y a
la liberación de otros pueblos, y su pragmatismo económico,
demostrado por la introducción del «perfeccionamiento
empresarial» en sus industrias, hacen que goce de una confianza
significativa en amplios sectores de la sociedad. La alta
oficialidad de los servicios armados acumula una tradición de
heroicidad, pragmatismo, solvencia y profesionalismo poco
usuales en América Latina y el Caribe, y en el mundo.
La cohesión de estas dos instituciones (Partido y Fuerzas
Armadas), que es necesario alimentar constantemente, estará
mediada por las tendencias prevalecientes en otros
significativos liderazgos en la sociedad cubana. Por un lado,
está el notorio sector empresarial, en parte salido de los altos
oficiales de las FAR, pero también de una joven generación de
economistas y administradores. Es presumible que en este sector
haya voluntad de mantener el consenso, pero en ella se observan
demandas por una flexibilización de la política económica, que
también está presente entre los altos militares, aunque por
distintas razones. Entre aquellos, por un problema de eficacia
administrativa; entre estos, además, por la necesidad de
mantener la estabilidad social. No se trata de establecer una
economía de mercado, sino de adoptar iniciativas que les den más
autonomía a las administraciones, como se enuncia en el
perfeccionamiento empresarial iniciado en el sector industrial
militar, cuyo fin último es estimular la producción y
desarrollar las fuerzas productivas. También tiene que ver con
la apertura de espacios mayores a la iniciativa individual ya
abiertos durante las reformas que sacaron al país del período
especial a mediados de la década de los 90. Estas demandas han
sido expuestas en varios análisis recientes de economistas
cubanos.[14]
Cuba se encuentra en una encrucijada en la cual habrá que
introducir cambios dentro de la continuidad. Esos cambios ya han
comenzado y se han reflejado en medidas y pronunciamientos del
nuevo gobierno encabezado por Raúl Castro. Ello significará,
inevitablemente, una transformación de la sociedad cubana, tanto
en lo económico como en lo político.
Tradicionalmente, la juventud, sobre todo la estudiantil, ha
tenido un rol protagónico en la política cubana. Casi todos los
altos dirigentes del país, han pasado por sus filas y han tenido
su primera escuela de participación pública en la Federación
Estudiantil Universitaria.15 Esta organización y la Unión de
Jóvenes Comunistas (UJC) han constituido, en los últimos años,
dos de los puntales de los principales programas sociales
promovidos por Fidel Castro. Su papel en el período de
transformación en curso, a pesar de las crecientes demandas de
un protagonismo mayor, tendrá que tener en cuenta la política
que los otros liderazgos articularán. Las dificultades de este
proceso no son ignoradas por los distintos sujetos sociales,
como apuntó Carlos Lage Codorníu, ex presidente de la FEU, en un
simposio publicado por la revista Temas: «No se trata de
incomunicación, pero sí hay muchas ideas nuevas que todavía
necesitan poder expresarse».[16]
Las organizaciones que responden a la clase obrera y el
campesinado tenderán a buscar nuevas posiciones en la estructura.
Es previsible que bajo Raúl Castro se les dé un mayor
protagonismo, precisamente por la necesidad de articular un
nuevo consenso nacional. Tal es el caso del recién comenzado
proceso de otorgamiento de tierras en usufructo con vistas a
aumentar la producción alimentaria, en el cual la Asociación
Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) ha venido desempeñando
un relevante papel. Por otra parte, una demostración de la
creciente presencia de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC)
fue la deliberación nacional sobre la nueva Ley de Seguridad
Social que se extendió a todo lo largo de 2008 antes de ser
aprobada por la Asamblea Nacional.17 Aunque no cabe duda de que
este proceso dio oportunidad a un amplio debate, la manera
unánime en que el Parlamento la adoptó no fue un reflejo real de
las divergentes opiniones existentes.
Finalmente, la intelectualidad cubana, recientemente conmovida
por el recuerdo del «quinquenio gris», en la primera mitad de la
década de los 70 -etapa en que se copió la política cultural de
la URSS-, buscará mayores niveles de autonomía y libertad, al
tiempo que defenderá su compromiso con los objetivos centrales
de la sociedad cubana. Ello se puso de manifiesto en el último
congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC),
que fue una propuesta significativa de democracia deliberativa y
de apertura de espacios de diálogo y debate públicos.
Los desafíos económicos
El desafío interno más importante que enfrentará el liderazgo
encabezado por Raúl Castro será el de resolver la creciente
demanda de que el salario y los ingresos legales de todos los
cubanos tengan el valor necesario para resolver sus necesidades
cotidianas; exigencia que muchas veces se expresa a través de la
crítica al sistema de doble moneda. Desde 1989, se han quebrado
dos equilibrios significativos promovidos por el gobierno. Uno,
entre los ingresos de la población y los precios de las
mercancías de primera necesidad, en unos casos racionadas por la
«libreta de abastecimientos», y en otros subsidiados por el
presupuesto del Estado. El otro equilibrio desarticulado desde
el Período especial fue el que había entre los distintos
sectores de la población. Aunque Cuba abandonó sus políticas
igualitaristas a fines de la década de los años 70 y principios
de los 80, persistió una saludable tendencia a no permitir
desigualdades excesivas. Debido a las reformas introducidas a
partir de 1993-1994, se produjeron inequidades que se hacen más
irritantes debido al cisma entre salario y poder adquisitivo, y
al negativo fenómeno de que muchas de esas desigualdades son
resultado de prácticas ilegales y corruptas.
La mayor parte de los cubanos aspira a mantener los actuales
niveles de seguridad social, pero quisiera ver que se aplicara
la fórmula de Marx: «de cada cual según su capacidad y a cada
cual según su trabajo». Este precepto no se cumple hoy. Aunque
resulta muy difícil diagnosticar con exactitud cuál es el
consenso nacional sobre el tema, podría afirmarse que
manteniendo una economía esencialmente socialista, los
habitantes de la Isla quisieran ver mayores posibilidades de
prosperidad incluso pasando más sectores a la iniciativa
individual y ampliando los existentes. Ello, por cierto, no es
nada nuevo. Ya en 1973, en su discurso con motivo del XX
Aniversario del 26 de julio, Fidel Castro, después de señalar la
necesidad de «rectificar valientemente» los «errores de
idealismos que hayamos cometido en el manejo de la economía»,
recalcó que el comunismo «solo puede ser fruto de la educación
comunista de las nuevas generaciones y del desarrollo de las
fuerzas productivas», para insistir rotundamente:
"Estamos en la fase socialista de la Revolución en que, por
imperativo de las realidades materiales y del nivel de cultura y
conciencia de una sociedad recién emergida de la sociedad
capitalista, la forma de distribución que le corresponde es la
planteada por Marx en Crítica del programa de Gotha: ¡de cada
cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo!." [18]
En su discurso por el 26 de julio, en 2008, el presidente Raúl
Castro calificó esta intervención leída por Fidel de «medular»,
y afirmó: «Ese discurso, además de un sólido análisis del pasado
y el presente de entonces, constituye una certera y precisa
valoración de las duras realidades que deparaba el futuro y las
vías de enfrentarlas».[19]
La situación ha llevado a muchos cubanos a complementar sus
ingresos en el llamado «sector informal», con actividades de
distintos grados de ilegalidad, muchas veces determinadas, vale
decirlo, por prohibiciones irracionales y decisiones
burocráticas. El liderazgo cubano ha comprendido acertadamente
que este fenómeno es el más perjudicial para la sustentabilidad
del proyecto, como reconoció el propio Fidel Castro en el citado
discurso en la Universidad. Sin embargo, a pesar de algunos
aumentos salariales y otras medidas, existe la impresión de que
las respuestas gubernamentales son insuficientes.
Esta debilidad se agudiza con varios factores recientes. Entre
2006 y 2008 se anunciaron tasas de crecimiento del PIB que
superaban el 10%, lo que creó expectativas mayores, aún sin
satisfacer, acerca de la prosperidad personal de cada
ciudadano.20 Los principales aliados estratégicos de Cuba en
esta etapa -China, Venezuela y Viet Nam- siguen, por vías y en
condiciones distintas, políticas económicas que dejan más margen
a la iniciativa individual para lograr el bienestar personal.
Los desastres naturales y la crisis económica mundial de finales
de 2008 han agudizado la insatisfacción general.
En resumen, para entender la necesidad de enfrentar exitosamente
la corrupción y las ilegalidades, y en general para preservar la
Revolución, conviene recordar una de esas frases premonitorias
de José Martí: «Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser
culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la
naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno» [21]
Lo acaecido en los años que median desde la enfermedad y
convalecencia de Fidel Castro demuestra que se están produciendo
cambios importantes en la forma de hacer política y en la
búsqueda de soluciones a los desafíos apuntados. No se trata
solamente de que Raúl Castro prefiera enfatizar el liderazgo
colectivo, y evite el alto nivel de protagonismo público y
discursivo de Fidel Castro, sino que ha venido definiendo e
impulsando una serie de políticas que van al corazón mismo de
los problemas que enfrenta el país.
La forma en que la transferencia de poderes se produjo, en la
que Raúl Castro ha marcado su propio estilo y prioridades,
indican que entre Fidel Castro y él existe una total identidad
dentro de la diversidad. Se puede conjeturar que hay un
reconocimiento y aceptación mutua de sus respectivos roles.
Mientras que el primero fue el visionario que fundó y trazó las
líneas generales de desarrollo de una Cuba independiente y
soberana, el segundo ha sido el guardián que ha cumplido
fielmente su papel de «protector de la retaguardia», como él
mismo ha dicho. Al propio tiempo, al saber retirarse y dejar que
su sucesor tome las medidas necesarias según su propio talante,
estilo y orientaciones, Fidel Castro ha garantizado dos cosas:
la continuidad del proyecto en las nuevas condiciones, y el
éxito de su sucesor en ser lo que tiene que ser, la figura que
facilitará la transformación de la forma de hacer política y
gobernar en Cuba.
La celebración de una conferencia del Partido en el futuro
próximo, vista la imposibilidad de efectuar el VI Congreso, debe
encaminarse a la definición y consolidación de algunos de los
cambios económicos y políticos que garantizarán el proceso de
transición dentro de la continuidad, hacia formas más acabadas y
exitosas de estructuración de la sociedad, delineadas en los
principales pronunciamientos de Raúl Castro desde que asumió la
máxima investidura gubernamental; pero sujetas al propio proceso
de deliberación que se ha convocado. El propio Presidente ha
afirmado que es necesario «meditar colectivamente acerca de las
experiencias de estos años de Revolución en el poder» y
«conformar, con proyección de futuro, la política del Partido en
los diferentes ámbitos de nuestra sociedad».[22]
En estos discursos e intervenciones realizados por Raúl Castro
emerge con suma nitidez la prioridad dada al principal desafío
económico, que a la vez se torna en político: la mejora del
nivel de vida de la población mediante el incremento de la
producción y los servicios.
Durante 2008, después de ser electo Presidente de los Consejos
de Estado y de Ministros, reafirmó los siguientes conceptos en
dos pronunciamientos clave, el discurso de toma de posesión, el
24 de febrero, y el pronunciado durante la I Sesión de la VII
Legislatura, el 11 de julio:
"Reitero que el país tendrá como prioridad satisfacer las
necesidades básicas de la población, tanto materiales como
espirituales, partiendo del fortalecimiento sostenido de la
economía nacional y de su base productiva, sin lo cual, repito
una vez más, sería imposible el desarrollo. [...] Constituye hoy
un objetivo estratégico avanzar de manera coherente, sólida y
bien pensada, hasta lograr que el salario recupere su papel y el
nivel de vida de cada cual esté en relación directa con los
ingresos que recibe legalmente, es decir, con la importancia y
cantidad del trabajo que aporte a la sociedad." [23]
"Que el trabajador se sienta dueño de los medios de producción,
no depende solo de explicaciones teóricas -en eso llevamos como
cuarenta y ocho años- ni de que su opinión se tenga en cuenta en
la actividad laboral. Es muy importante que sus ingresos se
correspondan con el aporte personal y el cumplimiento por el
centro de trabajo del objeto social para el que se constituyó,
es decir, alcanzar la producción o la oferta de servicios que
tiene establecido. [...] Socialismo significa justicia social e
igualdad, pero igualdad de derechos, de oportunidades, no de
ingresos. Igualdad no es igualitarismo. Este, en última
instancia, es también una forma de explotación: la del buen
trabajador por el que no lo es, o peor aún por el vago." [24]
La consecución de estos objetivos cardinales implica desafíos en
el centro de los cuales se encuentran debates de capital
importancia para el futuro del modelo socialista cubano. El 28
de diciembre de 2007, al referirse al necesario aumento de la
producción agropecuaria, el Presidente enfatizó:
"Se ha avanzado en los estudios y continuará actuándose con toda
la rapidez que permitan las circunstancias,para que la tierra y
los recursos estén en manos de quienes sean capaces de producir
con eficiencia, se sientan apoyados, reconocidos socialmente y
reciban la retribución material que merecen" [25]
Anteriormente, en su primer gran discurso de 2007 -el 26 de
julio, en Camagüey-, al hacer alusión al imprescindible
incremento de los resultados económicos en la agricultura,
afirmó: «Para lograr este objetivo habrá que introducir los
cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios.»
El tema central de esas palabras fue el de «trabajar con sentido
crítico y creador, sin anquilosamiento ni esquematismos», para
lo cual resultaba necesario «cuestionarnos cuanta cosa hacemos,
en busca de realizarla cada vez mejor, de transformar
concepciones y métodos que fueron los apropiados en su momento,
pero han sido ya superados por la propia vida».26 Estas ideas se
han materializado, en primer lugar, en el sector agropecuario;
pero se ha abierto la esperanza de que se apliquen a otros
sectores productivos y de servicios.
Finalmente, quiérase o no, tienen la implicación de plantearse
qué relevancia tiene para el futuro del proceso cubano el modelo
de desarrollo adoptado por la dirección del Partido Comunista
Chino, teniendo en cuenta las críticas que se le hacen desde la
izquierda, pero también los evidentes resultados en materia de
desarrollo económico y mejora generalizada del nivel de vida de
ese pueblo. El 17 de noviembre de 2008, el periódico Granma
publicó un artículo bajo el título «China sigue demostrando la
validez del socialismo», en el que se recalcaron los éxitos
económicos de ese país y se citaron palabras de Fidel Castro:
«China se ha convertido objetivamente en la más prometedora
esperanza y el mejor ejemplo para todos los países del Tercer
mundo». [27]
Sin duda, en materia de territorio, población, envergadura
económico-social, tradiciones históricas e identidad cultural,
las diferencias entre Cuba y China son tan grandes como para
imposibilitar la copia mimética del modelo de desarrollo del
gigante asiático. No obstante, para lograr las metas propuestas,
varios aspectos del proceso de reformas implantado en China
tienen vigencia para Cuba. En primer lugar, la priorización del
desarrollo de las fuerzas productivas para alcanzar los
propósitos socialistas. En segundo lugar, la adopción del
principio de que el socialismo se construye sobre la base de las
características específicas de cada país. En tercer lugar el
énfasis en los resultados como criterio para definir la política
económica a partir de la famosa frase confuciana de Deng
Xiaoping: «Da igual que el gato sea blanco o sea negro, lo que
importa es que cace ratones». En cuarto lugar, el reconocimiento
y utilización de las relaciones monetario-mercantiles mediante
la fórmula de «economía de mercado socialista». Y finalmente, la
permanente revisión de las vías y formas adoptadas, a fin de
hacer los ajustes imprescindibles, como derivación de los
cambios en los contextos sociales y de las consecuencias no
buscadas que inevitablemente todo curso de acción conlleva. [28]
Aplicando estos principios prácticos, el liderazgo chino ha
logrado sacar de la pobreza a unos 300-200 millones de personas
y crear una clase media estimada en unos 180-200 millones, en un
plazo relativamente breve, lo que le da al país una estabilidad
social significativa. Es cierto que estos logros no han estado
exentos de elementos negativos, pero debe reconocerse, en primer
lugar, que no hay sociedad perfecta y, en segundo, que los
dirigentes del Partido Comunista Chino son los primeros en
reconocer estas dificultades. Debido a que siguen el principio
de que todo debe ser revisado una y otra vez, como propone Raúl
Castro, el liderazgo del país asiático está en condiciones de
introducir, en todo momento, las políticas rectificadoras que se
requieran.
Otro elemento importante de las definiciones de política
económica que la dirección cubana ha tomado tentativamente a
través de los principales planteamientos de Raúl Castro, es la
relacionada con el bloqueo económico, comercial y financiero de
los Estados Unidos contra Cuba. Denunciando los objetivos y el
carácter pernicioso y agresivo de esta política, el Presidente
afirmó, en julio de 2007:
"Es preciso sumar a todos a la batalla cotidiana contra los
errores propios que agravan las dificultades objetivas derivadas
de causas externas, en especial las provocadas por el bloqueo
económico de los Estados Unidos, que constituye realmente una
implacable guerra contra nuestro pueblo y la actual
administración de ese país ha puesto particular encono en
encontrar la más mínima vía de hacernos daño."[29]
En febrero de 2008 perfiló esta idea en los siguientes términos:
"Somos conscientes de los enormes esfuerzos que requiere
fortalecer la economía, premisa imprescindible para avanzar en
cualquier otro ámbito de la sociedad, frente a la verdadera
guerra que libra el gobierno de los Estados Unidos contra
nuestro país. La intención es la misma desde el triunfo de la
Revolución: hacer sufrir todo lo posible a nuestro pueblo hasta
que desista de la decisión de ser libre. Es una realidad que
lejos de amilanarnos debe seguir haciendo crecer nuestrafuer%a.
En lugar de utilizarla como excusa ante los errores, debe ser
acicate para producir más y brindar mejor servicio, para
esforzarnos por encontrar los mecanismos y vías que permitan
eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas
productivas y explotar las importantes potencialidades que
representan el ahorro y la correcta organización del trabajo".
[30]
Además de abarcar un elemento central para lograr el desarrollo
económico de Cuba, la noción de que este se puede alcanzar en
condiciones del más crudo bloqueo económico, comercial y
financiero de los Estados Unidos contiene en sí el germen de lo
que se pudiera llamar el logro de la invulnerabilidad económica.
Ello tiene particular importancia cuando observamos los cambios
ocurridos en ese país vecino, debilitado por una crisis a la vez
económica, diplomática, política y militar, y con la llegada al
gobierno del presidente Barack Obama. Poder afirmar que el
bloqueo, aunque dañino, no puede obstaculizar la prosperidad del
país, en su conjunto, y de sus ciudadanos, individualmente, le
arrebataría a cualquier administración en Washington lo que
siempre se ha considerado como un instrumento fundamental de
presión y una carta negociadora medular.
Los desafíos políticos
En el plano político, lo que ha caracterizado los principales
pronunciamientos del presidente Raúl Castro es un constante
llamado a la profundización de la democracia y del diálogo, el
debate y la deliberación como instrumento insustituible para la
creación del consenso.
"No hay por qué temer a las discrepancias en una sociedad como
la nuestra, en que por su esencia no existen contradicciones
antagónicas, porque no lo son las clases sociales que la forman.
Del intercambio profundo de opiniones divergentes salen las
mejores soluciones, si es encauzado por propósitos sanos y el
criterio se ejerce con responsabilidad." [31]
En su concepción, ni siquiera el que los planteamientos de algún
ciudadano sean manipulados por la maquinaria de propaganda del
imperialismo debía ser óbice para que fueran considerados:
"No vamos a dejar de escuchar la opinión honesta de cada cual,
que tan útil y necesaria resulta, por la algarabía que se arma,
a veces bastante ridícula, cada vez que un ciudadano de nuestro
país dice algo a lo que esos mismos promotores del espectáculo
no harían el menor caso, si lo escucharan en otro lugar del
planeta." [32]
De esta forma, invitó a todos los ciudadanos a discutir incluso
el tema del socialismo y las vías y formas de construirlo. En
febrero de 2008 recordó que en el discurso en la Universidad
Fidel se había hecho la autocrítica siguiente: «Una conclusión
que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores
que hemos cometido todos, el más importante error era creer que
alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se
construye el socialismo». [33] Más adelante, en diciembre,
volvió sobre el tema ante los diputados de la ANPP en los
siguientes términos:
"¿Estamos haciendo el socialismo? Porque a fuer de sincero,
también digo que, además de estos problemas que estamos
analizando de la nueva Ley de Seguridad Social, se trabaja poco,
se trabaja menos. Esa es una realidad que ustedes la pueden
comprobar en cualquier rincón del país. Perdonen la crudeza de
mispalabras, no es obligatorio estar de acuerdo con ellas. Les
transmito estas ideas en primer lugar para incitarlos a pensar,
no solo a ustedes, compañeras y compañeros diputados, sino a
todos los compatriotas, a todo el país. Algunas son valoraciones
personales que no deben interpretarse como inmutables. Son
asuntos que estamos en el deber de estudiar y debatir con
profundidad de manera objetiva, única forma de continuar
aproximándonos a las fórmulas más convenientes para seguir
adelante con la Revolucióny el socialismo." [34]
Esta invitación a discrepar y disentir, incluso de sus propios
planteamientos, la reiteró al referirse a los criterios
controversiales levantados por el anteproyecto de Ley sobre
Seguridad Social:
"El proceso de estudio y consulta con todos los trabajadores,
que comenzará el próximo mes de septiembre, previo a la
aprobación de la Ley por la Asamblea Nacional en diciembre,
servirá para esclarecer todas las dudas y brindará la
oportunidad de expresar cualquier criterio. Todos serán
escuchados con atención, coincidan o no con la opinión de la
mayoría, tal como se ha venido haciendo con los planteamientos
derivados del proceso de reflexión sobre el discurso del pasado
26 de julio. No aspiramos a la unanimidad, que suele resultar
ficticia, en este o en cualquier otro tema." [35]
En su reflexión sobre la necesidad de procesos cada vez más
democráticos durante su toma de posesión como presidente, no
excluyó al Partido:
"Y añadí que si el pueblo está firmemente cohesionado en torno a
un único partido, este tiene que ser más democrático que ningún
otro, y con él la sociedad en su conjunto, que desde luego, como
toda obra humana, se puede perfeccionar, pero sin dudas es justa
y en ella todos tienen oportunidad de expresar sus criterios, y
más importante aún, de trabajar para hacer realidad lo que en
cada caso acordemos." [36]
Poco antes, en diciembre de 2007, al resumir las conclusiones
del proceso de deliberación nacional alrededor de su discurso
del 26 de julio de ese año, había enfatizado la necesidad de que
todo dirigente partidista o de gobierno estimulara el más amplio
debate y deliberación entre sus subordinados:
"Este proceso ratifica algo fundamental: quien ocupa un cargo de
dirección debe saber escuchar y crear el ambiente propicio para
que los demás se expresen con absoluta libertad. Es algo que
debe incorporarse de manera definitiva al estilo de trabajo de
cada dirigente, junto a la orientación, la crítica o la medida
disciplinaria oportuna. Nuestro pueblo recibe información por
muchas vías y se trabaja para perfeccionarlas y eliminar la
nociva tendencia al triunfalismo y la complacencia, por
garantizar que cada compañero con determinada responsabilidad
política o administrativa informe de manera sistemática sobre lo
que le compete con realismo, de forma diáfana, crítica y
autocrítica." [37]
Otro tema que surge actualmente con fuerza en los discursos e
intervenciones de Raúl Castro es el de la institucionalización.
Este es un asunto de particular importancia debido al malestar
acumulado con los efectos del burocratismo, la ineficiencia y
los casos de corrupción. Como lo han demostrado las
destituciones de dirigentes del primer nivel en marzo de 2009,
la excesiva discrecionalidad de cuadros y dirigentes en un
entorno de instituciones debilitadas, es caldo de cultivo para
la práctica del tráfico de influencias y la doble moral.
Fortalecer la institucionalidad es una tarea prioritaria en el
contexto actual.
En tal sentido, al tomar posesión, el Presidente solicitó y
obtuvo de la Asamblea Nacional la autorización para modificar la
estructura del gobierno:
"Hoy se requiere una estructura más compacta y funcional, con
menor número de organismos de la administración central del
Estado y una mejor distribución de las funciones que cumplen. En
resumen, tenemos que hacer más eficiente la gestión de nuestro
gobierno [... ] La institucionalidad, repito el término: la
institucionalidad, es importante sustento de ese decisivo
propósito y uno de los pilares de la invulnerabilidad de la
Revolución en el terreno político, por lo que debemos trabajar
en su constante perfeccionamiento." [38]
Estos planteamientos sobre la importancia de las instituciones y
su eficacia, que no puede separarse de su legitimidad, se
contraponen a un criterio bastante generalizado de que la mejor
manera de luchar contra la burocracia es la subversión de las
instituciones y su sustitución por mecanismos informarles de
toma y puesta en práctica de decisiones. La realidad es que
minar las instituciones conduce inevitablemente a la pérdida de
legitimidad del sistema en su conjunto. De ahí que la política
acertada sea la de obligar a los que dirigen y forman parte de
instituciones a comportarse dentro de la legalidad y asumir una
actitud de responsabilidad democrática sujetos al control social
de subordinados y ciudadanos. Ningún sistema de supervisión
vertical de arriba para abajo puede ser más eficaz que el
control popular.
Un elemento que no ha sido tocado suficientemente y de manera
pública, aunque se ha debatido en foros más privados y
semi-públicos, es el del papel de las ciencias sociales en la
coyuntura actual. En el clima de llamado al diálogo que ha
caracterizado el discurso del presidente cubano, estimular cada
vez mayores y mejores estudios empíricos de la realidad social,
y compulsar a los científicos sociales cubanos -cuyo compromiso
y prestigio es conocido- a que participen en la consulta popular
desde sus profesiones y especialidades es una necesidad del
momento. Dos iniciativas parecerían decisivas: llevar adelante
una conferencia nacional de ciencias sociales y darle vía libre
a la constitución de asociaciones nacionales de sociólogos y
politólogos, como ya sucede con otras ramas de la ciencia y con
economistas e historiadores. Por otra parte, se requiere el
estímulo de una ciencia social con «autonomía comprometida» a la
que se le facilite el desarrollo de su labor orgánica.
Un importante papel debería tener la prensa escrita y los medios
en general. Las deficiencias de los medios han sido criticadas
reiteradamente, pero se ha logrado muy poco avance. Por ejemplo,
Cuba debe ser de los pocos países en donde brillan por su escasa
presencia páginas cotidianas de opinión. Vivimos en un mundo en
el que el uso de medios informáticos y digitales a través de la
red son cada vez más prevalecientes y útiles. Resulta imposible
concebir una sociedad próspera y en desarrollo en la que estos
medios no desempeñen los papeles necesarios como trasmisores de
información y propiciadores del diálogo, el debate y la
deliberación. El derecho a acceso a Internet se va convirtiendo
poco a poco en un lugar común. En Cuba, este reconocimiento es
insuficiente. Aunque inciden dificultades técnicas, la realidad
es que no hay una política de estímulo al uso de las técnicas de
información computarizada en toda la vida social, como resulta
necesario. A pesar de los Joven Clubs y la Universidad de las
Ciencias Informáticas, los controles aún existentes sobre el uso
de Internet resultan extemporáneos y perjudiciales.
A manera de conclusión
Cuba se encuentra en una encrucijada en la cual habrá que
introducir cambios dentro de la continuidad. Esos cambios ya han
comenzado y se han reflejado en medidas y pronunciamientos del
nuevo gobierno encabezado por Raúl Castro. Ello significará,
inevitablemente, una transformación de la sociedad cubana, tanto
en lo económico como en lo político. La Conferencia del Partido
estará obligada a dar respuesta al conjunto de problemas
apuntados y a otros más. No se trata de negar los logros
alcanzados bajo la dirección de Fidel Castro, sino de hacer los
ajustes y transformaciones necesarias. Ello obliga a utilizar
los distintos espacios disponibles y crear los necesarios para
darles respuesta a las siguientes preguntas:
1. ¿Cuáles son las bases para la edificación de una sociedad
justa que responda a los ideales socialistas? Habrá que resolver
las contradicciones entre las distintas formas de propiedad;
entre la centralización y la descentralización; entre los
estímulos morales y los materiales; entre el desarrollo de las
fuerzas productivas y el de la conciencia revolucionaria. Lo que
ha demostrado la historia de Cuba, y la de otros modelos, es que
la hipercentralización, la subestimación de las leyes del
mercado, el inadecuado manejo de la relación entre las distintas
formas de estímulo y el menosprecio de la eficiencia y
desarrollo de las fuerzas productivas conducen a callejones sin
salida y no propician la formación del hombre nuevo. Si bien hay
peligros evidentes en el uso irrestricto de los mecanismos de
mercado, ignorar la necesidad de progreso y prosperidad de los
ciudadanos colectiva e individualmente no es la solución al
problema. Como dijera Martí: «Pero, en lo común de la naturaleza
humana, se necesita ser próspero para ser bueno».
2. ¿Cómo fortalecer y perfeccionar la democracia? La sociedad
cubana necesita de un fortalecimiento y desarrollo de las formas
democráticas que ha creado. La ausencia de Fidel requiere de la
búsqueda de nuevas vías para crear consensos. Introducir el
concepto de democracia deliberativa, unido a una noción
perfeccionada de la participación, a través de las cuales
dirigentes y cuadros sean no solo responsables ante sus
dirigidos sino que se vean obligados a discutir las razones de
sus decisiones, hará más real y eficaz la aportación de los
ciudadanos a la toma de decisiones, siempre de una manera
informada y razonada. Ese es el camino que llevará a que se
superen algunas de las deficiencias actuales del sistema. Pero
esto requiere mayor y mejor información a la ciudadanía y la
creación y fomento de espacios públicos necesarios al diálogo,
el debate y la deliberación.
1. Julio Carranza, «El compromiso de la ciencia y la ciencia del
compromiso», Temas, n. 53, La Habana, enero-marzo de 2008, p.
147.
2. Michel Dobry, «Las vías inciertas de la transitología»,
Temas, n. 50-51, La Habana, abril-septiembre de 2007, p. 23.
3. Atilio Borón, Tras el buho de Minerva: mercado contra
democracia en el capitalismo de fin de siglo, Fondo de Cultura
Económica, México, DF, 2000, pp. 135-211.
4. Atilio Borón, Socialismo siglo XXI:¿hay vida después
delneoliberalismo?, Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, 2008, p.
117.
5. Raúl Castro Ruz, «Socialismo significa justicia social e
igualdad, pero igualdad no es igualitarismo», Discurso
pronunciado en la primera sesión ordinaria de la VII Legislatura
de la Asamblea Nacional del Poder Popular, La Habana, 11 de
julio de 2008, disponible en
www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/index2.html.
6. Jorge I. Domínguez, «El comienzo de un fin», Foreign Affairs
en Español, v. 6, n. 4, México, DF, octubre-diciembre de 2006,
pp. 129-135.
7. Fidel Castro Ruz, «Discurso en acto por el LX aniversario de
su ingreso a la Universidad de La Habana», en Julio César
Guanche, comp., En el borde de todo: el hoy y el mañana de la
Revolución en Cuba, Ocean Sur, Bogotá, 2007.
8. Aurelio Alonso, «Continuidad y transición: Cuba en el 2007»,
Le Monde Diplomatique, Bogotá, abril de 2007.
9. Debo esta frase a Julio Fernández y está tomada de un
documento de reflexión preparado para un debate promovido por
Julio César Guanche en el seminario «Por una cultura
revolucionaria de la política», La Habana, noviembre de 2007.
10. Jesús Arencibia Lorenzo, «Debates en la beca: el ensueño y
los ladrillos», Alma Mater, n. 453, La Habana, agosto de 2007.
11. Mayra Espina, «Mirar a Cuba hoy: cuatro supuestos para la
observación y seis problemas-nudos», Temas, n. 56, La Habana,
octubre-diciembre de 2008, p. 136.
12. Raúl Roa García, Retorno a la alborada, t. 2, Universidad
Central de las Villas, Santa Clara, 1964, p. 590.
13. Amy Gutmann y Dennis Thompson, Why Deliberative Democracy?,
Princeton University Press, Princeton y Oxford, 2004, p. 3.
14. Pedro Monreal, «El problema económico de Cuba», Espacio
Laical, n. 28, La Habana, abril de 2008; Jorge Mario Sánchez
Egozcue y Juan Triana Cordoví, «Un panorama actual de la
economía cubana, las transformaciones en curso y sus retos
perspectivos», Documento de trabajo n. 31, 26 de junio de 2008,
Real Instituto Elcano de Estudios Estratégicos e
Internacionales, Madrid, 2008; y Omar Everleny Pérez Villanueva,
«La economía en Cuba: un balance necesario y algunas propuestas
de cambio», Nueva Sociedad, n. 216, Caracas, julio-agosto de
2008.
15. Lamentablemente, en muchos casos se han producido
promociones aceleradas desde la alta dirección de la FEU a las
principales instancias partidistas y gubernamentales del país,
en lo que el propio Raúl Castro ha llamado la creación de
«dirigentes de probeta».
16. Rafael Hernández y Daybel Pañellas, «Sobre la transición
socialista en Cuba: un simposio», Temas, n. 50-51, La Habana,
abril-septiembre de 2007, p. 160.
17. Salvador Valdés Mesa, «Las asambleas mostraron, una vez más,
el apoyo de la clase obrera a la Revolución y a su dirección»,
Intervención del Secretario general de la CTC en la Asamblea
Nacional, 27 de diciembre de 2008, Granma, La Habana, 29 de
diciembre de 2008.
18. Fidel Castro Ruz, «Discurso en el acto central por el XX
aniversario del asalto al cuartel Moncada», Santiago de Cuba, 26
de julio de 1973, disponible en www.cuba.cu/gobierno/discursos.
19. Raúl Castro Ruz, «Nuestra batalla de hoy es la misma
iniciada el 26 de julio de 1953», Discurso en el acto central
por el LV aniversario del asalto al cuartel Moncada, Santiago de
Cuba, 26 de julio de 2008, disponible en
www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/ index2.html.
20. A la altura de 2009, la economía cubana ha sido sacudida por
huracanes, aumentos de precios de los alimentos, baja en los de
los rubros de exportación y crisis económica global, entre otros
factores. La situación se hace sumamente difícil, como han
explicado, desde distintos ángulos, dos trabajos recientes:
Pavel Vidal Alejandro, «El PIB cubano en 2009 y la crisis
global», IPS-Economics Press Service, n. 9, La Habana, 15 de
mayo de 2009; y Carmelo Mesa-Lago, «La paradoja económica
cubana», El País Digital, Madrid, 12 de julio de 2009.
21. José Martí, «Maestros ambulantes» (La América, Nueva York,
mayo de 1884), Obras Completas, v. 8, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1991, p. 289. (El énfasis es mío. C.A.)
22. Raúl Castro Ruz, «Intervención en el VI Pleno del PCC», La
Habana, 28 de abril de 2008, disponible en www.cuba.cu/gobierno/
rauldiscursos/index2.html.
23. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva de la
VII Legislatura de la ANPP», La Habana, 24 de febrero de 2008,
disponible en www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/index2.html.
24. Raúl Castro Ruz, «Socialismo significa...», ob. cit.
25. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», Intervención ante la
ANPP, 28 de diciembre de 2007, Granma, La Habana, 29 de
diciembre de 2007. (El énfasis es mío. C. A.)
26. Raúl Castro Ruz, «Trabajar con sentido crítico, creador, sin
anquilosamientos ni esquematismos», Discurso en el acto central
por el LIV aniversario del asalto al Cuartel Moncada, Camagüey,
26 de julio de 2007, Granma, La Habana, 27 de julio de 2007.
27. Oscar Sánchez Serra, «China sigue demostrando la validez del
socialismo», Granma, La Habana, 17 de noviembre de 2008.
28. Véase Julio A. Díaz Vázquez y Eduardo Regalado Florido,
China: el despertar del Dragón, Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 2007.
29. Raúl Castro Ruz, «Trabajar con sentido crítico...», ob. cit.
30. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...»,
ob. cit. (El énfasis es mío. C. A.)
31. Ibídem. (El énfasis es mío. C. A.)
32. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», ob. cit.
33. Citado por Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión
constitutiva...», ob. cit.
34. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», ob. cit. (El énfasis
es mío. C. A.)
35. Raúl Castro Ruz, «Trabajar con sentido crítico...», ob. cit.
(El énfasis es mío. C. A.)
36. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...»,
ob. cit. (El énfasis es mío. C. A.)
37. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», ob. cit. (El énfasis
es mío. C. A.)
38. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...»,
ob. cit. (El énfasis es mío. C. A.)SSKOáviS, 2009
*Mención en Premio Temas de Ensayo 2008, en la modalidad de
Ciencias sociales.
Fuente de este ensayo: Revista Temas, Octubre-Diciembre 2009,
pp. 37-47. Reproduccion con permiso de la revista y su autor.
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