Parece no haber
dudas de que el reto más general
y fuerte que enfrentará la nueva
administración de Obama en su
política exterior, serán los
vientos y tendencias, yo diría
que se vienen fortaleciendo,
hacía la formación de un mundo
multipolar. La hegemonía
absoluta de EE.UU. hace mucho ya
se resquebrajó, pero los últimos
diez años creo que han sido
decisivos. El mundo y el país
que Obama hereda, son bien
diferentes de los que heredó G.
Bush (hijo) en el año 2000.
En realidad, la
administración de W. Clinton no
lo hizo muy mal, dejó a la
economía estadounidense
creciendo y con un superávit
presupuestario apreciable; en lo
exterior, EE.UU. era aún
escuchado, las relaciones con
los aliados estaban en buen
momento y todavía no había
rebelión en la Granja del
traspatio histórico. Como si
fuera poco, todavía Rusia no
exhibía tanto esfuerzo por ser
potencia, ni se había concretado
su alianza con China. En Europa,
todavía un Blair, Berlusconi y
Aznar podían acompañar a EE.UU.
en la aventura de Iraq.
El señorito Bush
no pudo hacerlo peor, y le deja
al país en lo interno una
recesión económica que ya avanza
hacia la crisis, una sociedad
dividida y un nivel de
desprestigio internacional que
solo recuerda a la estampida con
que los soldados norteamericanos
abandonaron Vietnam del Sur.
Como si fuera
poco, sobrevino una crisis
financiera de proporciones
globales, ante la cual EE.UU. no
puede soslayar su
responsabilidad, pues la llamada
Burbuja Inmobiliaria, detonante
inicial de la grave situación
económica que vive hoy el mundo,
comenzó por allí. Crisis que
refuerza la incapacidad de EE.UU.
para encarrilar los asuntos
mundiales en la dirección de sus
intereses estratégicos. Como si
no fuera suficiente, además,
todos los ejes estratégicos en
los que EE.UU. se pudiese apoyar
para reparar los destrozos a los
que G. Bush terminó de darle
forma, están perforados:
-
Europa, la UE en
particular, no quiere volver a
vivir la experiencia de una
guerra en la que no le ha ido
bien a nadie. Sobre todo cuando
ahora comienza a sufrir los
embates de una crisis económica
que EE.UU. provocó. Una Europa
que ve crecer su heterogeneidad,
sobre todo económica y que no ha
podido liberarse de los retos de
Rusia, ahora bajo otro ropaje.
-
Asia, con China y
Japón a la cabeza, parece tener
otros planes. Sobre todo China,
aprovechando las debilidades de
EE.UU., le disputa los espacios
en América Latina. Una Corea del
Norte que no acepta las órdenes
de EE.UU., junto a una Corea del
Sur en la que sobreviven aires
de reunificación. Una región que
está más concentrada en la
dinámica de la Cuenca del
Pacífico, que en poner todas sus
cartas en EE.UU.
-
Rusia desea
volver a ser potencia y no solo
se alía con China, tratando de
construir un cierto poder
compensador de los excesos de
EE.UU., sino que también se
acerca a su otrora aliada Cuba,
viniendo en su rescate y
“anotando en el hielo” la famosa
deuda de los 15 000 millones. Al
mismo tiempo, Rusia no se deja
coger la delantera militarmente
y también se gira hacia América
Latina.
-
América Latina y
el Caribe, antes traspatio
seguro, ahora bajo el liderazgo
de Venezuela y Cuba y de
emergentes gobiernos de corte
socialista o progresista en el
área, trabaja para cortar los
tentáculos de EE.UU.
-
El poderío
militar estadounidense, en el
que se ha venido apoyando
fuertemente, también esta
fracturado. Tal vez no tanto
desde el punto de vista de su
capacidad material, pero si de
su potencialidad política, para
generar estrategias que puedan
ser respetadas, incluso por sus
aliados.
Todo ello obliga
a EE.UU. a una política de
reparaciones, que veamos como la
va a encarar, o “negociando con
amigos y enemigos”, como ha
dicho Obama, o dando Garrote y
Zanahoria, o con inteligentes
combinaciones de ambos. No tiene
muchas más opciones, G. Bush
acabó con todas.
Pero, como en
esencia, la mayor o menor
fortaleza de un país para
encarar cualquier reto en sus
relaciones internacionales se
mide por su fortaleza interna,
valdría la pena pasar revista,
al menos brevemente, a cuáles
son los retos que la nueva
administración debe encarar
internamente.
Barack Obama
llega a la presidencia,
especialmente en el orden
interno, en medio de una
compleja combinación entre la
crisis económica y las promesas
que realizó durante su campaña.
En cuanto a la crisis económica
se refiere:
1-
No
se trata de una crisis económica
cíclica más.
2-
Es
una crisis que combina serías
dificultades estructurales (de
relaciones y funcionamiento de
la economía) tanto a nivel de
las finanzas como de la economía
real.
3- Se
trata de una crisis que esta
indicando el alto nivel de
agotamiento de las palancas
utilizadas por las políticas
económicas que sacaron a la
economía de la crisis de
principios de los años 80, y que
la hicieron crecer el más largo
período que es posible recordar.
Palancas, como el gasto militar,
aliado a la burbuja tecnológica
(en medio del tránsito al nuevo
paradigma tecnológico), el
extraordinario crecimiento del
crédito, el desarrollo de
mecanismos de transmisión que
permitieron a EE.UU. vivir con
el dinero de los demás, la
prolongada presencia del dólar
como centro del sistema, etc.
4-
Se
trata de una crisis que se
expandió internacionalmente
desde la economía
norteamericana.
5-
Una
crisis económica, que de manera
biunívoca se retroalimenta con
las crisis alimentaria,
energética y medioambiental, a
nivel internacional, y a nivel
interno con la crisis del
sistema de salud, la
educacional, la seguridad
social, la crisis migratoria,
etc.
De aquí que las
soluciones que se adopten por la
nueva administración deberán
presentar un grado de
coherencia, sistematicidad e
integralidad, frente a problemas
económicos y sociales, que se
retroalimentan, afectando al
ciudadano medio norteamericano,
sobre todo a la llamada clase
media como no se recuerda en la
historia norteamericana desde la
gran depresión.
En medio de tales
situaciones, Obama durante su
campaña diseñó un conjunto de
medidas que parecen querer
lograr una combinación de
impactos adecuados sobre el
tratamiento de la situación
económica y la situación de los
ciudadanos.
De aquí, que se
haya planteado adoptar las
medidas siguientes:
1-
Mantener recortes impositivos
para las familias que reciben
menos de 250,000 dólares
anuales.
2-
Otorgar un crédito de 3,000
dólares a las empresas por cada
nuevo empleado contratado a
tiempo completo durante los
próximos dos años.
3- Permitir
a las pequeñas empresas
amortizar 250,000 dólares en
gastos, de forma inmediata, para
nuevos equipos y propiedades
hasta finales de 2009.
4-
Eliminar los impuestos por
ganancias de capital, obtenidas
con inversiones en pequeñas
empresas.
5-
Destinar 25,000 millones, de
manera inmediata a los estados,
para afrontar la desaceleración
económica sin necesidad de subir
los impuestos sobre las
propiedades.
6- Poner
50,000 millones de dólares a
disposición de las garantías
crediticias, manteniendo
abiertas otras opciones de ayuda
para que las automotrices se
reequipen, fomentando el
desarrollo de una nueva
generación de vehículos más
eficientes en el uso del
combustible.
7-
Imponer una moratoria de 90 días
a las ejecuciones hipotecarias.
8-
Ampliar el seguro de desempleo
para un paro prolongado y
ausencia de beneficios.
9-
Suspender la ley que obliga a
los pensionistas a retirar
dinero de su fondo de pensiones,
seis meses después de cumplir 70
años.
10-
Aumentar la ayuda para el costo
de la calefacción en los
hogares.
11- Modificar de
manera eficaz los términos de
las hipotecas. Modificar el
código de suspensión de pagos
para asistir a propietarios y
quitar los procesos legales para
alentar una mayor
reestructuración de las
hipotecas.
12- Reinvertir a
largo plazo, parte de los
recortes de impuestos aplicados
por Bush.
13-
Revisar el Tratado de Libre
Comercio (NAFTA) y usar los
acuerdos comerciales para lograr
mejores estándares laborales y
medioambientales alrededor del
mundo.
Como podemos
observar, todas estas medidas
implican fuertes beneficios
sociales, pero también una muy
fuerte erogación monetaria. En
medio de un déficit
presupuestario, que ya llegó a
los 438,000 millones de dólares
y continúa creciendo, ello hará
muy difícil cumplir las
promesas.
Recientemente,
Bush se le adelantó a Obama, y
propuso un aporte de 850,000
millones para satisfacer las
cosas que Obama ha propuesto, y
sobre lo cual ya este último
había presionado, advirtiendo
que, o el Congreso aprobaba el
paquete ahora o él lo haría
inmediatamente después de su
toma de posesión.
La situación es
aún más grave pues, al mismo
tiempo, la crisis económica hace
que ingrese menos dinero a las
arcas estatales. No debemos
olvidar que a todas esas
erogaciones se suman otras que
ya se les han adelantado, y que
están destinadas al rescate de
algunas empresas bancarias, y
que suman no menos de 850,000
millones de dólares más, sin que
nadie pueda decir hasta ahora
cuánto dinero es necesario
inyectar para lograr que los
bancos actúen como se necesita,
para estimular el crédito y que
este llegue a la economía real.
Además, enfrentar
el proyecto de Obama de reducir
la dependencia del petróleo
extranjero, requerirá, al menos,
otros 150,000 millones de
dólares anuales en los próximos
diez años, proyecto que en el
primer mandato de Obama sumara
no menos de 600,000 millones.
Sin embargo, en
medio de la crisis, también se
hace muy difícil encontrar
dinero para gastar en proyectos
de energía alternativa. Es que
la paralización económica no
estimula para nada el consumo de
energía.
A su
vez, también las promesas
respecto a la ampliación de
ciudadanos con seguro médico
mediante subsidios
gubernamentales, así como
promover los servicios
educacionales, mejorando el
salario de los maestros y
entregando dinero para estudios
universitarios, entre otros,
chocan también con serias
limitaciones financieras,
tratándose además de asuntos que
se enfrentan a la altísima
prioridad que representan las
acciones que deberán adoptarse
para "rescatar" al sistema
financiero de la ruina en que se
encuentra, afectando lo menos
posible al ciudadano medio y
sobre todo logrando que la banca
mueva el crédito, condición
indispensable para comenzar a
levantar la economía real .
Tales son los
retos y dificultades internas
que enfrenta la administración a
punto de estrenarse, al menos
las más prioritarias. Fue la
economía la que finalmente les
dio el triunfo a los demócratas,
ahora se enfrentan a ella como
gobierno y están obligados a
cumplir con las expectativas que
crearon.
LOS RETOS
EXTERNOS
Como declaramos
al principio, desde la posición
imperial, el reto más importante
que enfrentara Obama, no solo es
económico, sino también en su
política exterior, que tendrá
que ser desplegada en un mundo
hostil a EE.UU. como nunca antes
y en el que soplan vientos de
multipolaridad, con ejes
político-estratégicos
fracturados.
Obama ha
declarado durante la campaña que
“tendrá más diálogo y que será
implacable con los enemigos”. Lo
cual tiene cierto olor a
“garrote y zanahoria”.
El reto mayor del
mundo frente a Obama, es que
EE.UU. está viviendo sus peores
momentos en los últimos 70 años
tanto en el orden interno, como
de su política exterior.
A continuación
enumeramos algunos de los retos
fundamentales que enfrenta
EE.UU. en el orden externo, los
que a nuestro entender son los
siguientes:
1- Durante la
campaña Obama apoyo fuertemente
a Israel.Puede entonces Obama
eludir el eterno dilema, desde
Camp David, de desempeñar un
papel equilibrado dentro de un
conflicto en el que es juez y
parte.
2– Pero el
conflicto internacional más
fuerte que afronta EE.UU. es el
de la invasión a Iraq. La
invasión a Iraq puede ser
calificada como el error más
garrafal de la política exterior
norteamericana en los últimos 40
años, solo superado por Vietnam,
hasta ahora.
Para entender a
fondo el conflicto de EE.UU. en
Iraq, valdría la pena
preguntarse por qué Bush (padre)
no invadió a Iraq después de
aplastar a Saddan Hussein en
Kuwait en 1991. Se trata de un
asunto sobre el que Bush (hijo)
nunca se ha preguntado
seriamente. Es que con la
invasión a Iraq, Bush (hijo)
destrozó el esquema estratégico
que le hubiera permitido
controlar la situación, evitarle
sufrimientos al pueblo iraquí y
evitarle casi cinco mil vidas de
soldados norteamericanos a
EE.UU. Saddan Hussein era aliado
de EE.UU. en el área, lo que le
habría permitido ejercer presión
sobre Irán, evitar los excesos
de Israel y mantener una plaza
en el centro mismo de la región
del Golfo arábigo- pérsico.
Al parecer, Bush
y su séquito, con tal de
llenarse los bolsillos con el
petróleo iraquí y los contratos
de la “reconstrucción", en la
práctica lo que hicieron fue
sacrificar los objetivos
estratégicos de la política de
EE.UU. en el área. Ha sido la
invasión a Iraq y la destrucción
del régimen de Saddan Hussein lo
que le ha permitido a Irán
emerger con fuerza, complicando
la situación a EE.UU. en el
área, generando un frente que a
Israel le es imposible
contrarrestar.
Todo parece
indicar que EE.UU. le dio armas
de exterminio masivo a Iraq, al
menos armas químicas, que Saddan
sí utilizó en su guerra contra
Irán, instigada por EE.UU. Razón
que nos permite comprender, más
allá de la cuestión nuclear, por
qué EE.UU. ya tomó la decisión
de invadir a Irán, al parecer
pretendiendo rectificar el error
estratégico.
Por eso resulta
tan difícil imaginar que EE.UU.
algún día pueda retirar a todas
sus tropas de Iraq.
El error de
EE.UU. en Iraq se mide entonces
no tanto por lo fallido de la
invasión y sus desastrosas
consecuencias tanto para EE.UU.,
como para Iraq, sino
principalmente, porque la
situación estratégica de EE.UU.
en el área, era mejor antes de
invadir a Iraq que ahora, y la
preservación del régimen de
Hussein hubiera desempeñado un
papel importante en ello.
En Iraq las armas
de destrucción masiva nunca
aparecieron y la invasión ya
hace rato es vista como un acto
fallido e injusto, a diferencia
de lo que ocurre con Afganistán.
Salvo aquellos que se llenaron
los bolsillos con la invasión a
Iraq, nadie más es capaz de
explicar las razones que EE.UU.
tuvo para la invasión. Porque
jamás tampoco ha podido
establecerse que Saddan Hussein
tuviese nada que ver con Bin
Laden.
Razones por las
cuales cuando Obama se propone
retirar las tropas de Iraq, 16
meses después de su toma de
posesión, lo que está haciendo
es más un cambio de prioridades
que una retirada en sí, dado que
las tropas que saldrán de Iraq
serán instaladas en Afganistán.
Afganistán aparece entonces como
un conflicto que la
administración de Obama
priorizara, al considerar esta
invasión realmente como
justificada, porque es donde
están los terrorista y, por
tanto, de donde supuestamente
viene la verdadera amenaza
contra los norteamericanos.
Lamentablemente la invasión de
Afganistán es vista como
legítima.
A su vez, Obama
llama a desplegar “mano dura”
contra Paquistán, territorio ya
bombardeado en varias ocasiones,
bajo la justificación de que en
sus aldeas fronterizas hay
fuerzas terroristas (talibán)
que son protegidas y que
representan un peligro para las
tropas norteamericanas.
J. McCain había
señalado y con no poca razón, de
que Obama había cambiado, en
tres días, su actitud sobre el
enfrentamiento ruso-georgiano.
Primero criticando la violencia
de ambas partes y llamando al
cese al fuego; para después
decir que “sin importar cómo se
inició el conflicto, Rusia lo
había llevado más allá”. Lo cual
significa que Obama tiene plena
conciencia de que Georgia fue la
que comenzó bombardeando
Tsjinvali, capital de Osetia del
Sur, causando centenares de
muertes a la población civil,
cosa que en su afán de proteger
al régimen georgiano a EE.UU. no
le importa, porque, en realidad,
todo parte de la recreación del
mito de Georgia como una nación
democrática.
También los
neoconservadores han estado
presionando para aprovechar la
supuesta agresión rusa a
Georgia, como un argumento para
que Georgia ingrese cuanto antes
en la OTAN.
Obama declaraba
por su parte, “... no habrá
Guerra Fría, pero la conducta de
Rusia está fuera de toda norma
de naciones prósperas... Putin
ha mostrado una política
agresiva con Georgia y Ucrania,
que ahora las tiene en la mira.
Debemos dar más apoyo a Georgia
y Ucrania. Queremos presionar de
forma internacional sobre Rusia
para que modifique su conducta.
Los rusos deben entender que
este tipo de acción es
inaceptable; no podemos ver un
renacimiento de la Guerra Fría,
pero Rusia es un desafío...”
No hay dudas de
que si alguna vez EE.UU. miró
hacia Rusia como un aliado, ya
esa "luna de Miel" se terminó.
Rusia quiere ser potencia y
EE.UU. preferiría que no lo
fuera, por cuanto ello
representa un peligro para las
aspiraciones de reconstruir su
hegemonía.
Es proverbial la
actitud de Rusia de no dejarse
presionar, por lo que tales
confrontaciones no auguran
momentos fáciles a la política
norteamericana.
Al mismo tiempo,
Obama ha proclamado una
“diplomacia personal agresiva”
para detener, a toda costa, el
programa nuclear iraní. Es
decir, negociación, pero sin
quitar de la mesa la opción de
la agresividad contra Irán, que
como sabemos ya está cualificada
a partir de una guerra
anunciada.
Este conflicto no
parece tener solución, pues
tanto Irán como otros países del
área, saben que los terroristas
israelíes, que asesinan
palestinos todos los días, ya
tienen armas nucleares, con el
beneplácito de EE.UU. Por lo que
nos atrevemos a asegurar que
Irán no va a ceder, ante este
clásico doble standard de la
política norteamericana, y ello
ha generado una explosiva
situación, que está deviniendo
en el foco de conflicto más
explosivo de las actuales
relaciones internacionales. Creo
que lo único que detiene a
EE.UU. ante Irán es el peligro
de desbordar las fronteras del
conflicto en Iraq. Se tratarían
ya de involucrarse en tres
guerras al mismo tiempo y que
dentro de esa llamarada bélica
Israel también podría
desaparecer, entre otras
razones.
Obama se
distingue por haber votado
contra la invasión a Iraq, pero
esa credencial no le es
totalmente positiva y se ha
hecho acompañar de J. Bidden.
En los asuntos de
la política exterior, el
vicepresidente, Joseph Bidden,
que le aprobó a Bush (hijo)
todas sus andanzas en el asunto
de Iraq, puede ser entonces una
mano tenebrosa, auscultando
continuamente y tal vez
corrigiendo las políticas de
Obama, cumpliendo así, desde la
derecha, la función que parece
le han asignado dentro del
equipo presidencial.
A finales de
2002, el actual Vicepresidente,
defendió el derecho de G. Bush a
invadir Iraq, votando a favor de
todas las partidas
presupuestarias destinadas a
financiar la ocupación. Es más,
propuso la división de Iraq
según alineamiento étnico, con
gobiernos regionales y una
autoridad central débil, medida
que finalmente no fue aprobada.
Entonces, todo
parece indicar que aún con Obama
en la presidencia, continuará el
partido de la guerra en la Casa
Blanca.
Con estos
conflictos que se avisoran, que
tendrán que ser atendidos, sus
declaraciones y con el
Vicepresidente que tiene, en
realidad, Obama no parece
desligarse casi nada de la
política exterior de la anterior
Administración de George Bush.,
Pero, un reto
adicional, más allá de la
presencia neoconservadora dentro
de su gobierno, son otros
complicados asuntos que la
política exterior de Obama
tendrá que afrontar.
Asuntos todos que
se pueden complicar dentro del
decursar de la primera mitad de
su mandato hasta el 2010,
momento ya en que de cara a las
elecciones congresionales de
medio término, tendrá que
exhibir logros en su gestión, si
es que desea conservar la
mayoría dentro del órgano
legislativo.
Veamos brevemente,
cuáles son esos otros asuntos:
1-¿Qué actitud
adoptará Obama ante la decisión
al parecer ya tomada de invadir
Irán?
2-El conflicto
con Siria, con participación de
Iraq.
3- El problema
judío-norteamericano en el
Líbano y Gaza.
4- Una posible
escalada militar contra Rusia,
por parte de EE.UU., a partir de
una prolongación del conflicto
en el Cáucaso.
5- La
colaboración militar entre Rusia
y Venezuela.
6-La posible
afganización y ocupación militar
de Paquistán.
7- La utilización
de Ucrania y Polonia como
catapultas de un nuevo conflicto
político-militar con Rusia.
8- Las
incursiones de Turquía en el
Kurdistán (Iraq).
9- Conflicto con
Corea del Norte.
10- Los cambios
en América Latina.
11- El conflicto
con Cuba.
Esta es la
primera transmisión presidencial
que tiene lugar en medio de una
guerra, después de 1968. Al
mismo tiempo complicada esta
transmisión por su ocurrencia en
medio de una crisis económica de
proporciones y final
impredecibles. Como si fuera
poco, sin un proyecto aún
coherente de política económica,
que a nivel interno e
internacional pueda influir en
su solución, atacando de fondo
los problemas estructurales que
se manifiestan en la crisis del
sistema financiero actual y de
la economía real.
Todo ello indica
que Barack Obama tendrá que
tomar decisiones
trascendentales, para las que ya
se prepara.
Pero si Obama no
despoja a la política exterior
norteamericana de la excesiva
prepotencia y el doble
estandard que le caracterizan,
ejemplificado muy bien en los
casos de Irán, Palestina y Corea
del Norte, estaremos en
presencia de un tipo de
actuación internacional de
EE.UU., que no se diferenciará
sustancialmente de la de su
predecesor.
Pero Barack
Obama, con el solo hecho de
haber sido elegido presidente,
ya tiene un crédito a su favor.
Su elección ha despertado las
esperanzas y expectativas que no
se recuerdan para el caso de
ningún otro presidente
norteamericano en toda la
historia de las elecciones
presidenciales en EE.UU.
El nuevo
Presidente ha personificado un
acontecimiento inédito de la
historia americana. Por eso,
muchos, aunque no confiasen en
él, al menos le otorgan el
beneficio de la duda. Otros, más
superficiales, creen que por el
solo hecho de ser negro,
inteligente y no haber nacido en
cuna de oro, ya tendría que ser
el mejor presidente.
Sin duda, Obama
tiene una meta de arrancada
ventajosa. No solo ha ganado la
presidencia, sino que lo ha
hecho con más de 340 votos
electorales y más de seis
millones de votos populares,
sobre su contrincante
republicano, por lo que sin
duda, ha recibido un mandato
político.
Como si fuera
poco, su partido tiene mayoría
en el Congreso de la nación,
como no se recuerda en largos
años. ¿Qué hará Obama con todo
ese crédito? No podemos
predecirlo, porque su imagen, si
bien se presta para levantar las
más altas simpatías y
expectativas respecto a lo que
puede hacer con su mandato, al
mismo tiempo le brinda también
la oportunidad para actuar como
el Presidente más cínico y
engañoso de la historia
americana, sin que sea fácil
descubrirlo.
No debemos
olvidar que el primer compromiso
que tiene Barack Obama es
cumplir con los sectores y las
elites políticas que lo llevaron
al poder. Porque ningún
candidato, sea del partido que
sea, tenga el color que tenga y
venga de donde venga, puede
llegar a donde Obama ha llegado,
si poderosas elites políticas no
lo identifican como un
depositario de sus intereses.
Lo que Obama
tiene de diferente se lo da no
tanto el ser negro como la
materia prima personal de
historia, procedencia,
inteligencia y habilidad
política que aportó para su
construcción como figura
presidenciable, así como la
coyuntura interna e
internacional en que emerge;
sobre todo, después de ocho años
de una presidencia republicana
que más desastrosa no ha podido
ser, y que fue capaz de asustar,
incluso a muchos que al
principio la apoyaron.
Al mismo tiempo,
si bien es cierto que en el
ambiente político de EE.UU. la
figura presidencial es una
construcción desde arriba, Obama
rompe un poco con ese algoritmo,
al ser también el fruto de años,
dentro de los cuales la sociedad
norteamericana también ha
cambiado respecto a muchas de
sus lacras. Por lo menos para
hacer factible que el racismo
quedará aplastado por el
pragmatismo. Con la elección de
Obama como presidente
coincidieron muchos
ingredientes, entre otros, que
la sociedad norteamericana, en
coyunturas de crisis, puede
comportarse más pragmática que
intolerante y racista.
Qué puede ocurrir
con la Administración de Barack
Obama y sus políticas, solo
podremos saberlo cabalmente
cuando haya completado su equipo
de gobierno, tome posesión y
comience a ejecutar sus
políticas.
Para finalizar,
diríamos que Barack Obama, ahora
como presidente continuará
teniendo ante sí el reto del
racismo, que ahora se exacerba,
representando un verdadero y
creciente peligro para su vida.
30 de noviembre de 2008.
|