UJC
general evaluation meetings
still on the go at municipal level
Delegates
from Bartolomé Masó municipality in Granma province
discussed and proposed solutions to their problems.
By:
Osviel Castro Medel
E-mail:
digital@jrebelde.cip.cu
June 9, 2007 - 00:00:00 GMT
A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.
Original:
http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2007-06-09/continuan-
asambleas-de-balance-municipales-de-los-jovenes-comunistas/
BARTOLOMÉ MASÓ, Granma.— The words plowed through the audience without raising any eyebrows, its essence lost on most everyone perhaps because of its speed: «We must meet as frequently as necessary, whenever a problem arises… so we can discuss it.»
Upon hearing it, an old story sprang to mind about a house on fire. Surrounded by the flames, someone proposed to hold a meeting in order to «analyze the procedures and mechanisms» to put them out.
And so, amid the to-ing and fro-ing of people throughout the premises carrying the relevant «agreements submitted to the higher-ups for approval», the building was reduced to ashes.
Maybe the young man who put forward that idea in the UJC general evaluation meeting in Bartolomé Masó was not really advocating «meeting fever», the little virus that has failed to put out so many fires of a different kind in our society. Maybe he was just trying to say that no problem is to be hidden away –nor dealt with as a piece of gossip whispered in the hallways.
What’s debatable about his lecture was no doubt the out-and-out belief that «meeting as frequently as necessary» entails, as an inevitable consequence, finding a solution to all things human or divine.
If I have centered my notes on his words, it’s because he doesn’t seem to be the only one who champions that philosophy. Countless people who make out a dark stain in the distance come up with something like, «We’ve got to meet to talk about this» or «I’ll raise the question next time we meet».
Isn’t it true that we often let those who go treading on dangerous ground «go to the dogs» before we try to put their pieces back together in a meeting? Do we really have to meet before we take the annoying broken couch out of the way?
Seldom is a solemn gathering inside a walled enclosure necessary to smash a rock, a hurdle or a long-lived mountain of thorns. It’s not always appropriate to wait for the congregation before we pounce on the drone who drains the whole beehive or harp on the lazybones about their slowness being the reason that the racing pack is lagging behind.
On the other hand, the «let’s-meet-for-this-now-and-for-that-later» way freaks people out and eventually works like poison against solutions.
The boy himself acknowledged that much when he said that, his viewpoint notwithstanding, his grassroots cell «still has problems functioning properly».
Another question worth asking in this case would be, is the meeting’s purpose to have a theoretical debate or find is it to find a practical solution to the difficulties? Perhaps both, but the latter is a must.
Maidolis Rodríguez, one of the young women present, talked off the top of her head, almost without meaning to, about «face-to-face work», a concept that very often vanishes in the monotony of daily routine.
How do we go about this work?, she asked. And then she answered herself by saying, «We can’t be afraid of talking with each individual in a particular way».
For her part, Maritza Figueredo, second secretary of the UJC in Granma province, added a related opinion: people’s ideological education –be they young or old– depends on how motivated we can make them feel.
Were these precepts taken into consideration every single day, the number of «indispensable meetings» (usually very long ones) that neither put out any fires nor make any hearts beat faster, would certainly decrease.
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Continúan asambleas de balance municipales de los jóvenes comunistas
Al escucharla me vino a la memoria un viejo cuento relativo al fuego en una casa: ante las llamas alguien propuso una asamblea con el objetivo de «analizar los procedimientos y mecanismos» para apagarlas.
Y así, mientras el debate iba y venía con sus correspondientes «acuerdos elevados a instancias superiores», la construcción se hizo cenizas.
Tal vez el joven que defendió aquella idea en la asamblea de balance de la UJC en Bartolomé Masó no estaba llamando al «reunionismo» desmedido, ese bichito que tantos fuegos de otro tipo ha dejado de apagar en la sociedad.
A lo mejor procuraba decir que los problemas no deben ocultarse —o ventilarse entre chismes de pasillo, como también sucede.
El punto discutible de su disertación estaba, sin duda, en creer a ultranza que «reunirse cuantas veces sea necesario» implica obligatoriamente la solución de lo humano y lo divino.
Si he convertido sus palabras en el centro de estas notas es porque él no parece ser el único que filosofa así. Incontables personas, al ver la mancha en el horizonte, actúan con: «Esto hay que llevarlo a una reunión» o «Lo voy a plantear en la próxima reunión».
¿Y cuántas veces dejamos que el que anda por caminos quebrados «explote» para después «hacerlo piezas» en la reunión? ¿Es obligatorio reunirse para sacar el sofá roto que estorba en medio del camino?
Con frecuencia no hace falta la solemnidad entre paredes para desbaratar una roca, una valla, un viejo monte de espinas.
No ha de esperarse siempre a la congregación para criticar al zángano que come toda la miel de la colmena o para machacarle al moroso que su lentitud atasca al pelotón en la carrera.
Por otra parte, el «vamos a reunirnos» ahora y ahorita por esto y por aquello crea cierto pavor entre la gente, y eso funciona como veneno contra las soluciones.
El propio muchacho reconocía estas ideas de soslayo cuando apuntaba que, pese a su filosofía, en su organización de base «todavía tenemos dificultades con el funcionamiento».
Otra pregunta sería prudente en esta cuerda ¿El fin de la reunión es el debate teórico o la resolución práctica de las dificultades? Quizá ambas cosas. Pero la segunda tiene que ser imprescindible, la otra parece secundaria.
Precisamente en esta asamblea una joven, Maidolis Rodríguez, citaba a priori, casi sin querer, el «trabajo hombre a hombre», un concepto que en numerosas ocasiones se evapora en la monotonía cotidiana.
¿Cómo enfocamos ese trabajo?, se cuestionaba ella. Luego se respondía que «no se puede tener miedo a hablar con los individuos diferenciadamente».
Mientras Maritza Figueredo, segunda secretaria de la Juventud en Granma, agregaba un punto de vista relacionado con el precedente: la formación ideológica —de los jóvenes o de los viejos— depende de las motivaciones que sepamos despertar.
Si esos preceptos se tuvieran en cuenta cada día, de seguro serían menos las «reuniones imprescindibles» (casi siempre largas), que no apagan ningún fuego ni aportan entusiasmo al corazón.