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Alertan sobre dificultades para enfrentar
incremento de la producción de viandas
Por: Marianela
Martín y Haydée León, fotos: Roberto Morejón
Correo:digital@jrebelde.cip.cu
31 de mayo de 2009 00:33:48 GMT
Productores y especialistas advierten que se avecina una
producción nada despreciable de boniato, plátano, malanga, pepino,
calabaza y otros renglones, sin que todavía se haya salido del
atolladero de los envases, ni haya disponibilidad en las industrias
Hasta el Tribunal Popular de La Habana llegó la demanda
de la Cooperativa de Créditos y Servicios Frank País, del municipio de
Güira de Melena. En ella se exige que Acopio le pague a la referida base
productiva 146 343 pesos por la pérdida de 2 610 quintales de tomate no
recogidos a tiempo.
Aunque la Unión Nacional de Acopio todavía saca cuentas de cuánto le
debe a los productores de toda la Isla por el llamado «tomatazo 2009»,
hay campesinos que no reclamarán. Se conforman con haber recibido las
ganancias de la producción ratificada, es decir, la estimada, a ojo de
buen cubero, mes y medio antes de la cosecha por especialistas de Acopio.
Más allá del conformismo de unos y la intransigencia de otros, lo cierto
es que la producción tomatera de la pasada campaña de frío cogió fuera
de base hasta a la «madre de los tomates».
Donde se ratificaron rendimientos productivos de cien quintales por
caballería se lograron hasta más del doble. Esos datos corresponden solo
al coloso agropecuario Güira de Melena; pero según Emilio López,
comercial de la Unión Nacional de Acopio, en todo el país se ratificaron
48 000 toneladas que a la hora de la verdad se multiplicaron 2,29 veces.
Ignacio de Loyola Pérez fue de los que no se cruzó de brazos cuando le
vino arriba el fruto de una siembra en tierra fertilizada por el sudor
de los labriegos, la lluvia que les tributó la madre natura y por otros
abonos no tan originales llegados a tiempo.
«Tuvimos un promedio de 300 quintales de tomate previstos para consumir
fresco, pero al borde de la pudrición se mandaron para la industria, al
no disponer de suficientes envases. Por eso perdimos cerca del 40 por
ciento de las ganancias previstas, porque el precio del destinado para
la industria es inferior al convenido con Acopio. Eso disgusta al
productor que se planifica para un resultado, y afecta al rendimiento
industrial, pues esa variedad tiene un alto contenido de agua».
Por causas similares a las referidas por Loyola, en los andenes de
varios establecimientos del país se pudrieron cientos de toneladas de
tomate. También contribuyeron a las pérdidas la poca disponibilidad de
medios de transporte y la existencia de una infraestructura industrial
incapaz de asumir picos productivos.
Oficialmente, todavía en las estadísticas de la Unión Nacional de Acopio
no cuenta el monto de sus deudas con los productores de tomate que se
afectaron en la pasada campaña. A juicio de algunos campesinos, el saldo
final de lo perdido lesiona más su vergüenza que el bolsillo.
«Es muy triste saber que se sudó por gusto, mucho más si estás
respondiendo a un llamado al combate para producir más después de los
estragos de los ciclones. Si no hicieran falta esos quintales, no
dolería tanto, pero es que incluso Cuba está comprando alimentos
carísimo en el extranjero.
«Ahora nos dicen que no hay transporte, y que la capital está abarrotada
de viandas. ¿Y acaso los de la ciudad son los únicos que comen? Hay
otras provincias que necesitan cosas que se están desperdiciando aquí».
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«Creo que no toda la culpa es de Acopio. Hay algo
trabado en algún escalón», afirmó Orlando Gómez. |
Orlando
Gómez Martín, presidente de la CPA Niceto Pérez, en Güira de Melena,
asegura que también se desaprovecha zanahoria, remolacha y cebolla. «Eso
lo paga Acopio, pero al final quien más caro lo paga es el pueblo que no
se lo puede comer».
Según este Héroe del Trabajo de la República de Cuba, la industria sería
una solución para resolver muchos de los problemas, por ejemplo, con la
zanahoria. Campaña tras campaña se evidencia que el país no está
preparado para industrializar grandes volúmenes.
«Pudiéramos tener conservas para todo el año, pero no hay un respaldo
tampoco con pequeñas industrias en los principales polos productivos. Si
los chinos obtienen harina del boniato y fabrican exquisitas galletas y
espaguetis, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros? Lo importante es
encontrar, sin demoras, respuesta a ese esfuerzo que se hace en el surco».
Sin dudas y por suerte el avezado campesino no se desentiende de lo que
quizá otros dijeran que no les incumbe, «porque en definitiva el dinero
nuestro no se pierde una vez que contratamos los estimados de cosecha».
Cataloga como inmoral que detrás de tantos recursos y esfuerzo físico no
llegue a la población una cosa tan necesaria como la comida.
«Creo que no toda la culpa es de Acopio. Hay algo trabado en algún
escalón. Yo digo que si hay abarrote de boniato en La Habana, los que
dirigen a los niveles donde se toman las decisiones deben planificar y
proyectar hacia otras provincias que no lo tienen, porque nosotros como
productores tenemos prohibido hacerlo».
Otro majá en el andén
Lo descrito no sería válido si solo fuera una historia
exclusiva del tomate. De ser así estaríamos hablando de atacar al majá
después que pasó y se escondió, como nos dijo un funcionario cuando supo
que investigábamos por Güira de Melena las causas de las pérdidas de la
pasada temporada tomatera. Lo que tal vez no sepa el dirigente de marras
es que andábamos también tras un ofidio que entonces transitaba todavía
por allí, y de otro que no demorará en aparecer en este municipio que
aporta 2 700 000 quintales de cultivos varios, el ocho por ciento de
toda la producción agrícola del país y el 30 por ciento de la que
reporta La Habana.
En el andén de Acopio de esta localidad, a las tres de la tarde del 27
de este mes, una imagen hizo exclamar a nuestro fotógrafo «ahí está la
foto». Hileras de carretas y remolques repletos de alimentos del agro
revelaban un pico productivo. El comentario de estibadores y choferes
confirmaba que por algún lado la cadena se rompió.
Poco después, en la oficina de Herminio Ravelo, director de esta entidad,
una llamada telefónica interrumpe nuestra plática y hace que este se
lleve las manos a la cabeza y comente: «Me acaban de decir que hoy
UDECAM (Grupo Empresarial de Camiones) solo podrá transportar a su
destino 1 000 quintales, de los 6 000 que están allá afuera». Hay
transporte, pero si no tiene garantizada carga para retornar no puede
viajar vacío».
¿Y el resto? Allí quedó. A merced del sol y del rocío de la madrugada
que vendría.
Una llamada telefónica a Alejandro Sánchez, director en funciones de la
Empresa de Acopio de La Habana, nos aclara que de las 552 toneladas
acopiadas diariamente en el territorio, UDECAM traslada a los diversos
destinos 150 toneladas. Aclaró que existen compromisos de otros
transportistas, pero no definió la cantidad de alimentos que pernoctan
en los patios de Acopio por falta de camiones.
Parto a la vista
Recién pasados los huracanes, en octubre de 2008 el país
reorganizó de manera emergente la siembra de cultivos de ciclo corto. A
partir de esa fecha y hasta el 28 de febrero último se concentrarían las
ventas. Consecuentemente se redujeron las plazas comercializadoras, por
lo que de la noche a la mañana la población de la capital vio
desaparecer los cercanos puntos de expendio, los cuales pasados casi
cuatro meses de haber expirado el término de la emergencia, todavía
están por reaparecer.
Mientras los esfuerzos organizativos de la comercialización se perfilan
hacia el reordenamiento de mercados y puntos de venta, la producción
marcha de manera intensiva en La Habana, especialmente en el municipio
que visitamos no por casualidad, sino por sus fortalezas para el
desarrollo y perfeccionamiento de la agricultura en todo el país.
Según Herminio Ravelo, lo que ahora está bajo la tierra y sobre ella no
entiende de reordenamiento, ni de nuevas estructuras por venir. Su
experiencia como director de un centro comercializador de la Agricultura
le aporta fuerza a sus criterios.
«Tenemos una producción nada despreciable de boniato, y se nos avecinan
cantidades importantes de plátano, malanga, pepino, calabaza y otros
renglones sin que todavía hayamos salido del atolladero de los envases,
ni tengamos disponibilidad de industrias», asegura.
Casi en la misma cara de la Unidad de Acopio de este municipio, en una
fábrica mordida por la fuerza de los ciclones, un grupo de trabajadores
parece anhelar los tiempos en que allí, en la otrora Nave de Exportación,
producían hasta papitas fritas.
Hoy esa añoranza se disuelve en la incertidumbre del reordenamiento que
los ha mantenido prácticamente con los brazos cruzados, precisamente
cuando en Güira se gesta un experimento nacional que convertirá a esta
localidad en la primera en contar con una empresa agrícola con más
autonomía en su desenvolvimiento, como parte de las transformaciones que
necesita la agricultura cubana.
«Estamos prácticamente paralizados por el reordenamiento que se avecina.
Nos orientaron darle vacaciones a la mayor cantidad posible de
trabajadores, y dejar un reducido grupo para elaborar pocas cantidades
de puré de tomate», explica Miguel Abraham Romero, director de ese
establecimiento, que hasta hace poco procesaba productos de primera
categoría para comercializar en la red de divisa, y hoy a duras penas
echa a andar con leña sus maltrechas calderas.
Lamentan tener que rechazar muchas ofertas de productos que pudieran
aprovechar en la elaboración de mermeladas y puré, pues les tienen
prohibido hacer cualquier gestión que esté fuera de lo estipulado en su
objeto social, aunque económicamente beneficie a la entidad.
Mientras recorremos la desmantelada unidad, perteneciente a la Empresa
Estatal Acopio Habana, Abraham nos enseña una máquina de procedencia
española, adquirida por el país a un costo superior a los 130 000
dólares, para envasar jugos y encurtidos en bolsas plásticas, pero que,
desde hace tres años, bien pudiera formar parte del inventario ocioso
por la falta de materias primas para el empaque de los productos.
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Este establecimiento habanero que por muchos años
generó divisas, hoy trabaja solo con dos calderas que funcionan
con leña. |
Sin
embargo, en medio del ambiente casi desolador al joven funcionario le
basta su optimismo para pensar que se trata solo de una mala racha.
Confía en que el esperado reordenamiento traerá nuevos aires para su
colectivo. Muestra satisfecho una moderna línea de beneficio capaz de
dejar libre de pudriciones, lavados y secos 1 600 quintales de viandas
en una jornada de ocho horas. El equipamiento está completamente
automatizado, y tanto el funcionamiento tecnológico, como los
aditamentos de pesaje se corresponden con las magnitudes y unidades del
Sistema Internacional de Unidades (SI).
Güira de Melena produce para 393 000 habitantes de los municipios
capitalinos de Arroyo Naranjo y Playa, más 50 000 de esa localidad, lo
cual representa una demanda de 1 508 400 quintales de diferentes
renglones. Pero sucede que los niveles de producción son mucho más
altos.
La nueva estrategia de comercialización que debe implementarse en agosto
próximo funcionará de acuerdo con un estudio de demanda en las dos
provincias habaneras. Esta experiencia piloto es hoy la preocupación de
las entidades que acopiarán las cosechas. Les inquieta saber qué pasará
con la producción que sobrepase la demanda y si continuará reducida la
red de plazas y puntos de venta.
Francisco Silva, viceministro de Comercio Interior (MINCIN), explicó aJR que
en lo adelante su Ministerio se ocupará de las funciones comerciales que
atendía anteriormente el Ministerio de la Agricultura, y será el único
abastecedor de los mercados agropecuarios estatales, placitas, puntos de
venta y el consumo social de la capital y de la provincia de La Habana.
Esta novedad responde al interés estatal por continuar fortaleciendo la
cadena producción-comercialización, y forma parte de las acciones que
desarrolla la Agricultura conjuntamente con los ministerios de Comercio
Interior, la Industria Alimenticia, Economía y Planificación, Transporte
y otros organismos de la administración central del Estado, explicó
Silva.
Puntualizó que en cuanto a la red de los mercados agropecuarios
estatales, conocidos por la sigla MAE, y los puntos de venta, estos se
organizarán de manera que pueda satisfacerse la demanda de la población
y facilite la adquisición de los productos.
El funcionario detalló que estos cambios se sustentan en las
posibilidades de recuperación agrícola del país y parte de un estudio
realizado sobre la demanda, el cual se basó, entre otros elementos, en
los hábitos de consumo de la población de esas provincias. A raíz de ese
análisis se prevé distribuir mensualmente 40 libras per cápita de
productos agropecuarios. Afirmó que de existir producciones que
sobrepasen la demanda, igualmente se comercializarían.
Emilio López, comercial de la Unión Nacional de Acopio, aseguró que
todavía la producción planificada para la capital, procedente de la
provincia de La Habana, no cubre las necesidades. Hay que traer
alimentos agrícolas de otros territorios más lejanos para alimentar a
más de 2 110 000 capitalinos y la población flotante, que aquí es
considerable.
Nada fácil para los del surco que siguen allá con la misma insistencia
de siempre, en su buen empeño por demostrar, justo en tiempos de crisis,
que la tierra es buena y da más.
Cuestión de
grandes y pequeños
Con
las excepciones de las modernas industrias La Conchita, de Pinar
del Río; Selecta, en Sancti Spíritus y el Combinado Citrícola de
Ciego de Ávila, la industria cubana para el procesamiento de
producciones agrícolas está tecnológicamente atrasada. Se quedó
detenida en los albores del 2000, cuando se deprimió
significativamente la agricultura.
Jacinto Rodríguez, director de Agroindustria de la Unión de
Conservas del Ministerio de la Industria Alimenticia, dialoga
con JR sobre
el discreto despunte de grandes y pequeñas industrias del país,
para contribuir a la producción de alimentos.
Recuerda los tiempos del despegue de estas fábricas, construidas
en su mayoría a partir de 1959, e inicialmente concentradas en
algunos territorios y diseñadas para procesar grandes volúmenes
para todo el país.
El año 1981 marcó el récord productivo de esta industria, cuando
se procesaron 140 000 toneladas de tomates. En los años
venideros los resultados fueron menguando, hasta que resurge con
fuerza durante el primer cuatrimestre de 2009, en que logra más
producción que la acumulada durante los seis años precedentes.
La respuesta dada por la industria a la explosión tomatera, al
asimilar 110 000 toneladas de ese fruto, probó las
potencialidades de su viejo andamiaje tecnológico, preparado
para procesar solo 47 600 toneladas.
«El salto se produjo porque no solo atendimos la gran industria,
sino también a las pequeñas, fundamentalmente las ubicadas más
próximas a los polos productivos. Fue una proeza, a pesar de que
sabemos que se perdió tomate al experimentarse un flujo de
producción superior a la capacidad disponible».
El funcionario asegura que deben rescatarse las capacidades
instaladas, mediante el cambio de algunos equipamientos, la
automatización y las piezas de recambio. No podemos estar
divorciados de esta realidad que exige tecnología nueva,
económica y sostenible.
—Además de la tecnología obsoleta, ¿qué otro lastre carga hoy
la industria procesadora de productos agrícolas?
—La falta de envases. Eso limita tanto como la tecnología
instalada. Hoy, una parte considerable de las producciones se
distribuye a granel con todas las desventajas que esta manera
impone, como la fermentación rápida de los productos y las
demoras en la comercialización. El empaque solo se garantiza
para algunos renglones que se autofinancian al venderse en
divisa, y otros, como la compota, porque es un alimento
subsidiado por el Estado.
«Las minindustrias locales se han ido integrando a la industria
nacional, y están recibiendo de manera gradual algún
financiamiento para la adquisición de envases y los
mantenimientos».
—¿Dónde se aprecia hoy el resultado de esas inversiones en la
pequeña industria?
—En las zonas más prósperas en la producción de mango
ubicadas en Santiago de Cuba y Holguín. Estamos elaborando allí
la pulpa de mango. Cada una de esas fábricas procesa diariamente
entre 15 y 20 toneladas.
—¿Trabaja la industria supeditada a la agricultura o
viceversa?
—La colaboración es muy estrecha, por lo tanto trabajamos en
una misma línea, pero la estrategia más adecuada parece ser que
las siembras de renglones dedicados a la industria se
planifiquen en función de la capacidad de esta. Hay que trabajar
con intencionalidad para que marchen armoniosamente la industria
y el campo.
«Debemos sembrar variedades industriales, o sea de alto
contenido sólido soluble, que rindan más durante el
procesamiento y ahorren portadores energéticos durante la
evaporación del agua. Contamos con centros de investigación que
tienen bien definidas las variedades nuestras».
—¿Hay garantía de productos del agro para procesar durante
todo el año?
—En los primeros cuatro meses del año se procesan grandes
cantidades de hortalizas. Luego viene la temporada del mango, y
después la guayaba. Hay condiciones para hacer producciones
escalonadas.
—¿La reanimación lograda permite ir sustituyendo productos
importados?
—Contamos con suficiente pasta de tomate almacenada (materia
prima para otros productos) como para no tener que importarla.
Hasta el año pasado el país compraba en el mercado internacional
cerca de 5
000 toneladas de este concentrado, a precios oscilantes entre
800 y 1 000 dólares por cada tonelada. Ahora es más importante
esa sustitución, porque el precio ascendió a
1 500 dólares.
«A partir de este año, también debido a las entregas
pronosticadas de mango, guayaba, plátano y fruta bomba se debe
producir la pulpa necesaria para garantizar la compota y no
tener que recurrir a la compra de pulpas de pera y manzana, como
antes hacíamos. Por cada tonelada que logremos, estaremos
ahorrando entre 1 000 y 1 200 dólares, que es el precio actual
de este producto». |
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