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Costa Gavras, desde Z
hasta hoy
ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu
Costa Gavras
acaba de presentar su última película en Europa ––Eden à l’Ouest,
un tema en tono satírico sobre la inmigración en ese continente–– y como
siempre que él habla, los medios más diversos lo difunden a los cuatro
vientos.
Costa Gavras a cuarenta años de Z, su primera denuncia social y
artística.
Son muy pocos
los directores de cine que con sus películas y declaraciones se han
convertido en referentes intelectuales de alcance mundial, provocando
los debates políticos y sociales más intrincados. Cuarenta años lleva el
cineasta en la cresta y no está de más recordar que todo comenzó con
Z (1969) un thriller político que, inspirado en hechos reales,
denunciaba a la dictadura griega.
La clave de tal
atención internacional no es otra que la honestidad y, por supuesto, la
solidez artística de una obra comprometida con temas candentes, aunque
el cineasta ponga reparos al concepto ortodoxo de "artista comprometido",
ya que lo suyo, asegura, es "contar historias que no dejen indiferente a
nadie".
Se puede estar de
acuerdo con este o aquel matiz planteado por Costa Gavras en su
denominado cine político (¡y qué difícil sería estar de acuerdo
en todo!), pero lo que nadie discute es que sus enfoques y análisis
verbales provienen de convicciones amparadas en ideales de justicia
social.
Sus denuncias
cinematográficas han recorrido temas tales como los horrores del nazismo,
la larga mano del águila imperial actuando en América Latina (las bien
conocidas Estado de sitio y Desaparecido), los errores del
estalinismo, las semillas fascistas sembradas en los Estados Unidos y
otros asuntos prestos a incendiar las cavilaciones de cualquier
espectador.
Situarlo en un bando
ideológico determinado es una tarea casi imposible y esto le ha
reportado algunas detracciones. Una cierta izquierda europea lo acusó
incluso en un tiempo de ser conservador por considerar que su cine debía
remarcar más aún "ciertas posiciones". Algunos de aquellos fustigadores
habían tomado parte en el Mayo francés de 1968 y Costa Gavras cargó
contra ellos en 1993 con el filme satírico El pequeño Apocalipsis,
que ponía de manifiesto cómo el poder propagandístico de los medios
había sido decisivo para que sus antiguos críticos, volteándose la
chaqueta, se convirtieran al paso del tiempo en prósperos empresarios
capitalistas.
La amplia
cinematografía de Costa Gavras solo dejó de ser polémica en los dos
únicos casos en que sus historias se apartaron de los temas políticos y
sociales y ni la crítica ni los espectadores se lo perdonaron: Claro
de mujer (1977), sobre la crisis existencial de una mujer afectada
por la muerte de su hijo, y Mad City (1997), un thriller
protagonizado por John Travolta y Dustin Hoffman, ambas estruendosos
fracasos de taquilla.
Han sido tantos los
debates provocados por las cintas del griego que pudieran armarse
antologías que recogieran desde lo más humano hasta lo menos creíble, (y
ahora mismo me vienen a la cabeza los tira y encoje que allá en los años
setenta provocó en nuestro país la formidable Estado de sitio, a
partir de los señalamientos de algunos encaprichados en destacar ( y
criticar) más la "humanización" del agente de la CIA Dan Mitrione,
interpretado por el carismático Ives Montand, que en reconocer los
vastos valores artísticos y políticos del filme.
Ahora Costa Gavras
acaba de presentar Eden à l’Ouest, una visión risueña, mágica, de
la emigración hacia una Europa a la que ridiculiza por sus temores; "una
Europa que ya no vibra con la esperanza y que forma parte de un mundo
adormilado".
Su pesimismo se
transforma, sin embargo, cuando habla en la conferencia de prensa de su
alegría porque "América Latina se está por fin liberando de Estados
Unidos. En mi generación hemos visto cómo Estados Unidos controlaba
tanto dictaduras como democracias en Latinoamérica. El primero que tuvo
la valentía de enfrentarse fue Fidel Castro y Cuba lo ha pagado y
todavía lo está pagando muy caro"
En América Latina,
según Costa Gavras, el mejor cine de contenido social lo están haciendo
Argentina, Brasil y Perú, capaces de crear "su propia voz".
En cuanto a su próximo
objetivo de denuncia (y polémica) está por definir, pero hacerlo no le
costará esfuerzo alguno, "porque por desgracia todavía hay muchas
historias que necesitan ser contadas".
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