01/26/10 - Cuba-L Analysis (Albuquerque) -
Cuba: cincuenta años después: continuidad y cambio político
[Revista Temas]*

Carlos Alzugaray Treto Profesor. Universidad de la Habana.

- Debe hacerse en cada momento lo que en cada momento es necesario. José Martí

- Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado. Fidel Castro

Cuando Fidel Castro cedió transitoriamente el poder a Raúl Castro el 31 de julio de 2006, Cuba inició un proceso de cambio político que se ha convertido en una decisiva encrucijada. Casi diecinueve meses después, el 24 de febrero de 2008, la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) designó un nuevo gobierno, encabezado por el hasta entonces Presidente interino.

Se ha abierto una etapa ignota en la historia cubana reciente, en la que Fidel Castro ha dejado de ser el jefe del Estado y/o del gobierno por primera vez desde febrero de 1959 -cuando asumió las funciones de Primer ministro-, para convertirse en «el compañero Fidel». No puede negarse que en el momento histórico

que viven los cubanos se abren perspectivas de cambios inevitables, con el consiguiente efecto de incertidumbre que los acompaña.

La encrucijada: continuidad y cambio

El presente ensayo es un intento de meditar acerca de la continuidad y el cambio político y su significado. No se pretende sentar cátedra ni indicar caminos inevitables. Tampoco se aspira a proponer alternativas terminadas; el tema, por sí mismo, obliga a consideraciones abiertas al diálogo, al debate y a la deliberación. Como ha escrito Julio Carranza: «Existe una responsabilidad de servicio público en el científico y en las instituciones científicas, que consiste en la comunicación directa a la sociedad de información y análisis especializados; no como propuesta política, sino como interpretaciones fundamentadas que contribuyen a elevar la cultura y el conocimiento general sobre diferentes temas».[1]

La hipótesis de partida es que ha comenzado un previsible proceso de evolución hacia nuevas formas de dirigir la sociedad cubana. No se trata de lo que la ciencia política al uso ha llamado «transición» y dado pie a toda una escuela de «transitología»,2 aunque la necesidad de ajustes, transformaciones y cambios dentro de la continuidad pudiera corresponderse al sentido lato de dicha noción. Sin embargo, este concepto está en la actualidad demasiado «cargado», y presupone un «cambio de régimen» y, sobre todo, la entronización de sistemas políticos de lo que Atilio Borón ha llamado «capitalismo democrático» en sociedades previamente gobernadas por regímenes calificados de «autoritarios» o «totalitarios».3 Cuba no es de este tipo, pues en su caso no coinciden ni el mismo punto de partida ni el mismo de llegada de las «transiciones» más estudiadas.

De lo que se trata es de que, por razones evidentes, Fidel Castro ha dirigido a Cuba de una forma irrepetible. Algunos sectores del liderazgo han insistido, en más de una ocasión, que su ausencia no va a cambiar nada, llegando incluso, en 2002, a incorporar a la Constitución, a tono con ese razonamiento, la idea de la irrevocabilidad del socialismo. Esta es una reacción explicable por la necesidad de enfatizar la continuidad del proyecto como contrapartida a los intentos de revertirlo desde afuera por parte, sobre todo, de los Estados Unidos. Lamentablemente, también puede usarse para legitimar el inmovilismo y oponerse a toda reforma. No obstante, como ha argumentado recientemente Atilio Borón,

"El absurdo de anatemizar cualquier reforma como una herejía o una traición al socialismo -entendido este como un dogma inalterable no solo en el plano de los principios, lo que está bien, sino también en el de los proyectos históricos, lo que está mal- salta a la vista, porque significaría la consagración de un suicida inmovilismo, la negación de la capacidad de autocorrección de los errores y una renuncia al aprendizaje colectivo, condiciones estas imprescindibles para el permanente perfeccionamiento del socialismo." [4]

A partir de esta prevención, resulta obvio que habrá que introducir cambios en la forma de hacer política, en la manera de gobernar, aun cuando estos cambios obedezcan a una dinámica interna y no a las demandas procedentes del exterior. Como bien ha dicho Raúl Castro, «jamás adoptaremos una decisión, ¡ni la más mínima!, como resultado de la presión o el chantaje, venga de donde venga, de un poderoso país o de un continente entero».[5]

Estos cambios se están produciendo en medio de la continuidad y de la forma que siempre se ha hecho en Cuba, rompiendo esquemas, lo que abre interrogantes acerca de cuál será el probable devenir de la nación cubana en las novísimas circunstancias. Sobre todo fuera de la Isla, se hacen numerosas elucubraciones y conjeturas partiendo de procesos ya conocidos, históricamente cercanos, en apariencia similares. Incluso en la izquierda surgen todo tipo de conjeturas. Pero los cubanos, de nuevo, darán soluciones propias a los desafíos existentes.

Fidel Castro, la Revolución y su lugar histórico

La Revolución cubana, generadora del régimen político que actualmente preside los destinos del país, ha sido un proceso a la vez necesario y original. Su necesidad, en términos históricos, nace de lo que puede definirse como las cuatro grandes aspiraciones nacionales frustradas desde el siglo xix: soberanía nacional, justicia social, desarrollo económico sustentable y gobierno democrático propio. El triunfo de la Revolución en 1959 fue el resultado de circunstancias específicas internas y no de imposiciones foráneas, como sucedió con el socialismo en Europa oriental, con excepción de la URSS.

El sobresaliente éxito político de Fidel Castro, en sus cuarenta y siete años de gobierno, ha sido precisamente su capacidad de conducir a la nación cubana hacia la consecución de estas cuatro aspiraciones históricas, a pesar de insuficiencias y retrocesos. No todas estas demandas se han alcanzado en la forma y magnitud necesarias, pero la situación de Cuba hoy representa un cambio radical a la existente en 1958, transformación producida en la dirección aspirada por el pueblo y sus vanguardias políticas, a pesar de los obstáculos puestos en su camino, especialmente la permanente hostilidad de los Estados Unidos, un poderoso vecino.

Para ilustrar este punto, vale citar in extenso al profesor Jorge i. Domínguez, de la Universidad de Harvard, difícilmente calificable de partidario del socialismo o del modelo imperante en Cuba:

"Honrar honra: frase noble de José Martí que ingresó al vocabulario cultural cubano hace más de un siglo. Honremos, pues, a Fidel Castro mientras observamos el sol poniente de su vida, no solo quienes lo apoyaron, sino también quienes, como yo, no lo hicimos. Él fue el transformador de un pueblo en una nación; quien modernizó decisivamente esa sociedad; quien mejor entendió que los cubanos querían «ser gente», no solo apéndices de los Estados Unidos. Fue él quien comprendió que ese pueblo hipocondríaco requería más médicos y enfermeros por centímetro cuadrado que cualquier otro en la faz de la tierra. Fue él el arquitecto de una política de inversión en capital humano, que convierte a los niños cubanos en los campeones olímpicos de la educación latinoamericana y que, por tanto, permite vislumbrar un mejor futuro para Cuba. Fue el diseñador de una política que permite a los cubanos de todas las características raciales tener acceso a la salud pública, a la educación, a la dignidad que le corresponde a todo ser humano, al derecho a pensar que yo, mis hijos y mis nietos, cualquiera que sea el color de la tez, merecemos el respeto y las mismas oportunidades que los demás. No fue él quien inventó que las mujeres tenían derechos igualitarios en la sociedad, pero sí un promotor de la igualdad de género en el desempeño ciudadano."

Fue el responsable de un gesto que la humanidad agradece: poner en riesgo la sangre de sus soldados por la causa noble de contribuir poderosamente a impedir que el régimen racista del apartheid sudafricano se expandiera sobre Angola. Fue él, igualmente, quien se merece el reconocimiento por contribuir al fin del apartheid en Sudáfrica, a la independencia de Namibia y a defender la independencia de Angola. El día que Fidel muera, las banderas de esos países africanos deberán reflejar duelo nacional." [6]

"Son altamente improbables, si no inverosímiles, las posibilidades de que tanto el pueblo como el liderazgo cubano renuncien, voluntaria y conscientemente, a los logros de estos cincuenta años. No obstante, los sucesores de Fidel Castro en la dirección de la nación enfrentan serios desafíos para lograr la reproducción del sistema sin su presencia esencial. La reversibilidad del proceso revolucionario cubano como resultado de errores internos y no de la presión externa fue dramáticamente expuesta por el propio Fidel Castro en la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005." [7]

Entre las fortalezas del régimen político cubano en su actual estructura está, en primer lugar, su grado de legitimidad interna y externa. La externa viene dada por el conocido activismo internacional cubano y una amplia red de relaciones exteriores que le ha permitido al país encabezar dos veces el Movimiento de Países No Alineados y tejer una cadena de éxitos en la Asamblea General de Naciones Unidas alrededor de una resolución que condena y reclama el fin del bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba. Haber neutralizado la política de aislamiento internacional y diplomático de Cuba ha sido uno de los triunfos más importantes de la diplomacia cubana.

La interna, además del reconocimiento mayoritario acerca de lo que se ha dado en llamar «las conquistas de la Revolución», está dada por un entramado institucional que se sustenta en dos puntales básicos: el Partido Comunista de Cuba (PCC) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Resulta un error muy común fuera de Cuba suponer que el PCC está calcado de experiencias similares en los antiguos países socialistas europeos. A pesar de que la dirección del Partido ha cometido errores reconocidos y/o rectificados y de que persisten todavía métodos y estilos de trabajo que tienen la impronta de sus orígenes en el modelo político soviético -como el exceso de centralismo, por ejemplo-, en realidad el liderazgo cubano se ha preocupado por dos aspectos centrales: el carácter de vanguardia de sus militantes que deben ser los primeros en cualquier iniciativa político social, y la lucha contra fenómenos de corrupción en sus filas. La honestidad, la sencillez y el sacrificio propugnados por el pensamiento del Che Guevara han sido, por lo general, paradigmas de comportamiento del comunista cubano y no los privilegios y prebendas de una nomenclatura, como sucedió en el socialismo realmente existente.

Los liderazgos provinciales y municipales del Partido constituyen el más importante eslabón de gobierno en los niveles local y provincial, en estrecha coordinación con los órganos del Poder Popular (Asambleas provinciales y municipales). Aunque, en general, este sistema funciona satisfactoriamente, la contradicción en las provincias y municipios está mucho más presente que en el nivel central, donde el papel hegemónico del PCC se ejerce sin que medie una diferencia entre lo político y lo administrativo. En esos niveles a ningún ciudadano le cabe duda de que el Primer secretario del correspondiente Comité del Partido es la máxima figura administrativa del territorio; incluso ejerce formalmente la presidencia del Consejo de Defensa, máximo órgano de gobierno en caso de desastres naturales o de guerra. A nivel del país, sin embargo, debido a la coincidencia entre los cargos de Presidente/ Vicepresidente con la de Primero/Segundo Secretario del Partido, resulta mucho más claro.

No obstante, y este es un desafío significativo, todavía se está lejos de alcanzar una cultura realmente democrática. Como ha señalado Aurelio Alonso:

"La propuesta leninista de «centralismo democrático», como fórmula de poder proletario, ha terminado por consagrar la vertiente centralista para decidir, y la democrática para apoyar, cuando su mérito consistiría en que toda acción centralizada esté sujeta a lo que democráticamente se decida." [8]

En demasiados dirigentes parece predominar la idea de que el único objetivo de un debate es convencer a los ciudadanos, sea cual sea su posición, de que el curso de acción trazado por las instancias superiores, en un determinado momento, es el verdaderamente revolucionario y que toda crítica o disidencia surge de la confusión ideológica o, peor, de actitudes anti­revolucionarias. «Los intentos temerarios de análisis al margen del discurso oficial son estigmatizados como inmaduros, ingenuos, incautos o simplemente provocadores».[9] Según el discurso político de muchos cuadros de dirección, en la mayoría de las ocasiones los que se atreven a hacerlo «no están suficientemente informados», pero esa información tampoco está disponible porque «divulgarla puede ser de utilidad para el enemigo». También a veces prevalece el paternalista reproche de que aquel o aquella que discrepa o disiente, cae en errores de «ingenuidad».

Por otra parte, en Cuba ha estado ausente una real cultura del debate, del diálogo y la deliberación y ello es particularmente sensible para las jóvenes generaciones, más educadas y cultas. Así lo ha señalado Jesús Arencibia Lorenzo en un artículo aparecido en Alma Mater, órgano de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), al referirse a «siete ladrillos» que entorpecen el camino hacia una deliberación realmente productiva, en función del proyecto nacional: el miedo al riesgo, el síndrome de plaza sitiada, el monopolio de la información, las ambigüedades babélicas, el puritanismo a ultranza, la planificación total y el lenguaje de las tareas. [10]

Finalmente, la necesidad de defender las conquistas de la Revolución de la creciente agresividad del imperialismo y las prácticas de estatalización de la propiedad y centralización del proceso de toma de decisiones llevadas a cabo a lo largo de estos años condujeron a lo que Mayra Espina ha llamado la «hiperestatalización» de la sociedad.

"Todo ello se expresa en hiperestatalización de las relaciones sociales, centralización y verticalismo, paternalismo-autoritarismo, homogenismo distributivo con insuficiente sensibilidad para atender la diversidad de necesidades e intereses heterogéneos (de grupos, territorios, localidades, etc.) y suponen procesos de enajenación por déficit de participación real en la toma de decisiones."[11]

A menudo se percibe una malformación de la relación entre los ciudadanos en general y aquellos funcionarios, igualmente ciudadanos, que ocupan alguna responsabilidad en el aparato del Estado. Estos burócratas se comportan más bien como jefes dando orientaciones sobre lo que se puede o no hacer, y disfrutando de esas prerrogativas, que como personas al servicio del pueblo y subordinadas a este. Ya en 1963 Raúl Roa definió el burocratismo como «una de las peores rémoras del socialismo».[12]

Necesidad del cambio económico y político

En ausencia del poder de convocatoria y de construir consensos de Fidel Castro, crecerá la necesidad de una mentalidad de respeto por el diálogo, el debate y la deliberación, que implique el fortalecimiento de una verdadera y real participación colectiva y deliberativa.

Resulta imposible en este ensayo debatir el tema de los modelos democráticos alternativos. A la tradicional noción de «democracia representativa» típica del capitalismo y de sus instituciones políticas, asociada estrechamente a la idea de «democracia procesal», la mayor parte de la izquierda ha contrapuesto el concepto o noción de «democracia participativa». Añadirle a esta la idea de la deliberación sirve para precisar, todavía más, la norma de que los ciudadanos no solo deben participar en la toma o ejecución de las decisiones políticas, sino contribuir a su elaboración mediante un diálogo racional e informado de las posibles opciones.

El concepto de democracia deliberativa ha sido propuesto en la ciencia política contemporánea como una vía de solución al déficit que existe en sociedades capitalistas desarrolladas. Los promotores de esta idea han subrayado que significa, en esencia,

"la necesidad de justificar las decisiones tomadas por los ciudadanos y sus representantes. Se espera que ambos justifiquen las leyes que se impondrían. En una democracia los dirigentes deberían por tanto explicar las razones de sus decisiones, y responder a las razones que los ciudadanos expongan como réplica. Pero no todas las cuestiones requieren de la deliberación todo el tiempo. La democracia deliberativa abre espacio para otras formas de toma de decisiones (incluyendo negociaciones y acuerdos entre grupos, y operaciones secretas ordenadas por ejecutivos), siempre y cuando estas formas, en sí mismas, estén justificadas en algún momento por un proceso deliberativo. Su característica primera y más importante, por tanto, es el requisito de que se den razones."[13]

Respecto al otro pilar institucional del sistema, las FAR, junto con su importante institución hermana, el Ministerio del Interior -integrado en sus orígenes al Ejército Rebelde, antecesor de las FAR-, constituyen la más eficaz y prestigiosa de las instituciones creadas por el liderazgo histórico del país. Su origen popular, su constante vínculo con los problemas de la población, su histórica contribución a la defensa del país y a la liberación de otros pueblos, y su pragmatismo económico, demostrado por la introducción del «perfeccionamiento empresarial» en sus industrias, hacen que goce de una confianza significativa en amplios sectores de la sociedad. La alta oficialidad de los servicios armados acumula una tradición de heroicidad, pragmatismo, solvencia y profesionalismo poco usuales en América Latina y el Caribe, y en el mundo.

La cohesión de estas dos instituciones (Partido y Fuerzas Armadas), que es necesario alimentar constantemente, estará mediada por las tendencias prevalecientes en otros significativos liderazgos en la sociedad cubana. Por un lado, está el notorio sector empresarial, en parte salido de los altos oficiales de las FAR, pero también de una joven generación de economistas y administradores. Es presumible que en este sector haya voluntad de mantener el consenso, pero en ella se observan demandas por una flexibilización de la política económica, que también está presente entre los altos militares, aunque por distintas razones. Entre aquellos, por un problema de eficacia administrativa; entre estos, además, por la necesidad de mantener la estabilidad social. No se trata de establecer una economía de mercado, sino de adoptar iniciativas que les den más autonomía a las administraciones, como se enuncia en el perfeccionamiento empresarial iniciado en el sector industrial militar, cuyo fin último es estimular la producción y desarrollar las fuerzas productivas. También tiene que ver con la apertura de espacios mayores a la iniciativa individual ya abiertos durante las reformas que sacaron al país del período especial a mediados de la década de los 90. Estas demandas han sido expuestas en varios análisis recientes de economistas cubanos.[14]

Cuba se encuentra en una encrucijada en la cual habrá que introducir cambios dentro de la continuidad. Esos cambios ya han comenzado y se han reflejado en medidas y pronunciamientos del nuevo gobierno encabezado por Raúl Castro. Ello significará, inevitablemente, una transformación de la sociedad cubana, tanto en lo económico como en lo político.

Tradicionalmente, la juventud, sobre todo la estudiantil, ha tenido un rol protagónico en la política cubana. Casi todos los altos dirigentes del país, han pasado por sus filas y han tenido su primera escuela de participación pública en la Federación Estudiantil Universitaria.15 Esta organización y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) han constituido, en los últimos años, dos de los puntales de los principales programas sociales promovidos por Fidel Castro. Su papel en el período de transformación en curso, a pesar de las crecientes demandas de un protagonismo mayor, tendrá que tener en cuenta la política que los otros liderazgos articularán. Las dificultades de este proceso no son ignoradas por los distintos sujetos sociales, como apuntó Carlos Lage Codorníu, ex presidente de la FEU, en un simposio publicado por la revista Temas: «No se trata de incomunicación, pero sí hay muchas ideas nuevas que todavía necesitan poder expresarse».[16]

Las organizaciones que responden a la clase obrera y el campesinado tenderán a buscar nuevas posiciones en la estructura. Es previsible que bajo Raúl Castro se les dé un mayor protagonismo, precisamente por la necesidad de articular un nuevo consenso nacional. Tal es el caso del recién comenzado proceso de otorgamiento de tierras en usufructo con vistas a aumentar la producción alimentaria, en el cual la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) ha venido desempeñando un relevante papel. Por otra parte, una demostración de la creciente presencia de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) fue la deliberación nacional sobre la nueva Ley de Seguridad Social que se extendió a todo lo largo de 2008 antes de ser aprobada por la Asamblea Nacional.17 Aunque no cabe duda de que este proceso dio oportunidad a un amplio debate, la manera unánime en que el Parlamento la adoptó no fue un reflejo real de las divergentes opiniones existentes.

Finalmente, la intelectualidad cubana, recientemente conmovida por el recuerdo del «quinquenio gris», en la primera mitad de la década de los 70 -etapa en que se copió la política cultural de la URSS-, buscará mayores niveles de autonomía y libertad, al tiempo que defenderá su compromiso con los objetivos centrales de la sociedad cubana. Ello se puso de manifiesto en el último congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), que fue una propuesta significativa de democracia deliberativa y de apertura de espacios de diálogo y debate públicos.

Los desafíos económicos

El desafío interno más importante que enfrentará el liderazgo encabezado por Raúl Castro será el de resolver la creciente demanda de que el salario y los ingresos legales de todos los cubanos tengan el valor necesario para resolver sus necesidades cotidianas; exigencia que muchas veces se expresa a través de la crítica al sistema de doble moneda. Desde 1989, se han quebrado dos equilibrios significativos promovidos por el gobierno. Uno, entre los ingresos de la población y los precios de las mercancías de primera necesidad, en unos casos racionadas por la «libreta de abastecimientos», y en otros subsidiados por el presupuesto del Estado. El otro equilibrio desarticulado desde el Período especial fue el que había entre los distintos sectores de la población. Aunque Cuba abandonó sus políticas igualitaristas a fines de la década de los años 70 y principios de los 80, persistió una saludable tendencia a no permitir desigualdades excesivas. Debido a las reformas introducidas a partir de 1993-1994, se produjeron inequidades que se hacen más irritantes debido al cisma entre salario y poder adquisitivo, y al negativo fenómeno de que muchas de esas desigualdades son resultado de prácticas ilegales y corruptas.

La mayor parte de los cubanos aspira a mantener los actuales niveles de seguridad social, pero quisiera ver que se aplicara la fórmula de Marx: «de cada cual según su capacidad y a cada cual según su trabajo». Este precepto no se cumple hoy. Aunque resulta muy difícil diagnosticar con exactitud cuál es el consenso nacional sobre el tema, podría afirmarse que manteniendo una economía esencialmente socialista, los habitantes de la Isla quisieran ver mayores posibilidades de prosperidad incluso pasando más sectores a la iniciativa individual y ampliando los existentes. Ello, por cierto, no es nada nuevo. Ya en 1973, en su discurso con motivo del XX Aniversario del 26 de julio, Fidel Castro, después de señalar la necesidad de «rectificar valientemente» los «errores de idealismos que hayamos cometido en el manejo de la economía», recalcó que el comunismo «solo puede ser fruto de la educación comunista de las nuevas generaciones y del desarrollo de las fuerzas productivas», para insistir rotundamente:

"Estamos en la fase socialista de la Revolución en que, por imperativo de las realidades materiales y del nivel de cultura y conciencia de una sociedad recién emergida de la sociedad capitalista, la forma de distribución que le corresponde es la planteada por Marx en Crítica del programa de Gotha: ¡de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo!." [18]

En su discurso por el 26 de julio, en 2008, el presidente Raúl Castro calificó esta intervención leída por Fidel de «medular», y afirmó: «Ese discurso, además de un sólido análisis del pasado y el presente de entonces, constituye una certera y precisa valoración de las duras realidades que deparaba el futuro y las vías de enfrentarlas».[19]

La situación ha llevado a muchos cubanos a complementar sus ingresos en el llamado «sector informal», con actividades de distintos grados de ilegalidad, muchas veces determinadas, vale decirlo, por prohibiciones irracionales y decisiones burocráticas. El liderazgo cubano ha comprendido acertadamente que este fenómeno es el más perjudicial para la sustentabilidad del proyecto, como reconoció el propio Fidel Castro en el citado discurso en la Universidad. Sin embargo, a pesar de algunos aumentos salariales y otras medidas, existe la impresión de que las respuestas gubernamentales son insuficientes.

Esta debilidad se agudiza con varios factores recientes. Entre 2006 y 2008 se anunciaron tasas de crecimiento del PIB que superaban el 10%, lo que creó expectativas mayores, aún sin satisfacer, acerca de la prosperidad personal de cada ciudadano.20 Los principales aliados estratégicos de Cuba en esta etapa -China, Venezuela y Viet Nam- siguen, por vías y en condiciones distintas, políticas económicas que dejan más margen a la iniciativa individual para lograr el bienestar personal. Los desastres naturales y la crisis económica mundial de finales de 2008 han agudizado la insatisfacción general.

En resumen, para entender la necesidad de enfrentar exitosamente la corrupción y las ilegalidades, y en general para preservar la Revolución, conviene recordar una de esas frases premonitorias de José Martí: «Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno» [21]

Lo acaecido en los años que median desde la enfermedad y convalecencia de Fidel Castro demuestra que se están produciendo cambios importantes en la forma de hacer política y en la búsqueda de soluciones a los desafíos apuntados. No se trata solamente de que Raúl Castro prefiera enfatizar el liderazgo colectivo, y evite el alto nivel de protagonismo público y discursivo de Fidel Castro, sino que ha venido definiendo e impulsando una serie de políticas que van al corazón mismo de los problemas que enfrenta el país.

La forma en que la transferencia de poderes se produjo, en la que Raúl Castro ha marcado su propio estilo y prioridades, indican que entre Fidel Castro y él existe una total identidad dentro de la diversidad. Se puede conjeturar que hay un reconocimiento y aceptación mutua de sus respectivos roles. Mientras que el primero fue el visionario que fundó y trazó las líneas generales de desarrollo de una Cuba independiente y soberana, el segundo ha sido el guardián que ha cumplido fielmente su papel de «protector de la retaguardia», como él mismo ha dicho. Al propio tiempo, al saber retirarse y dejar que su sucesor tome las medidas necesarias según su propio talante, estilo y orientaciones, Fidel Castro ha garantizado dos cosas: la continuidad del proyecto en las nuevas condiciones, y el éxito de su sucesor en ser lo que tiene que ser, la figura que facilitará la transformación de la forma de hacer política y gobernar en Cuba.

La celebración de una conferencia del Partido en el futuro próximo, vista la imposibilidad de efectuar el VI Congreso, debe encaminarse a la definición y consolidación de algunos de los cambios económicos y políticos que garantizarán el proceso de transición dentro de la continuidad, hacia formas más acabadas y exitosas de estructuración de la sociedad, delineadas en los principales pronunciamientos de Raúl Castro desde que asumió la máxima investidura gubernamental; pero sujetas al propio proceso de deliberación que se ha convocado. El propio Presidente ha afirmado que es necesario «meditar colectivamente acerca de las experiencias de estos años de Revolución en el poder» y «conformar, con proyección de futuro, la política del Partido en los diferentes ámbitos de nuestra sociedad».[22]

En estos discursos e intervenciones realizados por Raúl Castro emerge con suma nitidez la prioridad dada al principal desafío económico, que a la vez se torna en político: la mejora del nivel de vida de la población mediante el incremento de la producción y los servicios.

Durante 2008, después de ser electo Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, reafirmó los siguientes conceptos en dos pronunciamientos clave, el discurso de toma de posesión, el 24 de febrero, y el pronunciado durante la I Sesión de la VII Legislatura, el 11 de julio:

"Reitero que el país tendrá como prioridad satisfacer las necesidades básicas de la población, tanto materiales como espirituales, partiendo del fortalecimiento sostenido de la economía nacional y de su base productiva, sin lo cual, repito una vez más, sería imposible el desarrollo. [...] Constituye hoy un objetivo estratégico avanzar de manera coherente, sólida y bien pensada, hasta lograr que el salario recupere su papel y el nivel de vida de cada cual esté en relación directa con los ingresos que recibe legalmente, es decir, con la importancia y cantidad del trabajo que aporte a la sociedad." [23]

"Que el trabajador se sienta dueño de los medios de producción, no depende solo de explicaciones teóricas -en eso llevamos como cuarenta y ocho años- ni de que su opinión se tenga en cuenta en la actividad laboral. Es muy importante que sus ingresos se correspondan con el aporte personal y el cumplimiento por el centro de trabajo del objeto social para el que se constituyó, es decir, alcanzar la producción o la oferta de servicios que tiene establecido. [...] Socialismo significa justicia social e igualdad, pero igualdad de derechos, de oportunidades, no de ingresos. Igualdad no es igualitarismo. Este, en última instancia, es también una forma de explotación: la del buen trabajador por el que no lo es, o peor aún por el vago." [24]

La consecución de estos objetivos cardinales implica desafíos en el centro de los cuales se encuentran debates de capital importancia para el futuro del modelo socialista cubano. El 28 de diciembre de 2007, al referirse al necesario aumento de la producción agropecuaria, el Presidente enfatizó:

"Se ha avanzado en los estudios y continuará actuándose con toda la rapidez que permitan las circunstancias,para que la tierra y los recursos estén en manos de quienes sean capaces de producir con eficiencia, se sientan apoyados, reconocidos socialmente y reciban la retribución material que merecen" [25]

Anteriormente, en su primer gran discurso de 2007 -el 26 de julio, en Camagüey-, al hacer alusión al imprescindible incremento de los resultados económicos en la agricultura, afirmó: «Para lograr este objetivo habrá que introducir los cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios.» El tema central de esas palabras fue el de «trabajar con sentido crítico y creador, sin anquilosamiento ni esquematismos», para lo cual resultaba necesario «cuestionarnos cuanta cosa hacemos, en busca de realizarla cada vez mejor, de transformar concepciones y métodos que fueron los apropiados en su momento, pero han sido ya superados por la propia vida».26 Estas ideas se han materializado, en primer lugar, en el sector agropecuario; pero se ha abierto la esperanza de que se apliquen a otros sectores productivos y de servicios.

Finalmente, quiérase o no, tienen la implicación de plantearse qué relevancia tiene para el futuro del proceso cubano el modelo de desarrollo adoptado por la dirección del Partido Comunista Chino, teniendo en cuenta las críticas que se le hacen desde la izquierda, pero también los evidentes resultados en materia de desarrollo económico y mejora generalizada del nivel de vida de ese pueblo. El 17 de noviembre de 2008, el periódico Granma publicó un artículo bajo el título «China sigue demostrando la validez del socialismo», en el que se recalcaron los éxitos económicos de ese país y se citaron palabras de Fidel Castro: «China se ha convertido objetivamente en la más prometedora esperanza y el mejor ejemplo para todos los países del Tercer mundo». [27]

Sin duda, en materia de territorio, población, envergadura económico-social, tradiciones históricas e identidad cultural, las diferencias entre Cuba y China son tan grandes como para imposibilitar la copia mimética del modelo de desarrollo del gigante asiático. No obstante, para lograr las metas propuestas, varios aspectos del proceso de reformas implantado en China tienen vigencia para Cuba. En primer lugar, la priorización del desarrollo de las fuerzas productivas para alcanzar los propósitos socialistas. En segundo lugar, la adopción del principio de que el socialismo se construye sobre la base de las características específicas de cada país. En tercer lugar el énfasis en los resultados como criterio para definir la política económica a partir de la famosa frase confuciana de Deng Xiaoping: «Da igual que el gato sea blanco o sea negro, lo que importa es que cace ratones». En cuarto lugar, el reconocimiento y utilización de las relaciones monetario-mercantiles mediante la fórmula de «economía de mercado socialista». Y finalmente, la permanente revisión de las vías y formas adoptadas, a fin de hacer los ajustes imprescindibles, como derivación de los cambios en los contextos sociales y de las consecuencias no buscadas que inevitablemente todo curso de acción conlleva. [28]

Aplicando estos principios prácticos, el liderazgo chino ha logrado sacar de la pobreza a unos 300-200 millones de personas y crear una clase media estimada en unos 180-200 millones, en un plazo relativamente breve, lo que le da al país una estabilidad social significativa. Es cierto que estos logros no han estado exentos de elementos negativos, pero debe reconocerse, en primer lugar, que no hay sociedad perfecta y, en segundo, que los dirigentes del Partido Comunista Chino son los primeros en reconocer estas dificultades. Debido a que siguen el principio de que todo debe ser revisado una y otra vez, como propone Raúl Castro, el liderazgo del país asiático está en condiciones de introducir, en todo momento, las políticas rectificadoras que se requieran.

Otro elemento importante de las definiciones de política económica que la dirección cubana ha tomado tentativamente a través de los principales planteamientos de Raúl Castro, es la relacionada con el bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba. Denunciando los objetivos y el carácter pernicioso y agresivo de esta política, el Presidente afirmó, en julio de 2007:

"Es preciso sumar a todos a la batalla cotidiana contra los errores propios que agravan las dificultades objetivas derivadas de causas externas, en especial las provocadas por el bloqueo económico de los Estados Unidos, que constituye realmente una implacable guerra contra nuestro pueblo y la actual administración de ese país ha puesto particular encono en encontrar la más mínima vía de hacernos daño."[29]

En febrero de 2008 perfiló esta idea en los siguientes términos:

"Somos conscientes de los enormes esfuerzos que requiere fortalecer la economía, premisa imprescindible para avanzar en cualquier otro ámbito de la sociedad, frente a la verdadera guerra que libra el gobierno de los Estados Unidos contra nuestro país. La intención es la misma desde el triunfo de la Revolución: hacer sufrir todo lo posible a nuestro pueblo hasta que desista de la decisión de ser libre. Es una realidad que lejos de amilanarnos debe seguir haciendo crecer nuestrafuer%a. En lugar de utilizarla como excusa ante los errores, debe ser acicate para producir más y brindar mejor servicio, para esforzarnos por encontrar los mecanismos y vías que permitan eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas productivas y explotar las importantes potencialidades que representan el ahorro y la correcta organización del trabajo". [30]

Además de abarcar un elemento central para lograr el desarrollo económico de Cuba, la noción de que este se puede alcanzar en condiciones del más crudo bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contiene en sí el germen de lo que se pudiera llamar el logro de la invulnerabilidad económica. Ello tiene particular importancia cuando observamos los cambios ocurridos en ese país vecino, debilitado por una crisis a la vez económica, diplomática, política y militar, y con la llegada al gobierno del presidente Barack Obama. Poder afirmar que el bloqueo, aunque dañino, no puede obstaculizar la prosperidad del país, en su conjunto, y de sus ciudadanos, individualmente, le arrebataría a cualquier administración en Washington lo que siempre se ha considerado como un instrumento fundamental de presión y una carta negociadora medular.

Los desafíos políticos

En el plano político, lo que ha caracterizado los principales pronunciamientos del presidente Raúl Castro es un constante llamado a la profundización de la democracia y del diálogo, el debate y la deliberación como instrumento insustituible para la creación del consenso.

"No hay por qué temer a las discrepancias en una sociedad como la nuestra, en que por su esencia no existen contradicciones antagónicas, porque no lo son las clases sociales que la forman. Del intercambio profundo de opiniones divergentes salen las mejores soluciones, si es encauzado por propósitos sanos y el criterio se ejerce con responsabilidad." [31]

En su concepción, ni siquiera el que los planteamientos de algún ciudadano sean manipulados por la maquinaria de propaganda del imperialismo debía ser óbice para que fueran considerados:

"No vamos a dejar de escuchar la opinión honesta de cada cual, que tan útil y necesaria resulta, por la algarabía que se arma, a veces bastante ridícula, cada vez que un ciudadano de nuestro país dice algo a lo que esos mismos promotores del espectáculo no harían el menor caso, si lo escucharan en otro lugar del planeta." [32]

De esta forma, invitó a todos los ciudadanos a discutir incluso el tema del socialismo y las vías y formas de construirlo. En febrero de 2008 recordó que en el discurso en la Universidad Fidel se había hecho la autocrítica siguiente: «Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo». [33] Más adelante, en diciembre, volvió sobre el tema ante los diputados de la ANPP en los siguientes términos:

"¿Estamos haciendo el socialismo? Porque a fuer de sincero, también digo que, además de estos problemas que estamos analizando de la nueva Ley de Seguridad Social, se trabaja poco, se trabaja menos. Esa es una realidad que ustedes la pueden comprobar en cualquier rincón del país. Perdonen la crudeza de mispalabras, no es obligatorio estar de acuerdo con ellas. Les transmito estas ideas en primer lugar para incitarlos a pensar, no solo a ustedes, compañeras y compañeros diputados, sino a todos los compatriotas, a todo el país. Algunas son valoraciones personales que no deben interpretarse como inmutables. Son asuntos que estamos en el deber de estudiar y debatir con profundidad de manera objetiva, única forma de continuar aproximándonos a las fórmulas más convenientes para seguir adelante con la Revolucióny el socialismo." [34]

Esta invitación a discrepar y disentir, incluso de sus propios planteamientos, la reiteró al referirse a los criterios controversiales levantados por el anteproyecto de Ley sobre Seguridad Social:

"El proceso de estudio y consulta con todos los trabajadores, que comenzará el próximo mes de septiembre, previo a la aprobación de la Ley por la Asamblea Nacional en diciembre, servirá para esclarecer todas las dudas y brindará la oportunidad de expresar cualquier criterio. Todos serán escuchados con atención, coincidan o no con la opinión de la mayoría, tal como se ha venido haciendo con los planteamientos derivados del proceso de reflexión sobre el discurso del pasado 26 de julio. No aspiramos a la unanimidad, que suele resultar ficticia, en este o en cualquier otro tema." [35]

En su reflexión sobre la necesidad de procesos cada vez más democráticos durante su toma de posesión como presidente, no excluyó al Partido:

"Y añadí que si el pueblo está firmemente cohesionado en torno a un único partido, este tiene que ser más democrático que ningún otro, y con él la sociedad en su conjunto, que desde luego, como toda obra humana, se puede perfeccionar, pero sin dudas es justa y en ella todos tienen oportunidad de expresar sus criterios, y más importante aún, de trabajar para hacer realidad lo que en cada caso acordemos." [36]

Poco antes, en diciembre de 2007, al resumir las conclusiones del proceso de deliberación nacional alrededor de su discurso del 26 de julio de ese año, había enfatizado la necesidad de que todo dirigente partidista o de gobierno estimulara el más amplio debate y deliberación entre sus subordinados:

"Este proceso ratifica algo fundamental: quien ocupa un cargo de dirección debe saber escuchar y crear el ambiente propicio para que los demás se expresen con absoluta libertad. Es algo que debe incorporarse de manera definitiva al estilo de trabajo de cada dirigente, junto a la orientación, la crítica o la medida disciplinaria oportuna. Nuestro pueblo recibe información por muchas vías y se trabaja para perfeccionarlas y eliminar la nociva tendencia al triunfalismo y la complacencia, por garantizar que cada compañero con determinada responsabilidad política o administrativa informe de manera sistemática sobre lo que le compete con realismo, de forma diáfana, crítica y autocrítica." [37]

Otro tema que surge actualmente con fuerza en los discursos e intervenciones de Raúl Castro es el de la institucionalización. Este es un asunto de particular importancia debido al malestar acumulado con los efectos del burocratismo, la ineficiencia y los casos de corrupción. Como lo han demostrado las destituciones de dirigentes del primer nivel en marzo de 2009, la excesiva discrecionalidad de cuadros y dirigentes en un entorno de instituciones debilitadas, es caldo de cultivo para la práctica del tráfico de influencias y la doble moral. Fortalecer la institucionalidad es una tarea prioritaria en el contexto actual.

En tal sentido, al tomar posesión, el Presidente solicitó y obtuvo de la Asamblea Nacional la autorización para modificar la estructura del gobierno:

"Hoy se requiere una estructura más compacta y funcional, con menor número de organismos de la administración central del Estado y una mejor distribución de las funciones que cumplen. En resumen, tenemos que hacer más eficiente la gestión de nuestro gobierno [... ] La institucionalidad, repito el término: la institucionalidad, es importante sustento de ese decisivo propósito y uno de los pilares de la invulnerabilidad de la Revolución en el terreno político, por lo que debemos trabajar en su constante perfeccionamiento." [38]

Estos planteamientos sobre la importancia de las instituciones y su eficacia, que no puede separarse de su legitimidad, se contraponen a un criterio bastante generalizado de que la mejor manera de luchar contra la burocracia es la subversión de las instituciones y su sustitución por mecanismos informarles de toma y puesta en práctica de decisiones. La realidad es que minar las instituciones conduce inevitablemente a la pérdida de legitimidad del sistema en su conjunto. De ahí que la política acertada sea la de obligar a los que dirigen y forman parte de instituciones a comportarse dentro de la legalidad y asumir una actitud de responsabilidad democrática sujetos al control social de subordinados y ciudadanos. Ningún sistema de supervisión vertical de arriba para abajo puede ser más eficaz que el control popular.

Un elemento que no ha sido tocado suficientemente y de manera pública, aunque se ha debatido en foros más privados y semi-públicos, es el del papel de las ciencias sociales en la coyuntura actual. En el clima de llamado al diálogo que ha caracterizado el discurso del presidente cubano, estimular cada vez mayores y mejores estudios empíricos de la realidad social, y compulsar a los científicos sociales cubanos -cuyo compromiso y prestigio es conocido- a que participen en la consulta popular desde sus profesiones y especialidades es una necesidad del momento. Dos iniciativas parecerían decisivas: llevar adelante una conferencia nacional de ciencias sociales y darle vía libre a la constitución de asociaciones nacionales de sociólogos y politólogos, como ya sucede con otras ramas de la ciencia y con economistas e historiadores. Por otra parte, se requiere el estímulo de una ciencia social con «autonomía comprometida» a la que se le facilite el desarrollo de su labor orgánica.

Un importante papel debería tener la prensa escrita y los medios en general. Las deficiencias de los medios han sido criticadas reiteradamente, pero se ha logrado muy poco avance. Por ejemplo, Cuba debe ser de los pocos países en donde brillan por su escasa presencia páginas cotidianas de opinión. Vivimos en un mundo en el que el uso de medios informáticos y digitales a través de la red son cada vez más prevalecientes y útiles. Resulta imposible concebir una sociedad próspera y en desarrollo en la que estos medios no desempeñen los papeles necesarios como trasmisores de información y propiciadores del diálogo, el debate y la deliberación. El derecho a acceso a Internet se va convirtiendo poco a poco en un lugar común. En Cuba, este reconocimiento es insuficiente. Aunque inciden dificultades técnicas, la realidad es que no hay una política de estímulo al uso de las técnicas de información computarizada en toda la vida social, como resulta necesario. A pesar de los Joven Clubs y la Universidad de las Ciencias Informáticas, los controles aún existentes sobre el uso de Internet resultan extemporáneos y perjudiciales.

A manera de conclusión

Cuba se encuentra en una encrucijada en la cual habrá que introducir cambios dentro de la continuidad. Esos cambios ya han comenzado y se han reflejado en medidas y pronunciamientos del nuevo gobierno encabezado por Raúl Castro. Ello significará, inevitablemente, una transformación de la sociedad cubana, tanto en lo económico como en lo político. La Conferencia del Partido estará obligada a dar respuesta al conjunto de problemas apuntados y a otros más. No se trata de negar los logros alcanzados bajo la dirección de Fidel Castro, sino de hacer los ajustes y transformaciones necesarias. Ello obliga a utilizar los distintos espacios disponibles y crear los necesarios para darles respuesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuáles son las bases para la edificación de una sociedad justa que responda a los ideales socialistas? Habrá que resolver las contradicciones entre las distintas formas de propiedad; entre la centralización y la descentralización; entre los estímulos morales y los materiales; entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el de la conciencia revolucionaria. Lo que ha demostrado la historia de Cuba, y la de otros modelos, es que la hipercentralización, la subestimación de las leyes del mercado, el inadecuado manejo de la relación entre las distintas formas de estímulo y el menosprecio de la eficiencia y desarrollo de las fuerzas productivas conducen a callejones sin salida y no propician la formación del hombre nuevo. Si bien hay peligros evidentes en el uso irrestricto de los mecanismos de mercado, ignorar la necesidad de progreso y prosperidad de los ciudadanos colectiva e individualmente no es la solución al problema. Como dijera Martí: «Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno».

2. ¿Cómo fortalecer y perfeccionar la democracia? La sociedad cubana necesita de un fortalecimiento y desarrollo de las formas democráticas que ha creado. La ausencia de Fidel requiere de la búsqueda de nuevas vías para crear consensos. Introducir el concepto de democracia deliberativa, unido a una noción perfeccionada de la participación, a través de las cuales dirigentes y cuadros sean no solo responsables ante sus dirigidos sino que se vean obligados a discutir las razones de sus decisiones, hará más real y eficaz la aportación de los ciudadanos a la toma de decisiones, siempre de una manera informada y razonada. Ese es el camino que llevará a que se superen algunas de las deficiencias actuales del sistema. Pero esto requiere mayor y mejor información a la ciudadanía y la creación y fomento de espacios públicos necesarios al diálogo, el debate y la deliberación.

1. Julio Carranza, «El compromiso de la ciencia y la ciencia del compromiso», Temas, n. 53, La Habana, enero-marzo de 2008, p. 147.

2. Michel Dobry, «Las vías inciertas de la transitología», Temas, n. 50-51, La Habana, abril-septiembre de 2007, p. 23.

3. Atilio Borón, Tras el buho de Minerva: mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo, Fondo de Cultura Económica, México, DF, 2000, pp. 135-211.

4. Atilio Borón, Socialismo siglo XXI:¿hay vida después delneoliberalismo?, Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, 2008, p. 117.

5. Raúl Castro Ruz, «Socialismo significa justicia social e igualdad, pero igualdad no es igualitarismo», Discurso pronunciado en la primera sesión ordinaria de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, La Habana, 11 de julio de 2008, disponible en www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/index2.html.

6. Jorge I. Domínguez, «El comienzo de un fin», Foreign Affairs en Español, v. 6, n. 4, México, DF, octubre-diciembre de 2006, pp. 129-135.

7. Fidel Castro Ruz, «Discurso en acto por el LX aniversario de su ingreso a la Universidad de La Habana», en Julio César Guanche, comp., En el borde de todo: el hoy y el mañana de la Revolución en Cuba, Ocean Sur, Bogotá, 2007.

8. Aurelio Alonso, «Continuidad y transición: Cuba en el 2007», Le Monde Diplomatique, Bogotá, abril de 2007.

9. Debo esta frase a Julio Fernández y está tomada de un documento de reflexión preparado para un debate promovido por Julio César Guanche en el seminario «Por una cultura revolucionaria de la política», La Habana, noviembre de 2007.

10. Jesús Arencibia Lorenzo, «Debates en la beca: el ensueño y los ladrillos», Alma Mater, n. 453, La Habana, agosto de 2007.

11. Mayra Espina, «Mirar a Cuba hoy: cuatro supuestos para la observación y seis problemas-nudos», Temas, n. 56, La Habana, octubre-diciembre de 2008, p. 136.

12. Raúl Roa García, Retorno a la alborada, t. 2, Universidad Central de las Villas, Santa Clara, 1964, p. 590.

13. Amy Gutmann y Dennis Thompson, Why Deliberative Democracy?, Princeton University Press, Princeton y Oxford, 2004, p. 3.

14. Pedro Monreal, «El problema económico de Cuba», Espacio Laical, n. 28, La Habana, abril de 2008; Jorge Mario Sánchez Egozcue y Juan Triana Cordoví, «Un panorama actual de la economía cubana, las transformaciones en curso y sus retos perspectivos», Documento de trabajo n. 31, 26 de junio de 2008, Real Instituto Elcano de Estudios Estratégicos e Internacionales, Madrid, 2008; y Omar Everleny Pérez Villanueva, «La economía en Cuba: un balance necesario y algunas propuestas de cambio», Nueva Sociedad, n. 216, Caracas, julio-agosto de 2008.

15. Lamentablemente, en muchos casos se han producido promociones aceleradas desde la alta dirección de la FEU a las principales instancias partidistas y gubernamentales del país, en lo que el propio Raúl Castro ha llamado la creación de «dirigentes de probeta».

16. Rafael Hernández y Daybel Pañellas, «Sobre la transición socialista en Cuba: un simposio», Temas, n. 50-51, La Habana, abril-septiembre de 2007, p. 160.

17. Salvador Valdés Mesa, «Las asambleas mostraron, una vez más, el apoyo de la clase obrera a la Revolución y a su dirección», Intervención del Secretario general de la CTC en la Asamblea Nacional, 27 de diciembre de 2008, Granma, La Habana, 29 de diciembre de 2008.

18. Fidel Castro Ruz, «Discurso en el acto central por el XX aniversario del asalto al cuartel Moncada», Santiago de Cuba, 26 de julio de 1973, disponible en www.cuba.cu/gobierno/discursos.

19. Raúl Castro Ruz, «Nuestra batalla de hoy es la misma iniciada el 26 de julio de 1953», Discurso en el acto central por el LV aniversario del asalto al cuartel Moncada, Santiago de Cuba, 26 de julio de 2008, disponible en www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/ index2.html.

20. A la altura de 2009, la economía cubana ha sido sacudida por huracanes, aumentos de precios de los alimentos, baja en los de los rubros de exportación y crisis económica global, entre otros factores. La situación se hace sumamente difícil, como han explicado, desde distintos ángulos, dos trabajos recientes: Pavel Vidal Alejandro, «El PIB cubano en 2009 y la crisis global», IPS-Economics Press Service, n. 9, La Habana, 15 de mayo de 2009; y Carmelo Mesa-Lago, «La paradoja económica cubana», El País Digital, Madrid, 12 de julio de 2009.

21. José Martí, «Maestros ambulantes» (La América, Nueva York, mayo de 1884), Obras Completas, v. 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, p. 289. (El énfasis es mío. C.A.)

22. Raúl Castro Ruz, «Intervención en el VI Pleno del PCC», La Habana, 28 de abril de 2008, disponible en www.cuba.cu/gobierno/ rauldiscursos/index2.html.

23. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva de la VII Legislatura de la ANPP», La Habana, 24 de febrero de 2008, disponible en www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/index2.html.

24. Raúl Castro Ruz, «Socialismo significa...», ob. cit.

25. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», Intervención ante la ANPP, 28 de diciembre de 2007, Granma, La Habana, 29 de diciembre de 2007. (El énfasis es mío. C. A.)

26. Raúl Castro Ruz, «Trabajar con sentido crítico, creador, sin anquilosamientos ni esquematismos», Discurso en el acto central por el LIV aniversario del asalto al Cuartel Moncada, Camagüey, 26 de julio de 2007, Granma, La Habana, 27 de julio de 2007.

27. Oscar Sánchez Serra, «China sigue demostrando la validez del socialismo», Granma, La Habana, 17 de noviembre de 2008.

28. Véase Julio A. Díaz Vázquez y Eduardo Regalado Florido, China: el despertar del Dragón, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007.

29. Raúl Castro Ruz, «Trabajar con sentido crítico...», ob. cit.

30. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...», ob. cit. (El énfasis es mío. C. A.)

31. Ibídem. (El énfasis es mío. C. A.)

32. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», ob. cit.

33. Citado por Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...», ob. cit.

34. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», ob. cit. (El énfasis es mío. C. A.)

35. Raúl Castro Ruz, «Trabajar con sentido crítico...», ob. cit. (El énfasis es mío. C. A.)

36. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...», ob. cit. (El énfasis es mío. C. A.)

37. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», ob. cit. (El énfasis es mío. C. A.)

38. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...», ob. cit. (El énfasis es mío. C. A.)SSKOáviS, 2009

*Mención en Premio Temas de Ensayo 2008, en la modalidad de Ciencias sociales.

Fuente de este ensayo: Revista Temas, Octubre-Diciembre 2009, pp. 37-47. Reproduccion con permiso de la revista y su autor.